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REVISTA DE CUBA
REVISTA DE CUBA.
PERIÓDICO QUINCENAL
D8 CIENCIAS, DERECHO, LiTBRATlA T BELLAS ARTES.
Dr. José Antonio Cortina.
TOMO I.
XX A. B A Xf A. •
. LA PBOPáGáHDá LiTIBáBIá»
IMPI^^BNTA. LIBRBI^^IA. PAPBLBI^I
1877^
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REVISTA DE CUBA.
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CIENCIAS, DERECHO, LITERATURÁ;*&EÍL'LAS ARTES.
ENERO 15 DE 1877.
• •
• • • •
• • ••
• . •
• • •• .
PREFACIO.
No se nos oculta que no son estos los momentos más opor-
tunos para la publicación de una Revista que, extraña por
completo á las luchas de partido, á las controversias de es-
cuela, á las contiendas políticas y religiosas, aspire á reflejar
en sus páginas el movimiento intelectual de esta Isla, im-
pulsado en otros tiempos por no pocos periódicos literarios,
y hoy solo representado por los djiarios políticos, estricta-
mente limitados al cumplimiento de su misión especial; por
alguno que otro repertorio científico en que impera ese es-
clusivismo de profesión, inherente á los de su índole; y por
algunos semanarios satíricos y jocosos, de esos que, á lo su-
mo, consiguen solazar el espíritu sin nutrirlo; todos más ó
menos útiles, pero, cualquiera que sea su mérito, incapacita-
dos todos para ofrecer la expresión genufha de una época, el
eco exacto de una sociedad, ni la manifestación de lo que
hay de más importante y más elevado en la actividad y el
desarrollo mental de un pueblo.
Comprendiéndolo así, tiempo ha que los hombres estu-
diosos sienten y lamentan la falta de una publicación que,
menos exclusiva que las existentes, más comprensiva en su
objeto, más amplia en su forma, más imparcial en su espíri-
tu, como desligada de los intereses del dia y libre de las im-
presiones de la hora que pasa, pueda ser de alguna manera
el resumen de nuestros adelantos, el exponente de nuestra
cultura, y espejo fiel de nuestras evoluciones literarias.
I •
6 REVISTA DE CUBA.
Esta necesidad es la qu(¿ viene á llenar la Revista de Cu-
BAy sin que la arredren Jas* circunstancias desfavorables en
que aparece. Haijo óónocen sus redactores la sociedad en
que viven y los'é^Jéj^iehtosque la componen; insensatez seria,
pues, de su ,tí>arte,* la esperanza del lucro; pero siendo su úni-
co móvii el' ceseo de merecer, aun á costa de algún sacrificio
la ap'vpbácion de la parte más ilustrada y culta de nuestra so-
cí^^a^; á ella nos dirijimos confiados en su apoyo y sus sim-
. ;]gmíás, y á ella debemos cuenta de nuestro objeto y de nues-
. tros propósitos.
Fundar una publicación en la que puedan tener cabida, á
un mismo tiempo, la ciencia, la literatura y las bellas artes;
en la que, haciendo abstracción de los males que nos afligen
y rodean, encuentren ancho espacio á la vez el entendimien-
to, el corazón y la fantasía, esos grandes elementos de la
existencia individual y social; en la que puedan manifestarse
todas las opiniones que la legalidad ampare bajo su manto; y
en la que tod^ doctrina, más ó menos discutible, con tal que
sea sincera y digna de respeto, pueda exponerse, conven-
céis combatir ó ser combatida; en la que, en fin, pueda ver-
se escrita, comentada y defendida toda enseñanza dirijida á
la educación intelectual, moral y estética de nuestros lecto-
res; tal es la empresa que nos proponemos en la Revista de
Cuba, con el objeto de que ella pueda presentarse, si á tan-
to alcanzaren nuestras fuerzas, como el barómetro de nues-
tra cultura y la síntesis de nuestra vida de inteligencia.
Pero la vida intelectual en Cuba, fiíerza es confesarlo, se
halla aún lejos de haber alcanzado su pleno crecimiento, y
apenas puede ofrecernos alguno que otro fruto sazonado, en-
tre el rico follaje d& su florescencia primaveral; y la Revista
se expondría á presentarse escasa de interés y de utilidad, si
no se propusiera también seguir con curiosidad y reflejar
con exactitud, en la medida de sus débiles fiíerzas, el asom-
broso movimiento científico y literario de la época, consig-
nando el resultado de las múltiples y profundas investiga-
ciones de otros pueblos que, adelantándose á nosotros á
gran distancia en saber y cultura, debemos tomar por lum-
brera y guia. Por lo tanto, destinará la Revista gran parte
de sus columnas para dar noticia á sus lectores, no sólo de
las obras más notables que vean la luz eñ ambos continen-
tes^ sino también^ en la forma de análisis críticoi de breves
REVISTA DE CUBA. 7
compendios ó jugosos extractos, toda la sustancia de los es-
tudios» desconocidos para la generalidad de nuestro público^
que en los últimos treinta años han renovado la faz y el fon-
do de algunas ciencias físicas y morales, y hasta dado naci-
miento á otras nuevas.
Con tales pi:opósitos, y agena nuestra Revista á todo es-
clusivismo de doctrina, de escuela ó de partido; aspirando
únicamente á ser pacífica arena de exposición seria y levan-
tada» pero nunca campo de batalla de personalidades ni de
pasiones, dejará la responsabilidad de los escritos que publi-
que á los autores que la honren con sus producciones, que la
sostengan con sus talentos, que la ayuden, la animen y la
estimiüen en esta noble cuanto difícil tarea de mantenerla
siempre á nivel de la ilustración del país y de reunir dentro
de un mismo círculo á nuestros escritores y literatos.
Pero habremos de reservarnos, aunque sin ánimo de abu-
sar, el derecho de decidir de la oportunidad ó la relativa im-
portancia de sus escritos, y para que en ningún tiempo
pueda tachársenos de caprichosos ó parciales, no estará de-
más advertirles, que las serias investigaciones, los estudios
concienzudos, la crítca desapasionada y aun los trabajos re-
lacionados con los más vitales intereses agrícolas ó económi-
cos del país, obtendrán de nosotros la preferencia sobre las
generalidades vacias, sobre las disertaeiones retóricas que,
sin más objeto que la ostentación de galas oratorias, en vez
de servir dañan á la ciencia, y á expensas del sentido critico
desarrollan esas brillantes facultades, origen, es verdad, de
tantas obras artísticas y literarias que han dado gloria inmor-
tal á nuestra raza, pero que un tanto enardecidas por el sol de
los trópicos, antes han menester de freno que na de espuela.
Tampoco olvidaremos que somos hijos del siglo XIX,
que, aunque combatido siempre por las borrascas que me-
cieron su cuna y cuyos embates han provocado el ejercicio
y por lo tanto, exagerado á veces el crecimiento de sus
fuerzas, ha sabido, sin embargo, abstraerse en aquel templo
seteno del poeta latino, y estudiar sin pasión las ideas y las
obras de todos sus predecesores, mientras deja ya plantea-
dos tan profundos problemas para los venideros. Su espíritu
investigador y crítico, será, pues, el alma de nuestra Revista;
ese espíritu imparcial y justo con lo pasado; nunca satisfecho
con lo presente, curiosoí entusiastsu áyído de luz y de porvenir.
8 REVISTA DE CUBA,
Conocidos nuestros propósitos, sólo nos falta brindar las
páginas de la Revista á todos los que piensan y estudian.
A todos pedimos su concurso sin distinción, que la ciencia
no reconoce sectas; de todos esperamos colaboración y bene-
volencia: que cuando la degradación de los caracteres
y el esceptisismo desenfrenado nos empujan á un abismo
insondable, deber es de todos ayudar á combatir el mal, á
levantar el nivel moral de su época; y esto sólo puede con-
seguirse por medio de la Ciencia, cuyo título más glorioso
no es la vana curiosidad, sino ese sublime ministerio que
siempre ha ejercido en la educación de los pueblos, esa alta
misión de atajar la decadencia de los espíritus y de elevar
sus aspiraciones, purificándolas por el amor y el cultivo de
lo bueno, lo bello y lo verdadero.
La Redacción.
TRES HISTORIADORES CUBANOS.
Los TRES PRIMEROS HISTORIADORES DE CuBA.—Reproduocion dc las Historias de D.
J. M. F. de Aírate y D. Antonio José Valdés, y publicación de la inédita de D. IgnaS
cío UrrútU y Montoya^ adornada con multitud de notas, y aumentada con descripciones
de la mayor parte de las dadades, YÜJas y pueblos dé esta Isla, que en ellas se mencio-
nan.—Tom. I. — Habana. — Imp. de Andrés Pego. — 1876/ ••
I.
La obra por tantos años inédita del Doctor D. Ignacio de Umitia y
Montoya acaba de imprimirse, formando serie con las de Arrate y Valdés,
las cuales se habiaa hecho tan raras, que no se encontraban ejemplares sino
en algunas bibliotecas pertenecientes á curiosos eruditos.
Obtenerlos á toda costa y reproducirlos ám nuevo en estos calamitosos
tiempos, sin perdonar sacrificio alguno, tal ha sido la laudable*y patriótica
empresa acometida por el Doctor Don Rafael Cowley, en unión de D. An-
drés Pego.
La descripción de la Habana que, con el título de Llave del Nuevo
Mundo y Antemural de las Indias Occidentales, habia escrito en elegan-
te y pomposo estilo el Begidor perpetuo de aquella ciudad D. José Mar-
tin Félix de Arrate, en 1761, no fué publicada hasta 1830, año en que em-
peza^xm á brillar en esta provincia sus más notables ingenios; y eso porque
la Sociedad Económica, con exquisito empeño, comisionó á una sección
especial de su seno para que la referida publicación se llevara á cabo.
Esta obra forma el primer volumen de la colección de los primeros his-
toriadores de la Isla de Cuba, que están dando á la estampa los señores
CeiHey y Pego. ^
2
I o REVISTA DE CUBA.
La corrección y belleza con que se ha ejecutado la pSrte tipográfica
honra altamente al establecimiento del Sr. Pego.
El trabajo encomendado al Doctor Cowley también ha sido desempeña,
do con esmero, copiando con fidelidad los originales que constantemente
ha tenido á la vista. Bien se deja ver que su intento no ha sido otro que
el de reimprimir, tales como se escribieron, las primeras histprias de esta
Isla, pues si las de Arrate y Urrutia, únicas que hasta el presente han sali'
do á luz, contienen algunas notas, estas, ó habian sido anteriormente inser-
tas en recomendables periódicos científicos y literarios, ó solamente se con-
traen á indicar los nombres técnicos de algunos animales, plantas y firutos
del país. La mayor parte de dichas anotaciones están tomadas de las Me^
morios de la Tieal Sociedad Económica^ inagotable fuente á la cual tendrán
precisamente que acudir cuantos quieran consultar los anales de la civili'
zacion en la Isla de Cuba.
No obstante lo que acabamos de manifestar en elogio del Sr. Cowley,
habria sido preferible que en ciertos puntos se hubiera dejado guiar por la
refulgente luz de la moderna crítica histórica, y que deteniéndose particu-
larmente en alguno que otro pasaje tratado sin lucidez por dichos historia-
dores, los hubiera esclarecido'auxiliándose de las magistrales obras que se
han publicado y cada dia se publican en España y otros puntos de Europa
y América acerca del descubrimiento, conquista y colonización del mundo
de Colon.
Ninguna nación puede presentar catálogo más rico de libros sobre esta
región que su propia descubridora, y no nos parece que exista en biblioteca
alguna, obra comparable á la monumental Colección de viajes y descubrí-
mientos de los españoles, arreglada por D. Martin Fernandez de Navarra-
te, la cual será en lo sucesivo la única fuente auténtica de la historia de
gran Almirante. A ella acudieron con provecho los modernos historiado-
res anglo-americanos William Prescott y Washington Irving, quien^ no
encuentran frases bastante expresivas para ponderar su mérito irrefutable.
Las obras que ambos han escrito sobre América son también modelos en
su género.
Ahora mismo el erudito infatigable Marqués de la Fuen-Santa del Va-
lle está dando á luz en la preciosa colección de documentos inéticos para
la historia de España é Indias, la Historia General de Indias^ de Fray Bar-
tolomé de las Casas, la que sin duda habrá consultado el Dr. Cowley, al
requerir las citas de aquellos escritores y al confrontar la narración de los
mismos sucesos hecha por un testigo presencial, cuya autoridad, en ciertos
lugares, no es muy respetada.
Una pluma más docta que la nuestra, la del eminente naturalista y Utera.
to D. Felipe Poey, observó algunas omisiones notables en la obra de Ar-
rate, las cuales no han podido ser suplidas por el Doctor Cowley, porque
esto hubiera sido escribir una nueva historia de la Isla de Cuba» y tal no h^
r ■ • j ■ T
REVISTA DE CUBA. Il
sido el propositó de los Editores. Aquella misma pluma juzgó imparcial j
brillantemente en el periódico El Ateneo [i] la referida producción histó.
rica, y nosotros no podemos agregar una sola palabra más á tan exacto
juicio.
II.
La aparición de la historia del Doctor Urrutia es un verdadero aconte-
cimiento literario en esta tierra, tan pobre de semejantes sucesos. Anhe-
lábanla ya cuantos en ella se interesan por el progreso de la ilustración y
de las letras.
Revelaba, á la verdad, una grande incuria que dicho libro hubiera per-
manecido por espacio de tantos años sumido en la más espantosa oscurí-
dady no comprendiéndose la causa de tan culpable abandono en un país
donde se ha hecho tanto uso de la Imprenta.
Cuantos han tenido ocasión de estudiar y de escribir nuestra historia,
han hecho los mayores esfuerzos por obtenei; copias del manuscrito del
Doctor Urrutia, y el Sr. Jacobo de la Pezuela, aunque habla del libro con
cierto desden, ha demostrado el aprecio en que lo tuvo al aprovecharse de
sus noticias para escribir el capítulo séptimo de su última Historia de la Is.
la de Cuba^ que está aún por terminar, confesando que había logrado ilus-
trar aquella época, acudiendo fructuosamente al precioso manuscrito de que
tratamos.
£n los interesantes Apuntes para la historia de las letras y de la instrucción
pública en la Isla de Cuba^ que vieron la luz en esta ciudad en 1859, encon-
trará el curioso cuantas noticias desee adquirir acerca de esta obra y sus
vicisitudes.
£1 manuscrito original era cuidadosamente conservado por ios descen-
dientes del Doctor Urrutia, pero el tiempo habia dejado estampada en él
su huella destructora, y necesitando ser esclarecido en algunos lugares
sus poseedores, con el auxilio del laboriosísimo geógrafo y estadista cubal
no, Licenciado D. José María de la Torre y del no menos distinguido po-
lígrafo D. Tranquilino Sandalio de Noda, obtuvieron una copia tan exac-
ta como la necesitaban.
Nos consta que asociados al Sr. la Torre intentaron los mencionados des-
cendientes del autor llevar á cabo s« publicación, pero quizá la inesperada
muerte del primero impidió la realización de tan plausible pensamiento.
Quede así consignado en justo tributo á la memoria del que fué nuestro ca-
(i) HábauL-^Propaganda literaria.— 1S6S.
IJ KKVISTA DE CUBA.
itfilrAtii'o (le (lOo^rafiA 6 Historia Universal, á quien sin duda debe muchos
ulaupn la cmua do U\ iustruccion primaria en la Isla de Cuba;
l\\ JUíin» hisftiniO'JtirUkoy poitiicodela Isla Femandina de Cubayprin.
ti/^i/mt'Hff* iU su <<i///<i/, hi Habana^ que tal fué el título que le dio su autor
ou i7(ji|i'uaudo \\\ cscri|)itS, merece los honores de la imprenta, bastando
\\\ himple liH-tura del Humano de los capítulos que abraza, para conocer la
importancia do loü arontecimicutos de cuya narración se ocupa.
(\»mpvendesu primer vo!v\men, el único que ajuicio del Editor ha exis"
\y\\\ en lo cual no está confonne con el Sr, Pezuela ni con otras autorida-
ile» en la u\ateria« seU libros, divididos en capítulos, desde el descubrimien-
\\\ \le U America haatA ol regreso del Doctor Ángulo ala Habana, y llega-
^U eu (S5^^'^ Uien^o de Moiariegos, el intrépido fundador de Chíapa;
i^tv^rcAudvvie eu «Uv^ los sesenta y tres aftos trascurridos durante la cod-
v|uUta Y piiucípivvs ile $u colonización.
l>. lUmoix vle U Sjigra« en su Hi^miM-4i:imtímc^fftítícm y etiaéitfifa de
.U UU Jtc (Vái« se r^uecí eu divecsvxs pasajes á la obra del Doctor Ur*
IUÚ4» c^Ut\v4avioJ4 sk irAtK^o iniertsante* Al hablar de los primeras re-
\vAttvmie^\tvv» o vNí:uvMxe$ de terreóos^ la coosalta útümeote* j wíini^ii»
cubado ti AtA del cultivo de U caiU» fonMUto de iiig«&ÍDs y de ocios paiti*
saUre«.
l^j^u^Mcu ¡x.^ r<coa^KÍdv> $u menio el ek^:aate y cistiao publirraa
l\ KvíC Autv>iüv> Sacv\ eu $u$ -ft^w Mrt Ca^
Kl (<.iu vW U bu;;:$^^xt^ del IVvtvx Vmicia. $e$ua ^ laisino lo
\u \U5rvsius.VK^, e^!^ «K ds'^ rrfíttñjc^ cu U ,^f latiera ^arte • K) pasado» ^^oa Ib
;>.Hicv\ ea U jc^uübviU» lo pjx^sjítt». cvtt lo jurtdkoc y ea U tcfceza. lo
»fV4 dLS!c<us\^ v\.vztic\.\i^ ivdeittoi e*t>írjx v;u!e sea ui ls2a ea lo fiínroL
»xivjk>ü^ Ui:óía.u ^u>icc:«uii $u^> :uüuMiAÍSe*.ifeea» ia^Mctt!l3sul^^ v es v¿i^;
ia5«e <ac Uv> Uc^a;^ 4 íícnt>ir*js su 4;it^.
juio* av i^^Ñ^ > * 3k>^^* epvVA ^m 'a cttu '^mio el GotesoE»» sa resceacaL 4ia
Ha^Mum. >i >c iitt^s'Uftk<ivHi <«i ^iji» ;íu i;^5Q«jt:)^mt uocKy y i'qi. iegnit oceqo;.
uA4it;i>^ viis¿iii^uivjk^>jeiícttvv>c v 'KK^tüSc ^uciáoc ie $ttiQa^ ie Cus» I>^
*uaa S;mo>4.wi Nik^aiidi» ^.^^ialCi»K iií 'übí^ \l«»iionife^ ie ji íí^il S^
l^xViKKiu< Ji ití Jk^«i<aa ^;iacaa» ^ cucu .k/ y«tdo tKnaiiiaoa. por
L ^ >;v*c '^Jss^ se ía .i¿>iai*viKk?' >«etttv^e ie i<ca ^^ca i^ í¿ 'siaa- ie
'aifti>t.t^ li&;><!CihJL 4«t ^i2bKíis$^ >ri>vc«s. ^^\<ttao :s«du ;ii lutoc .{unsa
>c«^v'\vi< itJiCKiv^^ ^^ütt|.Kj^ iio» <M;^.i¿i\^aiK!{K!e ^
:<ci¿c > .^ea ^uc tuaoi i^faa '<ríc i^sa j.\xsí> ' ^¿u» :k?cc*>«s^ sccre
REVISTA DE CUBA. 1 3
nando de Soto. £1 de este último, principalmente, es uno de los trozos
mejores del libro. Helo aquí: ^<De más de mediano cuerpo, airoso á pié
y á caballo, diestro en el manejo de ambas sillas, alegre de rostro, de co-
lor moreno, pacientísímo en los trabajos con que esforzaba el sufrimiento
''de sus soldados,* venturoso en sus jomadas, severo en castigar los delitos
*'de malicia, al paso que benigno en perdonar los de fragilidad, honrador
''de sus tropas, valiente y esforzado en las batallas, hasta estimarse las
'^ventajas de su lanza, por tanto como otras diez de su ejército.''
Después de haba: tratado de la historia general de la Isla, su descubri-
miento y conquista, hasta la fundación de las villas por Velazquez, de la
Habana y detenidamente de las expediciones de Juan de Grijalba, Her-
nán Cortés, Panfilo de Narvaez y de las demás que se aprestaron contra
el célebre conquistador de Méjico, se ocupa extensamente de la erección
de la Catedral de Santiago de Cuba, adoleciendo del mal gusto de inser-
tar en el mismo texto, el auto y bula de ella, que comprenden diez hojas
del tomo que tengo á la vista.
Cuenta la muerte de Diego Velazquez, atribuyéndola á la intensa me-
lancolía que se apoderó de su ánimo al enterarse del adverso resultado de
su ruidoso litigio con Cortés.
Dedica breves frases á hablar de la introducción de los primeros escla-
vos de lá Isla, acontecimiento histórico importantísimo, que ha ejercido y
ejercerá todavía grande influencia en los destinos de esta tierra. Sensible
es que no hubiera quedado bien esclarecido este suceso, depurándose la
conducta de Fray Bartolomé de las Casas, inocente á los ojos de unos y
responsable á los de otros de la existencia de la esclavitud en América
bien que para nosotros puede sustentarse con muy buenas razones que la
esclavitud africana en estas regiones fué anterior á cualquiera excitación
del insigne dominico para que reemplazase á las encomiendas de los in-
dios.
Nada nos dice el Doctor Urrutia de la comisión del Licenciado Juan de
Yadillo, de su afortunado gobierno, ni de la rebelión y castigo del turbu-
lento cacique Guama en los campos de Baracoa, ni tampoco se fija en
que lot gobernadores Manuel de Rojas y Gonzalo de Guzman ejercieron
dos veces el inando de la Isla.
£n cuanto al gobierno del Adelantado Hernando de Soto, de su expedi-
oiom á la Florida y de su muerte, se explica largamente, siendo^ á nuestro
juicio, una ic las épocas que con más caudal de noticias y más completa-
mente se halla referida.
Omisión notabilísima ha sido la del gobierno de Juanes Dávila, del cual
ha procurado hacer una sucinta relación el Sr. Cowley, lamentándose de
que en dU hubiera incurrido el Dr. Urrutia, por otra parte tan minucioso
ealos demás capítulos de su ^^o/r^;, que se observa cuando narra los go-
bionoa del Ldo. Antonio de Chavez y del Doctor Ángulo^ entrando en
I
14 REVISTA DE CUBA,
fastidiosos detalles sobre la alteración del valor de la moneda, y las discor*
dias que con este motivo ocurrieron entre el citado D. Gonzalo Pérez de
Ángulo y el Ayuntamiento de la Habana.
No hay que buscar en este libro la pintoresca y vigorosa narración de
un Hurtado de Mendoza, el robusto y animado estilo de un Meló, la con-
cepción científica de un Mommsen, ni el profundo análisis de un Taine, to •
dos los cuales se remontan muy alto en el género histórico. Fué escrito á
fines del último siglo, y su desaliñado estilo, destituido de toda elocuencia
y bastante impregnado del escolasticismo que todavía predominaba, el de*
pravado gusto de sus metáforas y las citas que frecuentemente hace de la
Biblia, San Agustin, Santo Tomás de Aquino y de algunos autores profa-
nos, que ninguna conexión tienen con los acontecimientos piuramente his-
tóricos que relata, descubren perfectamente el espíritu característico de la
época y el atraso en que entonces se encontraba este linaje de literatura, y
singularmente entre nosotros.
III.
Actualmente se termina la reproducción de la Historia déla Isla de Cuba
y en especial de la HabanayO^t en 1813 publicó D. Antonio José Valdés,
bajo la benéfica protección del benemérito Obispo, Illmo. Sr. D. Juan Jo-
sé Diaz de Espada y Landa y del esclarecido Pbro. Dr. D. José Agustin-
Caballero, de quien ha llegado á creerse que fué su verdadero autor.
D. Antonio José Valdés, nació en Matanzas por los años de 1770, se-
gún el Sr. Pezuela en su Diccionario geográfico estadístico histórico de la
Isla de Cuba, habiéndose dedicado en su juventud, unas veces á la ense-
ñanza y otras al oficio de platero. Fué también dependiente de comercio
y publicó una clarísima aritmética, (i)
Pasante de un colegio de primeras letras en la capital, ocupaba el corto
tiempo de que podia disponer en acumular datos para escribir su Historia-
de la Isla de Cuba.
Ya en 181 2 tenia Valdés establecida en esta ciudad una imprenta y re
dactaba un periódico. La Cenay que continuó publicándose hasta 18 14. He-
mos examinado ima colección de este diario de la tarde, correspondiente al
primer semestre de su publicación, y no hemos hallado en sus artículos ni
originahdad, ni mérito alguno literario.
£n 18 13 vio al fin la luz la obra que le ha dado nombre entre nosotros:
su Historia de la Isla de Cuba y en especial de la Rabana, Auxiliáronle en
(i) Apuntes para la historia de las letras, dd Sr. D. A. B. y M.
REVISTA DE CUBA- 1 5
su trabajo el citado Pbro. Caballero y D. Domingo de Mendoza, catedrá-
ticos del Real Seminario de San Carlos, ya proporcionándole multitud de
noticias históricas, ya revisando el texto, como así lo manifiesta el autor en
su prólogo.
Por los años de x8i6 pasó Valdés á Buenos Aires, á la sazón que se
reonia el congreso de Tucuman, y estableció en aquella ciudad el periódi-
co El Censar,
Aquí dejaremos la palabra á Don Bartolomé Mitre, quien, en su '^Histo-
ria de Belgrano," dice lo siguiente acerca de Valdés:
*^La Giiceia de Buenos Aires, fundada por el célebre Doctor Moreno, era
«'el órgano del Director. El Censor, órgano de la política del Cabildo y de
**la Junta de observación, era un periódico constituido por la ley, con el
'^objeto de vigilar los actos de los mandatarios y de ilustrar las grandes
«'cuestiones de actualidad. Su redactor D, Antonio José Valdés era un
"literato habanero, que en largos viajes habia estudiado los hombres y las
"instituciones de todos los pueblos y que, animado de verdadero entusias-
''mo habia puesto al servicio de la confederación argentina su ciencia y su
experiencia." Nosotros, que tomamos las anteriores noticias biográficas de
Valdés de los señores Pezuela y Bachiller, no tenemos noticias de dichos
viajes y abrigamos algunas dudas acerca de los grandes conocimientos de
autor de la Historia de Cuba.
Hacia 1820 se trasladó Valdés á Méjico, donde poco después, en 1822'
fué nombrado impresor de Cámara de S. M. I. durante el breve y desgra-
ciado imperio de Itúrbide, muriendo á los pocos años en aquella ciudad.
Es cuanto sabemos acerca de Valdés.
Aunque se anunció en el prólogo que la obra constaria de dos volú-
menes, nunca se llegó á publicar más que el primero. Este se halla divi-
dido en nueve libros que comprenden la historia de la Isla desde el descu -
brímiento hasta el gobierno del General Ruiz de Apodaca, siendo por es-
to mucho ^más extensa que las de Arrate y Urrutia.
Pero hay que advertir que refiere los acontecimientos á grandes rasgos»
omitiendo algunos de importancia y narrando otros que estarian mejor en
alguna crónica particular.
£n su libro IV, por ejemplo, tratando de los primeros gobernadores,
omite el gobierno del Ldo. Bartolomé Ortiz en 1538, y lo mismo que sus
antecesores Arrate y Urrutia, pasa por alto el hecho importante de la apli-
cación á esta Isla de las nuevas ordenanzas de Indias por Juan Dávila^
su jefe, en 1545* Asimismo al hablar del mando de Gaspar Ruiz de Pere-
da desde x6o8 á 1616 nada dice de la Real cédula dictada en 1607 sobre
expulsión de extranjeros residentes en esta tierra.
También es cierto, y no podemos menos de expresarlo así, que nuestra
historia no es más que un episodio de la de la metrópoli, y que su conquista
1 6 REVISTA DE CUBA,
y |>oblacion, las invasiones y saqueos de los piratas y la larga serie de sus
gobernadores hasta la toma de la Habana, ofrecen escasísimo interés y
muy restringido campo para el narrador. ''La historia de la Isla de Cu-
ba," segim ha dicho perfectamente uno de nuestros escritores, 'Hiasta cier-
''to punto, no pasa de ser una historia económico social, en que asoman de
''trecho en trecho algunos acontecimientos políticos que han influido más
"ó menos directamente en la suerte y modo de ser de este pueblo.*^
Pero concluyamos con Valdés.
Su obra contiene noticias curiosísimas acerca de esta ciudad, qiíe en va-
no se buscarian en alguna otra, lo cual explica su popularidad; pero no su-
pera ni por el gusto, ni por el estUo á las dos primeras.
IV.
Ninguno de estos tres primeros historiadores ha escrito una historia
completa de Cuba, por cuya razón no merecen elevarse al distinguido pues-
to que en Inglaterra ocupan Hume, Hallam y Macaulay; en Francia, Hen-
ri Martin, GuLHÉy Michelet y Thierry; en España, Mariana y Laíuente;
en Italia, Guicdardini y Sismondi; en Portugal, Herculano y en los Esta-
dos-Unidos, Bancroft.
Los tres se han limitado á hacer sencillos apuntes cronológicos, que po-
drán servir algún dia para escribirla debidamente, en lo cual indudablemen-
te han prestado un servicio inestimable al país, que sin ellos ignoraria mu-
chos acontecimientos de su vida pasada; mas no por esto han escrito su
historia, pues no se han ñjado con la reflexión necesaria en los verdaderos
hechos históricos, que son aquellos cuya influencia en el atraso y progreso
general de un país es real y efectiva, cuales son la introducción de escla-
vos, la de la imprenta, la real orden declaratoria del comercio libre, el es-
tanco y desestanco del tabaco, los adelantos de la educación, de las cien-
cias y de las artes y el estado de la literatura, de lo cual pudo muy bien
damos razón Valdés.
La historia, fotografía de una nación, no debe ceñirse á la narración des-
camada de los sucesos políticos y militares, sino seguir paso á paso el múl-
tiple y variado desarrollo del genio de un pueblo en sus distintas manifes^
taciones, para alcanzar el conocimiento exacto de la verdad, que es el ob-
jeto del historiador.
No era este el punto de vista adoptado por los que la escribían en d pa-
sado siglo; por lo cual no en vano se repite que la historia verdadera es hi-
ja del actual.
VIDAL MORAUS Y MORALES^
LA FAMILIA.
En el origen de las sociedades apenas hay diferencia entre el régimen
de la familia y la constitución del Estado. Confundidos como se encuen-
tran los poderes públicos, así también lo están las afecciones. Cuando Abra-
ham espera de Sara su hijo primogénito, Sara es la señora de su tienda y
de sus rebaños; pero cuando la esterilidad, como una maldición, viene á
herirla, entonces Sara es reemplazada en el corazón de su ^triarca, en los
favores y preeminencias por Agar, que más tarde es olvidada en el desier-
to. Así es que en esos tiempos de infancia de la familia, las afecciones
desaparecen ante la necesidad de aumentar el número de individuos de la
tribu nómada, teniendo igual consideración en el ánimo del patriarca las
señoras que las esclavas, porque unas y otras dan hijos á la tribu.
Las leyes del orden político reglamentan, pues, el orden doméstico en
estos primeros tiempos de formación, crecimiento y desarrollo de la familia,
y no se conciben separados el padre y el ciudadano. En Roma los céli-
bes no podian aspirar á los cargos públicos, y sobre ellos pesaban fuertes
contribuciones. En Grecia, en Egipto, en Cartago, en Fenicia, la multitud
se inclinaba llena de respeto ante la mujer que llevaba en su seno el fruto
de su amor, como la tierra su cosecha; pero no se veia en la mujer estéril
un defecto de organización, y si un castigo de los dioses. La dureza de
los poderes públicos justifica en esos tiempos la dureza de las relaciones
domésticas, y la falta de libertad en el Estado civil se refleja en el de la
fomilia, permaneciendo hijos y vasallos bajo una misma y dura autoridad
que les niega toda consideración civil y política.
Durante algún tiempo se sostiene esta identidad entre el Estado y la fa-
milia; mas cuandO; á consecuencia de la necesidad y del progreso, se va
trasformando la organización política de las sociedades, en un sentido me-
aos restrictivo, y los poderes públicos toman nueva forma y siguen una
nueva dirección, más en armonía con las necesidades y aspiraciones de las
3
1 8 REVISTA DE CUBA,
mayorías, entonces Se va dejando sentir también la influencia del progreso
en la constitución y organización de la sociedad doméstica, y coinciden en
la historia la trasformacion del poder civil y la nueva forma de la potes-
tad paterna.
Aquí empieza para la familia un nuevo orden de cosas. Emancipada de
la necesidad de seguir las vicisitudes de la sociedad política, que aun tra-
baja y busca su ideal, como lo demuestran las agitaciones que en todas
partes se experimentan, tiende cada vez más fuertemente á constituir una
agrupación aparte, con sus leyes especiales y su peculiar administración.
Este es un verdadero progreso, pues para que la familia conserve la inde-
pendencia á que tiene indiscutible derecho, para que pueda desarrollarse,
cumplir sus altísimos ñnes y llenar su misión como plantel de educación y
fuente de los más grandes sentimientos, es necesario que no dependa de los
» caprichos del legislador, que no esté subordinada á los accidentes del
momento, que sobre ella no tengan influencia la$ cuestiones de la hora
presente, que, reconocida como hecho necesario en la vida de la humani-
dad, esté por encima de la ley misma, que se limita á reconocer y regla-
mentar los derechos que existen con anterioridad á ella, y que es va-
riable como expresión genuina de las ideas reinantes en el dia de su
promulgación.
No rompe, sin embargo, esta independencia de la familia la armonía en
que debe vivir con el Estado, pues ambas sociedades tienen mutuas rela-
ciones que guardar. Si el Estado la protege y reconoce como hecho ne-
cesario y fuera de toda controversia, ella, que se mueve dentro de la socie-
dad civil, la ha de dar ejemplo de sumisión y respeto al poder legalmente
constituido, cualquiera que sea su origen. Tal poder se hace necesario
por la fuerza de la circunstancias; pues ese es un poder legal, aunque no
tenga en su apoyo ni la divinidad de su origen ni el trascurso de los siglos.
Salus popnli suprema lex esij dijeron los romanos.
La familia, por consiguiente, tiene su órbita propia dentro de la órbita
del Estado, y desde que la tuvo empezó su dignidad, sintiéndose su influen-
cia. Cuando en los primeros albores de la edad media se reservó al ca-
beza de familia una parte mayor en el botin de la víspera, fué el padre de
familia algo más que un simple guerrero. Cuando más tarde el caballero
feudal marchó á la guerra con sus vasallos dejando en el almenado castillo
á la castellana, ésta, aunque guardada todavía por los muros, defendida
por los fosos del feudo é inaccesible por el puente levadizo, comenzó á ser
algo más que Agar la del desierto, que Lia y Rebeca, que fueron compra-
das, puesto que empieza á ser la reina y señora de su casa.
En cambio, la legislación romana redujo á la familia á la nulidad en el orden
del sentimiento, que es donde debe vivir lafamiUa. Por eso sin duda ya no es
posible que reaparezcan aquellos tiempos en que el celibato era cstsi un de-
^to,.en que la ley política impedia ciertos matrimonios, en que los intere-
REVISTA DE CUBA. I9
ses de casUs privilegiadas ])rohibiaa los cruzamientos; y que tampoco sean
posibles- revoluciones radicales, como las de la ley Canuleya, para dar á
determinadas clases el derecho de formar una familia reconocida y prote-
gida por el Estado. Las castas, los privilegios, las inmunidades por razón
de raza han desaparecido mediante la nueva organización de la familia,
cuya base es hoy el amor, y su principio la más absoluta igualdad.
Es evidente, por tanto, que cuanto más se acerque la familia á la inde-
pendencia de su régimen interior, es tanto más perfecta y está más en con-
sonancia con las aspiraciones actuales, y que si la ley se limita á fortiñcar
las relaciones entre sus miembros, entonces su autoridad va en consonan-
cia con lo que reclaman la dignidad del padre y el ciudadano. Felicitémo-
nos, pues, porque ha desaparecido la tutela del Estado y su ii^ervencion
en punto tan vital, y de tanta trascendencia.
Que se consolide la potestad paterna; que se mantenga con ñrmeza la
indisolubilidad del matrimonio; que sabias leyes desalienten la desobedien-
cia de los hijos; que se eleve á la madre en dignidad, en atribuciones, en
autoridad y en instrucción para que con inteligencia más cultivada y des-
arrollada esté á la altura del desempeño de su misión, y la famila, fuerte
entonces, podrá resistir los ataques de este siglo algo excéptico, profunda-
mente analizador y revolucionario.
Tan revolucionario, que ha pedido en nombre de algunas doctrinas, la
disolución de la familia. Se ha dicho que su actual organización es viciosa
porque descansa eñ principios falsos, en los restos de antiguas preocupacio-
nes, en intereses mezquinos, en la ignorancia de las leyes naturales; y al
amparo de la nueva teoría del anior libre^ se ha sostenido que es necesario
atacar rudamente su mala organización, no dejar en pié uno solo de los
errores del antiguo edificio, aunque para conseguirlo fuese necesario em -
plear la fuerza de la mina y la tea del incendio.
Los que de este modo piensan no se han detenido nunca ante el espec-
táculo tierno é interesante de la familia cristiana, ante ese foco de amor
esa escuela de virtudes, ese puerto en el naufragio de la vida^ ese último
rincón de descanso después de los trabajos del dia, ese santuario donde no
debia entrarse sino con la cabeza descubierta y después de haber sacudido
el polvo de las sandalias. Porque no tienen corazón y han olvidado el beso
de su madre, la sombra venerable de su padre, el recuerdo de su infancia,
la cuna en que hablando con los ángeles enviaron á la madre su pri-
mera sonrisa,- los que intentan poner una mano sacrilega sobre este
mundo de recuerdos en que confundidos han corrido lágrimas y alegrías,
sueños de niños y ambiciones de hombre, delirios de la pubertad y cálculos
de la edad madura, mundo en que aprendimos á pensar y amar.
Ni aun con el silencio debemos contribuir á la profanación de ese altar
en que diariamente se celebra el más puro de los misterios. Empresa loca,
empresa crimínali la que aspira á sustituir la familia por un vasto comunis-
20 REVISTA DE CUBA,
mo; esto es, el amor más sincero por la mayor de las indiferencias^ el or-
den, la economía, las purísimas afecciones del hogar doméstico, por las in-
temperancias de la plaza pública; la unidad é indisolubilidad del matrimo-
nio, por la inmoralidad y el desenfreno del divorcio; las nobles y levanta-
das relaciones domésticas, por la extrañas é interesadas de padres que no
aman á sus hijos, de hijos que no conocen á sus padres. No sabemos á
dónde llegaría la humanidad una vez en esta pendiente de inmoralidad, de
degradación, de concupiscencia, de desenfreno, de rotura de todos los di-
ques que la moralizan, de todas las barreras que la dignifican, de todas las
conveniencias que la enaltecen y han colocado en su frente esa aureola de
inteligencia á expensas del instinto, muchas veces brutal, de las pasiones.
No podemos calcular cuántas fuentes de ternura, de simpatía, de amor, de
benevolencia quedarían secas con la desaparícion de la familia. Si hoy, no
obstante ella, encontramos amarguras en el mundo; si tropezamos en nues-
tro camino con el egoismo, si vemos á nuestro lado la indiferencia; si hay
corazones que no palpitan sino por el espectáculo de su propio interés, si
hay almas cobardes que transigen con el error; si hay espíritus mezquinos
que alientan el vicio; si encontramos caracteres que se doblegan, é inteli-
gencias que no van más allá del sensualismo ni en ellas encuentran eco sino
los sonidos de la materia ¿i dónde iremos á parar, rotos los vínculos de la
familia, desconocida la potestad del padre, y negada la sana influencia de
una madre que, tal vez desde la cuna, por su abnegación, por sus carícias y
por su ejemplo, ha podido enderezar las más torcidas inclinaciones?
¡Qué vacío y tristeza entonces á nuestro alrededor! Las palabras ma-
dre, padre, hijos, hermanos no tendrían valor alguno. -Viviríamos en un
desierto de afecciones, y el egoismo sería la . ley suprema de la humanidad.
Desligados los hombres de toda consideración de consanguinidad, sus inte-
reses estarían más en oposición que lo estáu hoy, naciendo necesariamente
de esa oposición la guerra, es decir, el retroceso al estado salvaje. ¿Dón-
de encontramos la mano cariñosa y - protectora del padre, el amor tan puro
y tan encantador de la madre, la amistad del hermano, bríllante de honda
simpatía? ¿Con qué llenaria el hombre su corazón^ que tiene sed de amar,
deseo inextinguible de simpatía? La grandeza de nuestra alma y lo infi-
nito de nuestro corazón necesitan la familia, como la tierra necesita la llu-
via para que desús entrañas inagotables y siempre jóvenes y fecundas bro-
ten las espigas y las flores.
De aquí que nada sea mas contrarío al sentimiento de la . familia y á su
verdadera organización que el divorcio por mutuo consentimiento, ni que
nada relaje tanto sus vínculos como la absoluta libertad de testar que algu-
nas legislaciones <:onceden al padre.. £1 divorcio por mutuo consentimien-
to, esto es, la posibilidad de romper el pacto celebrado para formar otro,
que también puede romperse, es la teoría del libertinaje elevada á hecho
que la ley sanciona y reviste^ de solemnidad, pero que no deja de ser por
REVISTA DB CUBA. 21 *
eso un hecho inmoral. Es, además, una iniquidad y una contradicción. Es
inicuo que al jurar que hemos de amar eternamente — ^porque en amor no
se jura sino por la eternidad — á la mujer que elegimos por esposa, lleve-
mos también en el pensamiento la idea de apartarnos de ella á la menor
divergencia de opinión ó al cambiar de deseos. Es una contradicción,
porque el matrimonio es por naturaleza indisoluble, puesto que dos almas
no se unen sino con la intención de perpetuzer su unión, oponiéndose, por
tanto, al amor verdadero toda idea de separación en el porvenir; de donde
se desprende, como deducción lógica, que la ley permisiva del divorcio,
sanciona las uniones presididas por el cálculo, por el interés, por el desen-
freno, y no viene á añadir más fuerza á las que proceden de un amor ver-
cladero y espontáneo, las que quedan, sin embargo, bajo el mismo pié de
igualdad y legalidad que las anteriores. Y nada decimos por ahora de los
hijos, de su posición, de su ñliacion, de su educación, de sus' intereses mis-
mos, confundidos y amalgamados, en verdadero comunismo, bajo el régi-
men del divorcio por mutuo consentimiento.
Tampoco es posible que la ley autorice, ni mucho menos importe en
nuestra legislación, la absoluta libertad de testar que otros pueblos dan al
jefe de la familia. Los hijos por el solo hecho de haber sido engendrados
por sus padres, han adquirido respecto de ellos grandes derechos, no sien-
do el menor el de sucesión en todos sus bienes. La ley romana los llamó
condueños, la ley natural los denomina los inmediatos sucesores, en nuestra
legislación suceden sin condiciones, como acreedores que toman lo que pu-
ramente se les debe. Y es que no hay razón alguna para que la fortuna
que con ellos muchas veces se formó, y en cuyo adelanto y desarrollo to-
maron activísima parte, y casi siempre creada para ellos, vaya á manos ex-
trañas, y sea el premio quizá de la astucia y de la mala íe, ó el pago de los
desórdenes de los últimos años de la vida, ó el resultado de la debilidad de
espíritu del que se encuentra al borde déla tumba entreviendo los resplan-
dores de la eternidad.
Pues esta triste y desconsoladora soledad del corazón y del espíritu es la
que predican los que quieren la disolución de la familia, y se llaman, sin
embargo, amantes de la humanidad, como si ésta no viviera en paz
con el sentimiento de familia, y como si fuera posible amar á la huma-
nidad y despreciar su origen: la familia. Esas ideas de destrucción, esa
ira contra todo lo existente; ese odio al padre, á la madre, al hijo, al amor,
al respeto, á la ternura; ese deseo de profanar y reducir á la categoría de
hecho vulgar los sentimientos necesarios al orden y á la moralidad; esa fe-
roz alegría con que se pide que sobre esta humanidad, gusano de una hora
que se arrastra entre las tumbas, vengan los terribles dias de) Apocalipsis,
no es posible que procedan de hombres que aman á sus semejantes, sino
de misántropos que quisferan ver á todos los hombres tan escépticos como
é¿ ftEViSTA DÉ CÜBÁ.
ellos, y que de duelen de que haya quien puede vivir feliz á la sombra de
estas absurdas preocupaciones.
Es, pues, la familia un hecho necesario para la vida del hombre y el des-
arrollo de la sociedad, un hecho eterno é indestructible. Se conmovería
profundamente el orden social y se modifícaria radicalmente la vida del
individuo, si destruyéramos este hecho, que con la propiedad es la base
primísima de las modernas * sociedades. ¿Cuál debe ser la actitud de la
ley en esta materia? Tratar de fortiñcar más y más la familia, lo que se
consigue robusteciendo la autoridad del padre, elevando á la madre en
dignidad, y manteniendo contra todos los ataques la indisolubilidad del
matrimonio.
Es necesario que la legislación, esta primera musa de la humanidad —
como ha dicho un profundo pensador, — venga en apoyo de las costumbres
y supla con sus prescripciones los eclipses de la moral. Es preciso, en pri-
mer lugar, que no se discuta la autoridad del padre, que se reconozca en la
patria potestad un poder natural y no una ficción de la ley, que se deje al
padre en la mayor libertad posible en cuanto á la facultad de disponer de
BUS bienes dc^ manera qae nó lastime los derechos adquiridos de sus hijos.
Y después, que la ley por débiles complacencias no haga del matrimonio
un cambio y satisfacción de apetitos y deseos; que no permita que el di-
vorcio sea la regla y la indisolubilidad la excepción; que no tolere esas se-
paraciones por mutuo consentimiento, sin causa alguna legal, contribuyen-
do de ese modo á realzar el acto más serio y trascendental de la vida hu-
mana.
Bajo estas condiciones la sociedad moderna puede aguardar impasible
que desaparezcan envueltas en su nulidad é insuficiencia, todas las teorías
absurdas en el fondo y tiránicas en la forma, sin que dejen de su paso más
huella que la que deja la ola al estrellarse con furia contra la roca que la
estorba. Una buena legislación aplicada firmemente, es todo cuanto se ne-
cesita para resistir con éxito el viento desencadenado de las pasiones. ''De
"una buena legislación se deriva todo: sentimientos, vida digna, costum-
"bres, viribilidad en el ciudadano, hogar respetado y probidad en todos."
(Lcrmimier.) Y esto es tan cierto, que cada adelanto en las sociedades
coincide con una nueva legislación escrita, hasta el punto de que hoy el su-
mo progreso seria una completa codificación.
Este es el único medio de conservar íntegra la familia y puras sus relacio-
nes: si nos descuidamos, el porvenir nos reservará inmensas catástrofes, y
por encima de todo un desconsolador é infinito escepticismo.
P.
LA LINGÜISTICA MODERNA.
INTRODUCTION A L' ETUBE DE LA SCIENCE DU LAN6A0E, PAR DOMEN IC PEZZI^TEA-
OUIT DEL ITAUAN PAR V« NOURRISAN— 1 VOLUM. IN 18 DE 2d7 PAGINES. PARÍS
SAMDOZ A SUISCHBACHER.
I.
La presente obra es uno de los más claros y sustanciales trabajos críticos
expositivos, recientemente escritos, con el objeto de generalizar los últimos
y más notables resultados del estudio del lenguaje. Publicada prí mera-
mente en italiano en 1869, á la cabeza.de una traducción hecha por el mis-
mo Domenico Pezzi de la parte de la Gramática comparada del alemán
Schleiher^ consagrada al sánscrito, al griego y al latín, el autor ha refundido
casi en su totalidad, al solicitar Mr. Nourrison su venia para trasladarla al-
francés.
Siendo tan reciente su publicación y poco ó nada conocida la obra entre
nosotros, la Revista de Cuba^ cumpliendo uno de los compromisos que ha
contraído, comienza su tarea de vulgarización seria de las ciencias nuevas
-ó recientemente renovadas, entre las cuales desq^ella la que constituye el
objeto de esta obsa. La exposición que va á leerse no es por consi-
guiente, sino una reducción del texto primitivo, traducido y parafraseado
unas vecesy modificado y no pocas innovado otras.
Abrazará cuatro partes: la primera encerrará las generalidades más indis-
pensables acerca d^ la naturaleza de esta ciencia; la segunda, la historia de
24 REVISTA DB CUBA,
la misma desde los primeros monumentos gramaticales de la India hasta
nuestros dias; la tercera, la clasiñcacion de las lenguas, y la cuarta y última
las diversas teorías acerca del origen del lenguaje y relaciones de la Lin-
güística con otras nuevas ciencias íntimamente enlazadas con ella»
Denominación. — La Ciencia del Lenguaje, aunque adulta, no ha re-
cibido todavía un nombre aprobado y adoptado unánimamente por los que
la cultivan. Llámanla unos Filología 6 FUologia comparada^ nombre usado
en Francia y en Inglaterra, pero nunca en Alemania, y cuya impropiedad
demuestra su misma etimología. Filología no puede significar cienda dd
lenguaje, porque componiéndose de dos palabras giregas pMlos y logas (que
significa propiamente discurso y no palabra) sólo se emplea correctamente,
como luego veremos, para designar la ciencia de una civilización pasada*
Llamar filología á la Ciencia del Lenguaje, es, pues, confundirla con otra
ciencia. Equivocadamente también se la ha llamado, sobre todo por auto*
res firanceses. Gramática General, Tíos sabios de Port Royal, Beauzée* Si-
card, Verdier, Silvestre de Sacy, Tracy, Estarac, Thurot, Albert-Monte-
mont, Perron, Payne;) Gramática General Analytica, por Domergue, Gra-
mática General Synt hética, por Leber; Gramática Universal y Camfareula^ por
Court de Gébelin; Gramática Filosófica, por Thiébault. Estos términos nos
trasportan á una época de la vida de esta cieucia, en la cual, en vez de
partir del análisis atento de los elementos dellengua je para elevarse, por su
medio, á las leyes generales y supremas del mismo, se acostumbraba partir
de una teoría de la inteligencia, de una lógica preconcebida, descendien-
do en seguida á las lenguas particulares, forzadas de este modo á corres-
ponder con supuestas leyes. También se la ha llamado, aunque con poca
frecuencia. Investigación de las lenguas [Spracheforschung) Comparación de las
lenguas (Sprcuhvergleichung), Fonología^ Etymología-, pero los dos primeros
nombres más bien expresan operaciones científicas que no la ciencia que de
ellas resulta, y aun el segundo no designa sino uno de los deberes del lin-
güista;— en cuanto á los dos últimos, no se aplican sino á partes de la cien-
cia, el uno al estudio deios sonidos y el otro al origen de las palabras. Del
mismo defecto adolece la denominación de Filosofía del Lenguaje, porque
rigurosamente hablando, no corresponde sino á una parte, la más elevada
8Í, pero también la más ardua y menos cierta de la ciencia.
¿Cómo la llamaremos entonces, puesto que los nombres arriba examina-
dos, ó correspondea á ciencias distintas, ó no designan sino funciones ais'a«
das, partes diferentes, y no la comprenden en toda su unidad, suponiendo
conceptos más ó menos imperfectos de ella? ¿La llamaremos con muchos
firanceses. Lingüística y con algunos alemanes Glóttica ó Glottología, tér-
mino adoptado por Schleicher? Permítasenos observar con este sabio emi-
nente y con Max Muller, que la palabra J^^tgiiística, derivado del latin lin-
REVISTA DE CUBA. 2^
gua^pero con deúfiencia griega^ es de forma esencialmente moderna, casi
bárbtra, y no puede aceptarse, por tanto, por el que estudie el lenguaje; pe-
ro por otra parte la palabra GlátHca, no ha recibido aún la omnipotente
sanción del uso. La llamaremos, pues, Ciencia del Lenguaje, pero sirvién-
donos amenudo de las dos últimas, por la brevedad y variedad á que se
prestan.
Definición y División. — La Ciencia del Lenguaje no es otra cosa
que un conjunto orgánico, es decir, A sistema de conocimientos que tiene
por objeto d lenguaje humano.
Gomcí todas las ciencias con relación á su objeto, la del Lenguaje debe
proponerse y procurar resolver los dos problemas siguientes: i.^ ¿qué es
el lenguaje? 2P ¿porqué es lo que es? ó lo que es lo mismo, investigar
la naturaleza de la paiabra^ y descubrir sus causas. De ahí la división de la
Ciencia en dos partes: la primera, que pudiera llamarse descriptiva ó hisió-
rica, tiene por objeto el lenguaje considerado en su ser; la segunda, llamada
-JUúiófica^ estudia el lenguaje considerado en las razones de su ser.
Bq cuanto á la primera, diremos que así como la idea abstracta del len-
gni^ no ^Éjipria á nosotros sino de un modo concreto en las innumera-
bles lengi¿ip.fiesUa humanidad, asimismo el estudio del lenguaje debe re-
solverse en el estudio de las idiomas, es deeir, de los medios extraordina-
riamente numerosos, por los cuales el género humano ha expresado el pen-
samiento en la diversidad de las razas y en la sucesión de los tiempos. Así,
si sometemos al análisis cualquiera lengua por rica que sea su estructura,
lo primero que se nos presenta es su construcción sintáctica, que resulta
de la reuniím de varías palabras; éstas^ á su vez se descomponen general-
mente en un iemay simple ó compuesto y en un sufijo que indica la flexión
verbal (verbo) ó nominal (nombre); el Uma^ por su parte, lo constituyen
comunmente una raiz y uno ó vanos sufijos; en fin, las raices, y sufijos, de
cualquier clase, constan de uno ó varios sonidos* * A todos estos elementos
corresponden, por consiguiente, secciones distintas de la Lingüística des- A
criptiva, que investigan y exponen la naturaleza, género, función (es decir
signifícadoB que les corresponde) y desarrollo hiscóríco de dichos elemen-
tos.
£1 diccionario no debe comprenderse en este sistema: una gramática
.. completa lo absorbe enteramente, porque debe es(jfdiar las palabras bajo
todos los aspectos que se ofirecen á la^xploracidh científica. Libro esen-
cialmente empíríco, de fin más práctico que teórico, no ]>uedc admitirse
como parte de la ciencia.
Si el estudio de dichos elementos se verifica, no ya en una ó en cada
lengua en particular, sino en las relaciones mismas de varías lenguas per- .
tenecientes á un mismo troncOy4f84iama Gramática Comparada á esta par-
4
26 REVISTA DE CUBA,
te de la Ciencia. Así, podemos estudiar un idioma en el conjunto de su
organismo ó solamente en una de sus partes, durante todos, ó al menos
algunos períodos de su misteriosa existencia y seguir sus vicisitudes; esta es
la tarea de la Gramática histórica, [i] Se llamará, pues, histór ico-com-
parada [2] la gramática que estudie varias lenguas afínes en diversas
épocas de su vida. El elemento histórico y el elemento comparado no
pueden separarse, pues no cabe estudiar comparativamente varías lenguas
en un período dado de su vida (siempre que no sea el más antiguo) sin re-
currir á los períodos precedentes. Tampoco es posible estudiar histórica-
mente una sola lengua, y aislarla en^ cuanto á las relaciones existentes en-
tre ella y las demás, porque todo estudio verdaderamente científico de un
idioma debe pedir á su historia y á su parentesco las aclaraciones que se
desprenden de los hechos, que de otro modo serian inaccesibles para la
ciencia. Luego toda gramática histórica debe ser comparada, y toda gra-
mática comparada debe ser histórica, pero con la diferencia de que en A
estudio de una sola lengua el elemento histórico resalta más que el elemen-
to comparado, en tanto que en el estudio de varías lenguas sucede todo lo
contrario; de ahí que se le haya dado preferentemente el nombre de Gra^
mátUa comparada.
La segunda parte de la Ciencia del Lenguaje abraza el problema de las
causas ^ que se impone á nosotros, una vez reconocido el hecho^ y lo impul-
sa á nueva y más difícil investigación. Describe los fenómenos recojidos y
clasificados por la primera, no como hechos puramente fortuitos, produc-
tos del azar, sino como formas en las cuales debia realizirse la idea del
lenguaje, como una consecuencia lógica del concepto del lenguaje huma-
no, considerado en sus relaciones íntimas con la naturaleza del hombre, el
genio diverso de las razas, y las condiciones físicas, intelectuales y morales
bajo las cuales se han formado todas las lenguas. £1 gran número de he-
chos que deben examinarse, la novedad de la indagación, el peligro de to-
mar nuestras fantasías indivividuales por otras tantas revelaciones de 4a
verdad, hacen eminentemente difícil é incierta esta tarea suprema de la
Ciencia.
Obsérvase de este modo cuan grande es la difereicia entre la antigua y
la nueva filosofía del lenguaje. Esta parte de los hechos, aquella de las
ideas, la una de una concepción vasta y profunda de las lenguas, la otra
de un esquema lógico, extraño al lenguaje y que á veces le es contrario;
esta se esfuerza por abrazar todas las lenguas de la tierra, ó al menos, los .
principales tipos caracteAticos del lenguaje; aquella se complace en hacer
[2] Puede d^arse, por ejemplo, la Gramntatica Storico comparativa deüa lingua lati'
^a del propio Domenico Pezzi.
(i) Un modelo de ella tenemos eala Grammaire historique de la langue francaise^ por
Augusto-Bfcichet, París Hetzes, trabajo de qae aiya oarece lalengaa castellana.
REVISTA DE CUBA. 27
abstracción, siguiendo un método negativo, de las formas de los idiomas
particulares. Launa, investiga los caracteres en el lenguaje mismo; la otra,
en el campo del pensamiento; la una se esfuerza por inducir las ideas de los
hechos, la otra tortura los hechos con la violencia de una fórmula preconce-
bida, Hé ahí por qué la antigua filosofía del lenguaje no descubrió nunca
el secreto de ^ste, no adivinó jamás su enigma, no lo comprendió jamás en
su vida, en sus movimientos, en su eterna sucesión; solo á la última se han
revelado su naturaleza y sus trasformaciones.
Fin y Método.— La Lingüística tiene por fin el conocimiento del
lenguaje humano, considerado como una de las funciones de la vida, como
una délas más vastas y profundas revelaciones de la naturaleza humana.
£1 que cultiva esta ciencia' no aspira á conocer las lenguas sino con el sim-
ple fin de saber lo que es el lenguaje. Lo que no impide que sin descender
df las cimas vertiginosas de la especulación, ilumine de vez en cuando con
su luz otras ciencias más práticas y humildes.
¿Qué via seguirá esta ciencia para alcanzar su fin? Constituyendo el
lenguaje humano una de las mayores y más íntimas manifestaciones de la
vida humana, dicha ciencia es una parte déla ciencia del hombre. Debe-
mos, pues, adoptar en su estudio el mismo método severo que nuestro
siglo, más que todos sus antecesores, ha introducido en ^l estudio
del hombre, el mismo piétodo al cual deben los naturalistas sus más bellas
victorias y sus más útiles conquistas de la verdad. De ahí la necesidad de
recojer ante todo el mayor número posible de hechos concernientes al len-
guaje. Debemos en seguida clasificarlos con aneglo á una comparación
atenta, teniendo rigurosamente en cuenta sus parentescos mutuos, alen-
diendo más a las semejanzas gramaticales^ que á las de las palabras^ por set
más Intimas las primeras^ y más características y por tanto, que las últimas,
pues para demostrar que varias lenguas pertenecen al mismo tronco no
basta probar dicha semejanza en los vocablos (parentesco léxico), sino que
es necesario mostrar las analogías existentes entre los sistemas gramaticales ^
de esas lenguas (parentesco gramatical), porque la gramática, como dice
Max MuUer [Ciencia del Lenguaje — 2* lección de la i* serie] es la sangre
y el alma del lenguaje. De este trabajo, conducido por los verdaderos
principios del nuevo método comparado, resultan conceptos generales, es
decir, leyes) estas leyes, comparada entre sí, dan lugar gradualmente á otras
leyes cada vez más generales. Pedir á la naturaleza humana, al genio de
las razas y de los pueblos particulares, á las condicione físicas, intelectua-
les y morales en medio de las cuales se han desarrollado las lenguas, las
causas de esos principios supremos del lenguaje, hé ahí la tarea mas ardua
y elevada que, preparada por hs precedentes investigaciones y como para
coronarlas, se propone la ciencia del Lenguaje.
28 REVISTA DE CUBA.
Diferencia entre la Lingüística y el estudio practico dk la
LENGUA Y la FILOLOGÍA. — Nada tan falso como el error vulgar que con-
funde el estudio técnico del lenguaje, en general, y el de las lenguas par-
ticulares, con el estudio práctico de un idioma, ya sea el materno, ya una
lengua extranjera. El estudio teórico de una lengua tiene por objeto el co-
nocimiento de la esirudura del lenguaje, ó de una lengua cualquiera; el
estudio práctico, por el contrarío, tiende á la posesión, al uso de aquella;
diferencias en el ñn que las produce análogas en el método.
Tampoco debe confundirse la Lingüística con la Filología, La Filología
ha llegado á ser en nuestro siglo, gracias sobre todo á los inmortales traba-
jos de Femando Augusto Wolf, la ciencia de la antigua civilización de un
pueblo, considerada principalmente en esas vastas y profundas revelacio-
nes de su ser, llamadas lengua, literatura, ñlosofía. La idea de la Filolo-
gía es una, pero las esferas históricas que puede proponerse como ñn ÓB
"sus indagaciones son varias, y así, al lado de la filología clásica ó greco-
latina, tenemos la filología india, germánica, semítica, egipcia etc. La
Lingüística tiene de común con la Filología, la lengua; pero para la prime-
ra es su objeto único, absoluto, en tanto que no es sino una parte del obje-
to de la segunda, que, á más de la lengua, considera la religión, el arte, la
filosofía, la literatura, y aun los usos, instituciones, costumbres civiles, polí-
ticas y militares de un pueblo. En segundo lugar, todas las lenguas son
del dominio de la Lingüística: todas, aún las más incultas, aún los dialec-
tos no escritos; en tanto que la Filología no se ocupa sino de las lenguas
de los pueblos que han tenido historia. La primera se ocupa sobretodo
de los sonidos y de las formas, la segunda estudia con el mayor cuidado
las funciones y la construcción. El lingüista estudia la lengua por sí mis-
ma, para conocer sus leyes: para el filólogo, el estudio de una lengua no es
sino el medio de penetrar en una literatiu:a,ylas investigaciones teóricas
acerca de la palabra no valen para él sino en cuanto le permiten adelantar
más profundamente en la conciencia de un pueblo y descubrir las fuentes
ocultas de su vida nacional. Conocer el mayor número posible de lenguas,
tal es la necesidad suprema para el lingüista, que investiga los caracteres
del lenguaje humano y sus causas; pero no necesita conocerlas á fondo.
Mucho más restringida, por el contrario, es la esfera del filólogo, que no
necesita sino de un pequeño número de lenguas, pero que debe conocerlas
tan profundamente, cuanto se lo permitan sus facultades y sus estudios.
Por ello, la tarea principal del uno es la comparación, en tanto que al otro
le bastan los resultados de esta. La Filología se apoya en la Crítica, pues
no encontrándose en relación inmediata con la antigüedad, que es su obje-
to propio, necesita recurrir á la tradición, que está sujeta ala influencia déla
voluntad humana y que la Crítica depura: 1% Lingüísticaí por el contrario,
REVISTA DE CUBA. ¿9
está en relación inmediata con su objeto, la lengua ó lenguas, por lo que
no necesita de aquella. La Filología existe desde hace siglos, la verdade-
ra Lingüística es hija del nuestro: la una es ciencia histórica, la otra se con-
sidera, las más de las veces, como ciencia natural.
Nota. — £1 título del libro que estractamos y que aparece á la cabeza del
presente artículo con alguns erratas, debe leerse corregido, como sigue:
IfUroducHon á P étude de la ScUnce du Langc^^ par Domenico Pezzi, tra-
duit de ritalien par V. Nourrison. i vol. in-i8 de 237 páginas. Paris. San-
doz et Fischbacher.
LUZ DE AMOR.
'*Jain6a el «mor
hft pretendido una ooMen vftiio.''
IfUIon.
¡Qué ciego es el mundo, madre!
¡Qué ciegos los hombres son!
Piensan, madre, que no existe
Más luz, que la luz del sol.
Cuando cruzo los paseos,
Cuando por las calles voy
Y oigo decir á mi lado,
— Pobre ciegal— digo yo,
— Pobres ciegos, que no ven
Mas luz que la luz del sol!
Ellos ven lo que no veo;
Yo veo lo que ellos nó;
Ven la guerra, más no pueden
Ver la paz del corazón. —
Ven el lujo, y de riquezas
Dementes corren en pos,
Y rozándose conmigo
Exclaman á medía voz:
30 REVISTA DE CUBA*
jPobre ciegal que no vé
De la vida el esplendor,
¡Pobre ciega! — ^Y á mi tumo
Pasando, murmuro yo,
¡Pobres ciegos que no ven,
Más luz que la luz del sol!
Ellos, abriendo los ojos,
Solo ven el exterior
De la vida en que se agitan
Ciegos de torpe ambición.
Pero yo, sin ojos, veo
La pureza del amor,
Fuente rica de virtudes
Y lazo estrecho de unión,
Resorte de la existencia,
Del entendimiento sol,
Luz en noche de amarguras,
Ley de civilización.
Ellos ven la superficie
Del mundo, su fondo nó.
¿Qué me importa que los hombres
Tengan los ojos de alcon,
Si están ciegos, madre mía.
Mucho más ciegos que yo?
Que busquen mentida gloria
De la lucha en el horror;
Que persigan la riqueza
Con funesta obcecación;
Que á trueque del oro arranquen
A la inocencia el pudor;
Que gocen con la injusticia
Y escarnezcan la razón;
Siempre que á mi lado pasen
Exclamaré con dolon
— ¡Qué ciego es el mundo, madre.
Qué ciegos los hombres son!—
Piensan, madre, que no existe
Más luz, que la luz del sol.
JOSÉ R0MA2V LEAL.
PRECIO PROPORCIONAL DE LA CAÑA.
La cuestión que ha de resolver la división del trabajo en este país, es el
precio en que deba pagarse la caña de azúcar.
Esta cuestión ya resuelta, si no en todos, en la mayor parte de los países
donde se trabaja con brazos libres, está, puede decirse, todavia planteada
entre nosotros y admira que estemos aun tan desprevenidos, como también
que veríñcándose á cada momento contratos de esta naturaleza y compelién-
donos la fuerza misma de las circunstancias, no tengamos aun criterio fijo
sobre tan importante asunto, para que desembarazada de esta traba la in-
dustria azucarera, pueda marchar francamente por el camino que ha de lle-
varla á puerto seguro de salvación, contrariada como se encuentra por tan
diversos elementos contra ella Conjurados, y que la amenazan de muerte si
nó sabemos contrarrestarlos por medio de una incesante vigilancia y una
enérgica voluntad.
La unidad de medida más común es un ciento de arrobas, que hemos
convenido en llamar carretada^ por ser esa la cantidad que por término me-
dio conduce una carreta, y es además la más racional para determinar el
tanto por ciento de la producción en azúcar.
Cien arrobas de caña en completo estado de madurez deben tener, se-
gún Payen y otros sabios químicos que han ilustrado la materia, diez y
ocho arrobas de azúcar cristalizable; pero si la caña está á la mitad de su
desarrollo, el análisis acusa solo nueve por ciento. Si la caña se cosecha
pasado su estado de madurez, va perdiendo en riqueza sacarina, y asimismo
dismiouye esta riqueza cuando abatida por los vientos ha echado raices
por sus nudos, cuando ha sido mordida por alguno de los animales que de
ella se alimentan; cuando está sembrada en terreno nuevo ó de tumba^ cuan-
do se han usado abonos poco apropiados, cuando ha reventado por sus ye-
js^2& dando lugar á retoños aéreos, 6 cuando se merma el ren(}ia)ieato por
32 .* REVISTA DE CUBA,
cualquiera otra de las causas que, ajenas á la índole de este escrito, no
mencionaremos ahora; pero siendo todas ellas tan frecuentes, nos dan el
convencimiento de que entre la cifra de i8 por loo que dá el análisis y el
promedio racional que debe atribuirse á un campo de caña de un ingenio,
existe una notable diferencia. No pecaremos, pues, de exagerados si se-
ñalamos como promedio racional un 20 por 100 para la riqueza sacarina
media de un campo de caña en regulares condiciones de cultivo y cosechi-
do durante el tiempo que ordinarimente duran nuestras moliendas.
m
Mucho deberiamos insistir sobre este punto, tan capital; pero creyendo
que con las ligeras consideraciones que dejamos expuestas, habremos hecho
bastante, para despertar el ánimo á nuestros íabrícanfbs, entraremos desde
luego en las demás, á que estas pueden servir de proemio; dejando sentado
que como atribuiremos, según se verá más adelante, tan solo un 8 por 100
y cerca de 2 por 100 en mieles sobre la caña, á la vez que damos 2 por 100
de pérdida por lo que queda en el leñoso, el Qultivador no lleva al fabri-
cante una materia tan rica como pudiera creerífe, y no tiene derecho por
tanto á mayor parte que la que racionalmente le corresponda con relación
á la bondad de la materia que venda.
El cultivador y el fabricante deben ser retribuidos proporcionalmente al
trabajo impendido y capital que tenga empleado cada cual, y esta distri-
bución debe Ser sobre el precio que el fruto elaborado alcance en el merca-
do, ganando más, cada uno de ellos, el año que mejor precio tenga el azú-
car, y ganando menos ó acaso reportando pérdidas ambos, el año que el
precio del fruto elaborado no alcance para los gastos de refacción. La pér-
dida sufrida por uno solo, ni seria justa, ni dejaria de alcanzar á ambos en
último resultado, porque la ruina del uno habria de resentir naturalmente
la posición del otro, que por necesidad se apoya en la propiedad del pri-
mero.
Las cien arrobas de caña elaboradas por los métodos racionales, es de-
cir, al vacio, después de extraido el jugo en máquinas potentes que den del
60 ó 62 por 100 de guarapo, producen en azúcar de todas clases 8 arrobas»
término medio, en la forma siguiente: 5 de primera elaboración; 1.90 de
segunda, y 1. 1 o de tercera, y además un pequeño residuo en mieles que
puede calcularse en 3 galones. ¿Qué parte corresponderá al cultivador y
cuál al fabricante?
Para proceder con orden debemos principiar por el fabricante, aunque
parezca como que invertimos los términos, porque á nuestro parecer es más
definida la posición de este, y con tal que cubra el interés y amortización
del capital dedicado á su industria, y obtenga un beneficio justo por su
trabajo, además de los gastos de elaboración, quedará suficientemente re-
compensado; y como los datos en que se apoyan sus cálculos son menos
eventuales, á él debemos tarifar primero, dejando el resto del producto de
la zafra al cultivador, que es quien tiene que luchar con los verdaderos pon-
REVISTA DE CUBA. 33
tratíempos, puesto que, por muy ganancioso que saliera, pronto la compe-
tencia 7 la extensión del cultivo vendrian á equiparar los beneficios.
£1 cultivador debe tomar la mayor parte, porque él crea á expensas de
muchas y variadas operaciones y gastos la materia que el otro solo tiene
que extraer, y la crea con peligro de ver frustados sus afanes, y sus capita-
les perdidos para siempre, por todas las causas y accidentes que contra él
conspiran, y contra los cuales no le es dado prevenirse en la mayoría de
los casos. Para el cultivador son los perjuicios de la disminución de las
cbsecbas por el empobrecimiento del terreno, ó los grandes gastos para res-
tituirle su fertilidad, las sequías prolongadas, las lluvias excesivas, los in-
cendios tan trecuentes en los plantíos, las exigencias exorbitantes de los jor-
naleros y la dificultad de proporcionárselos sin acceder á ellas, por la re-
pugnancia que generalmente hay eotre los trabajadores blancos y libres de
color para las faenas agrícolas. Ninguno de estos contratiempos alcanza al
fabricante, y aquellos á que están expuestos son más fáciles de preveer, y
por consecuencia de remediar. Lo grave, lo difícil, es tener buena y abun-
dante caña en el batey, porque después de acarreada, el reducirla á azúcar
es indudablemente más fácil tarea. Para hacer buena azúcar se pueden ob-
tener buenos aparatos, tan perfeccionados cuanto se quiera, que den e^
máximo de materia extractible, por más que mucho se haya dicho en con-
trario; mientras que para obtener buena y abundante caña los afanes son
mayores y las eventualidades, como hemos dicho, más frecuentes. Si nues-
tros hacendados llevaran con la debida separación la contabilidad del cul-
tivo y la de la elaboración^ verian que, las más de las veces, á los errores
ó contratiempos en el primero de estos trabajos deben imputarse las pérdidas
que tan á menudo se experimentan en esta clase de fincas.
Como consecuencia de esta doctrina, nos parece fuera de duda que la
mayor parte del precio de la caña ya convertida en azúcar, corresponde de
derecho al cultivador.
Supongamos que un ingenio central elabore 2.000.000 de arrobas de ca -
ña, cuyo producto puede clasificarse de esta manera: 100,000 arrobas deprí.
mera, 19,000 de segunda y 11,000 de tercera, y además 60,000 galones de
miel del residuo del tercer producto. Calculemos lo que cuesta su elabora-
ción y nos será fácil averiguar en la parte de producto que quedará pagado*
CAPITAL EMPLEADO.
Batey, dos caballerías... « $ 4,ooo
Fábrica de molienda ., 15,000
ídem de calderas 15,000
ídem de purga 25)Ooo
Máquina de moler 30,000
Aparatos de elaborar 50,000
Fábricas auxiliares, barracones, platafoima etc 50,000
Valor total de la fibrica $ 189,000
5
34 REVISTA DE CUBA.
. GASTO ANUAL.
Por intereses del capital empleado al lo p g anual. . . $ 18,900
Reposición del mismo en 2o años 9AS^
Un admístrador 3,000
Maestro de azúcar y meladores 4,000
20 jornaleros para la fábrica á 1$ diario en 120 dias. . 2,400
Un maquinista 2,000
Seis fogoneros y 3 ayudantes de máquina á $1.50 en
140 dias ijSgo
20 jornaleros para el combustible 2,400
Alumbrado, grasas etc 2,000
$ 4S>990
VALOR DEL FRUTO ELABORADO.
Por los 60,000 galones de miel á $0,056 galón $ 3,960
Las 1 1,000 arrobas azúcar de tercera á $0,75 arroba. 8,250
Las 19,000 arrobas de segunda elaboración á $1 ^. 19,000
Las j 00,000 arrobas de primera id á $1.50 150,000 $ 181,210
Diferencia $ 136,220
Esta diferencia es la que luego tiene que distribuirse de esta manera:
I? contribuciones; 2**, remuneración justa que el industrial, dueño de
la fábrica, debe de obtener como premio de sus cuidados é inteligencia; y
3? precio de la materia prima para elaborar.
Con respecto al primer punto, la contribución deben satisfacerla ambas
entidades proporcionalmente al beneficio que obtengan, y puede calcularse
fácilmente sobre la unidad de medida, objeto del contrato, y repartirla en
esta forma; por consecuencia, haremos caso omiso de ella, porque para na-
da debe entrar en nuestros cálculos sobre la parte que á cada uno toca re*
tirar del beneficio común.
Pasemos al segundo punto. Cubiertos todos los gastos, asegurada la re'
posición del capital y sus intereses, bien puede darse el fabricante por satis-
fecho con el beneficio de un 10 por 100 del producto neto, beneficio que
para él lo será en absoluto, después de hecha la cuenta en la forma que
dejamos expuesta; así pues, tendremos que, aplicando el 10 por 100 al fa-
bricante, ó sean $13,622, habremos llegado ala meta de nuestro trabajo, ó
lo que es lo mismo, á valorar en $122,598 la materia prima.
Refiriendo esta cantidad al precio en que consideramos vendidos los
primeros productos, equivale á 81,732 arrobas de primera extracción, que
dan 4 arrobas para cada carretada de xoo arrobas llevadas á la fábrica para
ser convertidas en azúcar:
Así pues, de razonamiento en razonamiento y de cálculo ea cálculo, he-
mos llegado á demostrar que el precio racional de Icls cien arrobas de caña
debe ser el 4 por 100 en azúcar de primera extracción que aqtieUa produzca.
!lEVISTA DE CUBA. 35
fen apoyo' de nuestras aseveraciones traduciremos un párrafo de la Guia
del fabricante de azúcar ^t Basset. Habla el celebre químico sobre las fá-
bricas centrales de las colonias donde se paga al cultivador el 50 por 100
por precio de su caña y dice: **Cuando los cultivadores reflexionen y do-
minen el egoismo que los devora, comprenderán la necesidad de ayudarse
mutuamente, en vez deservir de pedestal á ciertos especialistas de Europa
que no ven en la miseria de las colonias, sino una oportunidad de hacer un
negocio, una especulación que llevar á cabo. Lo decimos con disgusto
porque esto es triste, pero lo decimos francamente porque es nuestro deber:
las fábricas centr^des en la actualidad son una explotación hábil ^ cuyo resul-
tado será enriquecer á algunos arruinando á todos los demás ''
Esto que tan monstruoso parecía á los ojos del escritor francés, no lo
debe ser tanto entre nosotros donde el sistema ostá en ensayo, y donde
por el excesivo precio de las cosas es necesario emplear más capital para el
mismo objeto, sin perder de vista que el capital, siempre tímido, no se ar-
ries:^a en especulaciones de dudoso éxito sin la perspectiva de una gran
ganancia.
La deficiencia de contabilidad agrícola é industrial nos tiene aun en la in •
certidumbre, mientras que, lo defectuoso de los medios de elaboración en
general hace que el fabricante no obtenga todo el beneficio que debe, y
por consecuencia no pueda pagar en su justo valor la materia prima que se
le trae para elaborar, dando lugar á que, entre nosotros, la. cantidad que
debe darse en la práctica al colono, como hemos convenido en llamar al
que trae á moler caña á un ingenio, sea menor que la que racionalmente
le corresponde y que lo que más se haya llegado á pagar sea 3 arroba^ de
de azúcar por cada ciento de caña; cifra que creemos justa mientras no se
perfecciónela elaboración en general, y mientras no se resuelva, sobre to-
do, la cuestión de contribuciones, las que hoy pesan por completo sobre el
fabricante, absorbiendo casi por completo sus beneficios.
Pero no nos detengamos en este camino; al contrario, acometamos la
empresa, discutamos lealmente esta cuestión con aplicación á la situación
en que nos encontramos, seguros deque es lo único que ha de determinar el
verdadero progreso, y de que la industria que hoy nos dá vida y un puesto
entre los pueblos civilizados, no decaerá y no disminuirá en lo más mínimo
la importancia que á costa de tantos sacrificios hemos conquistado.
FERNANDO FREYRE DE ANDRADE.
EL CONDE KOSTIA.
I.
A principios del verano de 1850, un señor ruso, el conde Kostia Petro-
vitch Lcminof, tuvo el dolor de ver morir súbitamente, y en la flor de su
belleza, á su mujer, doce años más joven que él. Esta pérdida cruel, que
no esperaba, lo arrojó en una violenta desesperación y tratando algunos
meses después de disipar su pena con las distracciones de un viaje lejano,
abandonó, con la intención de no volver á ellas, sus tierras, próximas á Mos-
coy. Acompañado de sus dos hijos gemelos, de edad de diez años, de un
pope (i) que le servia de ayo y de un siervo llamado I van, se dirijió á
Odessa, donde tomó pasaje á bordo de un buque mercante que partia para
la Martinica. Desembarcado en Saint-Pierre, se hospedó en una casa leja-
na de los alrededores. La profunda soledad en que se encerró no produjo
al principio á su pesar el lenitivo que de ella esperaba: no le bastaba haber
abandonado su país; hubiera querido cambiar de planeta y se lamentaba al
encontrar por doquier la naturaleza tan semejante á sí misma. Ningún si-
tio le parecía bastante extraño para su destino, y en los lugares desiertos,
por donde lo paseaba la inquietud desesperada de su corazón, se imaginaba
ver de nuevo á los testigos importunos de sus pasadas alegrias y del infor-
tunio en que se habían anegado súbitamente.
Hacía un año que habitaba la Martinica, cuando la fiebre amarilla le ar-
jebató uno de sus hijos. Por una reacción extraña de su vigoroso tempe-
ramento, se disipó entonces su sombría melancolía, reemplazándose por
una alegría amarga y sarcástica más conforme á su carácter. Desde su
primera juventud, había tenido un gusto por las chanzas y un tono burlón
(I) Sacerdote.
REVISTA DE CUBA. 37
en el espfritu, sazonados con esa gracia irónica en las maneras propia de
los grandes señores moscovitas y que atestigua un largo hábito de jugar
con los hombres y con las cosas. Sin embargo su mejoría no llegó al ex-
tremo de devolverle las alegrías que manifestaba en otro tiempo en el co-
mercio de la vida. £1 sufnmiento habia amontonado en él un germen de.
misantropía que no se esforzaba en disimular su voz habia perdido sus no •
tas cariñosas, convirtiéndose en ruda y desigual; sus gestos eran bruscos y
su sonrísa despreciativa. En ciertos momentos, toda su persona anunciaba
una voluntad soberbia, que tiranizada por los acontecimientos, aspiraba á
tomar la revancha sobre los hombres.
Sin embargo, por terrible que fuese ámenudo con las personas que le ro
deaban, era un diablo civilizado el conde Kostia. Después de permanecer
tres años bajo el cielo de los trópicos, se puso á suspirar por la vieja Euro-
pa y el dia menos pensado desembarcó en los muelles de Lisboa. Atrave-
só el Portugal, la España, el medio dia de la Francia, y la Suiza. En Ba-
silea, supo que en los bordes, del Rhin entre Coblentza y Bonn, en un lu-
gar bastante aislado, se vendia un antiguo castillo. Se dirigió allí, compró
aquellas antiguas paredes y todas sus tierras, sin perder tiempo en regatear,
ni visitar detenidamente su dominio. Concluida la venta, hizo hacer apre-
suradamente algunas reparaciones urgentes en una de las partes principales
de que se componia su arruinada mansión, (que llevaba el nombre impo-
nente de fortaleza de Geierfels), y no tardó en instalarse en ella, prome-
tiéndose pasar allí el resto de sus dias en un retiro apacible y estudioso.
El conde Kostia era naturalmente de espíritu vivo y rájúdo que habia
fortificado con el estudio. Habia am^do siempre con pasión las investiga-
ciones históricas; pero en todas materias no sabia, ni queria saber sino lo
que los ingleses llaman matter of fad^ lo positivo. Profesaba un frió des*
precio por las ideas generales, que abandonaba de buena gana á los soñado-
res; ridiculizaba todas las ideas abstractas y á los espíritus candidos que las
tomaban por lo serio; profesaba que todo sistema no es sino una sinrazón ra-
zonada, que las únicas locuras perdonables son las que se dan por tales, y que
es propio de pedantes disfrazar sus visiones con teoremas de geometria-
En general, la pedanteria era el vicio menos excusable á sus ojos, y tenia
por tal la pretensión de elevarse á los principios de las cosas "como si las
cosas, decia, tuvieran principios, y como si el azar se dejara calcular." Esto
no le impedia á él mismo, emplear mucha lógica para demostrar que no la
hay ni en la naturaleza, ni en el hombre; inconsecuencias que no ocurre á
ios escépticos reprocharse; emplean toda su vida en razonar, esgrimiendo
contra la razón. En una palabra, el conde Kostia no estimaba sino los
hechos; creia que, bien considerado, solo ellos existen en el mundo, y que
el universo, concebido en su conjunto, es una colección de accidentes que
se contrarían.
Miembro de la Sociedad d¿ histma y de antigüedades de Moscow, habia
3^ RE\nSTA DE CUBA,
publicado en otro tíempo importantes nemorías sobre las antigüedades eá-
lavas y acerca de algunos puntos contravertidos de la historia del Bajo Im-
perio. Apenas instalado en el Geierfels, se ocupó en restaurar su bibliote-
ca, de la que no se habia llevado sino algunos tomos á la Martinica. Or-
denó que le enviaran de Moscow la mayor parte de los libros que habia de-
*jado allí, é hizo pedidos importantes á varios libreros de Alemania. Cuan-
do su sarraUú (según decia) estuvo casi completo, se sumergió de nuevo en
el estudio y en particular en su querida Byzantina^ de la cual tenia la insig-
ne dicha de poseer la edición del Louvre en treinta y seis tomos en folio, y
llegó á formar bien pronto el ambicioso proyecto de escribir una historia
completa del imperio Byzantino desde Constantino' el Grande hasta la to-
ma de Constantinopla. Se enamoró de tal modo de este gran proyecto,
que casi no comia, ni bebia, pero á medida que, adelantaba en sus investi-
gaciones se asombraba de la inmensidad de la empresa, y concibió .el deseo
de procurarse un ayudante inteligente en quien poder descarga» una parte
de la tarea. Proponiéndose escribir en francés su voluminosa obra, tuvo
que buscar en Francia aquel instrumento \-iviénte de que careda, dirigién-
dose para ello á uno de sus antiguos conocidos de París, el doctor Levios.
** Desde hace tres años, le escribió, habito un verdadero nido de buho, y os
agradecería en extremo que me procurarais una joven ave nocturna, capaz
de permanecer dos ó tres años en im feo agujero, sin morirse de fastidio.
Haceos cargo; necesito un secretario que no se contente con tener buena
letra, y escribir el ftancés algo mejor que yo: lo quema ñlólogo consumado
y helenista de primera clase, uno de esos hombres tales como deben encon-
trarse en París, nacidos para ser del Instituto y cuya vocación contraría el
encadenamiento de causas secundarias. Si conseguis descubrirme tan pre-
cioso sujeto, le dar^ la mejor habitación de mi cantillo y doce mil francos de
lionoraríos. Estimaria mucho que no fuese un necio, y en cuanto al carácter
nada digo, me hará d favor de tener el que me convenga "
Mr. Le>nns tenia amistad con un ióven lorenés, llamado Gilberto Savile
sabio de gran mériK\ que hacia muchos años habia abandonado á Xancy
para >Tnir á tentar fortuna en Paris. A los ^'«inte y biete años, habia pre-
sentado en un concurso abiertx^ ix>r la Academia de InscripNáones una me-
moria sobre la lengua ctrusca que gano d premux y tué declarada por una-
nimidad una obra nuestra do sagaz eiudicion. Elspero algún tiempo que
^ucl primer éxito, que le habia granjeado reputación en el mando sabio
le ayudaria á obtener alifun puesto lucr.\tivo. y a salir de la siniadon pre-
CAria en que se cnov^iutraba^ pero no fué así. Su mentó obligaba á que se le
estimara, la elegancia de sus maneras y d encanto de su trato le concHiaban
la benc\^^lencia; sus relaciones oran numerosas: <:e le acoiia v acariciaba.
Ha$ta o1mu\x\ mu halwla í\^hcitadv\ la entrada en mas de un salón, en los
que cniXWtraba homlMxs que \vviian serie útiles y asegurar su porvenin de
nada le sintió «ín embarigvx y i)o pudo oicontrar empleo alguna Lo que
REVISTA DE CUBA. 39
más le dañaba era aquella independencia de opiniones y de carácter que le
era propia. Con solo verlo, se adivinaba en él á un hombre incapaz de de-
jarse atar las manos, y la única lengua que aquel hábil filólogo no podia
aprender, era la jerga de pandilla. Añádase a esto que Gilberto era un al-
ma contemplativa con todas sus fierezas é indolencias; dar pasos, agitarse,
solicitar, era para él un suplicio. Podían olvidarse impunemente de las pro-
mesas que se le hacian, pues no era hombre que insistiera de nuevo, y co-
mo por otra parte nunca se quejaba, nadie se sentía dispuesto á compadecer
lo. En una palaora, entre las personas que estaban en disposición de pro-
tejerlo y alentarlo, unos decian sin pensarlo: ¿para qué necesita de nuestro
apoyo? un talento tan notable sabrá abrirse camino por sí solo. Otros pen-
saban sin decirlo: "es otro Letronne; una vez en marcha, sabe Dios donde
se detendrá." Otros, en fin, decian y pensaban: "este joven es encantador,
tan discreto no es como fulano y sutano" Indiscretos todcs, pero que
estaban ya colocados.
Las dificultades de su vida habian hecho á Gilberto serio y reflexivo; no
habian ni depnmido su corazón, ni apagado su fantasía. Era demasiado
sensato para revelarse contra su destino, pero estaba decidido á sobrepo-
nérsele.
"Eres tanto cuanto puedes, le decia, pero no te lisonjee la idea de que te
tome nunca por medida de mis pensamientos,"
Era un alma singular la de Gilberto: cuando habia sufrido algún disgus-
to, algún sinsabor, cuando se habia visto frustrado en alguna esperanza
querida, cuando alguna puerta entreabierta se cerraba bruscamente para él,
abandonaba por algunas horas sus ocupaciones habituales y se marchaba á
herborizar por los alrededores de Paris, bastándole este ejercicio para olvi-
darlo todo.
Después de haber leido la carta de Mr. Leminof, el doctor Lerins se di-
rigió á Gilberto: le pintó al conde Kostia, tal como se lo representaban
sus recuerdos algo lejanos; aún mas, le hizo prometer que antes de decidirse,
pesaría maduramente el pro y el contra; pero, en cuanto se separó de su
joven amigo:
"No obstante, creo que rehusará, dijo para sí, ¡seria demasiada buena
fortuna para ese boyardo! No veo, de su cara tan moscovita, sino un
enorme par de cejas, las más espesas, las más altaneras que han existido, y
quizás á esto se reduce todo. jHay hombres que son todo cejas! ¡Qué
contraste con nuestro querido Gilberto! Esa mezcla de fuerza y de dulzu-
ra que se muestra en él, esa noble cabeza, esa ancha firente despejada, sus
grandes ojos azules en que se pintan curiosidades tan benévolas, su aire de
gravedad recojida, con frecuencia animada por una sonrisa joven y firesca
tan en armonía con la limpidez de la mirada, su voz, pura, clara, franca,
algo canora, que sabe dar alas cosas del espíritu como un acento del cora-
ron .¿qué baria de todo esto el conde Kostia? En ciertos momentos,
i
40 REVISTA DE CUBA,
no lo niego, sabia ser amable, gracioso, seductor; pero ocultaba sus garras.
A la verdad, entregarle á Gilberto, ¡sería arrojar una perla entre las patas
de un leopardo!"
Así discurria Mr. Lerins; pero dos horas después recibió Gilberto una
carta, que lo decidió á partir para el Geierfels, y que le dirijía uno de los
conservadores de la Biblioteca Imperial, anunciándole que acababa de
darse una plaza vacante en el departamento de los manuscritos á uno de
sus competidores, menos recomendable por su mérito, pero nacido al pare-
cer bajo mejor estrella. Sus últimas líneas decian: '*no^ desalentéis; te-
neis el bastón de mariscal en vuestra cartuchera; un hombre como vos, es-
tá seguro de su porvenir.' '
"jMe repetirán lo mismo hasta la víspera de mi muertel" sé dijo Gil-
berto, moviendo la cabeza, y sin detenerse corrió á casa de Mr. Lerins.
El doctor procuró quebrantar su resolución, pero viendo que era trabajo
perdido.
Mi querido Gilberto, acabó por decirle, estáis, pues, decidido; permitid "
me daros algunos cortos consejos. Tengo el honor de conocer á ese gran
señor moscovita, con quién vais á vivir íntimamente en 'un retiro salvaje y
creo sabérmelo de memoria. Os suplico que no os dejéis ganar por los en-
cantos de su espíritu, por las seducciones de sus maneras. Por amor á
Dios, no vayáis á amar á ese hombre, no le deis la cien milésima parte de
vuestro corazón; seria inútil, y más tarde os avergonzaríais de haber sido
engañado en el trato. ... En seguida pensad que si da un honorario de do-
ce mil francos á su secretario, es porque pretende exijir mucho de él. Dan-
do y dando, ojo por ojo. Y recordad además estas palabras de su carta-
*4a joven ave nocturna me hará el favor de mostrar el carácter que me
convenga." Así el conde Kostia os pedirá por valor de doce mil francos
dé abnegación. ¿Tenéis la suficiente? es menester que dispongáis de esa
suma. Por favor, sed consecuente, y después de haber aceptado el contra-
to, no vayáis á disputar por obtener una rebaja. Esos ergotismos no os
conducirian á nada y vuestra dignidad sufriría á causa de ello. Tal es mi
segundo consejo, y hé aquí el tercero, porque siempre es bueno raciocinar
con método. Este gracioso boyardo ya no cree en nada, es el rey de los es-
cépticos y estad seguro de que el desencanto ruso alcanza dimensiones in
calculables. Este hombre no tiene creencias y aún dudo que tenga opinio-
nes; no le dejéis, pues, sospechar vuestra entusiasmo, pues le serviria de
diversión. Ya creo verlo alargando sobre esta presa sus uñas encorvadas
de gato salvaje. ¡Qué vuestro corazón se haga el muerto, mi querido Gilber-
to! sino, ¡cuidado con los golpes de sus garras! Porque, decid lo que gus-
téis, creo que vuestra alma es una verdadera sensitiva; no es necesario
punzarla mucho para hacerle sufiir.
— ^Y ahora á mi vez, dijo Mad. Lerins, que habia llegado á tiempo para
ornar parte en la conferencia, escuchadme bien; querido señor. Mr. Le-
t
REVISTA DE CUBA. 4^
rins se imagina que e! Geierfels es una Tebaida, pero yo no lo creo. Cuan^
do Mr. Leminof estaba aquí frecuentaba de buena gana la sociedad, no to-
mo por lo serio su gusto por el aislamiento. Veréis como vais á encontrar
allí ñestas, bailes, galas, cabalgatas, polacas de aspecto lánguido, princesas
de teatro, bellezas tungusas, rosas blancas, sombreros de penacho, ríos de
diamantes, aventuras, cartas tiernas, aires de guitarra ¡y no sé qué más!
¡Pobre filósofo! ¿qué será de vos en este torbellino? Temo que no se os
vaya la cabeza, y he aquí el consejo que os doy,— aceptadlo como sensato,
aunque no esté dividido en tres partes como el sermón de Mr. Levins: — no
cometáis, señor mió, la necedad de entregar vuestro corazón al mundo; el
mundo es un perro mal educado que nada devuelve.
— ^Ved lo que son las mujeres! exclamó Mr. Levins, encojiéndose de
hombros; sus consejos no tienen sentido común. Mme. Levins raciocina
como aquella excelente' madre cuyo hijo partia á hacerse minero, y que le
^ntroducia en el fondo de su baúl un preservativo contra las insolaciones.
Gilberto no pudo menos de convenir en que le aconsejaban demasiado,
y que Boüeau se despacha á su gusto, cuando dice:
Aceptad que os aconsejen, y nó que os elogien.
**Sí alguna belleza tungusa me desgyrra el corazón, contestó riendo á
Mme. Levins, recojeré cuidadosamente todos los pedazos, os los traeré, los
reuniréis y me haréis con ellos un corazón casi nuevo.
Ocho días después estaba en camino.
VÍCTOR CñERBULIEZ.
DOS PERLAS.
Si miras, ángel mió,
£n blanca flor posarse
Dos gotas transparentes de rocío,
Y del sol á la luz evaporarse,
Nuestras almas recuerda.
En la pureza del amor unidas
Y á su mágica luz desvanecidas.
JÓSE ANTONIO CORTINA.
MISCELÁNEA.
Indicios de la antigüedad de los Indios de la Amírica del Norte
BASADOS EN LOS RESTOS DE SU INDUSTRIA POR J. Abbot. — [En The Ameri"
can Nahiralist. Boston, iByó, número i.] — En uaa serie de artículos inserto
en el tomo IV, año de 1872 del Naturalista Americdho Mr. Abbot había
llamado la atención tanto acerca del gran número de objetos é 'instrumen-
tos de piedra encontrados en el centro de Nueva Jersey, [E. U. |, como
sobre su forma. Al distinguir los de piedra tallada de los de piedra pulí-
mentada, creyó que lar presencia de ambas atestiguaba un desarrollo natu-
ral, una modificación gradual de una íorma á otra. Pero habiendo practica-
do nuevas escavaciones, se propone en el presente trabajo examinar más
atentamente sus resultados, á fin de responder al propio tiempo á las ob-
servaciones que se le han dirigido; á saber, si los dos procedimientos de £&-
bricacion no indicarían por el contrario, la presentación sucesiva ó simultá-
nea de dos pueblos diferentes. Mr. Abbot se pronuncia ahora por esta últi-
ma, basando su opinión en la forma enteramente distinta de los objetos
que ha recogido, y también en las tradiciones de los indios, que, según
sus leyendas, 8e apellidan pueblo usurpador. Los instrumentos más anti-
guos de piedra tallada, serian, pues, el único vestigio actual del pueblo que
ocupaba esta parte de la América antes de la llegada de los Indios. Tam-
bién ha encontrado vastos talleres de fabricación de puntas de flechas y
otros instrumentos, de lo que no dejan duda montones de astillas al lado
(de objetos terminados. Finalmente, computando los años según la edad
probable de los depósitos que en ciertos puntos ha cubierto dichos restos
avalúa, pero con reserva, en diez mil años próximamente el tiempo que
tienen de enterrados. El punto más comprobado que se desprende de su
trabajo, es sin duda la seguridad deque el período paleolíthico ó de la
piedra tallada, ha tenido sus representantes en ilmérica. — G, Kuhff.
REVISTA DE CUBA. 43
DEScuBRiinENTos ARQUEOLÓGICOS. — El coTresponsal ea-Leipzic de El
Ttffus de Londres )e da los siguientes interesantes pormenores sobre los
trabajos del Dr. Schlieman.
"El Dr. Schlieman se e^^cuentra ahora tan ocupado en la excavación de
las tumbas descubiertas en el Acrópolis de Micenas, y en la esmerada co-
locación de los tesoros que ha sacado á luz, que le falta tiempo para una
minuciosa relación de su hallazgo, pues para hacerla superficialmente nece-
sitaria^ segim dice, más de una semana. Las excavaciones de Micenas se
hacen enteramente á cosía del doclc, aunque todo lo que se encuentre se
entregará al gobierno de Grecia, para depositarse en el museo de antigüe-
dades de Atenas. Acompañan al Doctor en sus pesquisas, su esposa j algu-
nos anticuarios griegos/*
En carta del >9 de noviembre decia Schlieman lo siguiente:
"A siete y medio metros (25 pies) de profundidad, encontré ayer otras
tres tumbas enormes, cortadas en la roca, cuyo contenido sacaremos en es-
ta semana. Nada demuestra tanto la veneración de los habitantes de Mi-
cenas á estos sepulcros, como las antiquísimas lápidas que he encontrado á
tres y hasta seis pies debajo de las o^ras, descntas ánc. Cuando las lápi-
das primitivas habían ya desaparecido bajo el cúmulo de tierra y escom-
bros que durante algunos siglos se habían aironto^?do sobre ella->^ la tra-
dición habis conservado tan exactamente en la memoria el lugar que
ocuparon, que los nuevos monumentos (probablemente del siglo 13 A. C.)
se construyeron en el mismo pun¿o sin variación. Toda la alfarería encon-
trada á dos metros encima de los sepulcros cavados en la roca, parece he-
cha á mano, de color negro lustroso por dentro y hiera, ó verde pálido ó
rojo, rudamente adornados con círculos ó líneas espirales negras ó de rojo
oscuro.'^
En carta de Micenas dice el Doctor;
"Remito el dibujo de una copa y una diadema de oro, y de una lanza de
bronce, encontrados hoy en la tumba que se distingue por el bajo relieve
de las serpientes. Dentro y en derredor de estos sepulcros ha salido á luz
un nuevo mundo de espléndidas obras de alfarería, y multitud de cuchillos
obsidianos. En este momento voy á abrir un sepulcro de inmensas dimen-
siones. Encima de este hay un altar ciclópeo. Espero encontrar debajo al-
gunos tesoros."
En otra carta del 24 dice Schliemann: — ''Son cinco los sepulcros abier-
tos. En el menor eneontré ayer los huesos de un hombre y de una mujer
cubiertos por cinco kilogramos por lo menos de adornos de oro puro, c >n
admirables labores. Hasta la más diminuta lámina está cubierta d ^ esas la-
bores Hoy he acabado de vaciar el sepulcro, y he recogido gran cantidad
de hojas de oro, ornamentadas hermosamente; también gran número de
aretes y adornos representando un altar y dos pájaros. Uno de los pendien-
tes representa á Hércules matando el león. También hemos encontrado
44 REVISTA DE CUBA,
dos cetros con cabos de cristal maravillosamente esculpidos. Apenas abier*
to el segundo sepulcro apareció una copa de oro con bellísimas labores, y
cuatro grandes vasos de bronce. Este es el más grande y probablemente
contendrá mayores tesoros. Tengo la íntima convicción de que estas tum-
bas son las mismas que, según Pausanias, la antigua tradición designaba
como pertenecientes á Atreo, Agamenón, Casanda, Eurimedonte, etc. etc.
¡Pero cuánto difiere de la de Troya, la civilización que revelanl
Estadística de las poblaciones y lenguas de los Eslavos. — Los
pueblos eslavos establecidos en la Europa oriental hablan ocho len-
guas diferentes, cinco al ñor átsiQ^el tcheco j el sorabo^ elpolcUo^ el ruso y el ru-
AeniOftxes al Sur, el eslovem'o, elcroatosetbioy el búlgaro.
El tcheco ocupa el centro y la parte oriental de la Bohemia y la Moravia,
hablándose al éste de la Mora via, (al norte de Hungría,] el eslavcuoy dialecto
del anterior. A 6.349,800 asciende el número de tchecos, moravos y eslova-
cos de la Austro Hungría, de los que corresponden 4 551,300 ala Cisleithania
ó corona austriaca y 1.798,500 á la Transleithania ó corona húngara. — El
sorabiOj llamado también sorbió j servio de Lusacia ó vindio^ se habla mas al
norte del tcheco^ en territori-^ del imperio alemán, ó segn dos terceras partes
de su territorio, en Prusia, y la otra en Sajonia, estando invacUdas por el
alemán sus localidades mas importantes [Kottbus^ Bautzen] y separado
por un espacio de doce leguas de la frontera tcheca, en el cual se habla ale-
man. Su número no pasa de 131,000, de la que corresponden 80,000 á la
Prusia, y 50,000 á Sajonia. — YXpoUuOy mas al norte y al nordeste del ante
rior, es hablado por 9.615,000 individuos, repartidos entre Rusia, Austro
Hungria y Prusia, ó sean 4.700,000, 2.465,000 *y 2.450,000, respectiva-
mente. El rutJienio, al este del polaco, hablado en Rusia y Austro Hungría,
ocupa la Galitzia oriental, bien que en su capital Livow ó Lemberg, se ha-
bla el polaco. Los ruthenios de Rusia son 11.500,000 comprendidos los
Cosacos, y los de Austro Hungría suben á 3.050,000 por lo menos, dando
un total de 14.500,000. Dicha lengua llamada también /^^t^^ niso^ rus-
niaco^ pequeño rusiafio, ocupa casi la quinta parte de la Rusia europea, par-
te meridional. — El ruso, está rodeado al norte y éste por idiomas de origen
altaicOy lenguas de muy distinta procedencia, y al sur, por el ruthenio; es ha-
blado en la Rusia europea, Finlandia, Siberia, Polonia y el Cáucaso por no
menos de 51,920,000 individuos, y de los 79.000,000 próximamente del im-
perio, 61.400,000 hablan lenguas eslavas [ruso, polaco, rutheni^», búlgaro}.
— El búlgaro, ocupa la mayor parte de la Turquía europea, su frontera oc-
cidental es la Albania, al sur, bandas del litoral de los mares Archipiélago
y de Mármara, en los cuales se habla griego y turco; al éste, se aproxima
al mar Negro, al norte, el Danubio de Widin á Silistria, Su número ascien-
de á 5.500,000, inclusos los búlgaros de la Rusia del sudeste y de la Besa-
REVISTA DB CUBA- 45
rabia cedida á Rumania por el tratado de París. — ^El croata serbio^ al oeste
del búlgaro, es hablado en Serbia, Bosnia, Herzegovina, Montenegro, Croa-
cia, Eslavonia, Dalmacia, casi toda la Istría, y una parte de la Hungría me-
rídional [Zombor] por cerca de 6.000,000 de habitantes. — El eslavenio^ más
al oeste, se extiende por Carínthia, Estyria raerídional, Camiola y parte del
norte de la Istría, y es hablado por 1,200.000 habitantes.
Como se ve, las diversas poblaciones eslavas, se encuentran comprendi-
das en Rusia, Austro Hungría, Turquia y Alemania, independientes unas,
sometidas otras á distintas nacionalidades [alemanas y turcas] y algunas á
pueblos del mismo grupo eslavo [polacos]. De los 36.000,000 de Austro
Hungría, 16.169,000 son eslavos, ó sea cerca de la mitad [44 á 45 por 100],
pues de los demás, 9.000,000 son alemanes, 5.500,000 son magyares ó
húngaros, y 3.900,000 rumanos. En Turquía encontramos entre Serbios y
Búlgaros, 6,800,000 eslavos, 1.350,000 albaneses, 1.000,000 de griegos, y
1 .500,000 turcos, sin contar los tátaros y circasianos que la Puerta ha lle-
vado á la península de las Balkhanes con esperanza de opetierla-^ al ele-
mento eslavo. Aunque los búlgaros hablen una lengua eslava, son en unión
de los Húngaros y de los turcos ú osmanlies, las tres únicas poblaciones
de origen altaico que en los tiempos modernos se hayan establecido en Eu-
'^P^y y que por sus conquistas han diseminado las poblaciones eslavas, an-
tes geográficamente unida^^. Los búlgaros llegaron á la peninsula de los
Balkhanes en el siglo séptimo de nuestra era [679] y conquistaron el país,
pero fueron á su vez conquistados por los vencidos, á los cuales dieron su
nombre de Búlgaros, recibiendo su civilización y su lengua, una lengua eslava.
Los eslavos, pues, no hablan todos la misma lengua, ni pertenecen á la mis-
ma raza, bien que se les aplique el nombre de raza eslava, con la misma
impropiedad que se dice raza latina, raza germánica, etc. La Antropolo- •
gia ha demostrado que la concordancia histórica de las razas y de las len-
guas, es una ficción, bien que á veces se correspondan. No hay co-
mo se cree, una sola y única raza rusa, una raza polaca ó croata, ni con ma-
yor razón, una raza eslava del norte y una raza eslava del sur, menos aun,
una raza eslava. Los caracteres antropológicos [talle, tinte, ojos, cabellos,
proporción de los miembros, cráneo] de los diferentes pueblos eslavos, no
dejan duda alguna, y así lo ha demostrado el distinguido lingüista Abel
Hovelacque; de quien tomamos los datos anteriores [Revue scientifique n?
del 28 de octubre de 1876] en un trabajo presentado en la quinta reunión
de la Asociación francesa para el adelanto de las ciencias, de Clermont
Ferrand; memoria que extractaremos igualmente en un número próximo.
Meteorología. — Mr. Ragona director del Real Observatorio de Móde-
na, ha comunicado á la Sección de Meteorología de la Asociación Francesa^
los notables resultados que ha consegmdo mediante el uso del anemómetro
4^ REVISTA DÉ CUBA,
indicador. Separando las indicaciones horarias del instrumento, de manera
que UDO de Icí registros sirva sólo para las horas del dia, y el otro para
las de (a noche. Mr. Ragona divide los vientos en dos grandes clases,
orientales ^ occidentales: orientales todos los que soplan de la mitad N. —
E.— S. del horizonte: occidentales los de la otra mitad. El resultado de sus
observaciones manifiesta que durante el dia los vientos orientales son los
que soplan generalmente; durante la noche los occidentales. De aquí una
nueva prueba de la rotación de la tierra.
También óa descubierto Mr. Ragona una relación singular entre la tem-
peratura y Ja presión atmosférica. Trazando, tras una larga serie de buenas
observaciones la marcha anual de la presión atmosférica,- se obtiene una
cuvva con tres máximos y tres mínimos, al menos en toda Italia, desde Mi-
lán hasta Palermo. Por otro lado, trazando el curso anual de la tempera-
tura, resulta una curva con un solo máximo y un solo mínimo. Si luego
calculamos la variación medía, en todo el año, de la pt^esion atmosférica,
veremos con sorpresa que aquella va siguiendo muy senáblemente la mar-
cha anual de la temperatura. Si la observación se hace á la inversa, es de-
cir, si se calcula la variación media de la temperatura en todo el año, se
verá también que sigue la curva anual de la presión atmosférica.
Academia de Ciencias de París, — De los anales de la últimas sesiones
exirrctamos o que sigue:
— Mr. Declat ha dado cuenta de nuevas observaciones relativas á la cu-
ración de la f?ebre tifoidea por medio del ácido fénico y el fenato de amo-
niaco eo pociones y en inyecciones subcutáneas, en altas dosis. El autor
observa primero; que la fermentación tifoidea es análoga á la fermentación
alcohólica, en cuanto hace elevar la temperatura; y segundo, que los gló-
bulos de sangre cesan en sus funciones y probablemente mueren á una
temperatura que pase de 42 grados. La sangre se espesa y circula con di-
ficultad enjlas capilares, á partir de los 40 grados. De aquí tres medicaciones
claramente indicadas: i9 impedir cuanto sea posible la elevación de la
temperatura, destruyendo el fermento tifoideo, productor de calórico; 2?
impe'lir qi^e la temperatura líegue á 42 grados, sustrayendo el calórico me-
cánicamente; y 3?, introducir en la sangre un agente inocuo, que liquidán-
dola momentáneamente, facilite no sólo la circulación en los capilares
sino también el contacto del antifermento con el fermento en Ja misma
sangre. Según M*. Declat, estas tres indicaciones se llenan, la primera: por
la introducción del antifermento, (ácido fénico) en bebidas y en inyeccio-
nes subcutáneas, la segunda por medio de lociones y baños frios, la tercera
por el fenato de amoniaco. El autor entra después en pormenores del trata-
miento que con\dene en todas las fases de la enfermedad.
— Mr. Fordos ha encontrado im procedimiento para descubrir Idi fuchsi-
REVISTA DE CUBA. 47
«íí en los vinos; y es como sigue. Tómense diez certímetros cúbicos de
vino, y agítense vivamente con diez gotas de amoniaco puro, en un tpbo
c'e pnieba. A la mezcla se agregan desde 5 hasta 10 centímetros cúbicos
de c'oroformo; agítese bien y viértase todo en un embudo de vidrio con
llave. Cjando el cloroformo llegue al fondo del embudo, se abrirá la la-
ve par?, recogerlo dentro de una cápsula de porcelana, que se pondrá en un
baño de arena. Métase dentro del cloroformo "n retazo de tela, de seda
blarca, y caliéntese el baño. Si el vino con Jie^Kít fue hsina, esta aparecerá
coior^rdo de rosado la tela, según se fuere volatizando el cloroformo; v la
iVvens?d?d del color rosado será pioporcional ala cantidad A^fuchsina que
tenga el vino.
—Los Sres. V. Feltz y E. Ritter han hecho nuevas investigaciones para
determinar como obra en el estómago y en la sagre \2.fuchsina no arseni-
cal. Según sus experimentos, \2,fuchsina trae siempre pérdida de peso y la
aparición en los orines ^e cilindros gránulo-grasientos, con una cantidad
más ó mén«s considerable de albúmina. También puede producir una hi-
dropesía general.
— Mr, C. Hayen ha estudiado la acción del hierro en la anemia. He
aquí el resumen de sus observaciones. — Introducido en el organismo es
hierro que es uno délos principales constituyentes de la hemoglobina, exci-
ta á los glóbulos á impregnarse de la materia colorante, y esto sucede no
solamente en las anemias curables, sino también en las caquexias, cuando
por la suma debilidad del organismo se ve completamente paralizada la
producción de glóbulos rojos. Así pues, agrega el autor, la medicina mar-
cial es una de las más racionales de la terapéutica.
Tomamos de la J?^¿f/l(7/i^ ^/r¿7/¿'iS7^ de Paris dirigida por Mr. Paul
Broca:
J. B. Pentland. — Hemos sabido algo tarde la muerte de un anciano que
ha representado en otro tiempo un papel bastante activo, en las investiga-
ciones de que era objeto el estudio de las razas del Sur América. Mr. Pent-
land, nacido en Irlanda, condado de Dangel, en 1797, ba muerto en Lon-
dres el 21 de julio de 1873. Habia estudiado las ciencias naturales en el
Museo de Paris, valiéndole su ardor, su penetración ^' su ciencia la amistad
de Cuvier. Nombrado secretario del consulado inglés eñ* el Perú y nas
-tarde cónsul general en Bolivia, se aprovechó Pentland de las facilidades
escepcionales que le prestaba su posición oficial, para visitar, como cientí-
fico, una parte de la cadena de las Andes; á él se debe en particulaf la ex-
ploración del gran lago Titicaca. Durante estos viajes, recogió para el
museo de los cirujanos de Londres y para el museo de historia natural de
París, las curiosas colecciones de cráneos que aun ostentan, y que desde
Pritchard se han utilizado tan firecuentemente por I03 etnólogos.
48 REVISTA DB CUBA.
Citaremos principalmente las piezas que se ha procurado en las tumdas
de la isla Titicaca, en las chulpas de Balen y de Sicasica, de Lachesa, de
Chimguyo y de Corocollo. — Mr. Pentland ha dado á conocer algunos de
los resultados de sus viajes en el "Diario déla sociedad geográfica de Lon-
dres" de 1835, toí^o quinto página 70. Ha colaborado con Mr. Fergusson
en sus investigaciones arqueológicas sobre Cuzco, con Mr. Sormeville en
sus estudios geológicos sobre la América meridional, y se le debe en fin, la
preciosa Guia, de la colección Murray, de Roma é Italia, donde vivió, cas
constantemente desde 1845^
J. F- M. DE Waldeck.— Juan Federico Maximiliano de Waldeck, naci-
do en Praga el 16 de marzo de 1766, muerto en Paris el 29 de abril de 1875,
se ha dado á conocer y hecho apreciar de los anthrj)pologistas por sus be-
llas publicaciones sobre los monumentos antiguos de Méjico, y en particu-
lar los de Palenque. Después de diversos viajes á Dangolah, á Mauricio,
á Chile, pasó Waldeck tres años en el Yucatán, cuyas ruinas tan bien co-
nocidas, gracias á él, y tan interesantes para la Etnología, estudió y descri-
bió en una obra especial, (Viajes pintorescos y arqueológicos á la provin-
cia de Yucatán durante lósanos de 1834 á 1836, Paris 1838 un tomo y
Atlas ) Los albuns que habia recogido durante aquel largo y fructuoso
viaje, han sido adquiridos por el Estado, y publicados en parte en 1866,
con el título de ^'Monumentos antiguos de Méjico y de Yucatán, Palenque,
Ococingo y otras ruinas de la antigua civilización de Méjico. Colección de
vistas, bajo relieves, trozos de arquitectura, copas, vasos y tierras cocidas.
Mapas y planos dibujados al natural por Mr. Waldeck; texto redactado por
el abate Brasseur de Bourbourg. Folio mayor con 56 láminas." — jB' Hamf.
901
ESTUDIOS jurídicos.
^^
Idea del derecho individual y social, estudiado en su naturaleza filosófi-
ca, EN algunas de sus MANIFESTACIONES CIVILIZADORAS, Y EN LA ORGANIZACIÓN
Y supremacía del estado, por D. Eusebio Valdés Domingaez, Doctor en Dere-
cho cítíI j canónica
Con el extenso titulo de Idea del Derecho individual y social^ estudiado en
su naturaleza filosáficay en algunas de sus manifestaciones civilizcuioras^ y en
la organización y suprtmcuia del Estado^ ha dado á la estampa en esta ciudad
y en el año que expira, el Sr. D. Eusebio Valdes Domínguez, Doctor en la
facultad de Derecho civil y canónico, una obra digna de la atención públi-
ca, con tanto más motivo cuanto que es una publicación hecha en el país»
donde por desgracia tanto escasean las de su clase.
No es la primera vez que el Sr. V. Dominguez comunica al público el
fruto de sus estudios y meditaciones; era ya un escritor conocido y aprecia-
do, cuando aun se sentaba en los bancos de la Universidad; y testimonio
de ello es el catálogo puesto al fin del volumen que tenemos á la vista, y
en el cual figuran asimismo los elogios tributados por la prensa de esta ca-
pital, á sus IHmeros ensayos sobre eí derecho filosófico^ y á su extenso traba-
jo sobre El derecho de testar ^ 6 sea El testamento en fresencia de la filosofía
del derecho y de la poltíka,
Ia obra que al presente nos ocupa, es una prueba más del decidido amor
al estudio, que siempre ha animado á su autor, así como de su perseverante
laboriosidad y rica erudición. En ella se rinde culto á la razón hermanada
con los sentimientos religiosos, y se revela gran fé en el progreso déla Hu-
manidad, siempre que esta en su marcha no viole los fueros de la Moral y
del Derecho,
7
50 REVISTA DE CUBA.
A nuestro juicio, y prescindiendo por ahora del fondo y forma de la
nueva obra del Sr. V. Dominguez, es digno de alabanza su autor por ha-
ber poseído la voluntad necesaria, para acometer y dar cima á un trabajo
no favorecido por estímulo alguno exterior. En otros países, la perspectiva
de una sólida notoriedad, y la seguridad de resarcirse con crecen de los afa-
nes y desembolsos que supone toda producción intelectual, siquiera sea de
mediano valor, son estímulos poderosos que alientan al escritor, mantienen
viva su actividad, y le dan brios para avanzar en sus trabajos y produar
obras de creciente mérito, con provecho de la ciencia y honra de la patria.
Entre nosotros nada de esto sucede. Después de largos estudios y de mu-
chas investigaciones, se vé obligado el autor á imprimir la obra á sus ex-
pensas, aguardándole como recompensa la indiferenw del público; de
manera que ni alcanza á formarse un nombre, por muchos que sean sus me-
recimientos, ni menos logra reembolsarse de las erogaciones hechas. Así
tiene que suceder en toda sociedad que, desconociendo el imperio de las
ideas y el valor de la ciencia, cifra su empeño en el lucro inmediato, y po-
ne, por ende, todas sus fuerzas vivas al servicio de los intereses materiales
en toda su crudeza y desnudez. Así sucede en Cuba, como á todos consta,
y según lo ha puesto de relieve el sentido y bien razonado artículo de fon-
do publicado no ha muchos dias por El Diario de la Marina^ sobre el es-
tado de la literatura en esta Isla.
No es, pues, de extrañar que creamos digna de elogio la acción del señor
V. Dominguez, al dar á la prensa su novísima obra, que por su asunto ha-
bía de tener un reducidísimo námero de lectores, y cuya venta, por lo mis-
mo, no habia de llegar ni con mucho, á cubrir los gastos de la publicación.
El desinterés y la aplicación del Sr. V. Dominguez prendas son que ava-
loran su carácter, y le aseguran la estima y aplausos de todos los que por
la ciencia toman empeño. Su conducta es digna de ser imitada, porque
así salgan nuestras letras del estado de inercia y de postración en
que yacen. Y entiéndase que más que á la generalidad del . público,
nos referimos á las clases que por razón de su profesión están llamadas á
iniciar y secundar los adelantos científicos, y que, sin embargo, se olvidan
de su cometido social, no mirando en su respectiva profesión, sino un me-
dio de lucro y explotación. Esto es lo común.
Pero tiempo es ya de entrar en el examen y análisis del libro cuya pu-
blicación motiva las presentes líueas. Nos fijaremos primeramente en lo
que constituye la forma, esto es, el plan y el estilo.
Nada diremos, por no ser pertinente, respecto á las cinco dedicatorias
con que dá principio el volumen, y que, por decirlo así, dan lugar á una
especie de dominio pro-indiviso entre las corporaciones á que van dirigi-
das; nada diremos tampoco acerca déla Observación preliminar^ que revela
el origen, espíritu y tendencias de la obra, porque de todo esto nos habre-
fnos de ocupar más adelante. Veamos, pues, el plan.
kEVISTA DE CUBA. 5 1
t)esde luego se advierte con solo recorrer el volumen y examinar el ín-
"^ce, que ni el plan ni el asunto corresponden al titulo de la obra. Refiérese
^capítulo primero á La filosofía como base primordial del derecho^ punto hue-
llo para figurar en una introducción, mas no en el cuerpo de la obra. Versa
el segundo sobre el Concepto del derecho ^ que da motivo á idéntica observa-
ción. El tercer capítulo, según el rubro, de la Influencia del derecho en les
actos delpodcr le^lalivoy pero en realidad es la reproducción de ideas pre- .
sentadas en los dos primeros capítulos, salvo el reducido espacio que se
consagra ^ examen del origen, fundamento y fin racional del Estado. £1
cuarto nada nuevo enseña al que haya leido los dos pimeros. Es á lo su-
mo, una paráfrasis 4feo ampulosa y cansada. Los capítulos quinto y sexto,
se ajustan más al propósito que indica el. título de la obra, por referirse á
dos manifestaciones civilizadoras del derecho individual y social. En cuanto
al sexto y último, bien pudiera suprimirse, por ser ajeno á la materia que
ofrece dilucidar el autor en razón, á constituirlo el Discurso académico //<?í-
^a//¿r^r(a¿-¿ífi prpnunciadopor el Sr. V. Dominguez, al recibir ante el
claustro déla Universidad de Zaragoza, la investidura del grado de Doc-
tor en derecho civil y canónico.
De esta breve reseña, aparece con plena evidencia que todo el que, atraí-
do por el título de la obra. del Sr. V. Dominguez, se entregue á su lectura,
sufrirá engaño, y se encontrará en un terreno en que no fué su intención
penetrar*
No quiere esto decir que el autor nada diga respecto al derecho indivi-
dual y social, pero lo hace sin orden ni método, de una manera incoheren-
te y vaga, desparramando ideas que no profundiza, y cuyo encadenamiento
no presenta. La atención del lector pronto se fatiga, sin que logre des-
cubrir un principio culminante, bien asentado, ni una serie de ideas que lo
guie y conduzca. Para leer sin tropiezo ni fatiga el libro del Sr. V. Domin-
guez, seria preciso rehacerlo, con sugecioná los preceptos de la lógica, y &
las condiciones que debe reunir toda obra didáctica.
£1 que los capitulos quinto y sexto guarden armonía con lo que en la
portada del volumen se lee, nada significa si se atiende á que, contrayendo
se entrambos á las manifestaciones civilizadoras del derecho individual y so-
cial, seria necesario para su recta y completa comprensión que antes se hu-
biera definido y concretado, lo que por derecho individual y social debiera
entenderse, porque mal podrá penetrarse el valor y sentido de las manifes-
taciones de un principio, si este principio no ha sido bien establecido y
puesto en claro previamente, lo cual no ha hecho el Sr. V. Dominguez,
con grave ofensa del buen sentido.
En suma: la reciente obra del Sr. V. Dominguez carece de plan y méto-
do; y si toda producción del pensamiento científico, debe ser una obra de
arte, un verdadero organismo en cuanto á su orden y economía, al par que
nníL obra de lógica, por la trabazón y encadenatniento de las ideas^ fuerza
52 REVISTA DE CUBA.
es convenir en que el Sr. V. Domínguez por esta vez no aparece muf en-
cariñado ni con el arte ni con la lógica.
Pero ¿cómo exigir la observancia de un plan, cuando el mismo autor nos
dice que en la presente obra ha procurado presentar las materias mas inte-
resantes deque ha tratado en sus anteriores publicaciones? Así se lee en la
primera nota puesta al pié del índice. No cabía unidad de plan, allf donde
no existía unidad de pensamiento. No cabía mas unidad que la del autor;
por cuya razón debió haber intítalado sus escritos "Mis ideas sobre Rdi-
gion, Filosoña, Moral, Derecho y Costumbres" ó bien "Miscelábea ético-
juridica" ú otra cosa parecida; de ese modo se habría dicho la verdad, sin
dar lugar á que el lector quedara sorpendído y contrariado ante la forma
incoherente y fragmentaria que presenta el trabajo de recopilación y es-
purgo, tan impropiamente denominado Idea del derecho indwidual y sociai'
En cuanto al estilo de dicha obra, no es título que la recomiende, y séa-
nos lícito, antes de pasar adelante, hacer hincapié en un grave defecto de
que, á nuestro juicio, adolece aquella, y es, el abuso en Is^ citas. £1 señor
V. Domínguez no se contenta con citar al pié de la página, los autores que
ha consultado con el título de sus respectivas obras; hace mas: inserta ex-
tensos pasajes tomados de los mismos. Así es, que á cada paso se íntemim-
pe el Sr. Y. Domínguez en el uso de la palabra, paraKÍársela á no menos de
cincuenta autores, los que, en su mayor parte, hablan largo y tendido,
unos en latín, otros en castellano y esotros en francés, en términos que pa-
ra leer el contenido del volumen, sin saltos ni omisiones, se hace necesario
estar familiarizado con la lengua latina y la francesa, sin que baste el conoci-
miento de la castellana para penetrar el sentido de algunos pasajes en que
figuran palabras de nuestro idioma. Esto hace que el libro del Sr. V. Do-
mínguez cause la ímpranon de un álbum de retratos, en que cada autor se
presenta en el suyo respectivo, ataviado de sus galas y vestiduras literarias»
y entre los que se descubre de vez en cuando, la modesta imagen del señor
V. Domínguez. Bueno y recomendable es citar obras y autores; prueba es
de erudición y estudio, al par que sirve de testimonio y apoyo üe lo que se
dice y sostiene; pero esto no se opone siempre á que al recomendar agrias
opiniones, se guarde el estilo propio de quien las recomienda, sin necesidad
de su reproducción literal, y menos en lenguas extranjeras. De otra suerte
pierde la obra el sello de la personalidad del. autor, que siempre debe con*
servar, y degenera en una colección de trozos literarios, buena á lo sumo
para una dase de retórica, y eso sí la elección ha sido presidida por el
acierto y el buen gusto.
El estilo de la obra del Sr. V. Domínguez, en la parte que le es personal,
está muy lejos de presentar la sobriedad y precisión propias de todo escri-
to científico. Es un estilo, el del Sr. V. Domínguez, que abunda en metáfo-
ras y símiles, en amplificaciones y apostrofes, recargado de sonoras y pa-
téticas exclamaciones. Probémoslo. Hablando del derecho, dice que, <<es
REVISTA DE CUBA. 53
It manifestación siempre viva de Dios en el inmenso espejo usiorio de la
conciencia." Lo cual nos obliga á consultar un tratado de Física, para de-
cir si hay propiedad en la figura. También llama al derecho natural fisio-
^k¿kíi$UernayexUrna del hombre como sujeto del derecho y es para el juris-
consulto -mentó suave y benigno^ sin el cual no puede navegar en las discu-
siones jurídicas."
No deja de ser atrevida y original la figura; falta que sea propia y opor-
tuna. Hay más: ^qué es el Derecho en su esencia? Es nada menos que 'la
vUalidad de la razón . Es asimismo IsLpalatica que eleva á la inteligencia á
las concepciones de su desarrollo." Esto no se entiende bien. Pero el Dere-
dio es algo más: "es la realidad del ideal^ la osamenta indestructible de la
ciencia social." En definitiva, no sabemos lo que es el Derecho. Tra-
tando de dar una idea de lo que eS la justicia, acumula en un solo
párrafo los epitetos siguientes: principio sublime^ resorte misterioso^juez segu-
ro^pirámide egipcia^ encamación de lo inmóvil^ de lo severo y de b terrible.
Pero en resumen, ¿qué es la justicia? Se ignora. ¿Es este el modo de escla-
recer las ideas, y de concretar los principios?
Nada más impropio de un estudio científico, que el tono declamatorio y
enético. Repruébanlo de consuno la severidad de la ciencia y las pres-
cripciones del buen gusto literario. En cierto género de obras, lícita es la
exaltación, pero no hueca, sino sincera, breve y oportuna; prolongarla, es
caer en la monotonía, es fatigar la atención; y usarla fuera de lugar, incur-
rir en el ridículo. A este propósito, mucho pudiéramos decir respecto á un
pasaje grandilocuente que ocupa cerca de diez y seis páginas y no menos
de la 146 á la 160,* y que, constituye, por decirlo así, el refuerzo oratorio de
la obra.
No insistiremos, sin embargo, por más tiempo e^el examen de la forma,
en atención á que el verdadero interés de una obra científica radica en las
ideas y principios que encierre, esto es, en el fondo.
Muéstrase el Sr. V. Domínguez animoso campeón de la doctrina espíritu-
lista. No es de los que transigen: combate sin tregua en pro de la ortodo-
jia de la escuela, aceptando sus métodos, dogmas y afirmaciones como ex-
presión definitiva de la ^erdad científica. De aquí proviene precisamente
él exiguo mérito de la obra del Sr. V. Domínguez, en su aspecto filosófico
Sin duda alguna, el espiritualísmo contemporáneo conserva no escaso vi-
gor, y su porvenir no parece estar amenazado seriamente; pero ¿por qué?
Porque el espiritualísmo contemporáneo ha roto sus antiguos y estrechos
moldes. El espiritualísmo contemporáneo por boca de sus más renombra-
dos y veteranos adalides, entre los que figura Caro, Levéque y Paul Janet,
aceptan gustosamente los adelantos todos que las ciencias naturales han ve.
nido realizando; no se obstina en cerrar los ojos á la fecunda renovación de
los métodos, fundada en la observación de los hechos, con entera indepen-
dencia de toda idea preconcebida; sin subordinar las investigaciones á las exi-
54 REVISTA DE CUBA,
gencias de un sistema, y sin curarse de si sus resultados podrán ó no lasti-
mar creencias y sentimientos; renovación que habrá de mudar la íai de
todas las ciencias. £1 espirítualismo contemporáneo no repudia en 9bmK
lato los resultados á que han llegado las ciencias naturales^ merced al estu-
dio de los hechos; antes bien, se complace en hacerlos suyos, los útil iza, y
de esa manera se rejuvenece y vigoriza, poniéndose en aptitud para mar-
char en armonía con el espíritu moderno. £n suma: el espiritualismo ha
dejado de ser ima secta. No es del caso tratar de si el espiritualismo de
nuestros días realizará ó no su empeño, y si alcanzará ó no su plena rehabi-
litación. Cúmplenos, tan solo, indicar cuáles son hoy por hoy los propósi-
toe que lo animan, y las tendencia á que obedece, para que se vea que el
Sr. V. Domínguez milita en las filas de los espiritualistas de antigua esoie-
la, que con pregonar á grito herido las luminosas intuiciones y divinos res-
plandores de la razon^ las revelaciones de la conciencia, lo innato de las ideas ^ y
las excelencias del vclíkoAq k priori^ estiman haber resuelto todos los proble-
mas de la ciencia, cuando lo que hacen en realidad, es dificultar y hasta im*
posibitar su solución. A la quimera en las ideas corresponde la declama,
cion en las palabras.
Natural es que el Sr. V. Dominguez desatienda lo que es esencial en la
saciedad, queremos decir la historia, sin la cual en nada se distinguirá el
hombre de los demás seres. £1 Sr. V. Dominguez estima, á fuer de espi-
ritualista ortodoxo, que el hombre al nacer trae consigo, cual valioso patri-
monio, á más de las facultades, las ideas, y que, por consiguiente viene a|
mundo, por decirlo así, armado de punta en blanco; con loque hace incom.
prensible el trabajo histórico, y su influencia decisiva en todo lo humano.
No es pues, de extrañar, que emplee los epítetos de bárbaro, grosero, bru-
tal, y califique de pura liateria todo lo que antececió á lo que llama triunfo
del espirítualismo en las instituciones; lo cual atestigua que el Sr. V. Do-
minguez no tiene muy desenvuelto el sentido histórico. Nada más injusto
y contrarío al espíritu científico, que maldecir de los tiempos pasados; co-
mo si no fueran estos los antecedentes lógicos y necesarios de los tiempos .
presentes. Ni el individuo ni la sociedad nacen formados; vánse formando
por virtud de un trabajo lento de transformación y j:recimiento, determina-
dos por múltiples influencias.
¿Se quiere una prueba, entre varías, del error que entrañan las ideas del
Sr. V. Dominguez? Véase su manera de entender la política. "La ciencia
política, dice, debe considerar al hombre en su vsús filosófica abstracción^ y
sus leyes como imprescriptibles y sagradas." No cabe tesis mas insostenible:
¡fundar la política en la abstracción! <iQay por ventura, cosa que pueda ser
más concreta y determinada, más práctica y tangible que la política? Suprí-
mase la historia, prescíndase de la complexidad de elementos que implica un
estado cualquiera de la vida • social, y la política será un imposible. Si el
Sr. y. Dominguez hubiera meditado sobre lo que á este respecto ensefia
^ REVISTA DE CUBA. 55
^^^ns, uno de sus autores favoritos, no habría incurrido en tamaño error.
Í¡1 Sr. V. Domínguez concede á la filosofía del derecho una importancia .
^'^gerada, asignándole una acción en extremo absoluta. Ante la filosofla
"^ derecho , las demás ciencias palidecen; á ella hay que fiar la regenera-
ron de la humanidad, y de ella esperar el pronto y venturoso término de
U miseria, del retroceso y de la degradación. Todos á por fia deben estu-
diaría. Para el Sr. V. Domínguez no han pasado aun los tiempos en que
cada autor, encerrándose en una especialidad científica determinada, la
proclamaba cual si fuera el más valioso fruto del entendimiento humano, y
más sólida base de la felicidad individual y social; con lo que se imprímia
á las ciencias el sello del egoísmo y 'de la presunción, hijos entrambos
de la estrechez en las ideas, y del entero desconocimiento del verdadero
espíritu científico. Ya hoy no es lícito cultivar una ciencia dada, con se-
paración de las demás que le son afines, ó de aquellas cuyas indagaciones
pueden contribuir poderosa y eficazmente á vencer dificultades, y poner
en claro la verdad que se investiga. Las ciencias no viven ya en el aisla-
miento; antes bien, viven en íntimo consorcio, que crea entre ellas intere-
ses comunes y solidarios. Hoy para resolver un problema jurídico, no bas-
ta siempre la aplicación de los principios puros del Derecho, sino que se
hace necesarío utilizar los datos de la Antropología, de la Historia, de la
Etnología, de la Filosofía, porque en realidad, todo fenómeno jurídico es
una resultante de distintas fuerzas sociales é histórícas, es un hecho com-
plejo, que ís necesarío descomponer, para, medíante su análisis, señalar
su naturaleza y determinar su orígen. Encerrarse dentro de los límites de
la Filosofía del derecho, entendida de la manera que la entiende la escuela
espiritualista ortodoxa, es caer en lo quimérico, en lo superficial, en lo va-
go; es renunciar de antemano á todo estudio serio v fructuoso. Es pues,
evidente, que el Sr. V. Domínguez está hoy en la necesidad de rehacer sus
estudios, y de renovar sus meditaciones; cosa que hará, pues le sobran vo-
luntad y aplicación.
Antes de concluir, séanos lícito manifestar las razones que hemos tenido
para dar no poca extensión á este trabajo. Por una parte la obra del señor
V. Domínguez lo merece por haber sido como hemos dicho publicada en
el país. En segundo lugar, y á juzgar por lo que llevamos dicho, no es de
desear que elSr. V. Domínguez haga escuela entre nosotros; y á este inten-
to obedece el que hayamos señalado con alguna detención lo erróneo de
sus ideas, lo desacertado de su método, la impropiedad y amaneramiento
de su estilo. Preciso es impedir á toda costa que nuestra juventud confunda
la vana declamación y la hueca fraseología con la verdadera ciencia, que
no ha menester de alardes retóricos para recomendarse. La ciencia tiene
un valor'propio; mas, para apreciarlo y aquilatarlo, se requiere vocación de-
cidida, intensa labor intelectual, espíritu de examen y de crítica, concienzu-
da escrupulosidad en las investigaciones, independencia en la manera de
56 REVISTA Dl^ CUfiA.
ver y juzgar las cosas. Ante todo se haoe necesario un largo y bien dirigido
trabajo preparatorio, que al par que acentúa las aptitudes y robustece las
£u:ultades mentales, nos orienta en la marcha de las ideas y nos traza el
método que debe observarse en su indagación y estudio. Solo así, some-
tiendo á una rigida disciplina la inteligencia, se tomará posesión de ella, y
se hará susceptible de un uso provechoso y fecundo.
ANTONIO GOVIN.
ASPIRACIÓN.
Ave feliz que siurcas d espacio
En majestuoso vuelo:
¿Por qué no vas al etemal palacio
Perdido en lo recóndito del cielo?
Si yo cual tú volara
Hacia el éter veloz me lanzaria,
Que aunque á mi vida el aire le faltara
De la verdad en pos espiraría*
JÓSE ANTONIO CORTINA.
FLECHAS.
Las flechas que, del bosque en la espesura.
Lanza el salvaje, al avecilla matan;
Las que lanzan tus ojos con ternura.
Bella mujer, mi corazón dilatan.
JÓSE ANTONIO CORTINA.
LA antropología.
SUS PRINCIPIOS.— NOCIÓN DE ESTA CIENCIA.
Todos los que siguen con interés las conquistas de la ciencia y los pro-
gresos de la razón, han podido en los últimos años presenciar dos hechos de
importancia que han impresionado, desde su principio, á las imaginaciones
verdaderamente pensadoras: queremos hablar, por ima parte, del descubri-
miento de Boucher de Perthes, cuyos inmortales trabajos hacen remontar la
antigüedad del hombre á una época incalculable; y, por otra, de la publica-
ción de las obras de Darwin, cuyas ideas han producido una verdadera re-
volución en las ciencias naturales.
No es nuestro ánimo detenemos en estos particulares, y si á ellos nos re-
ferimos, es solamente porque á nuestro modo de ver, han preparado otro
hecho no menos importante, puesto que desde esta época data la aparición
en el dominio científico de una rama nueva en los conocimientos humanos.
Entre los espectáculos que á los hombres de ciencia ha ofrecido nuestro
siglo, quizás sea el que más interés despierte, el de la creación reciente, y
la evolución rápida y progresiva de la antropología.
Apesar de haber aparecido la última, esa rama de las ciencias naturales,
nacida ayer, ha conquistado ya como dice el profesor Broca, el privilegio
de ocupar el primer lugar en la atención del público científico.
Dirigido por hombres eminentes que han penetrado en la ciencia con ca-
rácter libre é independiente, y ayudado por una legión de trabajadores
emancipados del yugo de las tradiciones, el movimiento científico de que
hablamos no ha tardado ^mucho tiempo en acentuarse: los adeptos han
afluido de todas partes; se han creado sociedades en los principales centros
de Europa, los trabajos se han multiplicado y las ideas nuevas imiversal-
mente acogidas con entusiasmo, han esclarecido muchos puntos oscuros, 7
8
58 REVISTA DB CUBA.
abierto al pensamiento nuevos horizontes. Y no porque haya dejado de
luchar la nueva ciencia; como toda idea que se produce, muy pronto ha
conquistado partidarios, no faltándole tampoco contradictores; esta es la
historia de todas las épocas.
A Francia en esta como en otras tantas materias cabe el honor de haber
dado el primer impulso. Gracias á la iniciativa de un profesor de la Es-
cuela de Medicina de París, cuya nobleza de carácter se une á un inmenso
talento, se creó la primer Sociedad de Antropología en 1859. ^'Cuando al-
^'guno de nosotros, dice Broca, resolvimos fundar una Sociedad consagrada
'al estudio del hombre y de las razas humanas, apenas fué posible reunir
''después de seis meses de preparación diez y nueve fundadores, muchos de
*1os cuales se limitaron á prestar su nombre." Y solamente podrán compren-
der todas las diñcultades de una empresa semejante aquellos que están al
corriente de los obstáculos que se oponen á la propagación de los descubri-
mientos realizados en las ciencias naturales. Sin embargo, hombres como
de Quatrefages, I. JeoíTroy St. Hilaire, Gratiolet, Broca, Beclard, empuña-
ron vigorosamente la bandera, y bien pronto al rededor de este estado ma-
yor conocido de toda la Europa llegó á formarse un ejército compuesto de
los sabios de todos los paises. '^La Sociedad, dice Topinard, concebida ba-
'*jo los más liberales auspicios llamaba á su seno hombres de todas las es-
^'pecialidades dentíñcas, literarias y artísticas, de tal manera que al surgir
''cualquier cuestión, podian (i) tratarla las personas más autorizadas.''
Nunca tan hermosa ciencia tuvo más hiunilde nacimiento: al principio todo
le faltaba, local, útiles, dinero.
Todavía nos parece ver desde aquí el laboratorio de antropología enton-
ces instalado en un rincón del antiguo convento des Cordeliers encima
del museo Dupujrtren. Era preciso franquear la escalera dd primer piso,
y recorrer después un estenso y sombrio corredor para llegar á una pequeña
puerta tan baja que obligaba á inclinar la cabeza para poder entrar en el
laboratorio. Y qué laboratorio! un pequeño gabinete donde solo penetra-
ba la luz de una ventana que daba á una sucesión de pequeños tejados tris-
tes y desaseados: y en los muros unos cuantos viejos estantes con algunos
libros y pocos instrumentos. En un cuarto contiguo, pero más est^iso, se
encontraban aglomerados cráneos, pomos con diferentes monstruosidades,
piezas anatómicas de todas especies y por último en los rincones materiales
que consultar, estudiar, y describir.
Pues bien, de alli es de donde han salido tantos trabajos de antropología
allí donde se ha debatido gran número de importantes cuestiones, ó resuel-
to tantos interesantes problemas, y allí en fin donde hemos adquirido algu-
nos de nosotros, que apenas balbuceábamos los primeros principios de la
dencia, el ^^or al estudio del hombre, "enigma eterno, dice Littré, que
[il TofMiuurd. Manuel d'anihropologíe. Paris 1376.
REVISTA DE CUBA. 59
'^atrae irresistiblemente^ como todas las cosas infinitas, la ccHitemplacion
''del pensamiento." [ij •
Tanta perseverancia y esfuerzos debian alcanzar su objeto. Jázguese por
el siguiente párrafo de una carta que nuestro ilustre maestro. Broca, nos di-
rigió el año último.
''Después que Vd. ha marchado han sobrevenido grandes y provecho-
sos cambios en nuestros asuntos antropológicos. La Facultad de Medici-
na ha puesto á nuestra disposición todo el segundo piso y las buhardillas
del museo Dupu)rtren. Los trabajos de instalación han durado seis meses
y costado poco más ó menos 40.000 francos, de cuya cantidad la mitad ha
sido donada por la ciudad de París, y la otra mitad recolectada por sus-
cripciones particulares. Este amplio local comprende cinco laboratorios, un
gran salón para sesiones, que servirá también para nuestros ctu^os públicos,
una biblioteca pública, y por último un vasto y hermoso museo cuya sala
principal tiene en su fachada cinco ventanas, y en la que se encuentran co-
locados más de 3.000 cráneos. £1 museo ha sido pues el resultado de la
reunión del que perteneció al laboratorio con el formado por la Sociedad
de Antropología, la cual ha transferido á nuestro local sus sesiones, su bi-
bliotea y sus colecciones, siendo pública la entrada. Segmramente es uno
de los mayores y bajo muchos puntos de vista el más rico de los museos
antropológicos, y sin embargo no ocupa más que la mitad del espacio que
le ha sido asignado "
Así, pues, el cuadro ha cambiado completamente y somos los primeros
en regocijamos con todos los amigos de la ciencia. Pero permítasenos de-
cir que nunca dejamos de pensar sin emoción, en aquel pequeño rincón de
¡agrande iglesia^ ^^ Cordeliers á cuya existencia se hallaban ligados los
mqores recuerdos de nuestra vida.
La Sociedad antropológica de París se compone hoy de más de 4.00
miembros nacionales, y fuera de estos los agregados pueden contarse á mi-
llares. Once grandes volúmenes ya publicados contienen los Boletines de
la Sociedad desde su fundación: además han aparecido cinco volúmenes de
la titulada Revista Antropológica, bajo la dirección del Dr. Broca, que ha
dado también á luz parte de las Memorias originales con que este infatigable
sabio ha dotado esa ciencia. Y por último consignemos también que se ha
fondado en Paris hace dos años ima Escuela Antropológica.
Semejante movimiento no podia quedar limitado á la Francia. Gracias
al número cada vez mayor de agregados extranjeros, la difusión de los es-
tadios antropológicos dio por resultado la creación de una Sociedad en
Londres en 1863 — otras en New- York, Moscou, San Petersburgo. en 1865
-*en Manchester en 1866— en Florencia en 1868 — en Berlin en 1869 — en
Viena 1870— y en Stokolmo y Tiflis en 1874.
[il littré. Mededne et Mededns. París 1873.
6o REVISTA DE CUBA.
No es necesario exponer que ningún espíritu estudioso puede hoy peí-*
manecer extraño á una ciencia, cixfo alcance es tan considerable.
En efecto interesa al médico, al naturalista, al arqueólogo, al lingüista,
al historiador, al filósofo, sin que puedan desentenderse de ella ni aún el ju-
risconsulto y el artista, no faltando de estos quienes hayan contribuido con
su contingente, [i] Y por esto es que "designando con el nombre de an-
"tropología lacienda cuyos dominios se va estendiendo, la nueva Sociedad
''abrió sus puertas á todos los que cultivaban los numerosos ramos del saber
*^umano."
Y en efecto la anatomía, la fisiología, la patología, la higiene, la psicolo-
gía, nos dan á conocer al hombre pero mostrándolo cada una bajo un solo
punto de vista.
Por otra parte todas las ciencias que concurren á damos el conocimiento
de la naturaleza humana son ciencias generales, y por tanto no podrian li-
mitarse especialmente al estudio del hombre, ni aspirar tampoco al nombre
de antropología; aparte de que esas ciencias no estudian al hombre sino co-
mo individuo, dejando á im lado todo lo que constituye el género humana.
''Dar pues á tal ciencia el nombre de antropología seria ir contra todas
las reglas de la nomenclatiura. La zoologia no trata solamente del animal,
sino también del reino animal, la ornitología no trata solamente del ave, si-
no de todas las clases de aves. Y lo mismo la erpetología, la ictiologia, etc.,
tienen cada uno por objeto el estudio de un grupo de seres semejantes en-
tre sí por ciertos caracteres fundamentales, pero que se diferencian sin em-
bargo por otros de gran importancia. Ahora bien, la humanidad forma
igualmente en la naturaleza uno de esos grupos semejantes en que la uni-
dad del tipo fundamental se destaca en medio de las variedades infinitas
de los caracteres secundarios; y la ciencia que estudia ese grupo natural de-
be llevar el nombre de antropología, que ninguna otra tiene el derecho de
disputarle. (2)
La Antropología está constituida por la reunión de tres grandes series de
hechos, que pueden reunirse de la manera siguiente:
1. ® Determinar la situación del grupo hombre en la serie de los seres,
lo que constituye la antropología zoológica, que puede definirse el estudio
del grupo hombre considerado en sus relaciones con el resto de la natura-
leza organizada.
2. ® El grupo hombre ya caracterizado, circunscrito, y clasificado co-
[I] U antropologie et Tetade da droit comparé par L. Goillard en Ball. Soc d' an-
throp. 2* serie vol. V.
L' antlíropologie et le droit por Acollas in Boíl, soc d' anthrop, 2» serie V, IX-
Classificatioii des races d' apres lears sjrstemes mosicaux par Fétis pere en Boíl Soc
Anth 2? serie I. íí.
[1] Broca. Ajtic Anthropologie. Dict Enoydopdie des Sciences medicales, p, 277
T. V. I? serie.
REVISTA DE CUBA. 6 1
too grupo en conjunto, considerarlo en sí mismo; estableciendo las divisio-
nes, y subdivisiones y estudiar luego separadamente cada uno de esos gru-
pos parciales. Esto es lo que constituye la antropología descriptiva, cono-
cida también con el nombre de Etnología.
3- ® La tercera rama de la antropología, último en el orden lógico de
la evolución científica regular, pero la primera en importancia es la ¿i;i¿r¿?-
pologia general^ que tiene por objeto el estudio del grupo hombre considera-
do en su conjunto.
La definición siguiente que adoptamos abraza con precisión estos tres
órdenes de hechos: '*la antropología es la ciencia que tiene por objeto el es-
cindió del grupo hombre considerado en su conjunto, en sus detalles, y en
"sus relaciones con el resto de la creación.''
Invitado por algunos amigos para concurrir con nuestra colaboración á la
Revista de Cuba hemos aceptado tan honorífica tarea después de haber
consultado menos nuestras propias ñierzas que el deseo de esparcir algunos
conocimientos todavía desconocidos para la generalidad.
Las cuestiones que trataremos se relacionarán casi todas con la antropo-
logía general; no olvidándonos que la Revista "aspira únicamente á ser
**pacífica arena de exposición seria y levantada, pero nunca campo de ba-
"talla de personalidades ni de pasiones." El estudio de la antropología
exige ante todo un ánimo sereno, exento de ideas preconcebidas, y solo
rinde culto á la verdad. "Donde reina la verdad, ha dicho Cherseul, no
puede imperar la controversia ni la discusión.*'
DR. LUIS MONTANE.
EL ALBA DE MI VENTURA.
Como á la luz temprana
De la naciente aurora
La noche se evapora
Y brilla la mañana.
Así á la luz de tu mirada tierna.
Huyó de mi dolor la noche oscura
Y el alba despimtó de mi ventura.
JÓSE ANTONIO CORTINA.
LA LINGÜISTICA MODERNA.
INTRODUCTION A L' ETUDS DE LA SCIENCE DU LANGAGE, PAR DOMSNICO PEZZI, TRADÜTT
DE L' ITALIEN PAR V. NOURRISON, I VOU IN-l8 DE 237 PAGINAS. PARÍS. SANDOZ ET
nSCHBACHER.
II.
Historia d£ la Ciencia del Lenguaje. — ^Tres períodos deben distin-
guirse en la evolución histórica de la ciencia del lenguaje: el primero se ca-
racteriza por la gran recopilación de hechos glóticos; el segundo, por la
comparación y clasíñcacion de los mismos; el tercero, por la investigación
atenta de sus causas. Si tentamos, como tan á menudo sucede, violar este
orden, que es una necesidad déla inteligencia humana; si construimos siste-
mas antes de haber recogido, comparado y clasificado convenientemente
los hechos, que constituyen su única base sólida, caemos entonces en esos
errores que al aparecer en la historia de la ciencia, despertarían la risa, si
no excitaran la piedad.
Las primeras investigaciones gramaticales de carácter científico las en-
contramos en la India antigua, donde desde cinco siglos lo menos antes de
la era cristiana, los brahmanes habian reducido la totalidad de su lengua
[la sánscrita] á un pequeño número de raices. Sus estudios les condujeron
á la formación de la Gramática de Panini, obra maestra, compuesta al pa-
recer en la primera mitad del siglo 4. ® antes de Cristo, y sintésis de los re-
sultados alcanzados por sus predecesores, cuyo número se hace subir á se-
senta y cuatro. Se compone de ocho libros, con cuatro secciones cada
uno, divididos en cerca de 4.000 reglas simples y breves. A pesar de su
brevedad, es un trabajo muy completo, sobre todo en la teoría de los mo-
dos, déla derívaeion y de la flexión,. pero menos aún en la sintaxis, según
REVISTA DE CUBA. 63
costumbre de los gramáticos indios. Lo admirable en dicha obra es la ri-
queza de las materias y amenudo, la finura de la crítica; dichos trabajos han
gerddo una felicísima influencia en el desarrollo de la Lingüistica moder-
na, segim despuerverémos.
Entre los Griegos, para quienes la palabra lagos expresaba las relaciones
íntimas del lenguaje con el pensamiento, y la conciencia que este tiene de
aquel, dichos problemas atrajeron primeramente las especulaciones de los
filósofos, y más tarde, las investigaciones de los gramáticos. ' Los primeros
entre los cuales deben citarse los Sofistas, Platón, Aristóteles y los Estoi-
cos, que prepararon la vía á los gramáticos, estudiaron el lenguaje no en sí
y para sí, sino en sus relaciones con el j)ensamiento, y para conocerlo me-
jor^ sus estudios fueron, pues, más lógicos que lingüísticos. Y cuando se
concretaron más al examen de la palabra, se propusieron los problemas más
elevados y por tanto, más diñciles de resolver, por falta de preparación sería,
7 se extraviaron entregándose sin verdadero método, á tentativas etimoló-
gicas. Fueron los primero! en Europa que clasificaron las partes de la ora-
ción, é introdujeron la nomeiftíatura gramatical, llegando los Estoicos á
distinguir los casos, pero el sentido primitivo de estos términos, más lógico
que lingüístico, debió alterarse más de una vez para adpatarse á la expre-
sión de las partes de la lengua y sus relaciones.
La preocupación nacional que les hacia ignorar y despreciar las lenguas
extranjeras, que calificaban de bárlaras^ impidió á los Griegos tener á su
dispoddon suficiente número de hechos para analizar el lenguaje, priván-
doles de los estímulos necesarios para el estudio de su propio idioma. La
verdadera ciencia gramatical griega nace en la época alejandrina, á cuyos
sabios aparecien las grandes creaciones de la edad clásica como un pasado
artístico tan diferente al presente, que podh cscojérsele como tema para in-
vestigaciones criticas; impulsando además lált Variantes numerosas y discor-
des de los poemas homéricos á los editores [entre ellos Zenodoto de Efeso
y Aristarco de Samotracia,] á estudios críticos y comparados, que extendidos
igualmente á los demás grandes escrítores, hicieron necesarío un examen
atento de los hechos gramaticales. Hasta llegaron á formarse dos escuelas,
la de los anaiogistas^ entre los cuales se contaba Aristarco, que descubrían
en la lengua una regularídad dominante, y la de los anomalistas^ entre los
que deseollaba Crates, que la negaban. Según los primeros, las categorías
idealmente iguales se expresan en el lenguaje mediante formas fónicas
iguales; según los últimos, dichas formas varían más ó menos entre sí; y de
ahí que los unos criticaban y querían corregir á su manera todo lo que con-
trariaba sus pretendidas leyes lingüisticas, en tanto que los otros defendían
los derechos del uso. De este modo se facilitaron los elementos para una
gramática griega, siendo la primera compuesta en Roma por el menciona-
do CraUs^ de Mallos, contemporáneo y adversario de Aristarco y embaja-
dor da Attalos, rey de Pérgamo, y que habia creado en ella el estudio dd
64 REVISTA DB CUBA,
griego por algunas lecciones. Medio siglo después, L. E. Stilo las dio so-
bre las letras latinas, á cierto número de oyentes escojidos, entre ellos el
poeta Luciiio, que parece consagró el noveno libro de sus sátiras á la refor-
ma de la ortografía; Varron, que escribió 24 libros de Bt%ua latina^ de los
cuales conservamos seis (del 5. ® al 10. ® ) incompletos, obra notable por
su erudición y como primer ensayo europeo de una gran gramática, pero
lleno de faltas de crftica, orden y claridad; Cicerón^ considerado en su tiem-
po como una autoridad gramatical, y Julio César ^ que compuso el libro de
analogía^ dedicado á Cicerón é inventó el término ablativo. Bajo Pompeyo,
enseñó en Roma Dionysios de Tracia, autor de la primera gramática ele-
, mental y práctica escrita para los Rpmanos; Tyrannio sostuvo en ima obra
especial, l^afinidad del griego y del latin, señalada por otros gramáticos.
Apolonio £))rscolo, en el siglo segundo D. C. compuso varios tratados, de
las cuales conservamos la sintaxis, distinguiéndose igualmente su hijo Hero-
diano. En el siglo cuarto, Elio Donato escribió dos obras que constituye-
ron la gramática latina empleada en las Escuela de la Edad Media, y en
el sexto, brilló Prisciano, autor de 18 libros^e comentarios sobre la Gramá-
tica, obra la más'extensa en la materia que hayamos heredado de la anti-
güedad, demasiado empírica á Veces, si bien aprovechó en parte los traba-
jos griegos. A menudo compara el latín con el griego, sobre todo con el
dialecto eolio, y para que se comprenda el estado de la enseñanza clásica
actual, divorciada de los inmensos resultados de la Lingüistica comparada»
baste decir que la gramática latina que se enseña en nuestras escuelas, es
todavía en esencia, la gramática de Donato y de Prisciano, ¡unos 1,300
años solamente!
Las investigaciones lingüisticas durante la Edad Media, fueron casi nu-
las, pues solo hasta los últimos siglos de esta época produjo sus frutos la
idea cristiana en la ciencia del lenguaje. Los pocos que se esforzaban en
aprender idiomas extranjeros lo hacian por motivos religiosos, comerciales, 6
políticos, siendo la más notable la cultura árabe durante sus primeros siglos.
Los estudios sobre el Árabe, aunque no profundos, ni creadores, produjeron
hasta el siglo XV, más de 2,500 gramáticos y filólogos, aplicándose más tar-
de el propio método al hebreo desde el siglo 1 1 en adelante. Sin embargo*
podemos citar, éntrelos trabajos del siglo XIII, la Gramática latina (Doctrí-
nale puerorum, del P. Alejandro de Villa Dei, que enseñaba en París) en
versos leoninos; el gran léxico latino de Giovanni de Balbis, de Genova, y
en el siglo XIV el De vulgari cloqueniia del Dante.
El primer impulso dados á los estudios de lenguas orientaies en Europa,
data del concilio de Viena (1.311) en el cual ordenó eí papa Clemente
quinto, que en los lugares de residencia de la curia romana, en la Univer-
sidad de Boloña y algunas otras, profesaran dos catedráticos de hebreo, cal-
deo y árabe respectivamente, quienes se encargarían de hacer traducciones
latinas de obras escritas en dichas lenguas* Pero mayor imptdso dio el
REVISTA DE CUBA. 65
Renacimiento, bien que desde el primer instante se apartara de la via pura-
mente lingüística y entrara de lleno en el campo filológico, debido al exclu-
sivismo por las lenguas clásicas, griega y latina y por el hebreo, pues se re^
piit6 á las demás^ndignas de parangonarse con las dos primeras. La pri-
mera gramática liebraica compuesta por ucTautor cristiano es de im italiano,
X..auro Quirini en I462, anterior en casi medio siglo á la de Reuchlin
£i5o6J. También á un italiano, H Crestone, se debe d primer vocabulario
impreso [1480] y en Milán se publicó la primera gittmática griega
liso de los extranjeros, la de Constantino Lascaris [1476], establecién-
tambien en Italia las primeras tipografías áralDes y hebraicas.
£ntre losprinc^ales filólogos del siglo 16, ¿quién no conoce á los dos
.JSscaligerOy á Sanzio, á Roberto EstUnne^ autor del Jhesaurus lingfáoe latinoe
unpreso en Parfs en 1531 y de una gramática firancesa [iSS?]»''^ Reuchlin
Melanchton y á Enrique Estienne? En 1565 publicó 'ñderry su léxi-
francés-latino; en 1525 aparecieron las I^ose de Bembo, primeros cáno-
es gramaticales del italiano; comenzando poco después los trabajos sobre
lengua alemana, é inaugurándose de 1500 a 1600 el estudio de varios
xcLiomas de Eiuropa. As{, la primera gramática castellana, debida á Anto-
anio de Lebrija, es de 1492, y el primer diccionario de la lengua de 1490
X>or Alfonso de Falencia, sin olvidar el Diálogo de la Lengua de Juan de
"baldés, que es de 1556. [i]
L»a lucha producida por la Reforma luterana hizo necesario el estudio ex-
'^enso y profimdo del hebreo y de las lenguas parientes, lo que produjo el
descubrimiento de su unidad lingüística, añadiéndose á ellas, el persa co-
rnac lengua diplomática y literaria del Oriente y para facilitar las misiones
3)e ^tos trabajos salieron los primeros ensájffes de colección y de compara-
«ñon lingüística, los poliglotos ó ediciones de la Biblia en varias lenguas, que
dieron nacimiento á léxicos, disertaciones é importantes trabajos herme-
xiéuticos y comparativos de los que salió ima filología oriental. Esta agio-
xneracion de hechos glóticos hizo nacer el deseo de enlazarlos entre sí, y
j[>ara ello descubrir sus relaciones mutuas. Ya empezaba á reconocerse el
;]|parentesco de las dos lenguas clásicas, se admitia la del hebreo, caldeo y
.^urabe y demás de la rama llamada después semítica, por Eichhom, y se in-
ventó entonces la tarea, insoluble aún para la ciencia contemporánea, de
^enlazar el griego y el latin con el árabe y el hebreo, dando lugar á una serie
^cñe comparaciones, sin método é infructuosas, entre ambas ramas, pero que
^abrieron el camino á nuevas investigaciones, distinguiéndose en tan estéril
^5mpresa Guillermo Tostel, Bibliatider, Gessner, Escaligero y GuicJiad en el
•^iglo XVI, y Crucígero á principios del XVII. En la misma época, Bocón
lx)squejaba el primer ensayo de una filosofía del lenguaje, pero lo (][ue más
[1] Acerca de los trabajos de los siisioneros espaüoles sobre las lenguas americanas,
IMS extenderemos al lublar de la dasificaciou liognística*
9
66 REVISTA DE CUB\.
contribuyó á los progresos de la cieneia en el siglo posterior [XVII] fué la
Congregación de propanganda fide fundada por Gregorio XV, desarrollada
por Urbano 8? y seguida de fundaciones análogas en otras ciudades; aña-
yéndose la propaganda protestante hacia mediados del propio siglo, que
llegaron á ser centros de estudios de las lenguas habladas en las más aparta-
das regiones, y de las cuales formulaban los misioneros gramáticas y diccio-
narios, de mayor mérito práctico que científico, por la tendencia fatal de pre-
tender encerrarlos á todos en los tan elásticos moldes de las lenguas clási-
cas. En la misma época se añadieron á las causas anteriores, la extensión
cada vez mayor del comercio europeo, la ocupación de gran número de
países fuera de Europa, el incremento del imperio ruso y los viages de 'sa-
bios como el holandés Wiisen y el juicioso Reland^ ávidos de descubrimien-
tos linfíuístlcos.
En el propio siglo aparecieron los trabajos gramaticales y lexicográficos
de G. G. Voss [1635 y 1662] notable por su método; Du Cange, célebre
por sus investigaciones personales, sobre la baja latinidad y el grecismo in-
ferior; Ménage sobre los origenes del francés y del italiano, y últimamente
la Gramática general y razonada de Porí' Roy al ^Ví 1660, debida entre otros
sabios á Lanceloty Arnaud^ que ejerció gran influencia en la Glotología del
siglo XVIII. Pero á pesar de tanta actividad desplegada y tantos elementos
acumulados, la lingüística no siguió su verdadera vía, ni se constituyó como
tal ciencia, sino dos siglos después. ¿Porqué? Como otras tantas veces
en la marcha de las ciencias, se debió á un error de método y por consi-
guiente, á la manera de plantear el problema. La Lingüística de aquel
entonces, se proponia ante todo, como hoy aún algunos filólogos rezaga-
dos y la generalidad del públicp no iniciado en los verdaderos métodos y
últimos hechos recogidos por la ciencia, se proponia, decimos, investigar la
lengua primitiva de la humanidad, llevada de esa ilusión constante de los
espíritus superficiales, de sobreponer unidades ficticias á la rica complexi-
dad de los fenómenos.
La mayor parte de los comentadores pensaban que la confusión de las
lenguas no debia comprenderse como uua destrucción completa del lehgua-
je primitivo, sino tan solo que habia causado tales y tan numerosas altera-
ciones en la lengua primitiva, que dichas modificaciones hablan pasado á ser
las lenguas habladas por los hombres. Necesitábase, pues, ante todo de-
terminar cual era aquella primitiva lengua, cuyas modificaciones habian
engendrado las demás, y señalar después las relaciones de esta con aque-
llas. Con una ligereza y un empirismo de que presenta pocos ejemplos la
ciencia, y sin comprender que, aún dentro de su hip<5)tesis, dichas modifica-
ciones ó habian producido la desaparición de la primitiva lengua, en cuyo
caso era inútil su inquisición, ó la habian conservado, en cuyo caso dichas
modificaciones no habrian tonido efecto, se propusieron en los siglos XVII
y XVIII encontrarla, unos como Gorop en el holandés, otros como lY^l^ ^
REVISTA DE CUBA. 67
d chinOy ñtron^ en el celta; algunos decían que la lengua de Adán había sido
el abysinio, otros que el syriaco, decidiéndose la mayor parte por el hebreo^
gracias al estrecho horizonte lingüístico que abarcaba la ciencia de aquella
época, y cayendo así en la contradicción de negar las modificaciones á que
se referían desde el momento en que señalaban individualmente la lengua
modificada que pretendían representaba á la primitiva. De ahí para los
lingüistas ima posición análoga á la de los astrónomos anteriores á Copér-
nícOy ocupando aquí el hebreo en el curso del tiempo el papel céntrico que
la tierra en la esfera del espacio.
£1 primero en rebelarse contra ima pretensión contraria aún al mismo
pasaje bíblico, y que encerrando á la ciencia dentro de un círculo vicioso
la condenaba á la solución de un problema insoluble, dada la forma en que
Se planteara, fué Leíbniz en una carta á Tenzel en la que claramente mani-
festó que no creía en el hebreo como lengua de Adán y madre de todas las
demás.
Y proclamando por vez primera uno de los principios más elevados y
profundos de la metodología científica, cuyos resultados no habían de pal-
parse sino en la actualidad, declaró que ''el estudio de las lenguas no debe
"dirijirse por otros principios que los de las ciencias exactas" ]Max Miíller
lecdon 4* de la i* serie.] Para ello exhortó á viajeros, misioneros, prínci-
pes y emperadores, [entre ellos Pedro el Grande] para que^recogieran todos
los hechos relativos aún á las lenguas más incultas, componiendo él mismo
un cuadro de los términos más usuales, como los mejor apropiados para
traducirlos y compararlos en las distintas lenguas Proclamó igualmente la
importancia de los dialectos para penetrar más íntimamente en la estructu-
ra de su lengua nativa, la alemana; fecundo principio que generalizado á
las demás, ha resuelto tantas dudas y disipado tantas oscuridades, y que ba-
jo el nombre de ley de la renovación dialectal^ que le dá Max Miíller, consti-
tuye imo de los elementos esenciales de la vida de los idiomas. Reconoció
Leíbniz además gran número de analogías entre vocablos griegos, latinos,
alemanes y franceses, pero atribuyéndolas á un origen escita común, y fué
el primero en entrever la importancia histórica de la lingüistica, como
uno de los elementos indispensables para demostrar el origen y revelamos
el parentesco de los pueblos. Análoga verdad iluminaba el espíritu intuiti-
vo de Vico al declarar que "las lenguas vulgares deben ser los testigos más
"graves de las antiguas costumbres de los pueblos, que se celebraban en la
"época en que se formaban las lenguas*' [S<:ienza nuova Lib. XVII.]
Como para corresponder á los deseos de Leíbniz en su carta al Czar,
aparecieron 1 oco después y en el propio siglo XVIII, los trabajos de Stra-
ard FiMenberg [1780] sobre las numerosas lenguas del imperio ruso; los de
Eberhcher^ Guidenstaedt, Fallas y y los de Bacmeister [1773]; quien concibió
el comparar todas las lenguas conocidas, mediante locuciones traducidas á
cada ima de las mismas. Catalina de Rusia, añadiendo el ejemplo á sus pro-
. 68 REVISTA DE CUBA,
pias exhortaciones, permaneció meses enteros aislada, traduciendo á cuan-
tas lenguas le era posible, un centenar de palabras escogidas por ella, lo
^ue la hizo descubrir parentescos inesperados, comenzando además la for-
mación de tablas comparativas. Su posición de czarina y de un país en
que se encuentran aglomerados tantos idiomas y nacionalidades diversas,
facilitó su tarea extrordínariamente. Así encargó á sus embajadores mate-
ríales lingüísticos; pidió gramáticas y diccionarios á profesores alemanes;
Washington, ordenó, por complacerla la traducción á dialectos americanos
de las listas de palabras preparadas por ella; y cuando cuidados preferentes
le distrajeron de tan ardua tarea, encargó á Pallas, el naturalista, la contL
nuadon é impresión déla obra emprendida. En 1787 y 1789 respectiva-
mente, aparecieron el primero y segundo tomo de tan vasto trabajo en qne
se comparaban hasta 285 palabras de 200 lenguas y dialectos europeos y
asiáticos [149 de Asia, 51 de Europa], no habiéndose publicado nunca el
tercer tomo, dedicado á las lenguas de África y América, pero incluyéndose
algunas de las últimas en la segunda edición [1790-91 1 de los dos prime-
ros tomos [164 de Asia, 55 de Europa, 30 de Afriea, 23 de América ó sean
272 por junto.]
Casi en la misma época aparece un hombre de erudición extensa, y pro-
fundidad de pensamiento y á quien la variedad de lenguas de las tribus ame-
canas entre las cuales vivió como misionero, sorprendió en extremo, por lo
que se propuso dedicar al lenguaje ima buena parte del inmenso trabajo
que meditaba. Referímonos al jesuita español Lorenzo Hervás y Panduro
y á SMldeadíl Universo^ [1778-87. — Madrid 1800-5] cuyos tomos 17 á 2i
encierran sus trabajos lingüísticos, entre los que descuella el Cat¿Llogo de las
lenguas de las naciones conocidas. Reunió muestras de más de 300 lenguas
y compuso gramáticas de más de cuarenta con el objeto de investigar él
origen y parentesco de los pueblos, mediante sus idiomas. Sostuvo la plu-
ralidad primitiva de las lenguas, basándose en e! propio pasage biblíco en
que se apoyaban los inquisidores de la lengua primitiva; trató mejor que
ninguno de sus predecesores de los idiomas americanos, declarándose á fa-
vor del parentesco del chino y del indo chino. Reconoció el existente entre
muchas lenguas, debido en su concepto, á los que tomaban las unas de las
otras y patentizó el principio, tan desconocido en su tiempo, de que en las
comparaciones glóticas, la gramática tiene mayor importancia que el^icciana-
rio.
Después del Catálogo debemos mencionar un trabajo análogo, el MUhrí-
dates ex tensísima obra, de los alemanes Juan Cristóbal Adelung^ el sapientí-
simo Vatery el hijo de aquel, Federico, síntesis la más completa de la Lin-
güística antigua y en la que comienzan á clasificarse las lenguas genealogi-
mente, bien que con subordinación á la clasificación geográfica seguida has-
ta entonces.
Los cuatro tomos^ publicados en Berlín de iSotf á 1817, comprenden, el
REVISTA DE CUBA. 69
^^tüero, las lenguas de Asía y Oceania, el segundo, las europeas, el tercero,
^^íUpuesto por Vater, las africanas é indias de América, y el cuarto, de su-
Wementos, es obra de F. Adelung y de Vater. El Atla$ ethnográfico de
-^alky y último, de los trabajos déla clase, pertenece á este siglo y apareció
^ París en 1826.
En el mismo siglo XVIII entre los autores de gramáticas y diccionarios,
deben citarse, con respecto á las lenguas semíticas, Schultens, Schroeder,
Tychson, Michaelis, Eichhom y Reisk, y en el dominio de las clásicas, á
Torcellini, ai:tor del gran diccionario [Padua 177 1] y á la escuela holandesa
de los Hemsterhuis, Walckenaer, Lennep, Ruhnken y Scheid. Los tres
primeros, preocupados con las cuestiones etimológicas relativas al griego y
al latín, [el cual consideraban dialecto del primero] pretendieron de una
manera absurda, reducir los elementos de ambas lenguas á cinco verbos pri-
mitivos, de su invención.
No fué más feliz este siglo, partiaüarmente en su segunda mitad, en sus hi-
pótesis sobre el lenguaje, de lo que lo habia sido el anterior, siendo para
aquel el problema reljitivo al origen y desarrollo del lenguaje, lo que para
este la indagación de la lengua primitiva. Unos sostuvieron como De
Brosses [1765], Court de Gébelin [1775-81], Lord Monboddo [1774-1792]
el origen humano del lenguaje, producto de una actividad consciente, según
el último, y libre de toda arbitrariedad, según el primero, no reconociendo
sSsiO ima sola lengua primitiva, en tanto que Monboddo acepta la posibili-
dad de diversas invenciones del lenguaje. Otros, la mayor parte alema-
nes, hasta Herder [1772] admitieron con Rousseau el origen divino del
mismo. Dicho siglo fué aún más lejos, pues intentó construir una gramá-
tica general y filosófica^ tomando como modelos las lenguas nacionales y
las dos clásicas, esforzándose por concordar sus fenómenos particulares con
las leyes universales de la Lógica.
Merecen citarse por ello, Beauzeé y De Sacy en Francia, A. F. Bemhar-
di en Alemania, Harris y Home Tooke en Inglaterra, genio sorprendente el
último y preciu^or de la ciencia nueva.
A pesar de tantos progresos, la naturaleza del lenguaje continuaba sien-
do la Isis velada, la esfinje que aún no habia encontrado el Edipo que la
adivinara. Las lenguas clásicas y las semíticas, las más estendidas y es-
tudiadas, no eran por su naturaleza, ni por sus formas, capaces de descu-
brir el secreto de la lengua^ por estar demasiado alejadas aquellas de su es-
tado primitivo para poder trasparentar siquiera sus orígenes, y demasiado
habituado el oido á creerse juez único y sin apelación de las analogías físi-
cas, bajo la inñuencia de las últimas, para permitir que se llegara á un re
sultado positivo. Pero felizmente comenzó á revelarse por entonces un
idioma, que por la trasparencia de su organismo eminentemente regular,
descubria el secreto de las formaciones lingüísticas más complicadas, siste-
matizado ya por sus gramS&ticas de ima manera no muy lejana á la perfec-
•
70 REVISTA DE CUBA,
cion, y cuyas íntimas relaciones con grandísimo número de lenguas euro-
peas y asiáticas, casi saltaban á la vista. Era el sánscrito^ la lengua anti-
gua de la poesía lírico-religiosa, de la epopeya, del drama, de la ñlosoíía de
la India, y en la cual encontró el lingüista, según la feliz expresión de
Boltz, su microscopio y el aparato en el cual debia emplearse.
Filippo Sasseti, noble mercader florentino, fué quizás el primero, en una
carta á Pier-Vettori [17 de Enero de 1585] que habló de la lengua usada en-
tonces en la India, donde se encontraba, distinta de la de la religión y de
la literatura, notando de paso algunas semejanzas entre los nombres italia-
nos y los indios. A principios del siguiente siglo XVII otro italiano,
Roberto d^ Nobili de Montepulciano^ misionero jesuíta, penetró tan íntima-
mente en el conocimiento de la lengua y civilización indias, que pedia citar
obras que aún hoy, solo se conocen por el pequeño numero de estudiantes,
capaces de leer los manuscritos del país, y hasta pudo tomársele por un
brahmán que predicaba un cuarto Veda encontrado por él. En la segunda
mitad del mismo siglo [1664] el misionero alemán Enriqru Roth^ controver-
tia con los brahamanes en su propia lengua, y otros misioneros jesuítas,
Hanxhden^ que permaneció en la India de 1699 á 1732, escribió 'la prime-
ra gramática sánscrita compuesta por un europeo, á la que añadió un
diccionario malabar-sanscrito-portugués, á más de otros trabajos, que
permanecieron inéditos. En los primeros años del siglo 18, un firan-
cés, Mathurin VeyssUre, La Croze y los alemanes Schultze^ WdUer y Bayer^
los dos primeros misioneros, observaron analogias entre el sánscrito y otras
lenguas cuyo parentesco se ha comprobado más tarde. Un jesuíta francés
Pdhs [1740], enriqueció la Biblioteca Real de París con una gran colección
de manuscritos indios que han ejercitado más tarde la habilidad de los prin-
cipales iudianistas. llocos años después, [1767) encargado el Padre Coeur*
doux por Barthélemy, desde 1 763, de redactar una gramática y un diccionario
sánscritos, remitió á la Academia de Inscripciones una carta con una memo-
ria, intitulada ¿De donde viene que en la lengua samscrutana se encuentra un
gran número de palabras que le son comunes con el griego y sobre iodo con ellaünt
acompañado de cuatro cuadros de palabras y formas gramaticales. De-
dujo, como consecuencia de ello, el parentesco original de los Indios de
Asia, los Griegos y los Latinos, y rechazó la hipótesis vulgar que lo expli-
caba por relaciones mutuas y palabras toma<^as de sus respectivas len-
guas. Lcida en 1768, dicha carta no se publicó hasta 1808, veinte y dos
años después de haberse proclamado el gran descubrimiento por WiHiam
yones, como luego veremos. Como úli; u » /o aitsot de este, merece ci-
tarse JlalArd quien en 1776 y 1778, habló más explícitamente aún del pa-
rentesco de vocablos, entre el sánscrito, el persa, el griego y el latin^
SOMBRA_ApORADA.
(imitación.)
Así te dije un tiempo: "Si mueres la primera,
De nuevo toma ¡oh vír/en! á mi desierto hogar."
Más nunca imaginaste que yo arrancar pudiera
Tu cuerpo al polvo helado, tus ojos ay! besar.
Amado no te. hnMera. mi dulce prometida,
Si al bordo dJ. ^.^i^io tuviera fin mi amor.
De tu virgínea frente la dulce gracia es ida,
Mas siempre me sonríe tu rostro encantador.
En tu#rientes labios la vida se ha extinguido
Mas del Eterno un hálito te ha vuelto á reanimar,
Y eternamente joven serás, ángel perdido,
Como en los tiempos bellos en que supiste amar.
Oh! nunca me abandones! Aquí vejeto aislado.
Conságrame un recuerdo en la inmortal mansión.
Cuando de Otoño el viento suspire desolado.
Que yo en las tardes mire tu célica visión. ^
Si brilla entre las nubes la luna pudorosa,
Y si tus manos tocan las mias al pasar,
Despertaré de súbito por ver tu faz hermosa,
Y con tu dulce acento mi espíritu embriagar.
Recíbeme, ángel mió, en tus helados brazos.
Oh! vén sobre mi seno tu frente á reclinar:
Desata para siempre los terrenales lazos,
Y, libre, yo te fueda eternamente amar.
Pudiéramos entonces, dejando estos lugares,
En donde un solo instante me es dado sonreir,
Surcar las blancas nubes, salvar los anchos mares,
Y para siempre unidos, cantar, soñar , dormir.
A. S.
LA ULTIMA OBRA DE WAGNER.
I.
EL NITEVO TEATRO DE BICABDO WAGNER.
Las ñestas de Bajrreuth han tenido en Europa más eco de lo qne era de
esperar. Este éxito (pues todos convienen hoy en que el éxito consiste
en el exceso de ruido mezclado con una lluvia de elogios y una granizada
de críticas) ha sido bastante grande para impacientar de un modo notable
á los adversarios de la idea wagneriana, y desconcertar á tDdos los que ha-
bian decretado que no era posible que tal locura se lograra. Aunque el
teatro de Ricardo Wagner está situado junto á una ciudad pequeña y en
un país apartado, ha^ habido, con motivo de sus representaciones, más te-
legramas, artículos, cartas, corresponsales de viaje, apologías é injurias, que
á propósito de ningún otro estretio en una gran capital. Desde hace cuatro
años, que estaba el teatro en construcción, la empresa ha peligrado más
de una vez, y á menudo los burlones han esperado tener razón. Ahora que
han tenido lugar las representaciones y que todo el mundo conoce sus pe-
ripecias, ha llegado el momento de decir algunas palabras sobre la impor-
tancia y signiñcacion de este acontecimiento.
Lo que hay de más notable en el acontecimiento artístico á que han
asistido tantos visitantes de los más diversos países, es el nacimiento de un
teatro, veríñcado fuera de todas las condiciones habituales, por la sola vo-
luntad de un artista, y todo para representar una obra no menos extraor-
dinaria que la concepcion'^deltediñcio. ¿Por qué no ha hecho representar
Wagner su tetralogía en Munich 6 en Viena? ¿Por qaé ha escogido un rin-
cón perdido de Baviera para levantar allí un ediñcio de modelo entera-
mente nuevo y convocar á él, en pleno verano, á sus actores y al público?
REVISTA DE CUBA. 73
La respuesta á dicha pregunta está escrita en toda la carrera de Ricardo
Wagner; aún debe añadirse, que esta carrera nos aparecería como una se
ríe de tentativas, bastante inexplicables sin esta brillante conclusión. Lo
que podemos llamar la idea de Bayreuth, no ha nacido en un dia en el ce-
rebro del artista. Este reformador de la ópera, ha pasado él mismo por to-
das las faces de la ópera, ha estudiado todos sus recursos, sondeado todas
sus imperfecciones, pasadopor todas las miserias antes de elevarse á un ideal
superior. Digámoslo en una palabra; su repugnancia por el teatro contera -
poráneo, que habia comenzado por embriagarle en su juventud, es la que
ha dado á Ricardo Wagner la idea de un teatro nuevo, que sea, no ya un
objeto de lujo, una simple diversión, sino un hagar privilegiado, de alta y
amplia estructura, un asilo que se reserve para el arte ikiás elevado. En to-
das las tentativas de su vida aventu era, á que lo impulsó su infatigable
ambición, este sueño no cesó de flotar en su horizonte como una esperanza
quimérica, pero sin cesar renaciente. Por una felicidad única, ha llegado á
realizarlo después de treinta afios de lucha. Las circunstancias le han ayu-
dado de un modo singular; pero para tener el valor de llevar á buen térmi-
no semejante empresa, se necesitaba la convicción profunda de lo pernicio-
sas que son las condiciones en las cuales subsiste la ópera contemporánea;
dcL que ya no hay en esta, afte ni tradición, ni público serio, ni ideal, ni
verdad. Necesitábase también la convicción de poder mejorarlo, esa con-
ciencia del genio, que se atreve á todo por que ve lo que no es sino un va-
go presentimiento para los demás. Añádase á ello un conocimiento perfec-
to de los medios necesarios para alcanzar su ñn, y la resolución de em-
plearlos todos, cualesquiera que fuesen.
Wagner es el temperamento más ardiente é impetuoso que pueda imagi-
narse; pero es, al propio tiempo, un espíritu muy calculador, un genio emi-
nentemente consciente, una voluntad tenaz. Ha sabido siempre lo (yie po-
día y lo que queria, y armado con este poder y esta voluntad prodigiosos,
ha declarado la guerra al teatro contemporáneo. Con la fuerza que le da
su ideal, que es grande, y su genio, que 'dispone como dueño de todos los
recursos del teatro, lo ha arrostraio todo. Se ha mostrado violento, arreba-
tado, á veces injusto y vengativo, pero siempre consecuente consigo mis-
mo y fiel á su idea. Si ha vencido, no es gracias a su prudencia sino á su
audacia. De esta victoria ha salido una cosa enteramente nueva y de gran-
des alcances para el porvenir del arte dramático: quiero decir, la creación
de un teatro libre de todas las servidumbres vulgares, consagrado única-
mente aun fin ideal. Concebimos que los alemanes, después de haberle
suscitado mil obstáculos, saluden en Wagner al hombre que ha resucitado
su antigua mitología, sus tradiciones nacionales, y creado un arte esencial-
mente germánico. Conocemos las ampulosas declamaciones á que se ha
entregado con este motivo el fanatismo alemán; consignamos también que
el autor del Anillo del Nibelung da menos importancia que antes á la parte
74 REVISTA DE CUBA,
universal del arte, para apoyarse con exageración en su parte exclusiva-
mente nacional. Comprendemos, pues, perfectamente, que él público fran-
cés no haya visto en esta empresa sino un motivo de asombro ó de des-
confianza. ¿Pero debe todo ello hacernos cerrar los ojos sobre la parte
universal y humana de la cueí^tior? Lejos de ello, no será«upérfluo juzgar-
le con toda libertad, bajo el punto de vista del arte, y parécenos un deber
deducir de ella enseñanzas saludables para nosotros mismos.
En 1872, á la edad de 59 años, colocó R cardo Wagner la primera pie-
dra de su teatro, é hizo ejecutar, con este motivo, la novena sinfonía de
Beethoven, como para colocar su obra bajo la invocación de su - maestro
favorito. El rey de Bfiviera y un gran número de amigos, le habian propor-
cionado las garantías indispensables; y cedídole un terreno apropiado el
Consejo municipal de la ciudad. Lo que le habia atraido á Bayreuth era
cabalmente el aislamiento y la tranquilidad de la población, pareciéndole
una ventaja el estar lejos de todos los teatros existentes y de su influencia.
No era este lugar apropiado para fundar uñ teatro regular, pero podia lle-
gar á ser un centro de fiestas periódicas de carácter más solemne é impo-
nente que el de una velada teatral ordinaria.
No podría narrar todas las peripecias finycieras que acompañaron y
estorbaron más de una vez la construcción, porque las ignoro en absoluto.
Fácil es imaginarse, además, los cuidados, los esfuerzos, los trabajos que de-
bia necesitar esta empresa. La reunión de una orquesta de ciento treinta
ejecutantes y de una treintena de cantores de primera clase, no era una
de las menores diñcultades. La solución del enigma no se encuentra sola-
mente en la perseverancia tenaz del artista, sino también en su tempera-
mento: Wagner tiene el genio innato de la escena. Hijo de actor, el mismo
lo es hasta la punta de las uñas; en cuanto se anima, el talento expresivo y
mímico habla en todo su ser; constituye el fondo y la raiz de su naturaleza.
Une á ello prodigiosas facultades poéticas, musicales y aun metafísicas;
pero el demonio del drama reside, en el fondo, se manifiesta á cada instan-
te, sojuzga las demás potencias. De ahí su acción inmediata y soberana so-
bre aquellos que son en cierto sentido sus semejantes; nadie tan apto como
él para dirigir á los actores mdividualmente y en compañía; los seduce, los
fascina y los domina, gracias á esa profunda afinidad de naturaleza de que
acabo de hablar: lo sufren como el dueño de su arte. Lo propio sucede á
los músicos, á quienes electriza á su gusto. Hé ahí la fuerza que hace de
Wagner el primero de los empresarios^ y que explica cómo ha podido re-
unir el personal de los Nibilungeriy y conseguir de ellos, en tres mes», un
conjunto tan homogéneo. Durapte las pocas semanas que he pasado en
Bayreuth, he podido comprobar los asombrosos progresos de los actores
bajo la dirección del infatigable maestro. Casi siempre se le veia en la esce-
na durante los ensayos, sin perder un gesto, una sílaba, ocupado de todo,
ff^arcando la medida, encaramándose en las rocas, saltando por sobrp las
REVISTA DE CUBA. 75
decoradonesy agrupando, animaDdo, dirigiendo á los actores. Cuando se
lecrda todavía' en la escena, se le oia desde el fondo de la sala apostrofar
al maquinista y criticar un efecto de luz. Segundos después se le veía salir
de entre bastidores para arreglar el casco de Bninehilda ó acelerar las evo-
luciones de las walkires. Estaba en todas partes, y todos sentían su pre-
sencia; parecia, en una palabra, el demonio encarnado del teatro.
La situación de Bayreuth se prestaba, por lo demás, perfectamente, á los
deágnios particulares del artista, como al carácter de su obra. Sí bien la
dudad tiene pocos recursos materiales, su carácter semi -rústico semi-seño-
lial, guarda bastante armonía con una ñesta como la que soñaba Wagner.
La pequeña ciudad de Bayreuth, de 20.000 almas á lo iumo, no es conoci-
da en la historia sino por haber sido residencia de lujosos margraves, y da-
do nacimiento á Juan Pablo Richter. Está apaciblemente tendida en me-
dio de los campos y de los prados, casi en el centro de la alta meseta de
Franconia, que limitan en el horizonte las negras ondulaciones del Fichtel-
gebirge. Su vieja iglesia, de doble campanario, es lo único que recuerda la
^d media; el castillo, de estilo rancio, con su ennegrecida fachada, y su
seca fuente, reñere bastante melancólicamente los pasados esplendores del
o^graviato. Al recorrer las principales calles de Bayreuth, creeríase uno
^ el siglo pasado; aquí una mezquina casa con pequeñas ventanas adorna-
das de macetas, denotaba la vida recogida de la clase media; al lado, el
^tóstico palacio de un señor del tiempo de los margraves, muestra supor-
^da. saliente flanqueada por columnas remat&ndo pomposamente en un
''^enso blasón anticuado. Al salir de ias calles principales, toman las ca-
^ Un aspecto muy rústico; se cree uno en la aldea; el camino se va limi-
^do poco á poco por cercas y nos encontramos en pleno campo. El nue-
^ teatro está edificado á veinte minutos de la ciudad sobre una colina de
s^ve pendiente, en la cual se eleva libremenre el edificio dominando toda
^ ^egion; setos y colinas de árboles, le forman á distancia un gracioso cer-
cado.
La idea fundamental del edificio remonta á años atrás. F^il es conve-
^ en que la estructura interior del teatro moderno no tiene nada rigurosa-
mente estético: con su forma de cuba profunda, sus filas de palcos super .
Prestos, puede tener la brillante elegancia de un salón ó de una sala de
l>^e, pero carece de la condición esencial de lo bello en arquitectura, que
€S revelar á la primera ojeada el objeto del edificio. Ofrece otro inconve-
^taate, cual es que se ve muy mal desde muchos puntos, impidiendo la ilu-
sión escénica la presencia de la orquesta. Ricardo Wagner ha tenido la
idea de restablecer la simplicidad y nobleza del teatro antiguo, pero confor-
ii^ándose con las exigencias del arte moderno. Hace unos veinte años
que suplicó á Mr. Semper, arquitecto del antiguo teatro de Dresde, que le
^^osquejara el plano de un escenario sin palcos laterales, con orquesta invi-
nble Y gracias en forma de anfiteatro. Mr. Semper hizo, con arreglo á es-
76 REVISTA DE CUBA,
tas ideas, un plano muy detallado que aún existe; y con arreglo á los mis-
mos principios, pero con ciertas modificaciones, ha levantado Ricardo
Wagner el plano del teatro de Bayrenth ayudado por Mr. Otto Bruckwald.
El exterior no ofrece nada notable á primera vista; la fachada principal
presenta un ligero arco de círculo flanqueado por dos pabellones; es el an •
fiteatro. Detrás se eleva una inmensa torre cuadrada, que es la caja de!
escenario. En el primitivo plano de Semper la fachada estaba adornada
con dos columnatas superpuestas que le daban armonía y esbeltez; pero la
insuficiencia de los recursos no ha permitido atender sino á lo preciso. Bl
edificio, construido de ladrillos rojos, desprovisto de ornamentación, mues-
tra por do quier su osamenta; su maciza desnudez, no reviste cierta gran-
deza sino al pensar en su razón de ser, en la lógica rigurosa que ha presi-
dido á su construcción.
Pero lo exterior no es lo .principal en un teatro; el interior que es lo que
debemos considerar aquí es imponente. Al^ntrar en aquella sala por una
de las ancháis escaleras que de las puertas laterales llevan al anfiteatro,
sorprende desde el primer instante la gran simplicidad del conjunto. La
sala es oblonga y tiene la forma de un sector que comprenda cerca de una
sétima de círculo, cortado á la mitad de su altura por an arco concéntrico y
una línea recta. Entre este arco y esta líaea se encuentra la orquesta^ en
una hondonada de varios metros prolongada hasta bajo la escena. Las
gradas circulares se elevan en suave pendiente y van ensanchándose hasta
la fila única de palcos que cierra la sala por arriba. Nada de adornos inú-
tiles, nada de dorados, nada de araña en el medio; el cielo raso figura una
cubierta de tienda, un ancho velunt á la manera antigua. Pero lo que so-
bre todo sostiene la impresión de nobleza, de dulce severidad y de majes-
tad serena que produce este interior, son las columnas corintias que se ele-
van de distancia en distancia á los dos lados de la sala. Están colocadas
en los extremos de paredes laterales paralelas á la escena, superadas con
cornizas salientes, formando así para el cuadro escénico como una serie de
marcos sucesivos. Pilastras y columnas dominan valientemente toda la
sala; la revisten, por decirlo así, de una serie de pórticos, que le dan el as-
pecto del interior de un templo cuyo santuario velado fuera la escena. No
embarazan las miradas palcos ó galerías que se desploman, esos hormi-
gueros humanos que desde lo alto turban, amenazan, ahogan al especta-
dor; se cierne natural y libremente por sobre la multitud. El espíritu se
siente trasportado poco á poco á una región ideal, en tanto que sigue la lí-
nea ascendente de los fustes elegantes y se detiene en los florones de los
chapiteles y en los fuertes arquitraves, desde las cuales vierten los cande-
líibros una luz discreta. De repente, anuncia el comienzo una tocata
heroica que reproduce uno de los motivos de la pieza; al instante, disminu-
yen las luces y nos encontramos sumergidos súbitamente en una oscuridad
casi total. De las profundidades invisibles de la orquesta se escapan las
REVISTA DE CUBA. t 77
misteriosas armonías de un preludio característico, que preparan al oyente
para las escenas fantásticas ó apasionadas que la inágia del arte va á evo-
car ante él. Cuando al ñn, separándose el telón por el medio, descubre á
naestros ojos las verdosas ondas en que nadan las hijas del Rin, ó bien la
roca salvage á donde acuden las Walkiras, en alas de la tempestad, parece
Que se abre una visión deseada y ya presentida. — Compárese, esta impre-
aion con la que experimentamos en una sala de ópera cualquiera, y senti-
réis el abismo que les separa.
Como el teatro de Ricardo Wagner hailegado á ser objeto de una curio-
sidad europea, los periódicos han descrito extensamente la sala y la escena,
pero lo que importa comprender es la intención del artista novador, y el
efecto de conjunto que ha producido, por lo cual limito á esto mi descrip-
ción. Me abstengo de conducir al lector á la choza de Wotan y de Bru-
nehilda, pasearlo por el subsuelo y e! telar de la escena; mostrarle el dra-
gón monstruo que mata Siegfriedo y que, entVe paréntesis, hubiera deseado
menos burlesco y más aterrador; examinar con él la máquina de vapor, cu-
yas nubes, alumbradas por una luz carmesí, producen efectos maravillosos
en la evocación del fuego, pero que me han parecido demasiado ruidosas
en el Oro del Rin, No descubriré la sabia disposición del alumbrado eléc-
trico ó de los demás, por cuyo medio el maqumista Brandt\iz. imitado feliz-
mente las degradaciones insensibles de la luz en un hermoso cielo de vera-
no, deijde los primeros albores del poniente hasta los moribundos tintes del
crepúsculo, como al final de la Walkira^ ó los efectos de sol en el bosque,
desde el alba naciente hasta el centelleo del medio dia, cual en el segundo
acto de Sigfrido, Callo las sabias disposiciones de velos movibles y tras-
parentes que imitan ya el fondo glauco del agua, ya las brumas nocturnas
que se arrastraa por el borde del Rin, y que concluyen por borrar el pai-
sage bajo sus espesas capas. Estas innovaciones felices las más, coutribuyen
i mantener al espectador en un estado de ilusión continua y á aumentar
las impresiones poéticas que acompañan á la marcha del drama; bien que
no adquieraq todo su valor sino por su exacta concordancia con la música.
Concluyamos en dos palabras acerca de la idea del nuevo teatro. Ri-
cardo Wagner ha tentado devolver á la estructura interior la dignidad y
severidad del teatro antiguo; pero no podría decirse que lo ha imitado.
Ha partido de un principio diferente, conformándose con las tan distin-
tas condiciones, y las exigencias mucho más complicadas de la escena mo-
derna. En las líneas esenciales, el plano resulta tan lógicamente de las
exigencias del drama musical, ó si se quiere, de la ópera seriamente enten-
dida, como el plano del teatro griego ha salido de las necesidades de la
tragedia. La escena antigua no tenia sino superficie y carecía de profun-
didad; era, en cierto sentido, un bajo relieve animado, de tres figuras á lo
sumo, y que no era en sus principios sino un complemento de las grandes
evoluciones^corales. La orquesta viene á ser, á decir verdad, el centro de
78 # REVISTA DE CUBA,
la atenctOD en el teatro de los antiguos; ocupa en él el mayor lugar; la es-
cena misma no es sino un suplemento suyo, y he ahí la forma de hemioy-
do del anfiteatro. — Entre nosotros, por el contrarío, la escena es lo princi-
pal; y no ofrece el aspecto de un simple bajo relieve, sino de un cuadro de
tres ó cuatro planos, de un diorama que produzca la ilusión de un paisa ge
real. En cuanto á la orque ta, ya no es sino el receptáculo de la música
inscrumental: la acción, el interés, la vida residen en la escena. Las inge-
niosas innovaciones de Wagner no son sino las deducciones rígorosas de
este príncipio: de ahí, que la orquesta esté invisible, la sala alargada, las
paredes decorativas, formando marco, todo lo cual diríje la mirada concren-
trando la atención en el cuadlb escéaico. Para deñnir, en una palabra, en
que diñere de los demás el teatr » de Ricardo Wagner, diré que en aque-
llos la sala está consimidj. ante tovl3. por sí mismi, y que en este es con-
secuencia lógica de la escena y no tiene otro objetiTO. Una sala de ópe-
ra pretende deslumbrar. que la contemplen á sus anchas y contener el ma-
yor número posible de espectadores: esta no preteade sino hacer ver y oir
bien lo que pasa en la escena; quiere transportar al espectador á un mundo
ideal arrancándolo de tocias las imDresíoaes de Ii realidad. Y debemos
confesar que lo hi conseguido: y no es p>s.ble dejar de creer que este ejem-
plo ejercerá i la larga alguna ind cencía ea el desarrollo del teatro moder-
no. Ciertamente será más nioles:o i^ue úrl*. si ha de buícarsc en la institu-
ción del tean-o solo una diversión mis 5 meaos ele\"a ia: pero se aprovecha-
rá con grandes vectajas cuando q-iera dár^> :i3 carácter verdaderamente
estético, un ¿a pararaecie ideal.
Se mod.ñcarán mucho** vieía le?, se a:enuiráa ciertas exageraciones, se
bascará la confonnidad con las ne-ces:iade> de los me*JLas y públicos di-
vcrsots; rero una vej de reccnocilo I? ::ue hav de verdadero en la idea no
será posible dejar de ajrücar un rrLnc:;?:^ lan fecundo.
II.
*x?3i2sxyrAj:.x TE -II ANV.io 1*11. xirnrxr-*
Peco hjLVlire dtí rcenjL de JT," ^tjlV.* S.S .\~,V.iT^^ aonqae
cesii ñn d*ia un rroeun-d.^ esrii c. •,í >e oocj^ier^n 1j^ fuesies oitokSgi-
cas dccoí 2JL enoccmdo '•Vjí^t^íí: rj.:: :í ..: :n-?.ric¿cc:, j ya el panto de
«ti v,inn:..ía:e hunMT:> v TOínoo. ílv::; ^ji rriaen víj^ ^^le ¡os
LnS.-os nan <: io rrAii.-^ a li e:?oír.j:. '.i rcirsera c-e sü 'iira iranuLtxci-
üSd en s;í ccc.Mn:^' la anzg-^ .^-u ¿e¿ ^»ocv> de X¿S¿.:=;«: La ponan tam*
REVISTA DE CUBA. % 79
bien que los tipos de Sígfrido y de Brunehilda, resucitados en la escena,
vuelven á la vida para el espíritu moderno, pero conservando todo el en-
canto sobrenatural de la poe íi mítira. Después de los dramas interesantes
de !a tetralogía de Wagiiei, ¡ax Wdlklra^ Sigfridoy la GotterdámmrungX.O"
dos los anteriores, en que se ha procurado renovar esos antiguos argumen-
tos, no pueden menos de parecer tentativas frustradas. A esos dos promi-
nentes personajes de la tradición germánica, Siegfrido, el héroe joven y vic-
torioso, y Brunehilda la virgen guerrera, hija de los dioses, convertida lue-
go en mujer amante y prudente, Wagner ha sabido animarlos con tanta luz
y tanta vida, que después de él, nadie osará volver á tocarlos. A reserva de
explicar otro dia más extensamente los pasagft oscuros que ofrece esta gran
creación, voy á resumir brevemente mis impresiones acerca del carácter de
la tetralogia.
Lcfs que no hayan penetrado el sentido íntimo y poético de la obra, en-
contrarán en ella pasages largos y desiguales; aun más, por la tendencia
metañsíca del conjunto^ por las frases oscuras que en ella se hallan, siem-
pre será difícilmente comprendida por los extranjeros; pero nunca podrá
negarse la amplitud de su concepción, la prodigiosa fuerza desplegada
en todos sus detalles, la originalidad del colorido y el soplo potente que ani-
ma todas sus partes.
La que en primer lugar hiere el oido del músico, es la riqueza de la or-
questa. Es verdad que Beethoven ha llevado la música instrumental á su
más alto punto de desarrollo; su sinfonía es la obra maestra, incomparable
y suprema en este género. Pero esta potencia de expresión de la orquesta,
que Beethoven aplica solo á los sentimientos más generales, á los pensa-
samientos tan grandes como el universo, Wagner la consagra á los porme-
nores de la acción teatral, y á toda la íntima fisiología del drama. De aquí
un género de elocuencia enteramente nuevo, ya sea que nos pinte un fenó-
meno de la naturaleza en concierto con alguna pasión humana, ó el movi-
miento de todo un grupo de personajes con sus combinados sentimientos,
siempre interpreta á su manera lo que pasa en la escena.
La música, siguiendo así á la palabra, la sobrepuja con ventaja por su
misma concisión y por la simultaneidad de sus efectos. La orquesta de Wag-
ner expresa de una vez^ con pocas notas lo que la palabra tendría que ir
enumerando penosa y sucesivamente. Eu su trama sinfónica cuatro ó cinco
melodías se entrelazan á veces sin confundirse. Con rápidas alternativas ó
figuras simultáneas, consigue expresar los pensamientos contrapuestos de
dos ó tres personajes, ó confundirlos luego todos en un ritmo dominante.
En la melodía vocal, la misma flexibilidad; pues se doblega á todos los gé-
neros de declamación, de diálogo ó de carácter Sea que se fraccione ó se
desenvuelva, que se condense ó que se dilate, allí aparece siempre vibran-
te, múltiple, infinitamente fluida como el alma humana, y siempre presente
como el genio de su destino.
8o REVISTA DE CUBA.
No es necesario decir que una trama tan intrincada supone una percep-
ción musical tan rápida como sutil. Para comprender muchos pormenores,
se necesita oir muchas veces; pero á veces el efecto es instantánA. Una
mujer de mucho gusto músico me dijo con sorpresa después del primer ac-
to del §igfrido: **Pero eso.es la misma vida!" Esta será siempre la impre-
sión de todos aquellos que teniendo á la vez gusto poético y gusto musical,
y acostumbrados al estilo más ó menos convencional de la ópera, se sien-
ten de súbito libres de la sugecion que aquella nos impone, y trasportados
á una atmósfera de completa libertad y naturalidad verdadera.
Para comprobar estas observaciones generales seria necesario seguir y es-
cudriñar en todos sus detall a^algunas de las grandes escenas de la tetralo-
gia. Seria necesario, por ejemplo, reproducir ante los ojos del lector el pri-
mer acto de La Walkira^ maravilla de estructura dramática y trama melo-
diosa, que representa el rapto de Siglinda por Sigeimundo. Seria necesario
pintar la rústica morada de un primitivo germano, la choza de madera con
el fuego lúgubre ardiendo en el hogar y el gigante fresno consagrado que la
sustenta; pintar al guerrero fugitivo que rendido de'cansancio entra en casa
de su enemigo, para caer muriendo de sed delante del fuego, y aquella mu-
jer inquieta y triste, que lo encuentra y le da de beber. Seria necesario re-
presentar aquella nocturna escena, tan angustiosa, entre Hunding, su mu-
jer y el extranjero. Seria necesario expresar, como lo hace la música, aque *
repentino amor que comienza en una larga mirada para estallar pronto en
una llamarada ardiente, y concluir en apasionado arrebato. Seria necesa-
rio repetir la escala ascendente de sentimientos que recorre el espectador,
desde la negra desesperación, hasta el delirio del triunfo, desde la primer
mirada de tristeza muda y deseo compr mido, hasta el abrazo final, y el
grito de Sigemundo cuando arranca la espada vengadora del tronco de! ár-
bol que la guardaba.
El tercer acto de La Waikira ofreceria distinto interés. Comienza brus-
camente con ritmos de extraña rudeza. Entre el mugido de la tormenta
se oye el rumor de una cabalgata desenfrenada y sonatas guerreras. El te-
lón se levanta sobre un cuadro de belleza fantástica. Representa la escena
la cumbre de una montaña. Algunas walkiras se agrupan en los agudos
peñascos, pendientes sobre el abismo, y con gritos alegres llaman á sus her-
manas, que-ip- ven á la luz de los relámpagos, cabalgando en las negras nu-
bes sobre unr cíelo tempestuoso. Los gozosos acentos de esas nueve vírge-
nes guerreras, que blanden sus lanzas y se saludan chocando los escudos,
sus ademanes y sus grupos, sus risas que se derraman por los aires en ale-
gres estallidos, sus gritos de triunfo que parecen desafiar los estampidos
del rayo, todo esto forma un conjunto magnífico y grandioso,que puede
decirse que no se asemeja á nada. Habiendo tempestad, ya está Wagner en
su elemento. Esa música respira hierro, go^o, huracán; á un mismo tiempo
hace sentir la carrera del caballo, el vuelo, el combate.
REVISTA DE CUBA. 8 1
Pero la cabalgata de las walkiras no es más que la preparación para otra
escena más íntima y conmovedora, donde el carácter de Brunehilda se os-
tenta en toda su nobleza y elevación. La hija mayor, la preferida de Wol-
tao, llega después que todas sus hermanas, y trae consigo una fugitiva; esta
es Siglinda que luego será madre de Sigfrido. Su raptor Sigemundo ha
caido peleando con Hunding. En la mitología de los germanos las walJa-
tas son gém'os protectores de los guerreros; ellas dan la victoria ó deparan
la muerte en los campos de batalla. Wotan habia mandado á Brunehilda
que hiciera caer á Sigemundo, y eso contra su voluntad secreta, por con.
formarse con la ley divina, protectora del matrimonio, y con el juramento
que habia prestado á su esposa Frika. Pero 4írunehilda, compadecida de
los amantes fugitivos y desgraciados, ha intentado salvar á Sigemundo, y de
aquí la cólera tremenda del dios. La escena que sigue entre el padre y su
hija, es de las que ofrecen más amplitud en la melodía y más elevación en
él sentimiento. Al anunciársele el terrible castigo que la destierra de la co-
horte celestial, la despoja de su naturaleza divina, para ser presa del primer
advenedizo, Brunehilda, transida de dolor, cae al suelo dando un grito des-
garrador, y solo se levanta poco á poco para disculparse, con una melodía
tierna y suplicante que da á su voz un encanto profundo.
Aunque hija sumisa, Brunehilda tiene conciencia del noble sentimiento
que fué causa de su desobediencia. Conocía el cariño de su padre para con
el mismo hombre que quería sacríñcar á la ley, y cuando con dulce firme-
za le dice:
''He amado á quien tú también has amado, y por eso te he desobede-
ddOy" la voz de la hermosa doncella resuena como la sublime protesta del
amor contra el destino. Suplica humildemente y se arrodilla; Wotan, casi
vencido, se muestra implacable en apariencia. Entonces Brunehilda se le-
vanta rápidamentd; la fogosa sangre de la Walkira se reanima en sus venas,
y grita con salvaje entusiasmo, encendidos los ojos con la llama del he-
xoismor: ^'Si debo separarme de tí, si un profundo sueño ha de aletargarme,
fOdea mi cuerpo de un fuego de vorador, que solo ose atravesar un héroe sin
miedo.'' En este grito reconoce Wotan á su hija intrépida; conmovido,
vencido, le abre sus brazos. Durante este mudo abrazo, la orquesta repite
la dulce melodia de la súplica, con una expresión triunfal de felicidad y de
gratitud, como celebrando la victoria de la mujer amante wffft el hombre
inflexible, de la simpatía sobre la fuerza, del amor sobre la Iqri . ]S1 fioftl que
sigue es admirable. La dolorosa despedida de Wotan, el beso del dios al
sumir á su hija en el sueño mágico, la evocación del fuego, toda esta esce-
na sublime parece arrastrada, envuelta por lá onda melodiosa de una in -
mensa sinfonía en que un profundo dolor se confunde admirablemente
con una dicha inefable, hasta desvanecerse pianissimo en un mar de llamas
ligeras y sutiles, entre las cuales Brunehilda, muellemente aletargada y cu-
bierta con sus armas, vaá dormir su sueño encantado.
II
82 REVISTA DE CUBA.
En Sigfrido el estilo de la melodía se trasforma para adaptarse al carác-
ter del nuevo héroe, que es la personiñcacion de la franqueza juvenili la vi-
vacidad y la rudeza. A los temas pausados y patéticos de la WaUára^ su-
ceden motivos rápidos y alegres. Todo lo que habla Sufrido se distingue
por la espontaneidad, la elasticidad de la melodía, que se precipita en sal*
tos atrevidos, hirviente, impetuosa como un torrente: es el genio mismo
del héroe impávido. Sigfrido forjando él mismo su espada delante de Mi-
mOy el enano cobarde, ruin y falso que lo ha criado y de quien se va á li-
bertar; Sigfrido hablando con el ave del bosque, y encontrando en sus de-
liciosos gorgeos la revelación de un amor que ignora pero presiente; estos
cuadros son obras maestras da composición musical. Es la poesía primiti-
va, puesta en la escena con arte consumado. Brunehilda despertada por
Sigfrido en el peñasco de las walkaras, en el acto tercero; y la despedida
de los mismos al principio de la pieza siguiente, son inspiraciones délas
mejores de la tetralogía. Nunca se hablan visto tanta majestad legendaria,
tanta grandeza heroica, manifestarse con tal intensidad de vida y energía
de pasión. Por medio de los esplendores de la música^ los hijos de Wotan
parecen en sus amores radiar con la luz del sol, respirando el éter puro de
los dioses, que es su atmósfera natural.
La última parte de la tragedia, llamada IHfin de los dioses, y que tam-
bién pudiera titularse La muerte de Sigfrido^ se compuso quince años des-
pués de las anteriores. Lejos de haberse debilitado el genio de Wagner, se
presenta aquí en la plenitud de su fuerza plástica y su poder de concentra-
ción; parece como que ha querido recoger toda su energía para producir el
choque de las dos grandes corrientes de emoción que había ido acumulan-
do por separado en la Walkira y en Sigfrido, y por consiguiente es de una
violencia extrema el conflicto trágico que sobreviene entre los dos prime-
ros personajes. La consternación de Brunehilda, olvidada y engañada por
Sigfrido, 6U cólera tenible, su venganza rápida como el rayo, seguida de una
apacible calma, y coronada por su muerte voluntaria, toda esta acción an -
helante y rápida, se precipita hasta la catástrofe én una serie de situaciones
vehementes y puramente dramáticas, en que desplega Wagner todos lo^
artificios de escena y decoración, todos los recursos vocales é instrumenta-
les del arte. Más de un cargo pudiera hacerse al autor, ya respecto á la psi-
cología át\ filtro del olvido, ya respecto al carácter de Wotan, ó á la osonri-
da \ «!el pínsaraiento filosófico que se desenvuelve en la tetralogía; pero de
ello me abstengo, porque no he querido hacer un análisis detallado del
poema, sino solo dar una idea de su carácter dominante, y de su acento
original.
Las representaciones de Bayrenth han sido para todos los espectadores
imparciales y perspicaces, un gran acontecimiento artístico. ¿Cuál será la
influencia que egerzan? Cuestión es esta bastante dudosa, bastante compli-
cada, y que no osaremos dejar resuelta^ solo si diremos que siendo la obrs
REVISTA DB CUBA. 83
esencialmente alemana, en su carácter y en su ejecución, su influencia directa
liabrá ¿e limitarse á Alemania. Pero ¿se dirá por eso que no sacaremos
ningún provecho de un ejemplo tan grande y tan atrevido? Seamos since-
c no se trata ahora solamente de un nuevo sistema de armonía ó de de-
imacion) sino de la dignidad y de la nobleza del teatro en nuestra actual ci-
"vilizacion. Lejos de nosotros la idea de que la imitación servil de las «bras
y del estilo de un innovador atrevido, pueda ser el remedio del marasmo
<]iie nos consimie. Para jenovar nuestra escena lírica, lo que nos falta es el
soplo inspirador del drama, y el valor indomable de la verdad. £1 papel
de Franda, en lo pasado, ha sido importante, casi el primero, en la música
dramática. Ella ha creado la ópera cómica, y dado un asilo á Gluck, y es-
Vndido su escuela. Ahora lo que le falta es sacar de su propio fondo un dra-
ma musical, diferente del de Waguer, acaso menos profundo, inénos rebus-
cado, pero más sencillo, más claro, y por lo mismo más universal. Sabemo-
que no puede nacer en un dia„ y que solo el genio puede engendrarlo, pe-
ro lo que importa es conocer los medios mejores para preparar su venida.
Para ello la reforma de Wager podría damos alguna luz, y estímulo el ejem-
plo de Bayreuth.
fichando á un lado utopias quimérícas, fijémonos en lo posible y lo nece-
sario. En una capital como París, que encierra todos los contrastes, lo que
más importa es separar, en matería artística, lo bueno de lo malo, lo
vercadero de lo falso, lo sérío de lo irívolo. Es necesario levantar un gran
teatro líríco, distinto del de la Gran Opera, y que en el orden dramático
Consiga lo que han logrado ya los Coruürtos Populares en el de la msica
sinfónica, es decir, educar el gusto público, en vez de hacerse esclavo de la
ratina. Dando solo dos ó tres funciones por semana, y escogiendo para fon-
do de su repertorío las obras maestias de Gluck, de Spontint y Mehul, se"
na este teatro el más apropiado para ejecutar algunos de los ensayos dra-
máticos de Berlioz, como Los Troyanos^ y de vez en cuando* alguna gran
obra á la vez sinfónica y vocal, como Ronuoy yulUta^ 6 la Novena siwfor
nia de Beethoven, dando también buena acogida á las contemporáneas que
representan el verdadero drama musical.
£1 objeto de semejente teatro seria el de crear un centro distinto del de
la Gran Opera, que de dia en día va perdiendo su interés para los espíri-
tus jsérios y los talentos distinguidos. Para cultivar el gran estilo y conser-
las buenas tradiciones, no basta representar de vez en cuando algunas
obras maestras; necesarío es también que estas últimas no se den la mano
con las insulceses del baile escénico, con las vulgares exhibiciones de un
arte que ha bajado hasta convertirse en simple especulación mercantil; es
necesario que el público, hastiado de falsedades, sepa donde encontrar la
verdad; y es necesario en te, que el arte verdadero tenga su asilo inviola-
ble. Semejante teatro no serviría solo para gloríficar á los genios de otros
tiempos, sino también para estimular á los de nuestros días. ¿Qué no ha-
84 REVISTA DE CUBA.
bría realizado nuestro gran Berlioz con una institución como esaf Tal vez
habría creado el nuevo drama musical francés. En vez de eso ¡cuántos sin-
sabores, miserias, tentativas y compromisos en la carrera de ese noble artis*
ta tan mal apreciado en vida, y tan perseguido por una crítica ímbedly
eniponzoñada!
Para llevar á cabo este plan, solo se necesita un director con intdigeilda
bastante para concebirlo y organizado, y un gobierno bastante patriótico pa-
ra darle una subvención, quitándole al teatro de la Gran Opera la suya, con
gran ventila para el arte, y mal que les pese á los aficionados á cavatinas y
piruetas. Cuando nuestros políticos lleguen á comprender toda la importan-
cia de la música en la educación, harán bien dedicando su atención á seme-
jante proyecto. De esta manera sabríamos corresponder á la innovadon de
Ba3n:euth, y sobrepujarla. Sí el espíritu del pueblo alemán, donde el genio
incUvidual se desenvuelve á veces con tan extraordinaria pujanza, ha inven-
tado su propio teatro por la voluntad y la energía de un solo hombre, ¿no se-
ria digno de nuestro genio, preparar nuestro teatro nacional por medio de la
asociación inteligente de todos los verdaderos amigos del arte, de todos los
que tienen fé en el porvenir de la Francia? ^
Eduardo ECHURE.
ADIÓS,
[TradnodoB do A. de Musset.]
Adiós! En el sendero de la vida
Creo que nunca á verte tomaré:
£1 Señor pasa, llámate y me olvida;
Al perderte conozco que te amé.
Cese el dolor y el llanto que produce;
Respetar yo sabré lo porvenir;
Y si viene la barca y te conduce,
Entre sonrisas la veré partir.
De amor te vas y de esperanza henchida.
Pues sabes que triunfante has de volver;
Mas dime: á los que lloran tu partida,
Cuando tomes, ¿podrás reconocer?
Adiós! tú dormirás sueño divino,
Y un extraño placer te embriagará.
La estrella que se eleva en tu camino,
Largo tiempo en tus ojos brillará.
De un corazón que nos comprenda, un dia
Llegará en qué conozcas el valor;
Al hallarlo ¡cuan grande es la alegriáí
Y [qué intenso, al perderlo, es el dolor!
JÓSE ANTomó CORTINA.
EL CONDE KOSTIA.
II.
En Colonia se embarcó Gflberto, á bordo de un vapor para subir el Rin
hasta diez ó doce leguas más arriba de Bonn. A la caida de la tarde una
niebla espesa se estendió sobre el río y sus riberas. Hubo que echar el an-
da 7 estar al pairo toda la noche, contratiempo que puso melancólico á
Gilberto; parecíale ver en él una imagen de su destino. También él tenia
que subir ana corriente, y más de una vez una triste y sombría niebla le
habia ocultado la vista de su camino.
Por la mañana se despejó el tiempo, se levó ancla y dos horas después
del medio dia desembarcaba Gilberto en una estación que distaba dos le-
guas del Geirefds. No tenia prisa en llegar: bien que hubiese "nacido con
forme con todo" como á menudo se lo reprochaba Mr. Lerins, temia el mo-
mento en que se cerrarían tras él las puertas de su prísion, y estaba dis-
ptxcsto á gozar durante algunas horas más de su querída libertad. ''Vamos
i separamos, le decía; al menos démonos tiempo para despedirnos."
£n vez de alquilar un carruaje para trasportar su persona y efectos, en-
c^rgó sus baúles á un comisionista, que se comprometió á enviárselos el
cli3> siguiente, y se puso en camino á pié, llevando bajo el brazo una maleta
P^^ueña, y prometiéndose no apresurarse. Una hora después, habia aban-
donado la carretera y descansaba en una humilde taberna, situada en un
"^ot^tecillo plantado de bellos árboles. Se hizo servir la comida bajo un pa-
^^^Uon, compuesta de una tajada de jamón ahumado y de una tortilla con
^^^^^ollo, que roció con vinito claretenada agrío. Este festin á lo Juan Ja-
^^^>o, le pareció delicioso: como que estaba sazonado con esa libertad de
86 kEVISTA DE CUBA,
la taberna más cara al autor de las Confesiones^ que la misma libertad d^
escribir.
Cuando acabó de comer, se hizo traer Gilbert una taza de café, ó mejoír
dicho, de ese brevage negruzco que llaman café en Alemania. Trabajo 1&
costó beberlOi y se puso á lamentar el excelente moka que Mme LfCríns
preparaba con sus manos; lo que le hizo pensar en tan amable mujer y en
su esposo.
£s singular, dijo para si; estas estimables personas me aman mucho y
me conocen bien poco. Todos los consejos que me daban el otro dia, se
dirigían á un Gilberto fantástico; no saben que soy razonable hasta d
extremo. A veces me parece que ya he vivido ántes^ tan iácümente se aco-
moda mi alma á todas las actitudes que exigen las circunstancias.
A poco rato olvidó Gilberto á París y á Mme Lerins y cayó en un yago
ensueño; empezaba mayo, y los árboles comenzaban á reverdecer. Era
aquel momento tan solemne y tan dulce en que la tierra sale de su largo
sueñOy lanza en el espacio lánguidas miradas á través de las sombras que aun
velan sus ojos, entrevé confusamente el sol, reconoce en él d £mtasma
dorado en que soñaba; una alegre locura se apodera de ella, y la vida que
hierve en su seno, brota en olas de savia en el tallo creciente de las flores,
y en el nudoso tronco de las viejas hayas, reju vencidas Aquella savia
primaveral, subía también al corazón de Gilberto; estaba aturdido, abroma-
do. Una brisa acariciadora arrojó como un suspiro en el follaje naciente
de un castaño vecino, y un pájaro se puso á cantar parecía á Gilberto que
aquel canto y que aquel suspirar salían de las profundidades de su ser. En
el ensueño, el corazón repite como un eco la gran música del Universo,
se asemeja á esas conchas marinas de las cuales oímos salir, aproximándo-
las al oído, el confuso y majestuoso murmullo del Océano.
Pero sus ensueños tomaron súbitamente otro rumbo. Desde el banco en
que estaba sentado apercibía el Rín, el camino travieso que costeaba sus
aguas grises, y más próximo á él, el gran camino en que levantaban por in-
tervalos nubes de polvo carros pesados y sillas de postas. Aquel camino
lleno de polvo absorvíó bien pronto toda su atención; le pareció que le mi-
raba dulcemente llamándolo y dicíéndole:
*<Sígueme, iremos juntos á los países remotos; día y noche infiítigaUes
ambos, marcharemos con el mismo paso, franquearemos los nos y las mon-
tañas, todas las mañanas cambiaremos de horizontes. Ven, te espero, da-
me tu corazón, soy la ñel amiga de los vagamundos, soy dueña divina de
los corazones atrevidos y fuertes que toman la \ñda como una aventura.^
Gilberto no era hombre que soñara por mucho tiempo; volvió en sí, se
le^'antó^ se sacudió.
'*Hace poco, pensó, me creía razonable; pero no es asL Vamos, nlor,
tomemos nuestro bastón y partamos para d Geiríels."
REVISTA DB CUBA. '• 87
Al entrar en la cocina de la posada para pagar el gasto, encontró en ella
tabernero ocupado en restañar con agua tibia la mejilla ensangrentada
un niño. Durante la operación el niño lloraba, y el tabernero juraba. £n
a^uel instante llegó su mujer.
— ^¿Qué le ha sucedido á Guillermo? preguntó.
— Ha sucedido, respondió colérico, que hace poco Mr. Estéfano pasaba
^caballo por el camino del molino, y el muchacho iba por delante de él
con sus puercos. El caballo de Mr. Estéfano relinchó, y Mr. Estéfano á
quien costaba trabajo contenerlo, dijo al niño: ''¡Hola! ¿Te figuras que mi
c^aballo ha nacido para tragar el polvo que levantan tus puercos? Apártate,
échales al soto, y déjame el campo libre! Tomad por el bosque, el sendero
c^ueda á dos pasos, le contestó el niño. Entonces Mr. Estéfano se enfadó,
y^ como el niño sonochase á reír, corrió hacia él y le cruzó el rostro de un
Latigazo. jPor vida de!. . . -Que vuelva el caballerito y le enseñaré á con-
c3acirse. Pienso amarrarlo un dia de estos á un árbol y romperle diez rajas
leña verde en las espaldas!
— ¡Ay! cuidado con lo que dices, mi viejo Peter! repuso su mujer con te-
of. Si tocaras al muchacho, ¡podrías echarte encima un mal negocio!
— ¿Quién es Mr. Estéfano? preguntó Gilberto.
El tabernero, á quien la advertencia de su mujer habia devuelto la pru-
encia, le contestó con sequedad* ^'Estéfano, es Estéfano, los curiosos son
«cariosos, y los cameros están en el mundo para ser trasquilados."
Y se lo demostró; hizo pagar al pobre Gilberto su frugal' comida, cinco
"veces más de lo que valia.
''¡No me gusta ese Estéfano!" dijo para sí al salir; por culpa suya aca-
1)an de saquearme. ¿Tengo la culpa de que sea manilargo?
Gilberto bajó la eminencia y volvió á encontrarse en la carretera, que ya
no le agradaba, pues sabia de sobra adonde lo llevaría. Durante el camino,
preguntó si estaba muy lejos del Geierfels, y le contestaron que á buen pa-
so llegaría en menos de una hora. Gilberto lo acortó; decididamente no te-
ma prisa en llegar.
La primavera habia sido siempre para él la estación melancólica; cuan-
do los árboles se cubrían de nuevo follaje, parecíale natural que su vida
también reverdeciera; pero en vano miraba las puntas de las ramas, no per-
dbia en ellas el menor botón. Parecíale que su destino tenia color de ho-
ja muerta, y sin embargo, salian de sa corazón perfumes, ruidos de príma-
vera^ porque á pesar de todo, su corazón habia permanecido joven. *'No
no es mi corazón el que es joven, se decia caminando, es mi espírítu. El
bueno del doctor me tenia por una sensitiva, ignora cuan dueño soy de
mis sentimientos. Y á decir verdad, ningún -trabajo me cuesta tenerlos en
jaque; nunca me ha dado asaltos muy peligrosos. Cumpliré treinta años,
por San Medardo, y no conozco sino de oidas esa locura que el mundo lia-
DEía amor. Es un pais de encantamientos á que nunca he abordado, . . . .pues
88 * REVISTA DB CUBA.
de mis amorcillos á los veinte años, no hablemos, no me han ensefiado na-
da... . Realmente, creo que la naturaleza al crdume, no ha querido hacec
mucho gasto; no me ha vestido de nuevo, ha alojado en mi pecha un co-
razón viejo que habia servido ya. Este corazón conserva las dcatriccB de
heridas que nunca he recibido, tiene recuerdos lejanos de pasiones que no
me acuerdo haber experimentado jamás.
En mi existencia actual, no soy sino un contemplativo apaaionadOi ¡pue-
da mí espíritu conservar su juventud para siempre! ¡Verdad etemai que
mis pensamientos tengan alas para subir hada tí! . .Y sin embargo, agregó>
las ambiciones del espíritu son una fuente de sufrimientos. La vida es filcfl
para los buhos, el espacio no los atrae, pero el águila quiere subir al sók
aún cuando debiera caer con la vista consumida, el ala desgarrada, y en*
trehar para siempre sus tristes despojos á la espuma de Jpa mare^. • • .por
un instante al menos el esplendor del empíreo habrá aaUiUlo U ardiente
sed de su pupila, y sus* miradas vaciado de un solo golpe la copa de laa
claridades celestiales Yo, Gilberto, que no soy de la cofradía délas
águilas, las he seguido á menudo de lejos en sus ascenciones aéreas, y más
de una vex he experimentado los dolorosos deleites dd vértigo: aon. las
únicas aventuras de mi vida. ¡Ay! ¡pueda no tener nunca tan glorioaas fií*
tigasl"
Y afiadió exaltándose: ''Solo puede gloriarse de haber vivido» aquel que
l>oseyó algún dia la verdad, que oprimió con láUo puro esa santa hostia, que
sintió estremecerse su carne con aquel contacto sagrado, y repartirse la vida
divina como un torrente por sus venas abrasadas! Y sin embargo, aun
eso no me baslaria. Quisiera encontrar ocasión para realizar un acto, un
$\^lo acto al cual pudiera hacer pasar toda mi alma, un acto dd cual pudie*
ra decine: '*;alli estaba Dios!** un acto de fé« de abn^acioD, cuyo lecuer-
di> derrauuua conH> xm ye^ume sobre mi vida. ¿Se presentará esta ocai-
«h>n? ¡Ay! en materia de virtud, el destino parece condenaime i lo noas
A la ^*1^J que ^ceatxe^Ahji i sus redexi-ones, proseguía (Alberto su cami-
iKv Va no estaba sioo á media )e$:uji del cistikx cuando aperdfaíó á sn de-
lecha, al^^ tius anrita dd cjuuino. una NKiita fuente abrigada por «na gru-
ta uaturaL a Uque OMKlacu un »fideft> que ejerció en GOberto unaaCiao*
CK^n irttaisiibte. Fxieasenui^en d bcK^ledeU twite.caalas pies apo-
vaA» en una pkximm w^>»: a^;\2dUde^u «r su ülsauapandi;, poesía
c^ $c apKV«.:uuNjL AI ruxV> id a^ca >|<fre bcl£a es Ijl taeoie. había
|:cftA> OáSMtv> d cur^^ d^ sa cv>c.r;KSJLv»x:« C5in>>> jgaci brsscanente de
su iM<Ík;acMk d nckV> v&r a rer.£^ d^ as ojúiaSo ^.);&e S3]bía d aendeiOL
L«vas¡»> joi( otKXk V vi> v^Kur hj^-ta d. ::Ktt;aoc' ea S3 |:tx:^ abnuBy i un jó-
^<tt s):' ^^ V $<<;^ jdkv. cx\o ^.^KTc jLÍd^a£jL>x» T r.f^TA. csciba üVunadü
>.va nj(^:tf&v>» cj^>dijkt» cxKas^^ vSjbr.^ >;;»; cxi£x ec «oms sofarí s«s liom-
WV^. F^ )%J(»\\ ^«íCV^ Jí^Ítt3nibir3KC:;.;í «SÍb<ÍCv>T SlvfV 4ÍCC&V> de tille. liOS
REVISTA DE CUBA. * 89
rasgos "fie SU fisomía aunque nobles y regulares, despertaban en Gilberto
ixs^^sorpresa que simpatía: su expresión era dura, seca y melancólica, y en
a<9Adl1)ello rostro de adolescente, no aparecia ninguna de las gracias de la
jxzAKRntud.
"El joven ginete venia derechamente á el, y cuando estuvo á dos pasos
d^ la fuente, gritó en alemán con voz imperiosa: — Mi caballo siene sed
Í:>uen hombre, dejadme el lugar.
Gilberto no se movió.
— Habláis con mucha altanería, amiguito, contestó en la misma lengua,
<^ue sabia muy bien, pero que pronunciaba á lo diablo, quiere decir, á la
.fríuicesa.
--¿Cuánto CQh|US por vuestras lecciones de cortesía, amigóte? le repli-
iC<5 el joven rem^j^'iio su pronunciación. Y añadió en francés, con una pu-
rria de^cento intachable, ¡no me gusta esperar! y chasqueó su látigo.
--'Mr. Estéfano, dijo entonces Gilberto, que no habia olvidado la aventura
tdel^peq ieño Guillermo, vuestro látigo acabará por jugaros una mala pasada!
— ^iQuién os autoriza para saber mi nombre? exclamó imperiosamente ir-
guiendo la cabeza.
• — Ese nombre es célebre ya en el pais, repuso Gilberto, y lo habéis escri-
to hace poco con caracteres bien legibles en la mejilla de un pequeño por-
quero.
£stéfano, porque era el mismo, se puso rojo de cólera y levantó su láti-
go con aire amenazador; pero Gilberto le envió á rodar, con un movimien-
to de su bastón al fondo de un foso, distante veinte pasos.
Cnanio volvió la vista hacia el joven, se arrepintió de lo que acababa de
. ^cer, porque su cara causaba asombro, su palidez era lívida, se habían
"^^^ütraido todos los músculos de su rostro; un movimiento convulsivo agita-
iba su cuerpo, en vano procuraba hablar, la voz expiraba en sus labios, di-
^^se que su alma estaba próxima á abandonarle. Se quitó precipitadamen-
''^ uno de sus guantes que quiso arrojar al rostro de Gilberto, pero se esca-
pa de su mano temblorosa. Contempló un momento con una miíada de
'^í^xoche y de desprecio aquella mano endeble, cuya impotencia maldecia;
^^^ saltaron las lágrimas en abundancia de sus ojos, se inclinó sobre el
c^^llo de su caballo )' murmuró con voz ahogada:
Por amor de Dios, si no queréis que muera de rabia, devolvedme. . - ,
^^rolvedme
í^o pudo concluir; pero ya Gilberto se habia lanzado hacia la zanja, ro-
^^>giendo el látigo y entregádoselo, lo mismo que el guant . . Kstéfano, sin
'airarlo, le contestó con una ligera inclinación de cabeza, tenia fijos los
^Jos en el pomo de la silla, y parecia que procuraba volver en sí. Gil-
^^tto se apiadó de su estado, y se apartó para no embarazarlo con sus mi-
^^das; pero en el momento en que se inclinaba para recoger su bastón y su
•^co, el niño, de un latigazo bien aplicado, le quitó el sombrero que rodó
12
gO REVISTA DE CUBA.
por el foso, y cuando Gilberto, sorprendido é indignado, quiso precipitarse
sobre el joven traidor, ya habia lanzado su caballo á todo galope, y en un
instante alcanzó la carretera, por donde desapareció en un torbellino de
polvo.
Aquella aventura afectó á Gilberto, más de lo que pareda p^mitírselo
su fílosoña. Se puso nuevamente en camino, pensativo, y viendo riempie
ante sí, el rostro descolorido y descompuesto del niño. Aquel exceso de
desesperación, se decia, indica un alma orguUosa y apasionada; pero la per-
fidia con que ha pagado mi generosidad, es de un alma vil y depravada.. .
Y dándose en la frente: pero, ya caigo; dijo, á juzgar por su nombre este
Jovenzuelo bien podría ser el hijo del conde Kostia. ;Ah! amable compañero
tendré para divertir nii cautividad! Bien habría podido pj|lhrenirme Mr. Le-
minof; era un artículo más que anotar en el cuaderno dé ks cargas.
Gilberto tenia el corazón oprímido; ya se vela condenado á defender
incesantente su dignidad contre las majaderias y las insolencias de un niño
mal criado, y esta perspectiva le entrístecia. Se sumergió tan profunda
mente en sus melancólicas reflexiones, que equivocó el camino. Dejó atrás
el punto por donde debia abandonar la carretera para subir la colina es-
carpada que coronaba el castillo. Felizmente, encontró un transeuqfe qu*
le mostró el camino, y ya era oscura la noche cuando entró en el patio del
vasto edificio. Aquel grande conjunto de construcciones discordantes, le
pareció como una masa sombría cuyo peso le aplastaba. Distinguió tao
solo una ó dos torrecillas separadas, cuyos techos puntiagudos se perfila-
ban en el cielo estrellado. En el momento en que procuraba guiarse, enor-
nes dogos se lanzaron furíosos sobre él, y lo hubieran devorado, si al ruido
de sus ladrídos, no hubiera salido á su encuentro un ayuda de cámara de
seis pies de alto, y fuerte traza, con una linterna en la mano. £n cuanto
Gilberto dio su nombre, le suplicó que lo siguiera. Atravesaron una galería,
viéndose obligado á apartar á cada paso los dogos que gruñían sordamen-
te: estimables huéspedes, rabiaban por la comida de que se les acababa de
privar. Gilberto entró por una escaleríta giratoría, en seguimiento de su guía.
Cuando hubieron alcanzado la meseta del tercer piso, el ayuda de cámara,
abriendo una puerta de cimbra, lo introdujo en una vasta pieza circular, en
la cual se habia armado una cama imperial. He ahí vuestro cuarto, le dijo se-
camente, y después de haber encendido dos velas que colocó sobre una gran
mesa redonda, no reapareciendo sino á los veinte minutos con una bandeja
cargada con un samovar, un pastel de venado y aves frías. Gilberto co-
mió con buen apetito, de lo cual se alegró mucho. Mis necios ensueños,
se dijo, no me han echado á perder el estómago.
Gomia aun Gilberto, cuando entró nuevamente el ayuda de cámara y le
entregó una carta del conde. Decia así:
"Mx. Leminof saluda á Mr. Gilberto Savile. Tendrá el gusto de visitarle
paagana temprano."
REVISTA DE CUBA. * 6 1
Mañana entramos 6n lo serio de la vida, se decía Gilberto, saboreando
Ulia taza de té verde de lo más exquisito, y realmente me alegro, porque
fio apruebo el uso que hago de mis ocios. He pasado todo el día en razo-
nar acerca de mi mismo, en disertar sobre mi espíritu y mi corazón, lo que
sm contradicción es el más necio de los pasatiempos. Y sacando del bolsillo
ana cartera escribió estas palabras: ''Olvídate, [olvídate, olvídate." Gilberto
imitaba al filósofo Kant, quien no pudiendo consolarse déla pérdida de su
viejo criado Lampe escribió en su diario ''Recuerdo; olvidar á Lampe."
Permaneció algunos instantes de pié en el alféizar de la ventana, con-
templando la bóveda celeste, en la que brillaban mil luceros; luego se acos-
tó, pero no durmió tranquilamente. Estéfano se le a pareció en sueños
Por mi momento creyó verlo arrodillado delante de él, con el rostro inun-
dado en lágrima% y al aproximarse para consolarlo, el niño sacó de su seno
un puñal con el que le atravesó el corazón. Gilberto . despertó sobresaltado
y con trabajo volvió á conciliar el sueño.
LA CAPILLA.
[UUftnd.]
Altiva la capilla se levanta
£1 valle dominando majestuosa,
Y el amante pastor alegre canta
Cabe la fresca fuente bulliciosa.
Se escucha de la esquila el son perdido
Y el coro funeral lúgubre suena:
0)re atento el pastor, y entristecido,
Suspende su amorosa cantilena.
Allí hallaron sepidcro los que al prado
Llenaron con sus voces de alegria,
¡Ay! para tí su cántico sagrado
También, joven pastor, sonará un dial
A. S.
MISCELÁNEA.
Biin.ioGRAFÍA CUBANA EN 1 876. — Damos á continuación la lista de algu-
nas lie las obras publicadas en Cuba, ó relativas al país, que han apareado
durante el iMsado año, y de las cuales se acupará la Revista sucesivamente
yi.\/.Ví"« /*■/(»/.'< y </f7//í»;7*t///.'<7 de I^icologia dd Instituto de ¡a Habana por el
profesor 1>. Tcilro Valdos Ragúes. Habana 1876.
JifYiYS ncticijs sobre I j enseñanza de ¡a medicina en la Universidad d¿ la
Hahvu^ por el Dr. D. Refael A. Cowley. Habana 1876.
Le }W:t:v¡stne^ par Andrés Poey f de la Havane,J París 1876, Gesmer Bai-
lliere.
Jlisf.^rij di' i\i I:t<-ratura rctKjna^ por F. Ficker, vertida al español á la vista,
inspección y con la colobor.icion \1A doctor D. Antonio María Tagle, cate-
drático de Literatura clásica, griega y latina, en la Universidad de la Ha-
bana, por el bachiller Luis Martin y Lamy. Habana 1876 |en publicación.]
Jdea de* dere^'h<* indiridual y í^váj/, por el Dr. D. Eusebio Valdes Do-
mínguez. Habana, 1S76.
ll.'st.^na .:*. , j cv,\lj:;/:rf,/, por José Antonio Saco» Paiís 1876 [van publica-
dv>s dos tv^mos, ]
Xj*:*f.:.\':.: y *v:;,Vj„v;. 'j,íV O* Ai, por Miguel Kodnguez Fenrcr, Madrid,
un tomo, 1S76,
7/;jfA'rr*;,í.\j-v.vy: •:,;>% |vr ^L^^ia de Santa Cruj, [en publicación.]
///jv.-t.i .:*,■ w: r:,v..T;.' v '.\\"^>;jrf ..v.\*/r»> p:u'l\\ por José A. Calcagno, Ha.
Kma i:>76.
M:*xdj s=^ns:i.\\ t\.v P. lo<é Román Leal. Habana, 1S76.
/-í^-" rers ,.v.'-; ,/vf >;>v d' '^.\:\.í':,s /.y.:-\ de la Rea; Acadeaña de ciencias,
iUv.\Us:a<, ::$;ca> y r atura. os oe .a Uarar^a.
iX.vj.-.j.'vr'; ;.>:.:,;,* .:> itvv^,:*/^"».:.^ ^vr D. Esteban Pichardo, Habana,
cuarta cviicicn iSTvX
REVISTA DE CUBA. g^
'nfermedades de los países tropicales .'Vwtiio Rico; por el doctor Enriqucí
uinoQt, [en publicación.] Habana, 1876.
JFhesias, de Saturnino Martínez. Habana, 1876.
ires primeros historiadores de Cuba^ Aírate, Urrutia y Valdes, publica-
de los señores Cowley y Pego, tres tomos 1876, 1877, Habana, etc, etc.
-A.STRONOMIA — De los últimos periódicos de Europa y de los Estados
^i^i<los extractamos lo que sigue: •
XL^^verrier ha concluido sus investigaciones sobre el planeta Vulcano. Des-
P^^is de examinar todas las hipótesis más notables, concluye asegurando que
P^-^Q observar el planeta en su tránsito, los astrónomos deben aguardar has-
^ x:88i ó 1885, aunque \iz.y posibilidad úq un tránsito en 1877. Créese que
^ eclipse total de sol que tendrá lugar en 1878, presentará excelente opor-
^^^^ídad para buscarlo, y si Leverrier consigue determinar su posición, es
s^Swro que encontrarán á Vulcano, si es verdad que existe.
— Schmidt, de Atenas, ha publicado un importante opúsculo en el Astrono-
^ische Nachriehien, relativo á los meteoros, que comprende los resultados de
34 años de observaciones no interrumpidas.
— Wolf, de Zurich, ha comunicado á la Sociedad Filosófica de esa ciudad
un caso bien comprobado de observación de las estrellas durante el dia,
desde el fondo de un pozo.
Meteorología. — Se han publicado los resultados de las observaciones
hechas en Upsala por el profesor Hamberg, acerca de la humedad y la
temperatura del airea diversas alturas, y que pueden resumirse de esta ma-
nera. Durante el buen tiempo, y desde dos horas antes de sa ir el sol y hasta
dos antes de ponerse, la temperatura del aire es más baja, que la de la tier-
la en que descansa; y la baja que precede á la salida del sol es mayor en la
inmediación de la tierra que en las regiones más elevadas. El calórico la-
tente desenvuelto durante la formación del rocío, contiene el descenso de
la temperatura, pero no en tanto grado como generalmente se cree. Des-
pués de la caida del roció, la temperatura puede bajar del grado de conge-
lación; pero cuando aquel se convierte en yelo, la temperatura del aire más
inmediato sube hasta 32? Farenheit, y aun más, mientras que las regiones
superiores continúan todavía debajo délos 32°. Durante la noche, las líneas
isotermales inmediatas á la tierra no son siempre horizontales ó paralelas.
— Con vista de gran número de observaciones, Montiguy concluye que
el centelleo de las estrellas aumenta en intensidad en todas las estaciones,
al acercarse el tiemp húmedo ó la lluvia. Ese aumento se nota como dos
94 REVISTA DE CUBA,
días antes déla lluvia, y cesa inmediatamente después dé aquella. Cuan<
cerca del observador ocurre una depresión barométrica acompañada
vientos fuertes, el centelleo aumenta muy considerablemente.
Discurso del Sr. Moreno Nieto en la inauguración de los trai
JOS DEL Ateneo. — Hé aquí el juicio que ha merecido al Sr. Revillai el n
competente entre los críticos españoles contemporáneos, que extractam
del número 23 de la Rafisia Contetñporánea de Madrid.
''Dadas las dotes del Sr. Moreno Nieto, no es maravillaque su últii
discurso obtuviera lisonjero éxito, con ser sencillamente la milésima re¡
cion, de las sabidas diatribos que un año y otro lanza contra todas las esa
las filosóficas que se apartan del estrecho y anticuado espiritualismo,
que es ferviente adorador. Pocos discurso^ más endebles habrá pronv
ciado el Sr. Moreno Nieto; pero como siempre acontece, los méritos 1
artista oscurecieron las flaquezas del filósofo, y el público, sin parar mi<
tes en lo ligero de las críticas, lo injustificado de los ataques y lo cent
díctorio de las doctrinas, aplaudió la bella obra del arte que se le ofra
dando testimonio una vez más de que para los públicos meridionales lo q
importa es el arte y no la ciencia, siendo el gran recurso del orador que qv
ra dominarlos, halagar su fantasía, su corazón y sus oidos, sin coidaise ]
ra nada de su entendimiento; pues para gentes latinas es la tribuna artü
co espectáculo más que santuario de lo justo ó de lo verdadero, y el orad
antes sacerdote de lo bello que ministro de la verdad.*— Kasí no fuera, ¿
mo habría de explicarse, y menos justificarse el éxito de trabajos come
del Sr. Moreno Nieto? Aún concedido que la mayoría de su audito
profesaba las doctrinas que el Sr. Moreno Nieto profesa, no era muc
exigir á ese auditorio que no otorgara tan fácil aplauso á criticas tan li
ras y afirmaciones tan temerarias como las del orador. La ciencia va ¡
nando en seriedad de dia en dia; los límires entre la razón, el sentimiei
y la fantasía se van determinando cada vez conjmayor cuidado; la crít
aumenta sus exigencias y estiende su esfera de acdon; y ya no le es lie
al científico serio confundir ideas, escuelas y doctrinas, apelar al sentimi
to allí donde la razón falta, y sustituir los argumentos sólidos, las prad
concluyen tes, las demostraciones perentorias, los minuciosos análisis y
maduras críticas con arranques sentimentales, rasgos oratorios y golpes
efecto. Ni es permitido tampoco juzgar á las doctrinas por sus consecn
cias, verdaderas ó supuestas; sino que el espíritu de los tiempos exige
guir la verdad, lleve adonde lleve, y no estimar como criterio de ella lo 1
reclaman nuestros sentimientos <S nuestros desees. Si la doctrina es ver
dera, importa poco que mate nuestras ilusiones, arruine nuestras esper
zas ó destruyan nuestros ídolos; no por esto hay que desecharla, si no,
tes bien, sacrificaria todo, porque tal es el privilegio de la verdad; faera
REVISTA DE CUBA. 95
que nada hay más insensato que rebelarse contra la realidad de las cosas,
porque no conforme con nuestros deseos, como si estos bastaran á mudar-
la. Presentada una doctrina en el campo de la discusión, lo serio, lo cien-
tífico es indagar si es verdadera ó falsa; si lo primero, procede aceptarla,
sean cuales fueren sus consecuencias, si lo segundo procede desecharla,
más no por sus frutos, sino porque carece de verdad. — ¿Hace esto eJ Sr.
Moreno Nieto? Nunca. Todos los rayos de su elocuencia le parecen por
oes para aniquilar los sistemas que combate, calificándolos de la manera
más dura y tratando de mostrar que necesariamente conducen al envileci-
miento, la degradación, la desesperación, la inmoralidad y la muerte. En
cambio, se cuida muy poco de demostrar con razones valedera que son
falsos. Si en vez de hacer una simple revista, escribiéramos un verdadero
artículo crítico, íácil nos seria mostrar que toda la argumentación del Sr.
Moreno Nieto contra el criticismo Kantiano se reduce á un círculo
y á una desnuda afirmación dogmática. Decir que lo racional puro é in-
teligible es real, porque todo lo real es su lealizacion, sostener que eso inte-
ligible es el pensamiento absoluto; probar la realidad del mundo exterior
porque ofirece orden y belleza y es un inteligible, y otros razonamientos por
d estilo^ son cosas que no pueden permitirse después de hab«r pasado por
el mundo el inmortal Kant, como no lo es intentar volver á la vida la fa-
mosa prueba físico- teológica de la existencia de Dios, para una vez renovada,
entonar un himno panteista, que mal año para Spinoza y Hegel, sin per-
Juicio de pqMiilaego á los panteistas cual digan dueñas, acusándolos de
q\iietistas y ptéíáitfBif y, por supuesto de inmorales. — £1 materialismo y
^1 panteísmo no son mejor tratados por elSr. Moreno Nieto, que el criticis-
. Con el primero concluye pronto, con llamar ingeniosos artificios á
teorías genéticas de Laplace y Spencer ]pocoántes expuestas por el ora-
or en frases elocuentes]; con declarar que lo mismo siempre produce lo
ismo [con lo cual niega toda evolución, apesar de haber proclamado
¡en veces la excelencia del principio evolutivo]; con hablar de degradación,
vilecimiento y naturaipno grosero, se dá por satisfecho y se cree autori-
do para disparar sus ni^s contra el panteismo, reuniendo en un solo haz
í^ pensadores tan heterogéneos como Spinoza, Krause, Hegel, Schelling, y
^Schopenhauer, para tener el gusto de declarar que sus doctrinas en el pesi-
^^mismo, la inmoralidad y otra porción de horrores. Justo es decir, sin em-
^%argo, que la crítica del fantástico dios de los panteistas, está muy bie& he-
«cha, y que la demostración de quejen talQS sistemas toda individualidad es
inconcebible, nada deja que desear. — ^Tras tantas ruinas, el Sr. Moreno
Nieto levanta su edificio, que es el espiritualismo de Platón y Aristóteles,
ían Agustín, San Anselmo y Santo Tomás, Fr. Luis de León y Fr. Luis de
Granada, Descartes, Bossuet y Frenelon, Gioberti y Mamianí, Ravaisson.
Hermann Fichte, Ulrici, Gratry, Trendelenburg y Ritter. Mucho habría
que hablar sobre esta mezcla de nombres, algunos de los cuales, como vul-
•4
96 REVISTA DE CUBA,
garmente se dice, braman de verse juntos, y sobre el espiritualismo, untan
to panteista, y un mucho hegeliano, del Sr. Moreno Nieto; mucho también
sobre la posibilidad de volver á tales caminos después del movimiento de
nuestros dias, señaladamente de Kant, pero esta crítica se va prolongando
demasiado, y tales cuestiones nos conducirian muy lejos. Lo que importa
es consignar que no es el discurso del Sr. Moreno Nieto modelo del tono y
manera como deben tratarse las cuestiones científicas; que es hora ya de
renunciar é ciertos dogmatismos y á ciertas intemperancias, y de prescin-
dir de ciertas armas y de ciertos recursos; y que las grandes bellezas artisti*
cas del trabajo del Sr. Moreno Nioto no deben ser suficiente para oscure-
cer sus grandes faltas. Cuando los grandes escritores extranjeros nos dan
tan repetidos ejemplos de la gravedad, madurez y mesura con que han de
tratarse cuestiones tan hondas, no es licito que nosotros sigamos empeña-
dos en hacerlo todo cuestión de imaginación y de sentimiento, en sustituir
la severa disertación del filósofo con el brillante, pero vacío aparato del re-
tórico. El Sr. Moreno Nieto tiene demasiada ciencia y demasiado amorá
la verdad para que pueda contentarse con emular entre nosotros las delez-
nables glorias de Tíctor Cousin.
Biología. — Es interesante el último escrito de Mr. Pasteur, contestando
al doctor Bastían en la controversia sobre la hcterogénesis^ Conviene Mr.
Pasteur en que los experimentos de que ha dado cuent%Bri^|Íg|()|p;Bastian á
la Academia de Ciencias de Paris, han sido ejecutadotiíHRteucha exacti-
tud, pero sostiene que una temperatura de 50** C. (r22<5^Bftrenheit) np es
suficiente para destruir los gérmenes de organismos animales que hayan po-
dido introducirse por medio de la solución de potasa empleada por el expe-
rimentador. Considera plenamente demostrado, por sus propios experi-
mentos, que ciertos gérmenes que no resisten una temperatura de 100 ^ en
soluciones acidas, pueden soportarla en soluciones neutras ó ligeramente
alcalinas. Por lo tanto, espera que el doctor Ba»tÍ!|j|P-"abandone sus creen-
cias en la generación espontánea, cuyos partidar¡j|lí deben ya aparejarse
con los que todavía creen en el movimiento perpetuo ó la cuadratura del
círculo. El profesor Tyndall, se ha adherido enteramente á las opiniones de
Mr. Pasteur, y aconseja á las personas ilustradas '*quc destierren de la cien-
cia la*doctrina ya insostenible de la generación espontánea."
— En si; curiosa obra sobre 1\ teori(^ de la A<t%cxíAfS£ióz, (Siudien ísur
DescendéñM ^^ris) el doctor Weisman sostiene qué la evolución se verifi-
ca por 7tu0$$ mecánicos] y sin embargo, asegura que esta doctrina no condu-
ce al materíllismo, ni se opone .á las causas finales. m
^-i
fc,v
bibliografía.
'^'jA.jK A LA ISLA DE CUBA, inserto en el tomo xx del Viafero Universal' sn autor,
'- Baenaventura Pascual Ferreír, Guardia de Corps de la Compañía Americana.
-IMadríd.— Año de .1798.
capítulos en forma de ocho cartas numeradas que componen esta im-
y TsUosa obra, escrita en Madrid por el habanero D. Buenaventu-
Pascual: Eerrer en el año de 1798, cuando solo contaba veinte y seis
de cdi^jfcjÍ|¡pg|BÍeron primeramente como parte del tomo veinte, en
^^Aaaj-tft m^n^^ ^P||[M||^¡gta fatula Ha PJ VuiJArn'TTniníAr^nl^ qUe á fineS del
pasado siglo dirigiH^S ex-escolapio y presbítero D.»Pedro Estala, en la Cor-
te, UD^resion de Vfllalpando.
Se publicaba dicho Viajero por cuadernos ó entregas, constituyendo los
^^Pítulos á que aludimos un cuaderno; y cada capítulo, como ya hemos di-
^^9 Una carta con el título de la materia que en ella se trataba. La pri-
^^*"a carta, siguiendo numeraciones anteriores, tuvo la de trescientos vein-
^ y^ siete en números ra|íln08| concluyendo con la de trescientos treinta y
.'■^* Sr. Ferrer hizo uua ^dicion aparte de esas (¡artas; mejor dicho, á las
»"**«i:rkas que en forma, tipos y papel guardaban completa semejanza con las
^ I^^'blicadas en el Viajero^ les puso el título que conocemos y la siguiente
^^^ic^toria: •
At o- '^
^ Sr, D. Mavvsl Mallo y Qui!ntaií31,' Mayordomo dki-_R»y nues-
T*^^ SEÑOlt ETC., Ertf., DEDICA ESTE TRABAJO SU MAS Anl!||p AMIGO
^^- B. S. M.— Buenaventura Ferrer^
■4
histórico que en 1797, reinando en España Carlos IV, se creó la com-
V^tila. Americana de Guardias de Corps. A principios de octubre de 1798 se
^^\adó la corte al Escorial, donde Ferrer se hallaba en destacamento.
Jlpibrero de 1677. I ^
98 REVISTA DE CUBA,
Con la corte llegó Mallo, mayordomo'del rey, amigo de Ferrer. Ambos ha-
bían vivido juntos, eran del mismo cuerpo militar, y además americanos,
pues Mallo nació en Popayan. y fué educado en Caracas. Mallo tenia es-
trechas relaciones con Lángara, Ministro de Marina, y con motivo de ha-
ber rehusado el guardia de la Compañía de Corps D. Antonio Batres, pro-
movido á comisario de Guerra de Marina, el destino de ministro principal
del Apostadero de este ramo de la Habana, eligiendo el de inspector del
hospital de Cádiz, entonces Ferrer pretendió y Mallo lo apoyó y presentó
al ministro.
Muchos de los amigos de Mallo estaban ya colocados. El presbítero don
Silvestre Ibarra, padrino de bautismo, fué canónigo de Sevilla. A otro Ibaira,
hermano, 4o hicieron ñscal de la Audiencia de Guadalajara en Méjico. Al
presbítero D. Ramón Cardaña, llamado el cura bonito, se le dio una canon-
gia en la catedral de Mechoacan. Al caraqueño Esteban Palacios que fué
guardia de Corps, se le nombró Contador Mayor de Cuentas y Ministro dd
Consejo de Hacienda en Caracas. El mejicano Villafañe filé oidor de Qui-
to y el padre de Mallo, que habia sido en Caracas oñcial real de las cajas,
fué nombrado Superintendente de la Casa de Moneda en Méjico.
Hecha esta conveniéhte mención de antecedentes históricos, solo resta
explicar á qué se debió el violento y molesto viaje que emprendiera por pri-
mera vez Ferrer, con rumbo á España. En sus Memorias ínümas^ inéditas
todavía, nos manifiesta los móviles de su juvenil determinación: *'La reso-
lución de partir para Europa, dice, era la Qe un joven ^ajOtnlo ni expe-
riencia, aquejado de su escasa suerte y aturdido con lá iSctura de viajes.
Pudo haberme costado cara la empresa, cabalmente en tina época en que la
Península estaba ardiendo en quintas y levas para engrosar el ejército de
los Pirineos, á causa de la guerra que acababa de declararse contra la revo-
lución francesa. Ya tenia yo obligación de cumplir el cuarto mandamiento de
la Iglesia Católica, cuando me embarqué para Cádiz con poco dinero, me-
nos recursos y sin recomendación ninguna. El viaje íué dilatado, pero có-
modo, porque era la estación de verano y una ui^fi la que me conduela: es.
pecie de barco ancho y pesado que servia para'fjjfesportar maderas, y de
cuya construcción habrán quedado ya muy pocos modelos."
Al Sr. Ledo, en Derecho D. José Florencio Turbiano, de quien siempre
he recibido continuadas atenciones, nacidas de su excelente educación y
amable trato social, débole muchos excelentes apoyos para mis trabajos his-
pano-americanos, sobre bibliografía. De él recibí como préstamo el ejem-
plar de ly cartas de Ferrer, dedicadas á Mallo, el piimero que he visto, y
5Íel cual no tenia la menor noticia. Es el trabajo de Ferrer exacto en su
contenido histórico; y por eso, de una necesidad importante, imj^escindi-
ble, para el que acometa la penosísima tarea de escribir la completa* historia
de Cuba.
Ferrer fué el primero que extensamente hablara de Cuba, dándola 4 co*
REVISTA DE CUBA. 99
nocer en sus ricas producciones vejetales, en sus riquezas mineralógicas, en
los paisajes de su naturaleza sempre floreciente y fecunda, en su naciente
civilización, en su movimiento é institutos científicos, en su plan <ie gobier-
no, en sus mejores edificios y en los cuadros diversos desús originarias cos-
tumbres.
Estudiemos pues, la historia de Cuba relatada por Ferrer, y engrandez-
cámonos procurando imitarle en su vida, según el artículo necrológico, que
hemos querido preceda hoy al trabajo histórico, y que fué escrito y publica-
do hace años por un activo, laborioso é inteligente abogado á quien actual-
mente profeso singular afecto, por haberme entregado para mis investiga-
dones los cuadernos inéditos titulados Memorias intimas^ escritas por aquel,
que fué con Zequeira y Romay, uno de los primeros prohombres de la ilus-
tración de Cuba, uno de los miembros fundadores y beneméritos de la So-
ciedad Patriótica; que fué estudiosísimo Jefe de Hacienda, fundador de la
Lotería en la isla de Cuba, introductor de la imprenfÉt en Cartagena de In-
dias, y el que en el Regañón^ periódico habanero del año mil ochocientos,
supo presentar por primera vez artículos verdaderamente literarios de crí-
tica teatral, refiriéndose á la escena habanera, que ayudaron en mucho al
mejoramiento del gusto estético de actores y espectadores.
DR. EUSEBIO VALDES DOMÍNGUEZ.
Adv€rtencia.^»JLa& notas insertas en la siguiente necrología de Ferrer que
no llevan mi apcffido, pertenecen al autor del artículo. Las que yo he co-
locado son tomadas de datos mios particulares, y de las Memorias íntimas
del Sr. D. Buenaventiura Pascual Ferrer.
necrología del sr. D. ventura pascual ferrer. (i)
Don Ventura Pascual Ferrer, caballero de la orden de Montesa, Minis-
tro honorario del Tribunal Mayor de Cuentas de Madrid, efectivo de Real
Hacienda como Contadqg. de Ejército de Cartagena de Indias, y Contador
(I) Ea una necesidad de natural curiosidad en ti lector, es conocimiento imporUnte pa-
tk el que cultiva el estudio de la historia de la literatura v bibliop^rafia en Cul», saber lo
anededa FcAer en sus Memorias íntimas, á propósito del cambio en su nombre y ape-
llido.
"La ocnrrepcia de haberme pnesto en el bautismo el nombre epiceno de Buenaventura,
Aoe, no he podido ai'criguar con certeza qué causa tuvo, porque ni nací el <ll^dfi aquel
ganto, ni en mi tamil» ha habido persona alguna que se llamase Mt Como cujaraba Un
poco con la suerte que me ha perseguido, hace muchos años que le he qvltaár i aquel
nombre el adjttívo que le calificba, por ser una verdadera anüfrasis y soiD me firmo
Ventura. Indevoción de mi padre me añadió el noqibre paatoril de Pascual^ qñe ha tenido
mejor suttte que el otro; pues por él era conocido en mis pñmeros años, y todavía mis
COD temporáneos no se acostumbran á llamarme de otro modo.
Mi apellido de Ferrer aunque es el mismo que tenia un santo valenciano, muy conocido
y fiunoto por milagros y profecías, no tiene con él más relación que la de su consonancia,
pncB ni siquiera tengo el honor de ser originario del reino de Valencia."— V. D.
400 REVISTA DE CUBA,
jubilado de Rentas Terrestres de esta capital, falleció el domingo 22 de ju-
nio de 1 85 1, ala edad de 79 años. Los importantes servicios que prestó al
público en su dilatada carrera, exigen que se le rinda este tributo de justi-
cia.
Nació en la Habana en 14 de marzo de 1772, de padres honrados y cris-
tianos, D. Antonio Carlos Ferrer y D* Francisca Fernandez, quienes des-
de temprano lo dedicaron á los estudios; aprendió latinidad, ñlosoña peri-
patética con el doctor D. Tomás Romay, y derecho, graduándose de bachi-
ller en leyes; pero entonces estaba prohibida la admisión de nuevos aboga-
dos, y no sintiéndose con vocación para la medicina, ni para la carrera
eclesiástica, á la cual querían destinarlo, vistiendo algún tiempo los hábitos
clericales, ascrito á la parroquia del Santo Cristo, se aficionó de tal manera á
U literatura y al estudio de los buenos autores de la antigüedad, que cifira-
ba su verdadero placer en asistir á las reuniones literarias que habia en la
libreria de D. FrancfllK) Seguí, única en aquella época que merecia este
nombre. £sta distracción, empero, no podia satisfacer á ima persona que
pensaba en 'el porvenir, y que necesitaba una carrera.
Embarcóse pues, para Cádiz, de donde hizo la travesia hasta Aranjuez, en
compañía del rico comerciante de la isla de León, D. Francisco del Cas-
tillo, proveedor de los lienzos que se consumian en la Real Casa; de su
esposa D* María Vicenta^ Mendieta, [i] y de otras varías personas que qui-
sieron aprovecharse de la escolta que pagaba Castillo, y del Real Sitio con-
tinuó solo hasta Madríd. Sin relaciones, ni conocimiento en la Corte, no
supo qué hacer, ni á qué aspirar en los primeros dias: su vii|e habia sido sin
plan, una de aquellas inspiraciones que ocurren á los veinte años. Acababa
[,1 ] Los que conocen los obras de Melendez Valdes saben que con la acusación de esta
D? María Vicenta Mendieta, se estrenó en sus funciones de nscal d« la Sala de Aloaldy
de Casa y Corte en marzo de 1 798.
"Don Francisco del Castillo, era como de 30 años de edad, y bien apersonado: se le
miraba como dueño de un millón de pesos. Su esposa era como de 24 afios de edad, poco
favorecida de la naturaleza en su persona, de carácter taciturno v desagradable, y muy po-
00 formada para el trato de las gentes. Bien distante estabt yo de pensar cuando les cono-
cf, que este desgraciado matrimonio habia de dar en la C^ffit cuatro afios después, el hor-
rendo espectáculo de un marido asesinado infamemente por su misma mujer, y su aman-
te adúltero, en medio de un profundo sueño, y de ana ejecución de justicia en la placa
mayor de Madrid, donde sufrieron públicamente el suplicio de garrote ambos asesinos. Hf-
zose esta causí^ muy célebre por la calidad y proporciones de los reos, y po»la execradoii
uniíersal que causa im delito de esta naturaleza, acompañado de escandalosas drconstan-
das.
"Hallábame yo en Aranjuez v de gruardia en la Sala del Rey, cuando se echó á sus pies
la desconsolada madre de D? Marfa Vicenta de Mendieta, pidiéndole la grada de su vida
oon todoal extremo de que es capaz una madre. £1 sensible corazón ét Carlos IV la admi-
tió y oyó «benignamente. Yo lo vi llorar oon ella; yo vf enternecerse á todos los que con-
migo eran espectadores de una escena tan dolorosa: pero era tal la sensadon que liabia
causado en toda España un crimen tan horrible, y tal la exigenda de un ejemplar castigo,
que el clementísimo monarca á pesar de su conmodon no se creyó autorizado más quepis
ra decirle: ''Dios te consuele, pues yo no te puedo consolar.'' £1 largo espado de mis da
treinta años no ha disminuido el triste efecto que causó en mi espíritu aquella escena: ■«**
me parece que la estoy mirando/' Memorias {Htimas.-'V, D.
f
fl I
REVISTA DE CUBA. . . • '.^ I O I
de crearse entonces la Compañía Americana de GúardUs de Corps, y ob-
tuvo en 19 de marzo de 1794 una banderola que le ci5iic!¿tiió el Rey Carlos
JV; las atenciones del servicio, que eran incesantes entonces pop las guardias
de palacio, destacamentos á los sitios, salidas al campo á cáj^ei^os lejanos,
batidas, viajes de los Reyes á Badajoz, Sevilla y Cádiz, no fnrpiáieron que
continuara cultivando las letras. [ i ]
En aquella época publicaba en Madrid D. Pedro Estala, la obra del Vutjirq-f/'
niversal [2] por medio de cuadernos ó entregas, compilando con pocac^Wf.
y sin elección, cuanto bueno ó malo le vino á mano, sobre las cuatro parf^eT ^ .
del mundo. Cuando le llegó su oportunidad, copió á la letra la sucinta y'-/
equivocada relación del Diccionario de América de Alcedo, publicado en ' '-
1786, agregándole irnos cuantos errores y falsedades. Con este motivo escri-
bió Ferrer en forma de carta una refutación de dichos errores, de la cual se
apoderó un amigo suyo y la hizo publicar con el título de Carta de un Ha-
banero^ sin conocimiento del autor. Este escrito, qu#láereció alguna acep-
tación por su estilo sencillo, y por dirigirse contra una persona que hacia
una figura colosal entre los literatos, mortificó á Estala, hasta el' extremo de
publicar en el Diario una fuerte diatriba, contra un hombre á quien no co-
nocia ni de vista. Ferrer, que cuando tenia razón, no abandonaba el campo
ni cedia contestó en un artículo cuya publicación no permitió Estala, más
habiéndole dirigido una fuerte carta desde el Escorial, donde estaba desta^
cado, no solo le dio la más lisonjera satisfacción por medio del mismo perió-
dico, sino que insertó en el tomo vijésimo de El Viajero una descripción
exacta y correcta de la isla de Cuba, que redactó Ferrer. [3]
[i] Ferrer frecuentaba en Madrid uoa librería que habia frente á las gradas de San Fe-
Upe, y fué muy añdouado en la Habana cuando joven ala lectura de Tácito, Vireilio y Sa-
Instío, prefiriéndola á la de los libros ascéticos que en alta voz su padre, natural de Ara-
gón, te hada leer todas las noches, especialmente La Vocación Eclecidstica de Arbiol. — V. D.
(2) Habíase granjeado Estala una espede de reputación entre lus escritores de enton-
ces, á pesar de haberse estrenado con algunas traauc&ones en verso bastante infelices de
Terendo y Planto. La poesía no era su fuerte, y habiéndolo conoddo él mismo, abandonó la
rima, y se puso á escribir en prosa para el Diario, en lo que le fué mejor, y no se puede
n^^ que ponía la pluma con grada. Memorias íntimas — Y. D.
[3] £n el número 6 de E¿ Me^ñon de la Habana correspondiente al martes 4 de no-
viembre de 1800, se hacen expllcadones importantes, que no dudo han de redbir con agra-
dólos amantes délas letras. ^'En la obra de El Viajero Universal, se puso una descrip-
eion llena de errores de la isla de Cuba, copiada casi toda del Dicdonario de América: con-
tra ella publicó D. Bernardo Philoletes [así se firmaba entonces el Sr. Ferrerl en Madrid
m papel titulado Carta de un Habanero^ donde hada ver que eran entecaiftente falsas la
mayor parte de las noticias que se ponian, y que la tal descripdon era en extremo misera-
ble, con proporción al interés, cultura y grandeza de esta Isla. Con este motivo salió en el
Diarío de Madrid el Bascongado con una carta, pretendiendo ridiculizar la del habanero
y graduando de repiros pueriles los que ponia Philoletes. Contestóle este con razones y
pruebas irrefragables, haciéndole ver la mezquindad con que <^ueria sostener sua errores; á
coya carta respondió El Viajero , en su nombre, llenando de dicterios é impostaras á Phi-
loíetes: armas de que se valen los que no tienen otra cosa de que agarrarse para defender
ima mala cansa. Contesta segunda ves el Habanero, deshaciendo todas las imposturas y
demostrando con mayor clandad sus nuevos yerros y su injusticia. Esta carta no llegó á
ponerse en el Diario porque como el referido Viajero Universal^ era al mismo tiempo cen-
sor de aquel periódico, la suprimió, hadendo en esto lo que hacen algunos redaaores que
• *
102 , ';:•. RE VISTA DE CUBA.
•* *
Otras varias prodvitóones publicó en diferentes periódicos sobre materias
literarias y de ejtídíficíon, llevando estrechas relaciones con el chistoso don
Lúeas Alemap*j,dín Moratin padre é hijo, con Carnerero, Cornelias y otros
escritores .diéiíjfuel tiempo: desde entonces tuvo la mayor afición á las repre-
sents^ciones dramáticas que estaban en boga en los Caños del Peral, y trató
á Mai()uez y á la Rita Luna. Después de algunas vicisitudes y contratiempos
Ip^S.uda comisión para Méjico, embarcándose en la Coruña en 2 1 de mar.
•'«¿yié 1800, en la corbeta-correo Principe de Asturias^ que condujo á Trini-
V ,^ <Sad al Sr. D. José Cándamo, obispo inpartibus de Milasa, y auxiliar del
••\ *\* Sr. P. Felipe Trespalacios, que lo era de esta diócesis, [i]
De Trininad pasó á la Habana, donde ya gobernaba el marqués de Some-
cuando no pueden suprimir las que se escriben contra ellos, las retardan tanto tiempo qae
cuando salen, va naaie a||pcuerda del asunto á que se dirigen.
Viendo Philoletes, que estaba fuera de Madrid, que su carta quedaba detenida, le remiiió
otra particular al censor bajo su verdadero nombre, instándole á que publicase en el Diario
la primera; j la contestación que dio este úitimo fué no solo el satisfacerlo, confesando sus
yerros y las imposturas que habia dicho de D. Bernardo Philoletes, sino que umbien estam-
pó esta misma satisfacción en el Diario de Madrid, en tales términos, oue nada le dejaba <^ue
deseará su vanidad. £n el Diario de Madrid del dia 15 de diciembre ae 1797, es donde vie-
ne cantada la palinodia j>or El Viajero Universal^ palinodia tanto más lisonjera para el Ha-
banero, cuanto fué proferida por uno de los hombres sabios que hay en España en el con-
cepto de todos los sujetos de voto que lo conocen, así personalmente, como por sus es-
critos. De resultas pues, de la disputa con El viajero Universal^ y de la amis-
tad que contrajo con su autor^ la que en el dia existe, hizo D. Bernardo Philoletes El Vkt"
je de la isla de Cuba, para msertarlo, como se hizo, en la referida obra; siguiendo el mis-
mo método de ella. £1 citado Viaje tiene sus yerros leves, porque no filé escrito en la Ha-
bana, y en las cosas que refiere su autor, posteriores al año de 93 oue fué en el que faltó de
ella, pudo haber sido mal informado como él mismo lo conoce, después de hallarse en e^
ta ciudad; pero esto no le quita la gloria de haber sido el único hasta ahora que haya da-
do una relación tan completa y circunstanciada de esta colonia.
"Nada hay escrito del estado actual de la isla de Cuba, su grandeza, su cultura, osos y
costumbres de sus habitantes. Esta verdad observada por el autor de El Viajera^ que dio
lugar á oue formase el concepto tan denigrante que formó de nuestra literatura, y que es
demasiaao derta por nuestra desgracia, no podía menos de sumergir al del referido Via--
/í en un mar de confusiones, por no tener obra alguna que le pudiese orientar, ni más no-
ticias que referir, que las C|ue el mismo habia visto y observado.'' — ^V. D.
Ti) £1 Sr. Cándamo recibió en la Coruña pocos días antes de embarcarse, la noticia de
la muerte del Sr. Trespalacios, y el nombramiento ó presentación del Sr. D. Juan José
Diaz de Espada, pero continuó su viaje á la Habana, de cuya catedral era canómgo:
aquí fué electo gobernador capitular en sede vacante, y murió el año siguiente de la fiebre
amarilla, antes de la llegada del diocesano, que fué en 1802
Sahó Ferrer de la villa de Madrid para la Coruña á fines de setiembre de 1799, y al lle-
gar á la Coruña el 15 de octubre^ vio que salia el **Lanzarote,'' bergantín correo que no
pudo alcanzar k tiempo para su viaje á la América.
**Alistaban el bergantm correo de S. M. titulado "El Cuervo," para salir el mes de no-
viembre, y ya estaba en él acomodado, esperando para hacemos á la vela únicamente <^ae
soplase el viento nordeste, á fin de asegurar la salioa y libertarnos de algún crucero in-
glés, cuando se presentó en la Coruña el jefe de escuadra D. Félix Berenguer de Marqoi-
na nombrado Virey de la Nueva España en remplazo de D. Miguel de Azanz^ Traía de
secretario al bric^adier D. Antonio Bonilla con su hijo, y una servidumbre de siete perso-
nas. Presentó á la dirección de correos marítimos una real orden, para que se pusiese en-
teramente á su disposición, el buque de la renta que estuviese más próximo á salir: con
este motivo nos mandaron á desalojar á todos los que ya estábamos acomodados en el
*'Cuervo." ¿Con qué gusto recibiria esta noticia un hombre, que desde la ventana de su
posada, no cesaba de mirar á todas horas un cataviento que babia en una casa del frente
para ver si corria nordeste, y se acercaba el instante de la partida? Ocurrí al noevo virej
41EVISTA DE CUBA. IO3
rnelos: la dificultad de las comunicaciones por la guerra con los ingle ses,
obligó á Ferrer á detenerse en esta ciudad algunos meses, y el Sr. Somerue-
losj que además de las noticias que tenia de su afición á la literatura lo ha-
bisL tratado, le indicó que podia hacerse cargo de la dirección del Pupel
Periódico^ único que en aquel tiempo se publicaba aquí, y lo propuso inme-
diatamente para socio numerario de la Sociedad Económica, en que ñié ad-
mitido el mismo año de 1800, 3 de julio; pero siendo transitoria y muy corta
Su permanencia en esta ciudad, no consideró prudente hacerse cargo de tan
formal y delicada empresa, limitándose á publicar en pliegos sueltos un pe-
riódico semanario, con el título de El Regañón de la Habana^ en el cual,
bajo im plan nuevo y festivo, hacia la crítica imparcial de aquellos usos,
costumbres, puntos de literatura y artes que merecian corrección. El des-
empeño de esta obra gustó sobre manera, y no solo alcanzó ima suscrícion
numerosa, sino que su ejemplo ¿dentó á varios literatos á dar á luz escritos y
contestaciones que llamaron la atención general. Además de El Papel Pe-
fúfdüo que tomó á su cargo el poeta D. Manuel Zequeira, salieron entonces
Ia Aurora y La Lonja Mercantil^ que no carecian de mérito.
A. las polémicas literarias que suscitó El Regañón^ y á sus críticas teatra.
*leSy se debe sin duda el desarrollo del talento del poeta Zequeira y la for-
ma<3on del inolvidable gracioso Covarrubias, que sin estudios y sin maes-
solicitindo iDCorponrme á su comitiva; recibióme con el mayor agrado, diciendo qae lo
Ituria con el mayor gusto, pero que por el reconocimiento que el mismo habia hecho del
liex-gantin, no le'pareda que hubiese posibilidad de acomodo para mi persona, á lo menos
decentemente: que sin embargo, pasase á bordo y lo examinase después de la nueva dis-
tribución que había mandado hacer de alojamientos, por si me acomodase algún lugar, y
**I lo hice. El bergantín era sumamente incómodo y estrecho; lo que se llamiba cámara,
^K^- yn pozo, con cuatros catres á manera de nichos, en los que con mucha diñcultad se
podia revolver un hombre, ni estar en más postura que acostado: el combés debia ocupar-
se enteramente por el resto de la familia, con la oficialidad y tripulación del buque: de mo-
^ que era preciso resolverme á pasarlo á la pampa sobre cubierta. Triste y desconsolado
con mi examen, no me quedó más arbitrio que erde esperar la conclusión de una corbeta
nueva que «e estaba acabando de arreglar para salir de correo, en el mes de enero: pero á
''^^ de es ta indispensable detención, me quedaba siempre el recelo de que se apareciese
^ro nuevo gobernador de Indias, con orden de embargarla p^ra su trasporte. No era in-
randado este temor, porque como muy poco antes de la venida del Virev Berenguer de
l'^fqaina, se había embargado de la misma maneja , otro correo que conaujo á Trinidad
^ ^Qcógnito al marones de Someruelo -i nombrado Goberaador y Capitán General de la Ha-
"'"Wa» pareda que el Ministro de la Guerra D. Juan Manuel Alvarez se había propuesto
iQiuiar de este modo á los gobernadores de América, y lo hacia con tal precipitación, ó
?^teJa, que los provistos llevaban sus despachos sin ser pasados por el Consejo de las In-
^^- Esta indispensable formalidad prevenida por las leyes con graves pena, no sirvió
r^ obstáculo al recibimiento en la Habana del gobernador Someruelos, pero en mayo se
3*Htd ¿ Real Acuerdo para tratar de la materia, y aunque por una pequeña mayoría de
7|^tos se le dio posesión del vireynato al recien provisto, el ñscal de la Audienda represen-
*^^ consejo contra lo resuelto, y de sus resultas fueron multados en $ 500 cadt uno de los
?^^^es que votaron por su redbimiento. La impadenda ce n que sobrellevaba mi larga de-
¡^¡^on en la Corufia, la cual duró más de tres meses, después de la salida del bergantín
^^^^ervo," no me permitió presumir, que tal vez era una feliddad el no haberme entonces
^*^b%¥cado. Con efecto, cuando llegué á Trinidad de Cuba, supe que los dos correos Lan-
^ote y Cuerro, fueron aprésalos sucesivamente y conduddos al ruerto Real de Jamaica,
T^^e al Sr. Berenguer de Marquina, le habia costado mucho trabajo y dinero el que se le
«J«kra partir para Veracmz a servir su vireynato." Memorias intimas, V. D.
I
I04 REVISTA DB CUBA>
tros, se lanzó á la escena habanera, que puede decirse principió en aquélla
época, pues hasta el gobierno del Sr. Someruelos permaneció cerrado y casi
en ruinas el teatro de la Alameda, desde el año 1788, en que por la última-
razón dispuso lo primero el Sr. Ezpeleta. Hoy todavía la lectura de El Rt-
gañouj cuya memoria conservan los que no son extraños á nuestra literatu-
ra, agrada y produce efecto: al partir Ferrer para Méjico, se encargó D. Jo-
sé Antonio de la Ossa, empleado de Real Hacienda, de continuar la publi.
cacion con el título de Susfüuto del Regañón y la desempeñó con acierto,
si bien se advertia en sus escritos un estilo cansado, y con poca grada.
De Méjico volvió á la Habana donde se embarcó para Cádiz el año de
1802, y de allí pasó á Madrid, á dar cuenta de su comisión. En Madrid con-
tinuó publicando El Regañón General [i] bajo im plan más serio y metó-
dico, y obtuvo la misma general aceptación que en la Habana, habiéndose
inscrito en la Sociedad Económica Matritense, el año de 1803. [2] En ma-
yo del mismo presenté'una minuciosa memoria proponiendo el establecL
miento de la Loteria de la Habana, á imitación de la de Méjico, aunque
bajo otro plan y forma. En consecuencia, se expidieron reales eédulas,
consultando su utilidad, en lo que se tardaron algimos años, hasta que en
el de 181 2 supo aprovecharse de la idea el que obtuvo la dirección. [3]
Estos planes y sus escritos literarios merecieron que el Rey D, Carlos IV
se^dignara nombrarlo el año de 1805 Ministro Contador principal de las
Cajas de Cartagena de Indias, agraciándole además con la cruz de caballe~
ro de la orden militar de Montesa, cuyo hábito vistió en el convento hospi-
tal de Monserrate de la Corte el mismo año. Inmediatamente . salió para su
[i*] Se publicó con Real Privilegio en Madrid el periódico ^/^¿'^^^f General áos ve-
ces á la semana, en el que, bajo una crítica festíva,'se trataba de corregir los abusos y de
mejorar las costumbres públicas. Duró su redacción más de año y medio con suscrícion
numerosa. Y terminó porque Carlos IV y D? María Luisa de Borbon que notaban el
cumplimiento constante y pundonoroso de Ferrer en el servicio militar, y su aplicación 7
laboriosidad, pues en palacio se hablaba con frecuencia de El. Re^ñon y de sus escritos,
creyeron que podria ser más útil en otra carrera más apropiada aüí genio y estudios de di-
cho Ferrer.
<*Sabedor de esta disposición tan favorable, dice Ferrer en sus memorias privadas, pre-
senté memorial exponiendo entre otras cosas, el mérito que habia contriado al presentar
á S. M. pocos meses antes, el plan y arreglo de un nuevo establecimiento de Lotería en
la isla de Cuba, que habia merecido su regia aceptación; pasando por real orden á informe
del Supremo Consejo de Indias.
Suplicaba se me destinase en él Ramo de Real Hacienda, por reunir en él algunos co-
nocimientos. Dignóse entonces S. M. nom^ rarae Ministro Contador principal de las ca-
jas de Cartagena de Indias, agraciándome con la cruz de Caballero de la orden miUtar de
Montesa, cuyo hábito vestí en el convento hospital de Monserrate, en Madrid, afio de
180S."— V. D.
(2) El 26 de febrero según certíñcacion del secretario D. Policarpo de Tejada Herrao-
so.— V. D.
(3^ Cuando en el año de 1821 volvió á la Habana D. Ventura Ferrer, el Sr. D. Berna-
bé ae Corres, director de la Lotería, tuvo la franqueza y atención de obsequiarle en cuer-
po con sus jueces y oficiales como autor de una renta, á la vez pingüe al Estado, y que ha
necho la fortiina*de muchos particulares. Cuando se creó la Lotería ya estaba Ferrer
pleado y fuera de la corte.
REVISTA DE CUBA. IOS
destino, á pesar de la guerra que habia contra los ingleses, por los cuales fué
apresado sobre Trinidad, pero á las cuarenta y ocho horas, en ruta para Ja-
xnaica, lo represó un corsario francés armado en Cuba con bandera españo-
la, el cual lo condujo á Cartagena, [i]
Puesto en posesión de su destino por el Virey Sr. Amar, desempeñó tran-
quilamente sus delicadas funciones hasta el año 1810, que principió la revo-
lución de Nueva Granada. El prolijo ejercicio de su destino no impidió que
se dedicara a su pasión favorita de las letras y el estudio: propuso y llevó á
cabo una Sociedad Económica, cuyo reglamento formó con su acostumbra-
da minuciosidad; fundó una imprenta, enseñando á D^Manuel Pi.jpl, todas
las mecánicas operaciones del arte: publicó el año de 1814 una Historia de
los (Retadores de la república romana obra que en Europa hubiera tenido
mucha celebridad, y poco después fué nombrado por el Virey Sr. Montal -
vo, redactor de la Gaceta de Cartagena^ que empezó á darse á luz en dicha
ciudad, y de la Guia de fotcCsteros en 1818.
Interminable seria referir los disgustos y malos ratos que pasó en Carta-
gena, ibasta fines de 1820, que se embarcó para la Habana con su numero-
sa familia, abandonando sus intereses: solo los que hayan pasado por
tr^ revoluciones en diez años, y los que sepan el influjo que por su destino
y tajpnto ejercia Ferrer, podrán conocer sus penas y vicisitudes, tan pronto
comisionado para entregar las llaves de la ciudad al ejército sitiador, como
sumido en una mazmorra y sacado de ella para reorganizar las oficinas de
Real Hacienda; y tan pronto sospechoso como autor de manifiestos y obras
impropias de su carácter firanco y abierto, como honrado con la redacción
de La Gaceta del Gobierno. [2]
[ij En esta travesía de Trinidad á Cartagena, estuvo el buque expuesto á perderse en
la isla de Quinan Grande. Al dia siguiente fué cuando la cirbeta d? guerra inglesa Dra-
ke apresó la embarcación, en donde estuvo Ferrer prisionero nueve dia-^, hasta que se le
trasladó á la misma presa, para ser conducido á Jamaíoji. A vi¿u de Kingston, y á las cua-
renta y ocho horas de haberse separado la corbeta, faé el encuentro del corsario francés
qne tardó veinte y dos días en llegará Cartagena. — V. D.
(2) **Posesjonado en mi empleo, lo serví tranquilamente los cinco años primeros: la
marcha del gobierno estaba arreglada, y las leyes en observancia; pero á los cinco años si-
gnientes, tuve que sufrir todos los trastornos y amarguras de una hor:orosa revolución
política. Los disturbios de Cartagena que tanto ocuparon la atención general en aqueUa
época, me pusieron en el mayor conflictor fu( perseguido por los revoltosos, á cansa de
no querer seguir su sistema; preso, fugitivo, hasta que después de tantas persecusiones
ocuparon la plaza y provincia de Cartagena, las tropas que condujo el general D. Pablo
Morillo el año de 1815, y se restituyeron todas las cosas al orden antiguo
En este restablecimiento tuve yo una gran parte, porque el Virey ü. Francisco Mon*
talvo, luego que me repuso en mi empleo, me dio comisión para que montara de nuevo
las encinas de Real Hacienda, enteramente trastornadas con los desórdenes de cinco años
de revolución; y tuve la satisfacción de conseguirlo, y de que mereciese mi trabajo su su-
perior aprobación. £1 mismo Virey me nombró espontáneamente para cjue publicase una
Gaceta de Gobierno, que al propio tiempo tenia por objeto ilustrar la opinión de aquellos
liabitantes, como lo verifiqué por mucho* meses.
Cinco años más duró la tranquilidad de Cartagena, hasta que nuevos y lamentables con •
tnUiempos, la pusieron en el caso de ser sitiada por los disidentes, y de tener que entre-
garse por capitulación, después de diez y ocho meses de asedio. Sa un conflicto de tal
14
Io6 REVISTA DE CUBA.
A principios de 182 1 llegó á esta ciudad con veinte personas de famQia y
criados. El memorable Intendente D. Alejandro Ramírez, que solo le co-
nocia de oidas como autor de El Regañón^ lo nombró al poco tiempo Con-
tador principal de Crédito público, cuyo destino habia renunciado el de
Diezmos D. Sebastian de Ayala. El Crédito público tuvo á su cargo la ad-
ministración de los bienes de siete conventos religiosos, que se suprímieron
en esta ciudad, los cuales ascendían á más de dos millones de pesos, con el
ingenio y hacienda de losbelemitas y dominicos, cobros de réditos y álqwle-
res de casas, pagos y ajustes de pensiones, teniendo la satisfacción de que
cuando extinguido eFsistema constitucional, se devolvieron estos bienes, ni
se le hizo el menor cargo ni hubo la menor queja, á pesa/ de su caráct^ se-
vero en materias del servicio.
El Sr. Arango, sucesor del Sr. Ramírez, lo propuso á la Junta superior
directiva de Real Hacienda para dos comisiones fij de suma importancia,
en unión del Sr. D. Juan Ignacio Rendon, que desempeñaba interinamente
la ñscalía del ramo el año de 1825: una fiíé la de liquidar y clasiñcar la deu-
da existente á favor del erario, y la otra arreglar los derechos sobre SPtaba-
co, titulados de vijésima y de elaboración. El nombramiento del Sr. Ferrer
para ambas comisiones se fundó en la imposibilidad material alegada povel
Sr. Rendon por el cúmulo de negocios y juntas de la ñscalía; y en cuanto á
su^esempeño, baste decir que se depuraron más de tres millones de pesos,
y que el derecho sobre el tabaco quedó arreglado al poco tiempo. •
El Sr. Pinillos se sir\ió destinarlo al año siguiente para arreglar la esta-
dística de la Isla, bajo la dirección de una junta titulada de auxilios, que á
poco cesó de real orden, quedando el ramo á su cuidado exclusivo: tres
años duró esta comisión, en los cuales se redactó y publicó La BcUanza
Gení-ral dtl Cerne* cio^ que fué aprobada por S. M., y formó un estado gene-
ral del producto de las rentas en aquel año de 1S26. Los que conocen la
importancia lie las Balanzas y han visto el valor que cada año han ido to-
mando, convendrán en el mérito que contrajo el que redactó y formó la pri-
mera con un trabajo improbo Otras comisiones análogas desempeñó por el
mismo tiem-^K», y el año de 1S27 propuso la creación de la Administración
llenenU Terre¿.:re, que se aprvibó por real orden á ñnes de 1828, confián-
dose al Sr. Ferrer la Contaduría en propiedad é interinamente la Adminis-
tración, que retuvo el Sr. Arocha, secretario de la Intendencia. En i? de
nr.uri!ej>, me Jed;:; :e. c.^ ai > ministro i^rinr>x'. t ún >3 ** R*il Htdeali, i arreglar 7
vii^iv^jhff ev su n'R'N:r.^ ií rAC:c»a^s; t s^x^^rro* ivín \\ s•aV:s^?oct» de U tropa, y ds los si>
ti-KÍ.^s, cü c iVA< o:>írjic'v>"e* trsSuijé soS eninerJL Al Sa. cij.hu\5 'a p'-iíA, hibieodo te-
nue» v;uí ítr.gTJU" vvn ri' n;ia)«rO!sa tasn :«, pnra-waiv-» vjaedxr éel i mis debeies, i todms
U* x-^'^ji'As ^«e ^<^ uti' o;" «v e c»:: *i ,^jfnji qi<«ÍA:aií ea e! ¿a;*, $l¿».eaio el asevo sute-
;[ i ] L 1 r» t*.a-r.\ .<v Ac^¿er K> di lo ie fcí)of^? ie 1&5, ▼ U se^óaia por a^aerdo 4v
REVISTA DE CUBA. IO7
enero de 1S29 se puso en planta esta oficina con oficiales nuevos, y bajo el
reglamento que redactó el mismo Ferrer, y aprobó la Junta Superior Direc-
tiva, [i] Toda la Habana sabe cómo dirigia el Sr. Ferrer la administración,
disponiendo él mismo las tareas, redactando los informes de alguna consi-
dezacion en todos los ramos, examinando los expedientes hasta en las horas
ile reposo, y procurando la mayor recaudación posible de derechos.
No trataremos aquí de la conveniencia y oportunidad con que se estable-
ció la nueva oficina, de los pingües productos que ha proporcionado, ni de
los servicios prestados al público después del asombroso incremento que
"han tomado el comercio y la industria de la Isla: nos contraeremos á nues-
tro ^^unto particular. Diez años desempeñó la administración el Sr. Ferrer
con tanto acierto, que el entendido Sr. Fiscal Figuero y el Sr. Asesor Zamo-
ra, por Tareza diferian de sus informes y siempre los procuraBan: intermina-
ble tarea seria si hubiera de enumerarse la multitud de cuestiones en que el
Sr. Ferrer propagaba los más sanos principios de la ciencia económica, los
desestancos, el libre comercio, la competencia, la franqueza y la publicidad
en todas las operaciones, esas verdades que las preocupaciones se empeñan
en oscurecer ó retardar, pero que el tiempo y la razón hacen patentes. En
su época sin angustiar, se apremió á los deudores, no se alzó ni fugó ningún
colector ni administrador, no hubo desfalcos en las rentas de su cargo: el
Tribunal Mayor aprobó y finiquitó todas sus cuentas sin el menor reparo.
La confusión que reinaba en el ramo de alcabalas, y las dudas que á ca-
da instante se ofirecian, le indujeron á formar El Akabalatorio^ que no solo
mereció la aprobación de S. M [*] sino las gracias que por su desempe-
ño le dio el Sr, Conde de Villanueva: también formó otra instrucción sobre
el papel sellado, y en su tiempo se puso en práctica el de giro para docu-
mentos de cambio. En los dias más críticos de la epidemia del cólera, [2]
^1 año de 1833, en que hasta los tribunales y las demás oficinas suspendie-
(1) "Entré pnes, á ejercer las funciones de Administrador General interino, el dia de la
^Sreadon de dicha encina, sin conocer los oñciales que me debian auxiliar, y sin la total
itrega de papeles, documentos y órdenes que debian regir en su despacho, que se puso
\ actividad para el público el mismo dia. Tuve la felicidad de que, ni la falta de prepa-
*adon tan necesaria en una nueva oñcina, ni la multitud de negocios divididos en más de
ramos de difícil y delicada recaudación, detuvieron la marcha.de las operaciones
"^Ordinarias de esta dependencia, desde el momento de su abertura: en me lio del vasto des-
^Mcho diario de una oñcina general tan complicada, no experimentó el público la menor
^DOYedad, á pesar de que eran nuevos en^l servicio de rentas casi todos los empleados."
--Memorias /«//ot<w.~ V. D.
(2) «£n menos de dos meses murieron de ella solo en esta ciudad de la Habana y s^is
currábales, más de ocho mil personas de todas clases, edades y temperamentos. La cons-
ternación fué general: cerráronse los tribunales y los oñcios públicos, quedaron desiertas
las oñdnas, y se obstruyó el comercio y la industria.
"£n las despobladas calles de la Habana, en los meses de marzo y abril de 1833, no se
'presentaron mas objetos que los tristes carros fúnebres, hacinados de cadáveres para con-
bodrios á los cementerios públicos: el resto de la población encerrada en sus habitacio-
nes, teniendo en apati» su última hora, ó fugitiva por los campos, creía por estos m«dios
libertarse del riesgo que les rodeaba.
"Ea medio de esta desolación, tuve yo fortuna que no me atacase la enfermedad, y la
lo8 REVISTA DE CUBA,
ron sus tareas, se vio al Sr. Ferrer casi solo, despachando lo que ocurría con
uno ó dos de sus oficiales. Cuando se creó el derecho de herencias asistía
personalmente á los inventarios en horas que no eran de oficina: para au-
mentar el expendio de la Bula, propuso se celebrara el paseo del estandar-
te, que en otros puntos de América producia tan buen efecto, y por último,
cumplió todas las funciones de su destino, con una exactitud recomenda-
ble. [i|
A pesar de estas continuas y delicadas tareas, jamás descuidó el cultivo
de las letras, ni olvidó que en ellas habia dado sus primeros pasos. Como so-
cio de la Económica, desempeñó á satisfacción el empleogie censor en el
bienio de 1829 á 1830. En este último año y en el siguiente, habiend#imo
de sus hijos emprendido la publicación de El Nueiio Regañón de la Habana^
escribió varios artículos dignos de leerse sobre literatura, costumbres, teatros
y otras materias amenas; algún tiempo después dio á luz Miarte de vivir en el
mundoy obra de educación que debia ponerse en manos de los niños y de mu-
chos adultos; dejó algunos manuscritos muy curiosos sobre su vida, acerca
de la revolución de Nueva Granada, y materias de amena literatura: poseía»
el latin, el francés y el italiano y una tintura general de conocimientos, firu-.
to de profunda lectura de !)uenos autores.
El año de 1839 recibió su jubilación, y algún tiempo después se le conce-
dieron los honores de ministro del Tribunal de Cuentas de Madrid, únicos
que tuvo al cabo de treinta y cuatro años de servicios, como Jefe de Real
Hacienda. A. C. F.
constancia de no faltar an dia siquiera á la administración de mi cargo, en las horas de su
despacho, aunque varias veces me vi casi solo en la oñcina; pero apenas fué calmando la fa-
ría de la epidemia, empezó á recaer sobre mí exclusivamente una de sus más laboriosas con-
secuencias. La multitud de muertes produjo una multitud de testamentos y de intestados,
cuyas cuentas de división y partición y demás procedimientos, judiciales y extrajuücia*
les, tenia yo que deslindar, liquidar y recaudar como administrador y único Recaudador,
del derecho de herencias en esta capital.
"Obra era esta que exigía por s{ sola una oñcina entera: más de seiscientos expedientes
testamentarios han ocurrido en esta administración de mi cargo; y sin perjuicio de saldes
pacho diario, he liquidado de ellos más de las dos terceras partes, y por el resto estoj ac-
tivando su conclusión en el Juzgado de Real Hacienda. Desde el dia primero de enero de
1831, hasta ñnes de' diciembre de 1834, he cobrado en efectivo de este derecho $183,192
6 y medio reales; además he liquidado $173.316 y 7 reales que existen reconocidos en deaoa,
y para cuyo pago ha concedido espera la junta superior directiva, en fuerza de las circuns-
tancias; y una cantidad mayor deberán producir las testamentarias y los intestados que es-
tan por liquidar, á causa de no haberse entregado en esta oñcina los documentos para ^^
óer nacerlo.'* Af^niortas fnítmas. — V D.
(i) La publicación de la Santa Bala se celebraba cada dos años, el 30 de noviembre,
en todas las ciudades principales de la América Española, y constaba de ñestas de iglesias
con sermón, asistiendo el Contador de Ejército cubierto, llevando el pendón, y se leia al fin
de la misa la bula de Cruzadas y después se hacía una procesión, como bando, pero en
carruajes, y terminaba por la noche con un baile en la casa del Mayordomo de Cruzada,
que era el Contador de Ejército. Esto mismo se verificó en la Habana en 1829 siendo ú
Sr. D. Buenaventura Pascual Ferrer, Administrador General de Rentas Terrestres; la fun-
ción fué en la Catedral y el baile en su casa, calle 'de San Isidro esquina á la de Composte-
la, cuyo balcón se adornó é iluminó convenientemente. ^
filosofía de la historia
SIGI^IFICACIOI^ HISTOI^IQA DE LAS COI^QUISTAS DE ALEJAI\pi(0 MAGNO.
Si algún mortal ha parecido un Dios entre los hombres, fué Alejandro,
^^ dicho el ilustrado autor del Genio del Cristianismo, — La expresión llega-
^* á parecer exagerada, pero de ningima manera injusta; porque, cuando
en medio de una época de trastornos y tremendas asolaciones se levanta
^^ cié esos genios que al rededor de sí atraen la mirada de los pueblos,
siea<io los arbitros del destino y porvenir de las naciones, y como la encar-
^^ion de la ley histórica tiene en su mano el desenlace de los aconteci-
^^^^>tos; casi llegamos á pensar al hombre y su voluntad como la causa úni-
^ ^«1 movimiento vital de la humanidad, y semejante á un Dios el ser
extr-^ordinario que, viendo aUá, en los lejanos horizontes del porvenir, el
^^^»1 de nuestra perfección, al imperio de su voz y bajo el dominio de su
^E^^rior inteligencia encamina á los pueblos casi forzosamente por la senda
^ í-^ civilización y del progreso.
^^, sin embargo, ni el individuo se mueve por puro capricho, sino por vo-
r^^ad racional determinada en virtud de las circunstancias, y dentro de su
^ ^^^^po; ni él es causa absoluta y fundamento único de aquellos aconteci-
^^^ntos, sino actor, con frecuencia inconsciente, del gran drama que la hu-
^^^^"^idad desenvuelve en esta tierra bajo supremas providenciales leyes que
le es dado suspender, ni precipitar jamás: porque "toda grande obra ha
^cesitado y encontrado un obrero, como tan bellamente se expresa un
ósofo contemporáneo. Llegado el tiempo de ejecutar alguna grande
Salpresa, y dadas todas las condiciones exteriores, la Providencia envia un
nio capaz y destinado á realizar la idea fecundada y madurada en las
añas de la historia.'' [ i ]
[i] Sanz del Rio. — Sistema de la Filosofía — ^p. i.
(C
Ci
lio REVISTA DE CUBA.
Pero esos genios que la Providencia envia para cumplir y llevar á dmá
los grandes acontecimientos, n(^ son los solos artistas de la civilización y
del progreso; cada hombre dentro de su esfera y en su límite allega mate-
riales por insignificantes que parezcan, y todos juntos en múltiples relacio-
nes y en armonioso conjunto, van trabajando sin tregua ni descanso para el
bien individual y comim, sucediéndose en esa obra maravillosa; y al mismo
tiempo los pueblos y naciones, artífices mayores, de organismo más compli-
cado y de fines más altos trasmiten la Jierencia que laboriosamente alcanza-
ron^ á otras naciones y pueblos, cuando llenada ya su misión y cumplido su
destino, son llamados á desaparecer de la escena histórica.
No es, puesy Alejandro solo á quien debemos admirar. Nuestras Qpnsi-
deraciones tocan también^ y en una parte muy principal, al pueblo griego,
poseedor de los inapreciables tesoros de ciencias y artes, á cuya herencia
eran llamados el Oriente primero, y mediante este, todos los demás pueblos
de la tierra. — ^Así la Providencia, según eternas leyes, va llevando á los
hombres y á las humanas sociedades á su perfeccionamiento y ulterior des-
tino.
Los conculcadores del progreso humano desligan y separan completa-
mente á Dios y al hombre, atacando violentamente nuestra naturaleza per-
fectible y cometiendo un atentado criminal contra la infinita perfección del
Ser supremo. Suponen que aún cuando la razón conozca lo infinito y ab-
soluto, y la fantasía le dé vida sensible, determinándolo á ser en ^se mundo
de sus propias originales concepciones, no hay en el hombre suficientes me-
dios para llevar al mundo de la realidad hechos cada vez más próximos al
ideal, por más que confesemos disten infinitamente siempre del inagotable
cúmulo de perfecciones; acusan á Dios, en su impiedad, de haber conde-
nado al hombre, hecho á su imagen y semejanza, á la horrible desespera-
ción de no poder imitar en su vida al tipo original; ó suponen al humano li-
naje colocado al acaso sobre esta tierra, sin plan preconcebido, y entera y
absolutamente conocido por la sabiduría eterna; despojado de conciencia y
de libertad para obrar dentro de un espacio más amplio cada vez y más se-
guro; sin finalidad ni destino al cual ha de acercarse progresivamente para
el cumplimiento de aquella ley que en tan breve como profunda sentencia
nos fué revelada: "Sed perfectos, como vuestro padre celestial es perfecto"
[i]; cierran los ojos á la verdad de ese gran libro llamado historia, testigo
siempre fiel y segmro de Ids evoluciones humanas para llenar y dominar la
tierra [2] y para gobernarla con equidad y con justicia [3]; ó cuando
menos la consideran como un cúmulo de hechos realizados casualmente, sin
ley, sin intervención providencial y sin relaciones interiores, ni enlace; olvi-
[íl Math.— V, 48.
[2] Genes. — I^ 28.
(3) Sap.— IX, 3,
REVISTA DB CUBA- III
dan finalmente que el hombre trabaja en su terrestre peregrinación para
buscar el reino de Dios y su justicia, f i ].
3Para nosotros, por el contrarío, la himianidad vive bajo la mirada de
I>ios, y su vida se realiza en el tiempo y en el espacio, conforme á las leyes
providenciales de su propia y entera naturaleza, encaminadas siempre al
cta.]nplimiento de su destino. Confesamos sin embargo que exponer el de-
senvolvimiento progresivo de esas leyes en las distintas faces que presenta
13, historia, es decir en las edades, épocas y períodos de la vida humana;
indagar á través del confuso laberinto de fenómenos, al parecer contradic-
torios, aislados y sin relación de unos para otros, ni con el todo, el carácter
distii^vo bajo cuyo influjo la humanidad camina; explorar y determinar la
ley enmedio de las agitadas olas que por donde quiera levantan las tor-
mentas sociales y políticas, y á través de las violentas convulsiones de im-
perios que se derrumban, cediendo el cetro del mundo á manos más robus-
tas y varoniles; es muy difícil tarea que exige un detenido estudio, ima me-
ditación profunda: porque el valor y significación del hecho históríco, no
solamente se determina por el particular carácter y educación, edad y épo-
ca cié la vida del hombre que lo ejecuta, sino también, y sobre esto, por
^3^ mismas circunstancias en el pueblo y en la raza, por influjo de otros
pixeT)los y por el momento históríco que ocupa en la vida universal humana.
^Nf ás, si llegamos á pensar, como punto de partida y fundamento racional,
que toda realidad, y por consiguiente el ser y la naturaleza hamana, se de-
sexiTuelve en sus temporales mudanzas, resolviéndose prímeramente bajo la
ley de la unidad en absojutas afirmaciones, sin libre distinción interíor, ni
.movimiento individual expontáneo, aunque ciertamente conteniendo pue-
blos y naciones diversas, pero siempre encadenados á una idea fija y opre-
sora, por más que en su fecundo seno viva, como dormido, el germen de
í^^tiples y variadas relaciones; encontramos la humanidad en su edad pri-
naera, el mundo antiguo, la infancia de los puebfos. Dominando siempre y
^^ todas las épocas de esta primera edad, como su propio carácter y sello
^^ístintivo la unidad* llega sin solución de continuidad el imperio de la se-
S^^da ley de la vida, la adolescencia de la humanidad, la edad de oposición
^^n sus luchas entre pueblos é ideas antitéticas, con sus más altas y com-
prensivas soluciones, ofireciendo de continuo nuevas afirmaciones y nega'-
^ones, y trayendo al movimiento y á la vida problemas cada vez más
^'^^plejos y variados que estimulan el pensamiento y levantan la razón á
^^^^ "vista y conocimiento menos oscuro de lo fiíndamental y lo perfecto;
^^ta que lleguen los dias de la reflexión y de la madurez que hoy pre-
sieo^^ todo espíritu serio y pensador, cuando bajo el suave dominio de la
^^y <ñe ¿jrw¿7«í¿r, con el conocimiento de cada .organismo humano en todo
su x>Topio valor y en sus relaciones ordenadas, se realice con actividad ili-
1^1 Mat— VI, 33.
112 REVISTA DE CUBA,
mitada dentro de su esfera toda obra para su ñn, sin obstáculo interior, ni
colisión extraña.
En el Oriente, cuna del género humano, centro de donde parten todas
las tradiciones y todos esos caracteres de diferentes razas que, á la manera
de grandes oleadas, han ocupado sucesivamente extensos territorios; teatro
de los acontecimientos que llenan la mayor parte de la edad antigua; don-
de la vida del hombre y la naturaleza se desenvuelven de una manera espe-
cial y exclusiva; los pueblos se asemejan en sus instituciones, predominando
en todos el carácter de unidad indistinta y confusa que en religión produce
el panteismo, en política el despotismo, y en la ciencia y las artes la nega-
ción de lo propio é individual y la confusión y mezcla de lo opuesto,
dando valor exclusivo á lo gigantesco, inverosímil y monstruoso, vivificado
al calor de un sol abrasador, de una natiu-aleza exuberante y de una fan-
tasía alimentada en la contemplación de lo absoluto é infinito. <'£1 abso?
* Mutismo religioso, dice á nuestro propósito un célebre escritor, incomunica-
'*ba allí á Dios y las relaciones divinas con el hombre: el absolutismo políti-
"co ponia allí al Gobierno en una altura inaccesible á los gobernados y es-
"téril para la vida. De modo, que en los pueblos asiáticos y en la historia
"prftnitiva parece que la humanidad, temiendo entregarse en manos del
"destino y educarse ,á sí misma por medio de la libertad, y desconfiando d e
"su naturaleza, se corta á cada paso el camino de la vida, presintiendo la
<'degeneraciopi y separación de Dios y de las ideas eternas que querria vin-
teniar en sí para siempre." [i]
Pero, dentro de esa primera edad histórica, y sin .destruir el carácter uni-
tario que la distingue, nace la primera oposición [2] exterior entre el
Oriente y el Occidente. Mientras aquellos estados asiáticos aparecen, su-
jetos al régimen despótico; desmembrados interiormente en castas que no
guardan entre sí relaciones humanas, y á quienes separa Dios mismo por ra-
zón de su distinto origen; esclavizados bajo el poder sacerdotal y la espada
del guerrero; mientras allí la religión, fundamento de toda civilización, en-
gendra la tiranía y la degradación y envilecimiento de los pueblos: en Oc-
cidente crece y se desenvuelve el pueblo griego, donde la libertad del pen-
samiento y de la inspiración genial producen esos inmensos raudales de be-
llezas y de armonía en las artes, y esas profundas concepciones que la in-
dagación racional va sistemáticamente construyendo, en la filosofía y en las
ciencias; donde la religión es la idea que afirma la personalidad y el propio
individual valor, llevando en su sého la sacrosanta llama que alienta y vi-
goriza el amor á la gloria, la idea bienhechora de la patria que tantos héroes
crea, y cuando es necesario tantos mártires; donde, finalmente, los nombres
de Milciades, Leónidas, Themistocles, Arístides y Cimon son eleteniQ^íni^
[1} Weber.-vlntrod. á la hist. antig. por Sanz del Río,
12J La segunda época de la edad antigua.
REVISTA DE CUBA. II3
bolo de la gloria, del patriotismo y del valor, contrapuestos ai desmedido or-
gullo y la ambición de los Daríos, Jorges y Artajeijes.
Así, pues, se realiza la segunda ley histórica dentro de la primera edad
del mimdo. De este modo la Providencia haciendo nacer el gran pueblo
heleno en los límites del Oriente y el Occidente, dióle la noble misión, nece-
saria para el cumplimiento de su ulterior destino en el primer ensayo de
UDÍon y de armonía,'de resistir el poderoso empuje del coloso asiático; co-
mo más tarde colocó, en medio del mundo europeo, el imperio romano pa-
ra realizar una nueva unión más comprensiva que la primera, y para dulci-
ficar y hacer humanas las costumbres de los pueblos bárbaros, llamados á
fundar sobre más ancha y más segura base la civilización y el derecho.
Todavía sobre esta primera oposición extema se levanta la tercera ley de
la historia: la ley de la armonía; sin que por eso pierda la edad antigua el ca ■
rácter de imidad que siempre conserva durante todos sus períodos. Su
realización estaba reservada al imperio macedónico bajo el reinado de Ale-
jandro el Grande.
En vano habian ensayado los Estados griegos llegar á la unidad nacio-
nal, á la armonía y unión para im fin común. En vano fueron suce^ién-
dose una tras otra las heguemonias de Atenas, Esparta y Tebas; solamente
bajo la presión del común peligro Grecia se sostuvo imida contra Persia.
Porque es preciso no olvidar que todavía en aquel país interiormente dividi-
do por naturales accidentes, permanecian vivas las oposiciones originarias,
habitando sus ciudades pueblos de contrario carácter, distinguiéndose aún
bajo el nombre genérico de griegos, Pelasgos y Helenos, Heráclidas y. Pelo-
pidas; y esta oposición se reveló en toda su fuerza, cuando debilitadas las
esperanzas de Persia por mar y tierra, y alejado el temor de los Griegos,
volvieron sus armas contra sí propios, gastando su energía en luchas des-
tructoras que precisamente debian de traer consecuencias desastrosas para
todos, vencidos y vencedores: Atenas, Esparta y Tebas en su engrandeci-
miento y caida sucesivas, dieron el espectáculo bien triste de un gran pueblo
envilecido por bajas pasiones, rivalidades y envidias, cuando no aprovecha
los elementos favorables que posee, ni sabe buscar en elevados principios
deipatriotismo y de desinterés, el bien y la prosperidad común, sino arras'
trarse en el cieno de su miseria y egoísmo.
Levantóse, no obstante, como una protesta enérgica contra la general
corrupción que había invadido el campo de la Filosofía y la Moral con
Górgias, Protágoras, Hipias y tantos otros, la persuasiva palabra y justifica-
da vida del inmortal Sócrates y la de sus discípulos Platón y Aristóteles,
elevando la ciencia hasta ima inmensa altura no alcanzada en épocas poste-
riores. También entonces con Herodoto, Tucidides y Jenofonte brilló la
historiografia, y la oratoria fué cortante espada, que manejada por la des-
treza de Demóstenes, lanzaba rayos contra las intenciones^ manejos del
macedonío Filipo, conquistador de su querida patria.
15
114 REVISTA DE CUBA.
Pero, ni d pensamiento fílosóñco, levantándose á esferas 3uperiores de co-
nocimiento, y llamando la conciencia á propia reflexión; ni la historial re-
cordando las glorias de mejores dias; ni la elocuencia, hiriendo las delicadas
fibras del sentimiento de la libertad tan poderoso en Grecia; ni ami la bdla
literatura, tan eficaz en im pueblo de ardiente fantasía para arrebatar d es-
píritu y guiarlo por secretos caminos hacia el bien, fiíeron bastante poderoeas
para evitar que la preponderancia helénica pasase á extrañas manos, encum-
brando tal vez la descendencia aborrecida de Pelasgos y Herádidas, airc^a-
dos en la primera edad de aquellos pueblos á las ásperas vertientes del He-
mus, sin formar parte de las privilegiadas repúblicas de Grecia, pero fim-
dando en cambio im Estado guerrero, educado en la fiíigalidad y en d var
lor y en condiciones las más propias para arriesgadas empresas, la patria de
Fílipo y Alejandro, en fin, la Macedonia designada por la Providencia para
salvar la civilización helena y conducirla entre el firagor de los combates has~
ta los últimos confines del Oriente, quitándola su exclusivismo, borrando sus
limitaciones, y haciéndola finalmente, patrimonio de la humanidad entera.
Tal vez sin la providencial dominación de Macedonia, sin la constancia
y astucia y sobre todo sin el talento y alto espíritu de Alejandro Magno, la
civilización griega hubiera suctunbido: porque los vicios se habían enseño-
reado de aquel pueblo, sabio en sus leyes, morigerado en sus costumbres,
modelo de públicas y domésticas virtudes, santuario de las ciencias y las ar-
tes: '^los Tébanos eran dados á la gula y á la embriaguez; los Atenienses se
^hablan abandonado á los placeres refinados, y prodigaban sus riquezas en
«'espectáculos y fiestas; en Esparta reinaba ima funesta desigualdad entre la
^'condición política y la riqueza de los ciudadanos En los Estados
^^grUgpí desde la caida de Tebas, no se estimaba ya nobleza, ni virtud, ni
^'justicia; la überiadse habia convertido en licencia^ elii^ilor en tiranta^ y lafi-
**delidaden serviUsmd^ [i]. Eran aquellas desoladoras ruinas de un gran pue-
blo que desgraciadamente habia perdido la exquisita sensibilidad para las
ofensas y la previsión, para asegurar su autonomía, que si en otro tiempo
eran tan vivas, tratándose de los persas, ahora no bastaban contra los Ma-
cedonios ni la severidad de im Licurgo de Atenas, ni las tremen4as filípicas
y olinthias de im Demóstenes.
Preciso es, sin embargo, confesar que el sentimiento de la libertad que exa
en la Grecia espresion simple y expontdnea^ irreflexiva de un pueblo Jáoen [2 1
algún aliento conservaba; que él inspiró á sus magistrados la libre absolución
del orador infatigable; y que, por último, tuvo fuerza bastante para con-
fiarle los fiinebres elogios en honor de las víctimas sacrificadas en los triste-
mente célebres campos de Queronea.
Ni se negó tampoco, aunque yu tarde, cuando á la muerte de Filipo, d
íi] Plutarc De Alex. Fort H, 11.
L2] Pintare. De Ales. Fort L, 6y
REVISTA DB CUBA. II5
joven Alejandro combatía contra los Tribalios, Ilirios, Getas y Tracios, á
escuchar su patriótico acento, y levantarse en armas, dispuesto á reconquis-
tar su independencia. Pero aquellos eran los últiiQOs destellos de ima bri-
llante artocha que se apaga« Grecia fué nuevamente subyugada, y la^ llama
acabó de extinguirse bajo los escombros de la infortunada Tebas.
En la destrucción de la ciudad respetóse lo artístico, la ciudadela, los tem-
plos y I9 casa de Píndaro. Asi empezaba desde entonces, venerando Alejan-
dro los grandes sentimientos, la religión, las ciencias y las artes, tanto por
la elevación de su talento, como por el benéfico influjo que el filósofo de
Stagira supo ejercer sobre su privilegiada inteligencia, al dirigir su educa-
ción, á revelarse la superior misión de aquel genio que llevaria bien pronto
la gloriosa enseñan del progreso y la civilización helénica, hasta los ignotos
Ifanítes de Oriente.
El pensamiento de Alejandro en esta gigantesca expedición, como repre-
sentante de la última evolución de la ley histórica en la primera época del-
mundo antiguo, está sintetizado exactamente en estas expresiones de Plutar-
co; ^'Realizar la tmidad del género humano y asociar á todos los pueblos por
los lazos de la benevolencia y de la paz." Es verdad que á los griegos halaga-
ba la idea de ir á buscar á sus eternos enemigos los Persas en su propia ca-
sa; que la Grecia entera bajo el influjo del guerrero se siente renacer pode-
rosa y fuerte para vengar los antiguos ultrajes: porque las ruinas de sus ciu-
dades, los escombros de sus templos y las mutiladas estatuas de sus dioses
habían esperado largo tiempo la espada vengadora que lavase completa
mente tan criminal profanación y tanta afi-enta.
Pero nó: que si Alejandro aprovecha para el éxito más completo de su
gian idea la disposición y espíritu del pueblo griego, no es el ambicioso
guerreh) que se lanza á los campos de batalla para saciar su sed de sangre
y contentar su necia vanidad, avasallando extensos territorios y recibiendo
adoraciones de pueblos y de reyes. Nó, él desea reimir á todos los hom-
bres en una gran unidad, fundada sobre la comimidad de intereses y de cos-
tumbres y realizando la concordia y la armonía universal [ij. Es el ge-
nio inspirado en la fé inquebrantable y en el presentimiento de su futuro
destino que con la firente erguida y la enérgico volimtad fija en su objeto,
vence temores, acomete peligros, y siempre alcánzala victoria. Aquiles
tal como supo cantarlo el inmortal Homero, es el bello ideal que persigue
su ardor guerrero, extasiándose de continuo en la lectiu-a del inimitable
poema que ha'perpetuado en las generaciones sucesivas tantos famosos hé-
reos y tan admirables rasgos de patriotismo y de valor. Para su fantasía la
sombra dd invulnerable griego vaga todavia errante sobre los campos de
Troya, y su primer cuidado, después de atravesar el Helesponto, es ofrecer
[I] Weber,tl, n. lio.
Il6 REVISTA DE CUBA-
sacríñcios y celebrar juegos militares por los manes de los nobles Yaxonts
que allí habian sucumbido por el honor de Grecia.
Este vivo recuerdo no solo debió infundir la conñanza y el valor en los
soldados de Alejandro, trayendo á su memoria las hazaüks y empresas que
allí se acometieron; sino que el hecho mismo entrañaba una alta significa-
ción histórica, enlazando las dos oposiciones realizadas bajo épocas dis-
tintas y por el mismo pueblo: la Grecia entera se habia entonces armado pa-
ra vengar una ofensa, y de nuevo la Grecia entera volvia á exigir satisfac-
ción cumplida á su eterna enemiga por más graves ofensas.
Que diferencia, sin embargo, de los tiempos heroicos á la época de Ale-
jandro. Los helenos entonces habian partido de su patria con solo el obje-
to de destruir: llevaron al Asia el incendio y la ruina, y^ volvieron á sus
hogares, después de haber borrado un nombre ilustre de la historia.
Agamenón fué esclavo de su época. Alejandro, por el contraiioi
queriendo fundar en aquella misma Asia un poderoso imperio que
fundiese en una sola las tendencias contrarias, y amparase bajo ima
misma bandera persas y griegos, es verdad que perseguía un proyecto irrea-
lizable como no fundado sobre la naturaleza y pleno conocimiento de la
humanüiadj si bien á la razón no le era concedido todavia llegar á un des-
envolvimiento entero de este concepto; pero, es preciso confesar que el pen-
samiento solo de la unidad así entendida, era un progreso gigantesco, cuyas
consecuencias y trascendental influjo es muy difícil calcular. El enseñaba
el principio de la igualdad humana, borrando la vergonzosa distinción de
castas, consagrada en las religiones y gobiernos del Oriente: él hacia enten-
der á los griegos que la ciencia y la civilización no es patrimonio de un
pueblo con exclusión de todo otro, sino que cada uno, al mismo tiempo que
trabaja para sí, trabaja para la hum*anidad entera, trayendo de este modo á
la historia nuevos elementos de derecho humano, y sobre todo relaciones
positivas de unión entre individuos y pueblos, mediante las ciencias y las
artes: relaciones más profundas y duraderas como fimdadas en el espíritu y
piirificadas de todo motivo interesado.
Fero, cuantas dificultades era necesario vencer para agrupar bajo una
misma ley á los que separaba un hondo abismo! Esta colosal obra exigía
el trascurso de los siglos y el progreso relativamente lento de la Humani-
dad en su vida sobre esta tierra: porque el Oriente y el Occidente estaban
divididos por incomensurables distancias, y no basta para borrarlas el ge-
nio superior, y, por más enérgica que sea, la voluntad de un Jiombre solo,
aún cuando se llamase Alejandro el Grande este ser privilegiado. — Creían-
se los Helenos de una naturaleza superior á los Persas hasta tal punto que
oimos á Plutarco asegurar que Aristóteles aconsejaba á su discípulo tratar
á los Griegos como amigos, y como brutos á los bárbaros [ij. El idio-
[il JustXII, 3.
REVISTA DE CUBA. II7
religión y costumbres eran notablemente opuestos é imposibilitaban la
Tusion proyectada, y esta asimilación de elementos contrarios en el inmen-
laboratorio de las ideas no se realiza en el corto período de un reinado,
i menos puede tonar el carácter de hecho consumado hasta que los pue-
blos entran en im período de reflexión que les encamina con la conciencia
j^lenadel derecho á buscar lo que falta á sus primeros estados de piu'o sen-
"timiento ó de oposición para completar y llenar todas sus aspiraciones con
^rden y armonía, sin el exclusivismo de los primeros momentos de su vida.
Es necesario, pues, decir con el historiador Weber que *'la idea de un gran
**imperio, animado con la civilización griega, floreciente por la industria y
^'comercio interior, y regido por ima ley común, era muy superior á aquel
"tiempo y á aquellos hombres" [ i ].
Mas, esta idea que ni era de aquel tiempo, ni para aquellos hombres; este
pensamiento cuya realización exigiael transcurso de muchos siglos; este pro-
yecto que tantos pueblos y guerreros quisieron plantear en épocas posterio-
res, volveremos á repetirlo, sería bastante por sí solo con todos sus defectos
y limitaciones para ganarle al héroe macedónico el renombre de Grande
con que le distingue la historia. — Que la violencia y á veces la injusticia no
eran los medios más eficaces para llevar á cabo su propósito, lo confesa-
mos: porque despojarse del casco y la armadura del guerrero para ceñir la
diadema y vestir la púrpura oriental; ostentar en su corte todo el lujo y opu-
lencia de los antiguos monarcas del Oriente; y obligar á los Griegos y Ma-
cedonios á adoptar el traje y las costumbres de los bárbaros, era ajarla va-
nidad de los helenos, orgullosos de su libertad y su cultura, mientras los
orientales se confesaban esclavos de sus reyes; era, como dice Justino, de-
clarar solenmemente que los vencedores "hablan perdido más que ganado
**por 1^ victoria, pudiendo ellos llamárselos vencidos, al someterse de este
**ixiodo álos vicios de los bárbaros." [2] Pero estos medios, aunque desa-
certados é ineficaces para el objeto que Alejandro se proponia, nada signi-
ficaban en el progreso humano? Yo bien sé que para defenderle no basta
atribuir con Plutarco á su cualidad de '*rey cosmopolita y jefe común de
*'uaos y otros el captarse la benevolencia de Ips vencidos, mostrando á lt)s
"^^-cedonios como jefes, y no como enemigos," [3] Entiendo que Mon-
íescjuieu tampoco se justifica suficientemente, cuando dice: que *'oponién-
"do^^álos que deseaban que tratase álos Griegos como señores y á los
"^^^XTas como esclavos, procuró unir las dos naciones, y que desapareciesen
"^*^ diferencias entre el pueblo conquistador y el pueblo vencido: y acaba-
^^ la conquista, deponiendo todas las preocupaciones que le hablan ser-
t ^ I] Pintar, l, 8.
^^^ Espir de las Leyes, X, 14.
^ 3 ^ Estud. sobré la hist de la Human- y t., 3., cap. 5, sec. 2., p. 3.
Il8 REVISTA DB CUBA.
'Mdo para hacerla, tomó las costumbres de los Persas, por no afligir á los
"Persas, precisándolos á tomar las de los Griegos." f i] Es cierto que
"al hacer lo uno ó lo otro se engañaba, como observa Laurent, porque las
"costumbres no se imponen jamás; la fusión, en tanto que es p^osible, repre-
"senta el trabajo de muchos siglos." [2 J Pero, toda esta obra, repito, na-
da significa en la historia? ¿nada influye en el desenvolvimiento de la Hu-
manidad? Permítasenos sobre este punto algimas lijeras reflexiones.
£1 exclusivismo de todos los pueblos del mundo conocido, hasta la épo-
ca de Alejandro, era de tal carácter que aún entre las repúblicas de Greda,
donde la civilización casi, puede decirse, habia llegado á ima misma altura,
no existia lazo alguno politico, ni comunidad de derechos civiles. La sola
cualidad de hombres no bastaba para ligar á los individuos de la espede
humana, siendo de todo punto indispensable el noble carácter de dudada-
no para crear relaciones sociales. Si esto pasaba entre los mismos Griegos;
si de un estado áotro se consideraban y daban el título de extranjeros, y
era muy difícil y raro poderse adquirir la cualidad de ciudadano, ya dejará
entenderse qué consideración merecerian, y bajo qué concepto serian trata-
dos los pueblos bárbaros.
Ahora bien; de la misma manera que habia querido borrar los límites en-
tre los diferentes Estados de Grecia, avivando en ellos el noble sentimiento
de la patria, mediante la invasión del territorio persa, así también ensayó
Alejandro allanar la insuperable barrera que separaba hasta entonces á am-
bos pueblos; pretendió ligar por intereses comunes el Oriente y el Ocd-
dente y creyó conseguirlo mediante el cambio de costumbres y de leyes.
Era posible más en aquella imperfecta edad histórica? Pues todavía hizo
Alejandro mucho más.
La monstruosa inmovilidad á que el despotismo oriental condenaba á los
pueblos del Asia, necesariamente debió modificarse por la influencia de las
leyes y costumbres griegas, y por eso la libertad helénica despertó más tarde-
el pensamiento filosófico, dormido en los poderosos brazos del brahmanis-
mo, y, cuando Seleuco Nlcator dominaba en la Siria, y el budhismo se pre-
sentaba en abierta lucha contí^ la reHgion antigua á las orillas del Ganges,
la gloria de la filosoña griega penetró hasta la corte de los reyes indios. [3]
Azoka, uno de estos monarcas, celebró tratados con los de Siria y Egipto,
y en ellos se acordó conceder libertad á los misioneros budhistas para ense-
ñar su religión entre los griegos. (4]
Pero, todavía empleó Alejandro otro medio más seguro y que por ser fun-
Li] Laurent, ú 2 p¿ 281.
[2] Benfey, en la Endclop. deErsch?, S. II, Tit 17, p. 7i«-*Ct Lauren^ tit ap,
282.
L3] PluL Op. dt, I, 7.
[4] Ifígen. ia AuL 1379 y sig.
REVISTA DE CUBA. H9
dado en la nattxraleza, debió producir más positivas consecuencias para la
unión greco-persa: medíante los matrimonios entre vencedores y vencidos
obtenía un resultado satisfactorio en su descendencia, afirmando con las
nuevas generaciones la posesión que la ciencia y el arte griego adquirian
en las regiones asiáticas. Alejandro dio ejemplo el primero, casándose con
una hija de Dario, y luego sus oficiales y amigos con las más nobles persas,
generalizándose finalmente este nuevo lazo de unión entre las hijas del país
y 10,000 guerreros macedonios, cuyo suceso celebró la ciudad de Susa du-
rante cinco días con fiestas y regocijos públicos al estUo oriental. Plutarco,
comparando esta conducta de Alejandro con la de Jerges al invadir la Gre-
cia, exclama; *'E1 gran rey creía juntar la Europa y et Asia, tendiendo im
'fuente sobre el Helesponto. Inútiles esfiíerzos! Alejandro une los dos
"continentes, no por medio de maderos y balsas, no ligándolos con cadenas
^'materiales, sino estrechando las almas por legítimos amores, por castos
^^matrimonios, y por la mutua comunicación de los hijosJ' [i] No es po-
^ble apreciar bastante este paso hacia el desenvolvimiento y civilización del
snondo, sino estudiando atentamente la proñmda sima que separaba los
jpueblos, reduciéndolos á sus límites más estrechos, y sobre todo la oposi-
aún más hostil entre los Griegos y los Persas. Para vencer invetera-
preocupaciones se necesitan siglos; Alejandro dispuso únicamente de
voluntad, teniendo en firente la vanidad de sus soldados, las ideas de su
^poca y la acreditada opinión de los escritores más célebres de Grecia. Si
<x>iisuItamos la Literatura, Eurípides contestará que los Griegos habían
nacido para ser libres, y los bárbaros para ser esclavos [2]; si preguntamos
Á la Oratoria, oiremos á Demóstenes dejarse arrebatar por la ira ante la
consideración de que un bárbaro, debiendo ser esclavos de los griegos, se
atraviese á concebir el proyecto de someterlos á su imperio [3]; si examina-
mos la Filosofía, Aristóteles mismo, como antes hemos indicado, le concede
á esta inhumana doctrina todo el peso de su autoridad. [4] Pero Alejan-
dro el Grande, no embargante la enseñanza de su maestro, tiene la gloria
de condenar ente injustificable antagonismo, y concebir y practicar el ele-
vado pensamiento de unir por el estrecho lazo conyugal dos enemigos irre-
conciliables, jimtando bajo un mismo techo bárbaros y Griegos, conquista-
dores y conquistados.
Cuanto hemos dicho hasta aquí no hay duda que debe cautivar nuestras
simpatías y avivar nuestro entusiasmo por el héroe de Macedonia; pero así
el mutuo cambio de leyes y costumbres, como las uniones conyugales úni-
camente eran medios más ó menos adecuados para llegar al fin y cumplí-
[il Pfaüip. III, p. 31, 32, p. 119.
[2] Polit, I, I, 5: taúto physei barbaron kai doulon*
[3] Cosmos, T. II, p. 180 de laedic francesa.
[4] Estad, de la Hist de la Homaiu T. 11 p. 268.
Í20 REVISTA DE CUBA,
miento de su providencial misión. Lo que, por dedilD asi, llenaba sus in-
tentos, y satisfacia completamente sus aspiraciones, era, como dice Hum-
boldt, ''crear la unidad del mundo, bajo la influencia civilizadora del hele-
nismo." [i]; era, según Laurent se expresa," "repartir á manos llenas la
civilización griega." [2] Y pareciéndole la Persia teatro muy pequeño
para empresa tan gloriosa, quiere penetrar hasta mas allá del Yndo y lle-
gar al otro extremo de la tierra, atravesando regiones jamás exploradas, ni
aún oidas por ningún heleno. Los geógrafos griegos enriquecieron la deiu
cia entonces con nuevos descubrimientos: porque el^ Asia era im mundo ve-
lado casi por completo para los Europeos; y aunque es verdad que no estu*
vieron libres de inexactitudes y errores [3] pues Alejandro mismo, como
asegura Ariano [4], creyó haber encontrado las fuentes del Nilo, suponien-
do que nacia del Indo, y perdiendo^ este nombre, corria por extensos de-
siertos, para tomar el suyo propio, al llegar á la Etiopia; es preciso tener en
cuenta que ni los conocimientos humanos se adquieren en un dia, ni los
medios eran tan seguros, ni era tan fácil en táh breve como angustioso
tiempo rectificar observaciones, rápidamente recogidas en jomadas milita-
res, y no en escursiones puramente científicas.
Si Alejandro hubiera podido comimicar á sus soldados el mismo espíritu
y resolución que á él le animaban, para impulsarles á descubrir nuevos paí-
ses y mas extensos horizontes, á pesar de los infinitos peligros y de las nu-
merosas contrariedades que por todas partes le cercaban, no se hubieran
cansado, ni satisfecho jamás; pero, aquella naturaleza exuberante, aquellas
inaccesibles montañas, cuya elevada cima se escondia entre las nubes, el
caudaloso Ganges que del fondo de sus cristalinas aguas hacia brotar la sa-
grada flor del loto; en una palabra, todo aquel nuevo mundo de formas gi-
gantescas que parecia encerrar en su seno el impenetrable misterio de nues-
tro humano origen, y los primeros dias de nuestra existencia sobre la tier-
ra, espantaron á los Macedonios, negándose á seguir los pasos y realizar el
pensamiento del atrevido conquistador que en su embriaguez imaginaba
**habia de ver cosas únicamente conocidas de los dioses inmortales." — [5]
Sus esforzados guerreros que en los sangrientos combates del Gránico, de
Issos y de Arbela habian deshecho las numerosas huestes de Dario Codo-
mano; aquellos incansables soldados que atravesaron el Asia menor, el difí-
cil y peligroso país de la Cicilia, la Palestina y la Fenicia, arrasando la
heroica y opulenta Tiro, y que después de destruir la fuerte y valerosamen-
[I] Strab., L. XV, p. 471.
[2] Aman. VI, i.
[3] Q. CurtlX, 4.
[4] Q. Curt. ibíd. cf. Laurent, op. cit,
[5] Plutarco, Op. cit I, 5.
REVISTA DE CUBA. 121
te defendida címlnide Gaza, sujeta el Egipto, llega hasta los desiertos de
la Libia, y descamjjjibdo apenas de tan fastigosa marcha, vuelve sobre sus
pasos y somete á Babilonia, apoderándose de Susa, Persépolis y Ecbatana,
y con estas famosas capitales, de los inmensos tesoros amontonados allí por
los soberanos de Persia; aquel ejército que habia visto morir á muchos de
sus compañeros sobre las nieves del Hindukúh, para sometar el Aria, la
Hircania y la Bactríana, extendiéndose luego hasta el Pendschab, y derro-
tando á Poro con su poderoso ejército al otro lado del Kydaspes, avanza
hasta el H)rphasis; los Macedonios, en fin, valientes, incansables y sufridos
no pudieron resistir á la idea de que su jefe los llevaba á remotos lugares,
donde no alumbra el sol ni las estrellas; donde se elevan rocas que los dio-
ses han hecho inaccesibles para los hombres; donde las tinieblas cubren con
eterna noche la superficie de los abismos, combatidos con resonante estruen-
do por ima mar llena de horribles monstruos y de encrespadas olas, [i], y
medrosos se detuvieron ^n los últimos límites de la Pentapotamia sin que-
rer continuar ya más aquella expedición tan peligrosa.
Seríamos interminables si pretendiésemos historiar en todos sus detalles
este período el más brillante y laborioso de las conquistas de Alejandro el
Grande, y, lo que más hace para nuestro intento, si examinásemos entre
tantos i)eligros y adversidades aquel constante empeño por dar á conocer
en todas partes las ventajas de la civilización griega, si enumerásemos imo
por und los centros de cultura intelectual y material que en aquella ex-
coision larga y famosa se formaron. A su poderoso mandato más de se-
tenta poblaciones se levantan en medio de bárbaros paises, pudiendo
repetirse con Voltaire que *'en la fogosa edad de las pasiones y en la em.
''biiaguez de las conquistas, Alejandro edifica más ciudades que todos los
''otros vencedores de Asia han destruido.'* El lago Mareótidas, cu-
yas aguas viniendo del Nilo, se comunican con el Mediterráneo, vio levan-
tarse las murallas de Alejandría, trazada bajo admirables condiciones de hi-
giene por el arquitecto Sostrato, y ofreciendo inmensas ventajas para llegar
á ser el centro del comercio y la navegación de Oriente; otras cuatro ciuda-
des inmortalizaron con su nombre el del ilustré Macedonio en los remotos
climas que fertilizan el Oxo y el Yaxartes; en la expedición al Pendschab^
Bucéfala y Nicea conservaron la memoria de su caballo de guerra y sus
victorias; y en fin por todas las regiones visitadas fué dejando el recuerdo
vivo de sus triunfos en otras tantas poblaciones, donde las ciencias y artes
griegas floreciesen y que unidas entre sí por una red de caminos militares»
facilitasen el trasporte de las producciones naturales y de la industria
oriental, desde las más lejanas tierras hasta los puertos del Mediterráneo.
'*De aquí en adelante, dice Weber, fueron el Asia menor y el Egipto e-
(i) Dic. ñlosof. pal. Alejandro.
122 REVISTA DE CUBA,
"centro de la vida intelectual y literaria del mundo, como también del co-
''mercio, sin quedar á la Grecia otra posesión que el arte y sus antiguas me-
"morías." [i] "La Filosofía y la Literatura helénicas no estuvieron conde-
"nadas desde entonces á vegetar encerradas dentro de los límites de la Me-
"trópoli y sus colonias, sino que, comunicadas al Asia y Aifríca floreciercm
"en Siria y en Damasco, en Palestina y en Egipto, llevando con la sonora
"lengua de Demóstenes un elemento favorable á la predicación del cristia-
nisma" "El Asia aprendió á conocer á Homero, los hijos de los Persas
"cantaron las tragedias de Eurípides y Sófocles, y más de siete siglos des-
"pues dd cristianismo, los Árabes encontraron huellas de la cultura griega
"en las más apartadas regiones del Oriente." [2]
Es verdad que la poesía genial, la estatuaria y la arquitectura no pro-
gresaron, sobre todo la primera, aunque Alejandro, estimulando con pre-
mios á artistas y poetas, las protegia con verdadero empeño; pero las ma-
temáticas y más aún la geografía y la historia natuñd, como denda de ob-
serx-acion á que los nuevos descubrimientos y las sucesivas expiraciones
ofiredan un dilatado campo, recibieron notable impulso y cada dia estimu-
laron más á emprender mayores intdectuales conquistas y más profundas
indagadones.
La Humanidad, pues conservará un eterno reconocimiento á aquel espí-
ritu superior que, ambidoso del progreso y civilizadon de los pueblos, con-
sagró su \'ida entera y sus esfuerzos en levantar por todos los países que el
despotismo y la barbarie habían encadenado á su férrea coyunda, templos
á la dencia« y al comerdo y á la industria, centros de prosperidad y bien-
andanxa: que si Alejandro en\ndiaba su épico cantor á Aquiles, el mundo
todo le ha $er>'ido de Homero, al grabar las hazañas del gran conquistador
y dxilitador universal con caráctoes indelebles en las páginas inmortales
ile la historia.
Esto no obstante, Alejandro ha tenido sos detractoffes, quienes, ó no han
xisto sino la limitación propia dd hombre, ó paramente le han considera-
do o\mH> el conquistador que al fr^^te de un ejército, animado por el deseo
de ven^rama, ilewS la homidda guerra y con día todos los males i pad>los
que d£sftt^3llun de xiaa x-kia paañca, en medio de una naturaleza j^ódiga
de :^u$ doness donde i !a Providencia plugo cotocarlo& 9ín deredio que
le tavc^reciese y sin justkia que le am]pvinse« d ejército griego no solamen-
;<^ \ x^.^v^e j; Djurk\ y sae ap^xlera de su ie^<v s¿ao que avanza hasta la India
. .jiTA en\\>:\^er en ur«A mkzna vengan ra i criminales é inocentes. En una
pjLibrx A!<iandrv> es [ura ellos, no :^¿s q^e nn cxiqínscador vulgar, un
ave&^aero v un maniaco dipnoo dd pábSic? despfeook oocno piensa Séneca;
:f: KiiM «Kt;« MiK di S«aa M Kxv T. L iL
;a5 Q.CtaA.IX.4'
REVISTA» DE CUBA, I 23
y sus Macedoníos, hombres que por todas partes van sembrando la muerte
y la desolación.
Este juicio, que bien pudiéramos llamar cruel, por no parecer descorteses
calificándolo de irracional, se funda en una crítica que tiene poco de filoso,
fica y mucho de superficial, nacida en gran parte del estudio puramente
dogmático de la historia, y alguna vez' de la exageración sistemática de
prindpios sociales y políticos que se avienen muy poco con el derecho de
conquista, tan válido en los siglos anteriores á la verdadera aparición del
derecho internacional.
La crítica, en efecto, no ha llegado á penetrar hasta nuestros dias en el
pleno sentido histórico de la idea que representa el Gran Conquistador de
Oriente; y los escritores que impugnamos, de la misma manera que muchos
apologistas de Alejandro, apenas si han vista en la expedición macedónica
otra cosa que una afortunada tentativa de dominación y un ensayo asaz in-
fructuoso de. universal imperio, destruido bien pronto con la temprana
muerte del héroe de la empresa, y dividido al faltar el elemento *de unión
<iue lo sostenia. Esta pura y exclusiva contemplación del hecho, sin ulte-
TÍor indagadon, á nada conduce, como no sea á un concepto errado de la
Historia, y á suponer que la humanidad marcha sobre la tierra, sujeta á la
voluntad de un individuo ó á la caprichosa volubilidad de la ciega for-
tuna.
Enfi-ente de aquella critica desatentada, encontramos las exageraciones
en sentido opuesto; la defensa y legitimidad del derecho de conquista. —
Fúndala Montesquieu en la utilidad y conveniencia que para muchos pue-
blos, sometidos á un régimen abusivo, é impotentes para reformarse por sí
mismos, puede reportar un invasor, cuando ateniéndose alas leyes de la hu-
manidad, trata de introducir mejoras encaminadas al bien de los vencidos
(i). Me parece que semejante doctrina es tan peligrosa como contraria á
todos los principios del Derecho y la Moral.
Ahora bien; si la empresa y dominación de Alejandro Magno pudiesen
soportar todo el peso de estas consideraciones, con dificultad el panegirista
más sagaz se atreveria á librarle de la censura con que la severa crítica ha
querido juzgarle; ni aún considerando la guerra contra Persia como la de-
fensa que la Grecia hacia de su libertad y civilización (2) y por consiguien-
te, mucho menos, cuando se trata de la invasión á la Fenicia, al Egipto y á
la India, donde no hubo provocación ni antiguas ofensas que ven-
gar.
Pero la critica histórica, para ser justa, es necesario que sea racional, ^
en lo tanto fundada en el conocimiento de las causas que determinan el
(i) Etpir. de las Ley es.^L. X, c. 4.
(2) Ibid«
I
124 REVISTA DE CUBA.
hecho, y de las circunstancias de lugar y tiempo en que el íenómeoo se ve-
ríñca (i). — Algunas breves consideraciones nos ofrecerán elementos bas-
tantes para juzgar con imparcialidad y rectitud á Alejandro y á sus con-
quistas.
Hemos visto que el aislamiento es ley de los pueblos primitivos; bajo
esta ley no solamente los Ateniensos son autóctonos, sino que ésta es co-
mún creencia, asi en Oriente como en Occidente. £s la vida del senti-
miento que se desarrolla con la naturaleza en unidad continua, sin exten-
derse en otras relaciones que las inmediatas de familia y de patria, hasta
donde alcanza la vista sensible del individuo; es la primera edad, la in^ui*
da de los pueblos, subordinándolo todo al puro sentimiento, dentro de,
estrecho círculo de acción, y apegándose^ por decirlo así, al suelo que pisa
al aire que respira^ á los árboles que le dan sombra, y á las montañas que
limitan en tomo su mirada. Lo restante del mundo le es ajeno, contrarío
y enemigo, y contra él está siempre dispuesto para la lucha: pues,
como di¿e Clinias en uno de los diálogos de Platón, ''entre todos los Esta-
''dos hay siempre una guerra permanente porque lo que suele Uamar-
"se paz, lo es sólo en el nombre, y realmente, sin que exista declaración al-
''gunade guerra, cada estado se halla naturalmente armado siempre contra
"los que le rodean. (2)"
En este concepto, pues, la guerra es un derecho; la invasión y la con-
quista son sus inmediatas consecuencias. Alejandro no hace otra cosa que
practicar un derecho, conduciendo sus ejércitos, lo mismo contra los
encarnizados enemigos de Grecia y su cultura, que contra los otros pueblos
tan bárbaros como el de Persia. Fuerte en este derecho que le daban la
tradición y la costumbre, era hijo de su época; pero al mismo tiempo, hu-
manizando la guerra, que hasta entonces habia significado d exterminio y
la esclavitud. Alejandro fué giande en medio de su siglo, legando 4 los fu-
turos conquistadores ejemplos de generosidad y de beneficencia qoe
imitar.
Sellamos interminables si consignásemos aquí los nomerosos hedios que
justifican su tolerancia y noble conducta en este punta — Polibio nos ha di-
cho que ordenaba con especial cuidado á sus guerreros, que no se profiuia-
aen, ni siquiera por imprudencia, los templos de los dioses (3). Amano
escribe que, admirado dd valor con que los Milesios se habian defendido,
concedió la vida y libertad á los cautivos. ^'Después de la vic-
loria dd Gránico« p^ona á los venddos de Isso: da treguas á las aladas
dd triunfo por consolar á la ÉuniUa de Darío, y eviu hasu d pdigio de
[i] Dtsdmcoe tempon» et cOiKCirdabts j«nL
Tai Lm Leres. L. I« |v 60c tni«c de Aicánfici
I3] Fo^,V. io^&
REVISTA DE CUBA, 12$
'er á la mujer é hijas del gran rey, que cayeron en su poder.'' [i] Cuando el
ey de los Persas huyó de la dudad de Ecbatana á los montes de la
^actriana, y fué traidoramente asesinado por el sátrapa Besso, Alejandro
loro su muerte, como más tarde César la de su competidor Pompeyo, é
áxo justicia á su enemigo, venciendo cq la Sogdiana á su asesino, y ha-
iéndole cruciñcar según las leyes persas. En fin, las conquistas de Ale-
andro llevan el sello de un nuevo desenvolvimiento en todas las esferas de
i vida humana. El aislamiento comienza á desaparecer y se piensa
Q la naturaleza común de todos los hombres; por lo menos hay uno que
[>ncibe y pone en práctica el gran principio de la fraternidad universal.
\rosotros todos, decia este hombre extraordinario á Persas y Macedonios,
opados al rededor de unas mismas banderas; vosotros todos sois mis
jos, mi famiha; yo no os doy otro nombre." — Cuan extraño debió ser
ira los Griegos este nuevo lenguaje! ¡Aquella invasión con tanto ardor
iseadsLf qué resultados tan diferentes produjo para quienes al salir de su
Ltria, alimentaban en su pecho el odio más encarnizado contra los des-
:ndientes de los vencidos en Platea y Salamina! Pero los sentimientos
5 Alejandro el Grande no eran griegos ni macedónicos^ eran sentimientos
imanes, que conmovían dulcemente el corazón de sus enemigos, arran-
Índole estas palabras á Daño: ^*0 Dioses que presidís al destino de los
aperíos, concededrae la gracia de trasmitir á mis sucesores la fortuna de
s Persas, regenerada de su ruina, para que yo pueda mostrar mi recono-
aliento á los beneñcios de que Alejandro me ha colmado con su conduc-
. hacia los seres que me son más queridos en el mundo. Pero si el im-
erio de los Persas ha terminado, y si debemos sufrir las vicisitudes de la
Mtuna, no permitáis que nadie más que Alejandro se siente sobre el trono
e Ciro." (2) Eran sentimientos que obligan á los mismos vencidos á der-
linar lágrimas de dolor por su temprana muerte (3); eran, finalmente, sen-
imientos tan nobles y generosos, que la madre del gran rey, que había eso
irevivido á su hijo, no se encontró con suficiente fuerza para sobrevivir á
Üejandro, y su extremada pena la condujo al suicidio. (4) ''¿Quién es este
'conquistador que le lloran todos los pueblos que ha subyugado? pregun-
ta con razón el autor del Espíritu de las Leyes] ¿quién es este usurpador
'en cuya muerte vierte lágrimas la familia que por él fué derribada del tro-
'no? Este es un paso de su vida de que no nos dicen los historiadores que
**otro conquistador pueda alabarse" [5]
1, 1 ] Exped. de Alez., I, 20 23.
fa] Laurcnt. T, II, p. 283.
L3] Lassen. De Pentapotamia, p. 58.
[4] Laurent T. Il, p. 288.
L51 Pintare» Alex. 30; fd., de Alex, Fort Ufo,
126 REVISTA DE CUBA.
Alejandro, á pesar de todo, no era un Dios, era un hombre, y era un con-
quistador; como hombre, tenia sus limitaciones y sus vicios; como conquis-
tador no fué aejno alorgullo y crueldad que engendra el poder ilimitado y
despótico: prueba incontrastable de que es insensatez ambicionar el dominio
de extensos estados y multitud de pueblos, no poseyendo ni practicando
el difícil arte de dominar sus pasiones y moderar la natural vehemencia (le
carácter. — Su conducta con Clitos, antiguo general de Macedonia, á quien
debió su salvación en el Gránico, y cuya muerte fué decretada en un rapto
de furor y entre las libaciones de un banquete, es una prueba de que el
hombre no dejaba de serlo por llamarse Alejandro. — Como conquistador,
[ya lo hemos dichoj, pagó un tributo á aquella edad de hierro, en que la
triunfal carroza del vencedor rodaba sobre cadáveres y arroyos de sangre,
y los himnos de la victoria ahogaban los lamentos del pueblo conquista-
do. A esta ley sucumbieron Tiro, Gaza y Persépolis. No así la ciudad
griega, cuya destrucción más bien que al conquistador, se debe á la vengan-
za de los mismos Helenos. Un consejo general decidió de la suerte de Te-
bas, después de su rendición, y ya^hemos dicho que si se respetó á los tem-
plos, la ciudadela y la casa de Píndaro, á nadie se debió sino á Alejandro.
Borrar las limitaciones de aquella época en el corto espacio de doce años
de reinado era imposible; pero la semilla habia sido arrojada á las tres par-
tes del mundo conocido, y cuando los trastornos y sangrientos coinbates
que siguieron á la muerte del conquistador, dieron alguna tregua, domi-
nando Seleuco en el reino de Siria, un tratado de paz y un enlace con la
hija de Sandrocotto, príncipe indiano, aseguraron las relaciones amistosas
entre las dos naciones y ofrecieron un más extenso campo á la civilización
griega. Fundáronse nuevos estados en el corazón de la India, hasta que
los Scitas destruyeron con sus invasiones, al principio de la era cristiana,
estos reinos indo-grecos que habian puesto en contacto á los filósofos hele-
nos con los discípulcte de Zoroastro y los sectarios de Brahma [i]; Lassen
ha visto vestigios que revelan esta comunicación en la literatura sáns-
crita [2]; y los monumentos indios también llevan impreso el sello dd arte
griego. (3)
Pero, en Egipto es donde principalmente brilla la fusión que Alejandro
habia ensayado en sus conquistas. La ciudad de Alejandría, edificada con
tanto acierto por los Macedonios, no solo vino á ser el centro, adonde afluía
el comercio del Oriente, como en otro tiempo á la opulenta Tiro, sino
también un templo de la ciencia, en que se daba culto á todas las ideas y
afluían los hombres sabios de Oriente y Occidente. A pesar de la tenaz
(1) Q. Cure, X,5.
(2) Q. Cure ibid.
(^) Montesquieu. Ob, dt L. X, c. 14.
REVISTA DE CUBA. 12/
resistencia que el sacerdocio egipcio constantemente opuso á todo lo ex-
tranjero, los Tolomeos se empeñaron en difundir el helenismo, y al lado
del Serapeum se construyó el Museo Alejandrino, colocándose aquella fa-
mosa biblioteca, inmensamente rica de numerosos manuscritos. Tomoleo
hizo verter al griego los libros de las santas Escrituras, y mediante los hijos
de Israel, se difundió por todas partes la ñlosoña religiosa.
£1 cosmopolitismo que alcanza la sonora lengua de Atenas hace que este
conocimiento de las tradiciones hebraicas no se pierda ya más, y durante
tres siglos la Providencia vino preparando al mundo para realizar aquel ma-
ravilloso acontecimiento que en edades futuras habia de unir con lazo de
verdadera fraternidad las más distantes regiones de la terrestre esfera. En
esos tres siglos, el gran coloso romano se levanta, estrechando con sus in-
mensos brazos el Oriente y el Occidente. Habiendo asimilado todos lo^
principios de vida, basando su derecho, que habia de ser el derecho del
mundo, sóbrela legislación griega; calcando fielmente su literatura sobre la
poesía helénica; imitando su oratoria á la de los grandes oradores de Ate-
nas, aparece de nuevo la unidad, enriquecida con más poderosos elementos
y abriendo caminos e^cpeditosy seguros al conocimiento de la buena nueva j
que traería en su fecundo seno la regeneración completa del individuo y de
la Humanidad en todas las esferas de la vida. Pero, la gloría de haber sal-
vado la civilización helénica de entre las intestinas luchas y la decadencia
del pueblo gríego, pertenece al imperío jnacedónico; haberla llevado en la
punta de su triunfante espada hasta los confines de Oríente, pertenece á
Alejandro. Que el orbe entero repita ante el glorioso recuerdo del Gran
Conquistador: <'si algún mortal ha aparecido un Dios entre los hombres,
sin duda fué Alejandro."
X.
A LOS NINOS.
A MIS AMIGUITAS LAS SRTAS. SACRAMENTO Y AVGELA RIVERoN Y \^\• V'<Eí.
Niños que sonreís, y en vuestra firente.
Con el primer albor de la existencia,
Brilla la suave luz de la inocencia.
Brilla la fé de celestial candor,
Acercaos á mí, que á vuestro lado
El alma apesarada se redína.
Como al pié de la fuente cristalina
Sediento y fatigado viajador.
Vosotros sois arroyos, bullidores
Que se deslizan reflejando el cielo,
128 REVISTA DE CUBA.
Aves que cantan remontando el vuelo.
Mariposas en tomo de la luz.
La inocencia circunda vuestras sienes;
Y rezáis como rezan los querubes,
Que sobre copos de nevadas nubes
Velan al pié de la sagrada cruz.
Auroras que se abren son los dias
De la edad infantil: todo es risueño;
La fé es una verdad, la noche un sueño
Que no turba el aían devorador.
Vuestra palabra balbuciente brota
Envuelta siempre en virginal sonrisa,
Y mueve vuestros labios, cual la brisa
Los pétalos rosados de la flor.
Yo fui niño también, y cual vosotros
Inocente y feliz he sonreido,
Y como duerme el pigaro en su niSo
En el seno dormí de la niñez;
Más de ese sueño desperté llorando
Y hoy, como el triste viajador sediento,
Necesito aspinúr en vuestro aliento
Da la vida la plácida embriaguez.
Acercaos á mí, y en vuestros ojos
Veré el risueño despertar del dia.
Veré la irradiaQon de la alegría
Que os llena con su luz el corazón;
Y veré en suspuqñlas reflejarse
Visiones y esperanzas sonrientes:
Que aún visten vuestras almas inocentes
El tupido cendal de la ilusionl
Vosotros sois arroyos bullidores
Que se dedizan reflejando d délo.
Aves que cantan remontando el vuelo,
Mariposas en tomo de la luz.
¡Qué no aviqpBma vuestras alas de oro!
¡Qué no MCBladibla comente pura!
¡Qué enbbMdo Todo en la serena altura
Surqucii fiiioet d €q>acio azuU
ZEQUEIRA.
EFECTOS DEL ALCOHOLISMO.
En una Memoria que apareció en el mes de julio próximo pasado en los
^"^^nales de la Academia de Medicina de la Habana^ se lee lo siguiente:
"En todo el año de 1874, han entrado por el solo puerto de la Habana:
^4S>i07 garrafones á^ginebra, que mul-
tiplicados por 25 botellas suman 3*627,675 botellas.
9,005 frasqueras, por'25 botellas 108,060 „
12,905 cajas de á 12 ídem 154,860 ,,
Total 3.890,595 botellas*
Año de 1875.
216,659 garrafones, ó sean 5.416,425 botellas.
30,873 cajas de á 12 botellas 370,476 „
Total para 1875 5.786,901 botellas.
''De modo que la proporción del año de 1874 con relación al de 1875 ^
de 3.890,595 botellas de ginebra para 5.786,901, ídem en 1875.
''La proporción es aim mayor en el año que va trascurriendo.
''Desde el i? de enero de 1876 hasta el 26 de mayo del mismo año han
entrado por el puerto de la Habana 80,291 garrafones y 9.477 cajas. Eh
igual fecha de 1875 ^^^^ ^^ habian raeftída Jj|$P56 galtnifones y 7,655 cajas,
I^ diferenda en favor del presente afi4(f4»^09ÍIÍE> se ve, de un térdo poco
más ó menos. . «
"Pero los números que preceden 9ii|MBqlMln el movimiento del puerto
»de la Habana. Veamos ahora la impcMfiqlpí de vinos españoles*
"Entrados desde 1? de enero al ft de vm/o de 1876 27.742,884 bote-
130 REVISTA DE CUBA.
lias, que sumadas con las de vinos franceses suben á un total de 28.063,896
botellas."
Tan enorme consumo de bebidas en un clima como el nuestro, debiera
llamar la atención de los que saben cuan fatales son las consecuencias que
el vicio de la embriaguez puede acarrear al individuo, la familia 7 la so-
ciedad. Exponer las alteraciones que sufre el cerebro humano por esa in-
toxicación, es el objeto que nos proponemos en este artículo, que á ma-
chos puede interesar. Para eso hemos tenido que acudir á las memorias es-
peciales del doctor Magnan, que son un modelo de análisis psico-físioló-
gico.
PERTUBACIONES DE LA INTELIGENCIA Y DE LOS SENTIDOS EN EL
ALCOHOLÍSMO.
I.
Cuando un individuo habitualmente sobrio, bebe con exceso^ se embriaga.
Los primeros fenómenos que acompañan la embriaguez son: una excita-
don ligera, una sensación de plenitud, de bienestar, durante el cual las
preocupaciones desaparecen, la palabra y los gestos se animan, las ideas
brotan con más rapidez, los sentimientos se desahogan con más vehemen-
cia. Poco á poco esa excitación aumenta, las ideas se amontonam más con-
fusas, menos claras, el espíritu comienza á /emanciparse de las leyes de la
razón, y el individuo embriagado puede aparecer entonces bajo los aspec-
tos más diversos. Se nos presenta alegre, triste, tierno, grosero ó violen to,
sitf que hasta ahora se haya podido indicar la parte exacta que correspon-
de en esos diferentes modos de manifestación, ya sea al carácter habitual del
individuo, ya á su raza, á la4bondiciones fisiológicas iii|l|ue se encuentra
en el momento de la embriaguez, ya sea también á la naturaleza, á la ca-
lidad y al modo de ingestión de las bebidas espirituosas.
Como quiera que sea, á ese período de exaltación sucede una verdadera
perturbación intelectual, las ideas se vuelven más confusas, produciendo lá
incoherencia; el oido, la vista, ofrecen además de obtusión, ilusiones nu-
merosas; el olfato, el gusto están pervertidos y la sensibilidad general dis-
minuida, llega algunas veces á un grado de anestesia (privación ó debilita-
ción de la sensibilidad en general, ó de la sensibilidad de un órgano en
particular) que no pueden vencer las mutilaciones más graves; (no siente si
se le hinca con un alfiler, por ejemplo.) Agreguemos que la palabra te
vuelve pastosa, la mirada carece de expresión, el paso es vacilante. Des-
pués se relajan los esfínteres, languidecen las funciones, baja la tempera^-
ra y el individuo cae en un suefto comatoso privado de todo sentimiento,
reducido en cierto modo á la vida ve||etativa.
Se ha colocado sin razón al lado dehesa embriaguez, que es la coman,
* 0.
REVISTA DE CUBA. I3I
im estado particular llamado por Percy embriaguez convulsiva, en la cual
se presentan al mismo tiempo que las convulsiones clónicas, un acceso de
iuror maniaco. "Diez hombres, dice Percy, apenas pueden contener á un
'fnrioso de esa especie. Su mirada es feroz, sus ojos relampaguean, se erí-
"zan sus cabellos, sus gestos son amenazadores; cruje los dientes, escupe al
''rostro á los que le asisten, y lo que hace todavia el cuadro más horroro-
''so, trata de morder á los que se le acercan, clava sus uñas por todas par-
'^teSy se desgarra á sf mismo, si tiene sueltas las manos; araña la tierra, si se
"puede escapar y lanza vociferaciones espantosas." Como se ve, eso no es
más que un violento acceso maniaco que no tiene ninguna analogía con la
embriaguez ordinaria, y que se cree que es debido á ciertos vinos malos y
adulterados.
Si las ilusiones son frecuentes en la embriaguez, las alucinaciones, por el
contrarío, son raras; ciertos autores, y Marci en particular, ni las mientan;
otros, al contrario, atribuyen á la embriaguez síntomas que pertenecen á
otra fase del alcoholismo; y señalan, no solo las alucinaciones, sino tam-
1)ien las ideas de suicidio bajo la influencia de las alucinaciones, de los im-
pulsos maniacos, etc. Va eso no es embriaguez, sino accidentes agudos,
sea «n individuos entregados desde largo tiempo á excesos de bebidas, y
dOacados por consiguiente de delirio alcohólico, ó bien en individuos que
tienen una predisposición especial, en los cuales el alcohol no actúa sino
como excitante.
II.
1^0 si se sigue abusando de las bebidas y el hombre al cabo de poco tiempo,
cambia de carácter y se vuelve irritable, mquieto é impresionable; pierde el
sueño; se convierte en juguete de ilusiones y de alucinaciones y cuando,
después de excLilÉiepetidos va más allá áertimi/ede safuracioriy 6 se vea
sometido á cualquier otra causa de excitación, se ve atacado de un ac-
ceso de delirio alcohólico. Los fenómenos intelectuales consisten entonces,
*obre todo, en perturbaciones alucinatorias, escepcionalmente de natura-
leza alegre, casi siempre, por el contrario, como se ha hecho notar desde
hace mucho tiempo, de naturaleza triste y penosa, que despiertan temores
de tod#especie, y como lo dice Mr. Marcel, pueden determinar impresio-
nes morales, de las cuales la más ligera seria la sorpresa y la más fuerte un
terror profundó. El doctor Magnan cita el caso del alcohólico Juan J- . . . ,
que parecia contradecir la regla. Este enfermo hz^blaba, en efecto, de casca-
das que oia, de chalets iluminados que apercibía, de cantos, de bailes á
que asistía. Esas alucinaciones parece que debian producir en su espíritu
pensamientos mis bien risueños que desagradables. Y sin embargo, no
obstante tan risueñas imágenes, á pesar de esos cantos y de esas fiestas ha-
lló modo de crearse el delirio más ptaoso, 'las cascadas, decia, lo impul-
132 REVISTA DE CUBA,
saban 4 ahogarse. £1 ruido dd agua, era para desafiarme eso quería decb
que yo no era más que un cobarde, que no tenia valor sufi^ente para
echarme al agua. £1 chalet^ con sus alegres huéspedes: ''era un atajo de
individuos que querían perderlo, que se burlaban de él y que quenaa re-
sinarlo."
£1 segundo carácter de las concepciones delirantes y de las percepdoDet dt
os alcohólicos, bien estudiados por el profesor Laségue, es su movilidad.
Hombres, casas ó animales, todo lo que es objeto de las alucinaciones, se
mueve y cambia de lugar; de ahí la movilidad, la rapidez de las ideas y de
los actos del alcohólico, que por otra parte, asustado, ansioso, inquieto» su-
plicante ó agresivo, interviene siempre de la manera más activa.
£sas alucinaciones varían hasta lo infinito, pero se refieren casi siempre
(y esto es su tercer carácter) ya sea á las ocupaciones diarias, ya á las
preocupaciones dominantes del momento, pero eligiendo siempre de un
modo particular las más penosas y las más desagradables.
Así, cuando la guerra entre Prusia y Francia, los enfermos veian á los pro-
sianoSi se oian tratar de espias, los llamaban Bismarck. Mas tarde, duran-
te el sitio, é inmediatamente después de la Comuna los alcoholistas perte-
nedentes á las tropas regulares veian comuneros, guardias nadonale^jestos
últimos, poa el contrarío, apercibian á los versalleses; en tiempo del impe-
rio, veian polizontes, gendarmes; y en todas épocas, á los ladrones, á los
asesinos célebres, los Troppman de toda especie. Por otra partet y ^^^
cuanto se refiere á las profesiones, habia un verdulero que percibía en
el suelo, y á su ahededor, las coliflores, los rábanos, etc., que vendia, y ha-
cia esfuerzos continuos para no aplastarlos al caminan un conductor de
ganado estimulaba á su perro, veia y llamaba á los bueyes y los cameros;
un tabernero llamaba á sus clientes, etc.
Bsas alucinaciones, según su intensidad, y también según la dispaskbm
delifuUvidtiOf dan lugar á rea^^ones diferentes, capaces (||cambiar por com-
pleto la fisonomia del enfermo. De ahí la iorma maníaca, melancólica ó
estúpida de la locura alcohólica; formas que podrían multiplicarse, sin pro-
vecho real, si se quisieran espresar todos los aspectos bajo los cuales pue-
de presentarse el enfermo.
La forma maniaca es la más frecuente. £1 enfermo Luis D. . • •, del ser-
vido de Mr. Dagonet, (Asilo de Santa Ana de París) se presenta con él
aspecto melancólico y semi estúpido: estaba triste, preooupa,do, no respon-
día á las preguntas que se le hacían; parecía asustado por momentos, sa-
cudía la cabeza, apoyaba con fuerza las manos en la parte superior de los
muslos, se levantaba y dirigía á su alrededor miradas inquietas, y luego
permacnecia inmóvil en su silla. £se enfermo se mejoró después, tenia la
fisonomía alegre, hablaba de buena gana, y contaba los extraños temores
que lo atormetaban y que explicaban su actitud. Se imaginaba estar en la
cárcel, ante un tribimal,' acusado de actos vergonzosos; se creía condenado
REVISTA DE CUBA. 1 33
á una horrorosa mutilación, y sentia el instrumento cortante penetrar en
sus cameSy mientras que voces burlonas se motaban de él sin piedad.
¿Pero cómo explicar que una misma causa, un veneno como el aloohol,
determine accidentes tan distintos eo apariencia? Esas alucinaciones, aun-
que conservando siempre sus caracteres comunes (ya enumerados) ofrecen
en su modo de expresión, grados que hacen comprender esas diferencias.
En el primer gradoy el enfermo cree oir insultos, provocaciones; ve ladrones,
gente armada, animales; 6 bien oye la voz de sus deudos, de sus amigos,
que lo llaman, que le advierten el peligro, que le piden socorro; ve á su
inajer, rodeada de individuos, experimentar sangrientos ultrajes. Aguijo-
neado por esas excitaciones, el enfermo responde, insulta, riñe, corre, se
ianza, se vuelve furioso; otros tantos actos que provocan en él una mani-
festación ruidosa, un estado maniaco,
£sa es la forma que predomina comunmente en los accesos de delirium
^rtnunSy en que los desórdenes alucinatoríos, de una viveza extrema, se aso-
crian al temblor de todo el cuerpo, y á la tremulación general de todo el
sistema muscular.
En otras circunstancias: el alcohólico se ve en la cárcel, ante un tribu-
sual, acusado de diferentes crímenes; cree haberlos cometido; se imagina
<jue los suyos lo engañan; asiste al entierro de sus padres. Bajo la inñuen-
oa de tan tristes impresiones, se vuelve sombrío, inquieto, desconfiado, se
«jueja, está asustado, trata de huir, y á veces concibe ideas de homicidio y
de suicidio; se presenta, en una palabra, con el aspecto de un melancólico»
^Finalmente, en un grado más alto, se ve cargado de cadenas, al pié del
^sadalso, y tiene delante los cadáveres ensangrentados de sus hijos! Todo
«stá ardiendo, va á caer en un abismo, etc. Esas imágenes lo han aterrado»
espantado, permanece inmóvil en un estado completo de estupor.
Entre esos diferentes estados, maniaco, melancólico, estúpido, se com-
prende que se pui4é intercalar un número misideiable de grados inter-
medios.
III.
Antes de entrar en el análisis de esos desórdenes sensoriales, no deja de
tener interés el examinarlos en su desarrollo. Se observa, en efecto, una
gradación sucesiva, no solo en la intensidad de los fenómenos, sino tam-
bién en su modo de evolución. Se pasa de la simple perturbación funcio-
nad, á la ilusión; de esta á la alucinación confusa, única prímero, después
múltiple, y poco á poco se va convirtiendo en alucinación, clara, precisa,
distinta, que se impone, en una palabra, como si íuera la realidad misma.
A medida que se acentúa la mejoría, los fenómenos desaparecen gradual-
mente, siguiendo un orden descendente análogo, es decir, que la aludna-
ckm precisa, conduce á la alucinación confusa; esta á la ilusioui que á su
134 REVISTA DE CUBA,
turno va seguida de una simple perturbación funcional. Tal es la evolución
habitual de los fenómenos aludnatoríos en el alcoholismo. Escepdonalmen-
te, siü embargo, pueden llegar de repente á su apogeo.
Por la noche es cuando ordinariamente se muestran primero esos acd-
dentesy y si es difidl precisar su modo de evolución á causa del recuerdo al-
go confuso que conservan los enfermos, se puede, por lo menos, indicar con
certeza su modo de desaparición. Las alucinaciones, al principio persisten-
tes de dia y de noche, comienzan á desaparecer de dia para continuar pio>
duciéndose de noche con la misma intensidad; en cuanto llegan á ser me-
nos claras, aparecen más tarde, en ese momento intermedio que sirve de
transición de la vigilia al sueño, señalado desde hace mucho tiempo por
Mr. Baillarger como favorable á la aparición de los desórdenes alucínate-
rios. Después no hay más que pesadillas, que persisten algunos instantes
después que despierta el individuo; luego simples sueños, y el enfermo
concluye por apreciar con cierta exactitud esas falaces percepciones senso-
riales, que no tardan en desaparecer completamente. Así, primero hay
alucinaciones de dia y de noche, y luego solo de noche; más tarde alucina-
ciones confusas é ilusiones en el momento de pasar de la vigilia al sueño,
después diffante el sueño, con un despertar inquieto, y por último, pesadi-
llas, sueños, y vuelta á la salud. Es fácil seguir esa marcrha decrecientagen
U mayor parte de los enfermos; á medida que se curan, observan ellos mil-
mos, con placer, los cambios favorables que experimentan, y algunos sa-
ben relatarlos de un modo que impresiona mucho.
Sigamos ahora, en cada sentido^ el desarrollo de esos fenómenos. Al prin-
cipio, las perturbaciones puramente sensoriales se asemejaPi á los síntomas
observados en otras muchas enfermedades. Para eloidoj las primeras sen-
saciones consisten en zumbidos, retintines, silbidos, en sonidos vanados,
en cantos conñisos, en ruidos de campanas; después se oyen gritos, voces
tumultuosas. £n seguida viene la interpretación enfermiia de esas sensacio-
nes: el ruido de campanas se transforma para el alcohólico en toque fune-
ral; los gritos, las voces confusas, se convierten en insultos, en amenazas»
en lamentos de desesperación; poco á poco la alucinación se hace distinta
y entonces oye reproches, acusaciones, quejas claramente formuladas, que-
jidos, ruegos de un pariente, de un amigo, voces conocidas y palabras bien
articuladas.
Para la visión, los accidentes se presentan del mismo modo: la vista se
turba, se oscure, los objetos parecen envueltos en una nube; se perciben
chispas, llamas, colores variados, sombras, objetos temblorosos, ñguras ha-
ciendo muecas que aumentan, disminuyen, se acercan, se alejan, luego in-
cendios, motines, batallas. En algunos casos el enfermo vé primero ana
mancha oscura, sombría, de contornos difusos, que luego adquiere límites
más distintos, con prolongaciones que se trasforman en patas, en una ca-
beza, para formar un animal, un ratón, un gato, un hombre. La enferma
. REVISTA DE CUBA. 1 35
Ana-stasia D decia que veía en la pared líneas entrecruzadas, telas de
aim-ika; luego aparecía en medio de sus mallas una bola negra, después dos,
tres, que se hinchaban, cambiaban de lugar; [léase en los "Cuentos £x-
tnLOTdinarios" de Edgar Poe, la alucinación que describe con el título de
^Sl Gato Negro"] y tomaban la forma de gatos, de monos, que se destaca-
h¡LX^ de la pared, saltaban sobre su cama, huian y volvían á sepultarse en
el xnoro; en seguida veía hombres, mujeres, que la amenazaban, luego se
completaba la escena, y asistía á la matanza de su marido y de sus hijos.
XL.as perversiones, las ilusiones, las alucinaciones son menos numerosas y
n^Ttos variadas para los sentidos del gusto y del olfato, pero no obstante,
el alcohólico no se escapa de los olores ni de los sabores de carácter des-
agradable. Siente, á veces, olores de azufre, de ratón, de materias putrifí-
cadas; otras veces sus alimentos están agrios^ tienen gusto á tierra^ á carne
corrompida, contienen arsénico, vitriolo, etc»
Xa sensibilulad general^ con sus diferentes modos de anestesia y de hi-
perestesia [sensibilidad exag'^radaj suministra también su. contingente de
^nsac^'ones penosas, y sus desórdenes se asocian, con frecuencia, á los de
los otros sentidos. Por eso es por lo que ciertos alcoholistas sienten y ven
^'^inaales arrastrarse entre su carne y su piel, ó bien se ven envueltos en
^'^mbres que los enlazan, los aprietan, los oprimen; pasan su tiempo en
desenredar esos círculos metálicos que se renuevan sin cesar, ó bien se
' ^^fi^r-cihen de que tienen una parte del cuerpo roída pojr gusanos, los sacu-
den, se esfuerzan, en medio de la mayor ansiedad por despegarlos y arro-
jarlos al suelo. Basta con esto para pintar la angustia de esos desgracia-
dos; cada alcoholista, por otra parte, tiene sus tribulaciones especiales.
TJna vez desarrollado ese delirio, ¿qué es lo que sucede? En unos enfer-
^^^Xy pronto, y lo más á menudo al cabo de tres ó cuatro días, desaparecen
*Os desórdenes intelectuales; el individuo comienza á darse cuenta de su
^^t^do, conservando, sin embargo, cierta indecisión en el espíritu. Duran-
^1 día responde con facilidad, habla y se ríe de buena gana de sus visio-
é ideas imaginarias pasadas; pero á medida que se acerca la noche, va
Perdiendo el aplomo y tíene temores vagos; ya empieza á sentir que será
^énos dueño de sí mismo, y teme la hora de acostarse; y se comprende el
^o^ivo, pues se sabe que las ilusiones y las alucinaciones tendrán tanto
dominio sobre él, como lo ha indicado M. Baillarger, cuanto menores
las causas de excitación exterior, cuanto más pierda la voluntad su
P^^cler, y deje de intervenir al acercarse la hora del sueño. Pero al cabo
^ algunos dias y de largas horas de un sueño apacible, sin sueños ni pe-
sadillas, vuelve la calma con las fuerzas, y la cura no tarda en ser com-
pleta,
Su el segundo grupo de enfermos, la mejoria es menos rápida; el sueño
es agitado y fatigoso; se conserva cierto malestar cerebral, hay obtusión é
ii^certidumbre en las ideas, ínatibilidad, una impresionabilidad escesíva
136 REVISTA DE CUBA.
con ilusiones é ideas vagas de persecución. Sin embargo^ el enfermo
conduce bien, y responde con bastante exactitud; pero si se dirige el i
rogatorio en el sentido de sus preocupaciones, é insistiendo en él, no tar*
da uno en descubrir ideas delirantes, poco manifiestas al principio.
Finalmente, se ve persistir en cierto número de alcoholistas, y á
cuencia de los accidentes agudos, las concepciones delirantes que
nan de las perturbaciones alucinatorías actuales ó pasadas, bien sean mdV
tiples y variables, ó bien circunscritas y afectando la forma de un deliii<
parcial, limitado. Así es como algunos, celosos, desconfiados, se
engañados por su mujer, é interpretan en ese sentido todo lo que se dice
se hace á su alrededor. Otros, creyéndose perseguidos, se oyen acusar d^
actos obscenos, se quejan de los ataques dirigidos contra su honor, contrm
su moralidad; se les quiere perder, sumir en la miseria, hacerlos desapare-
cer. A veces también les quedan perturbaciones de la sensibilidad gene-
ral con ideas hipocondriacas, con temores de envenamiento Ese delirio
de forma melancólica, circunscrito en algunos casos, deja, como los deli-
rios parciales, cierta libertad de espíritu á los enfermos, que pudiendo en-
tonces pasar más fácilmente de las concepciones delirantes á los actos* su-
ministran templos más numerosos de suicidio y de homicidio. Brierre de
Boismont, Casper, de Berlín, Bouchereau y Maguan han puUicado esta-
dísticas que son muy elocuentes.
£n el estado crónico, en el alcoholista endurecido y tenaz, los^ desórde-
nes intelectuales, son los siguientes: la memoria se debilita, el jaido es me-
nos seguro, no hay discernimiento, la imaginación se extingue, la £Eu:nItad
de asociación de las ideas, muy disminuida, produce la incoherencia; la
sensibilidad moral, finalmente, síe ha aniquilado. Apático, indiferente, em-
brutecido, el alcohoíista crónico no tiene ningún cuidado de su peisona, m
se ocupa de su familia; ha declinado en todas sus facultades intelectuales,
morales y afectivas, y se encuentra entregado sin defensa á los caprichos de
sos apetitos instintivos. Entonces es cuando puede repetirse d proverbio:
Elqu€ ha hcbUo beherá\ el enfermo se ve impelido á ello de dilerentes mo-
dos, sin que la parte de razón que le queda, sea contrapeso suficiente para
detenerlo. Los excesos de bebidas se han convertido en hábito; «excitado
además, por sus toidendas hipocondriacas, el alcoholista empedernido re-
nueva sus excesos para poner remedio á sus males, restaurar sos ñiecsasy 7
acabar con la incómoda pituita matinal. Los resultados de esa medicadon
no tardan en desarrollarse, d malestar aumenta: de ahí ese círculo vicioso,
de que no sale el desgradado enfermo, sino para caer en la demencia mis
absi4uta. En los últimos periodos, la inteligencia se reduce á la nulidad,
insensiblemente todas las manifestadones delirantes desaparecen, las preo-
cupaciones hipocondriacos, todas las peiturbadones sensoriales se bonan
poqp i poco. Sobreviene á veces una sensibUrii análoga i la de los demen-
tes apopléticos; y es frecuente por otra parte, ver produdise en ese mo-
REVISTA DE CUBA. 137
^"^CBto aAurdimíentos, vértigos, ataques apoplectiformes ó epileptifbrmes,
P^HUisis parciales, en relación con los desórdenes orgánicos revelados por
U autopsia de los centros nerviosos!
Y para tanto mal, no hay más que un remedio: no abusar de las bebidas.
AGUSTÍN w. REYES.
EL ECO.
A MI AMIGO ESTEBAN BO&RSRO.
Negro, inmenso talud, cual la conciencia
Del malvado, entre breñas encontré;
Atraído por vértigo de ciencia,
En sus bordes de bruces me arrajé.
Buscando la raiz de su cimiento
De noche en noche la mirada va;
¿Qué hay más alláT grité. Lejano acento
Contestó como en burla: ¡Más allál
Viajero, que en la cúspide del mundo,
Sobre el abismo de la muerte estás,
Tú clamas con pavor, y en lo profundo
Responde el eco, el eco nada más!
ENRIQUK J. DE VARONA.
/
LOS PADRES Y LOS HIJOS EN EL SIGLO XIX.
LSS PSRSS IT LES ENFANTS AU XIX SiECLE— ENPANCK ET ADOLESCENCB. — Par EineSt
LegonTé, Membre de V Academie francaise. T- HetzeL — París.
t
I.
INFANCLA Y ADOLESCENCIA.
Al afán de ilustración de nuestra época, parece que no eran bastantes el
Periódico y el Libro: necesitaba la Revista, que tiene de uno y otro: del pe-
riódico por el tiempo, por la forma y por la noticia: del libro por la doctri-
na, la severidad y la ciencia: y más que nada, porque es elemento de su
vida, y su misión propia, reflejar el libro. ^
En las Revistas que tienen un nombre en Europa y América, cada obra
nueva encuentra su lugar propio y como su razonado anuncio para satisfíi-
cer los espíritus que esperan y despertar el deseo de los^que estudian.
La DE Cuba ha seguido ya esa via con Los tres Historiadores Cubanos^ La
idea filosófica del derecho individual y social. La üng&lstica fnodemJríioy Iz
continua con este ligero estudio sobre Los padres y los hijos en el siglo XJXy
de Ernesto Legouvé.
Como Paul Janet escribió sobre La felicidad, Aimé Martin sobre La
madre de familia^ Michelet sobre El amor, Ernesto Legouvé ha escrito so-
bre el problema de la educación en este siglo, que no por ser de poca apa-
riencia, es el menos grave de los que pueden ocupar nuestras meditacio-
nes.
Más modestos que otros escritores y tan distinguidos como ellos, han
dejado estos las alturas de la filosofía que desvanecen, los secretos de la
ciencia que siempre maravillan, las leyes de la historia que admiran^ para
ocuparse en la vida práctica del hombre, de su espíritu, en lo más íntimo y
personal que tiene, estudiando sus confííctos, señalando sus reglas de des-
arfbUo, en la íorma más santa que alcanza: en las relaciones de la familia.
La formación de un espíritu para su época es ardua y complicada tarea
REVISTA DE CUBA. 1 39
que tíene algo de psicológico, de moral y de histórico; porque exige en el
e<Iucador el conocimiento del espíritu que va á templar, del bien que de-
h>e inculcar, y del momento en que se desenvolverá aquella individua-
lidad que está encargado deformar. Atenas formaba filósofos y artistas,
£!sparta ciudadanos: Roma guerreros: la edad media señores ó vasallos:
hoy es necesario formar hombres para la vida complicada y dificilísima de
siglo.
Y como la primera y más importante preparación para la vida, está en
familia, el distinguido académico se propone estudiar el hecho social de
importancia que en la moderna sociedad han adquirido los hijos en la
£^ixiilia, señalando los medios de que esa evolución innegable, como tantas
otras de este siglo, sea un verdadero bien, y fuente de mejor^iento, antes
que peligro y daño para la sociedad.
£n otros términos, Legouvé hace un estudio comparativo de las relacio-
jcies del padre con el hijo en épocas pasadas, y en la actual: entre el poder
4Que escribió rudamente en las Doce Tablas el Derecho Romano, y la auto-
^dad que conceden los códigos modernos y robustece el afecto: concluyen-
do como no podia menos, por la proclamación de la doctrina del afecto y
ISL individualidad en el hijo. Su obra es de educación del espíritu.
La forma en que trata el asunto es sencilla, y como él la llama, personal
humanitaria: es el Diario de un padre que comienza á los treinta y cinco
la educación de un hijo de seis ó siete: el estilo, sencillo, elegante, á
-^eces conmovedor, que es el don de los escritores de genio; el plan, dura-
^:5eras lecciones que dan las cosas que nos rodean, ó discusión de doctrinas
^^ara aplicarlas á determinados hechos. Nada de dogmatismo ni filosofía: la
i^'^olucion en las relaciones de la familia es demasiado confusa, y se está
daciendo todavía: produce gran incertidumbre en los espíritus y los cora.
-^^OiieSy los hechos se confunden y chocan con las máximas; los casos parti-
^itlaresson complicados y numerosos, los sentimientos representan im gran
3f>ely para que pueda formularse hoy un libro de doctrina, dice el distln-
■*icio escritor,
-^sí, refiriendo un hecho particular, trata la cuestión general: pintando un
la y una vida paternal, quiere que en ellas se reflejen y resuman las dé-
os síntomas revelan al autor la importancia creciente del hijo en la fa.
>; el tratamiento como de igual á igual, di tú^ entre padres é hijos; y el
por la pérdida de los hijos. Dos hechos de los cuales el primero solo
plicable á nuestra familia, pues el segundo aun no entra completo en
costumbres^por razones de religión, que á nadie se ocultan. Mas no
eso será menos cierto que entre nosotros, como en Francia, ó en cual,
a: otra sociedad moderna puede decirse: ios señores hijos^ [Messieurs tes
^^^3rtís,) expresando con una frase el hecho histórico á que nos referig^os.
X'ara algunos espíritus timidos y refiractaríos, tal hecho es un mal, que ne-
^
1
140 REVISTA DE CUBA.
cesita pronto remedio, qiie ataca la base de la familia, que es germen de
muerte para la saciedad; y en su error llegan á exigir mayor fuerza, mayor
podier «n el padre: el derecho á desheredar, como si no fueran bastantes las
mejoras y la carraccion escritas en la ley.
A esto dice Legouvé: 'Tensáis que un arma más en arsenal tan provisto
''dará al padre la autorid^ que le falta? ¿Mo sabéis rio que es autoridad?
''Autoridad y poder son cosas distintas: la autoridad es cosa moral, se ^^er-
ce sobre las almas, ni la fuerza ni el ienror la dan: la autoridad exige juati.
da en el que la ejerce, respeto en el que la acepta y obedeite "
Frente á frente el padre y el hijo en la intimidad del hogar, en la yída de
todos los dias, comieoasa el Diario del padre con la enseñanza sébre un ob-
jeto material en el capítulo La excursión^ cuya enseñanza repite jen el de
Los enemigos y Amor de lo bello, dirige el sentimiento dd hijo en Nuesir»
bienestary Educación de la conciencia y exi Educación del va¡oryy^acxk\ítt\ pro-
blema de los castigos corporales, del papel del padre en la enseñanza; dan.
do sencillas reglas sobre los juegos, los gustos y la urbanidad, siempre ^e
acuerdo con el principio de personalidad en el hijo, y del alecto en d pa-
dre, que dominan toda la obra. Conduye con un cuadro, Un rey Leardealdea^
que da lugar á dolorosas reflexiones sobre la ingrcUiiud fiücU en ci campeá-
no francés, y su remedio: capítulos que salen del plan dd libro, como dice
su mismo autor.
Tal es el trabajo de Legouvé que estudiamos, y ya se comprende por la
sustancial referencia hecha, cual sea su importanda, y como toca las difi-
cultades más serias de la educación en la infancia, y la adolescencia.
Entremos un poco en su detalle. La excursión del primer capítulo es al
xpdedor de un cuarto; proyecto que despertó en el padre la sencilla pre-
gunta del niño. ¿Por qué se aviva el fuego al soplado? La curiosidad na-
tMnd del niño obligó á reconocer al padre la indiferencia en que vivía ro-
de^ulo de enseñanzas desconocidas: y desde aquel instante se propusoapren-
der para enseñar. Comenzó la educación del padre por el hijo, y da de este
por aquel: doble fenómeno moral que es todo el secreto del perfecctona-
miento de la ¿unilia moderna.
El primer objeto de la enseñanza es el cristal; el contraste entre su vul-
garidad y sencillez, y sus múltiples y admirables aplicaciones hacen ^ar
la atención del padre, para despertar la del niño. Producto de arena j ce-
niza, conquista para el hombre la luz, lo proteje en las casas contra las in-
demencias del tiempo, le abre las puertas dd conocimiento, auxiliando su
vista cuando empieza á fatigarse con el lente: lo acerca al délo con el te-
lescopio: mide el calor y d tiempo con el termómetro y el barómetro, y al-
canza mil aplicaciones útiles en la vida que hacen de él, compañero perpe-
tuo dd hombre.
£1 agua, el aire, el fuego, d gas, la dectricidad, son motivos de una toe-
don práctica con el nombre de enemigos. Tanto daño como pueden hacer
REVISTA DE CUBA. 14I
libres y sin freno alguno, así proporcionan el bien dominados por la cien-
Poderosos elementos de la naturaleza, están como toda ella dominados
el hombre. Constantemente á su lado para todos los usos de la vida^
son como ima amenaza de muerte, y siempre humildes obedientes al man-
dato de su Señor, en guerra unos con otros, destruyendo sus mutuos efec-
tosy para servicio de aquel que los tiene bajo su cetro por la inteligencia.
Csta forma de lección por el conocimiento y la admiración, es la más
psovechosa al espíritu del niño: es el principio del sistema moderno, que
tan buenos resultados da en Europa y América. ^'Se sabe dos veces una
^'cosa cuando se conoce y se admira," dice Legouvé. Y lo que así se fija
«n la imaginación, rara vez desaparece.
Con la inteligencia debe cultivar el padre el sentimiento encauzándolo,
sin exagerarlo, pues no baria un hombre; y sin embotarlo, porque formaria
"«in egoista, ó tal vez un monstruo.
El sentido capítulo Nuestro bietiestary tiene por objeto inculcar al niño la
:3dea de que el bienestar que lo rodea es preparado con dolor, la elegancia
¿Kncilla que lo encanta, con miserias. No hay im solo objeto de cuantos nos
acompañan que no represente lágrimas, dolores, catástrofes y sangre.
£1 martirologio del trabajo es grande: ^'Piensa siempre en él, dice el pa-
'^dre, porque á ello te obliga el título de privilegiado. No te acuestes en el
''lecho sin pensar en los que lo hicieron, y quizás carecen de él; no te sien-
''tes al lado del hogar sin acordarte que aquellos que lo construyeron tie-
''nen frió; y en fin, llena tu pequeña alcoba de todos los amigos desconocidos
''que te prepararon un retiro en tu trabajo, un abrigo para tus placeres:
''piensa alguna vez en tu padre, que tanto piensa en tí; y así este querido
"hogar será una eterna lección de piedad, de reconocimiento y ternura."
Así se forma un alma para la caridad.
La conciencia también necesita educación. Y el padre de Mauricio (así
llama al hijo Legouvé) cada dia la ejercita con casos prácticos que refiere,
preguntas que hace al niño, consultando su criterio en un conflicto entre la
Díioral y la utilidad; fijando así la idea del bien, que cuando echa raices en
Un corazón niño, difícilmente se arranca ni conmueve. £1 primer cuidado
del padre es estudiar el carácter del niño: y nada más diñcil de fijar que
los puntos culminantes en esa naturaleza, tan móvil y variable.
Una vez conocidos y dirigidos en buena forma, el éxito es seguro. ^^Los
**niños bien nacidos, é instruidos en lo que es bueno, escribe nuestro autor,
^«alcanzan una honradez candidamente inquebrantable que apenas conoce
**la virtud. Nada los turba, nada los desvia. Puros aun de todo comercio
*^con los hombres y las cosas, ignorantes de todo lo que es acomodamien-
'*to, transacción; consideración, su alma permanece inflexible en la verdad,
'*no como los justos y los sabios, por una voluntad razonada sino (si es per-
••mitida la palabra,) estúpidamente, y por no comprender otra cosa." Ese
es el capítulo del Diario, titulado Educación de la conciencia^ en su parte esen-
142 REVISTA DE CUBA.
cialf prescindiendo de los casos perfectamente escogidos y combinados, que
propone á la consideración del niño.
El amor de lo bello es quizás de todos los sentimientos el que más culti-
vo necesita. La idea y la aspiración existen en el hombre, su desarrollo y
manifestación necesitan escrupuloso maestro para que no se extravien en
la realidad.
¿Cómo deñnir, escribe el padre, en el capítulo sobre ese asunto, esta ex-
traña pasión que no tiene por objeto ni lo que toca al corazón, ni lo que
nos hace más ricos, ni lo que es útil al cuerpo, ni lo que nos da más consi-
deración, y que se satisface en la contemplación solitaria de una de las
más pequeñas creaciones del universo?
Toda. definición sería elevada y oscura para la inteligencia del niño: se
necesita un ejemplo práctico, que encuentra nuestro educador en el amor
de un vieJ9 labrador por las flores.
Con ese hecho enseña al hijo lo que es amor de lo bello*, como cabe en
todos los espíritus desde el más rudo, hasta el mejor cultivado, y como ne-
cesita dirección y enseñanza para perfeccionarse y elevarse. Esta parte de
la obra es una lección de estética.
El valor también se forma y ha de ser importante cuidado del padre,
adornar al hijo con esa' virtud, para la vida. Es indispensable como base
del honor, de la dignidad, del respeto mutuo. El que no trae al mundo esa
condición como propia de su ser, aquel que no es un héroe, puede ser un
hombre digno que sepa permanecer firme en su puesto, siempre que el ho-
nor se lo demande.
El valor de Mauricio se educa con la lectura de bíografias de héroes, y
poniéndolo su padre al frente de una barricada en las calles de París, en
junio de 1848. Aquella alma estaba bien templada y la voluntad dominó
el instinto de conservación.
Todo este capítulo es la relación conmovedora de las preocupadpncs de
un padre al notar síntomas de debilidad moral en su hijo: de sus cuidados
por destruirla, de su afán por darle energia, de su dolorosa decisión para
conducirlo al peligro como prueba, de su desesperación al verlo herido, de
su contento y satisfacción cuando f)asado el peligro, se convenció que po*
dia y sabia Mauricio cumplir con su deber.
Hay una serie de inclinaciones en los niños, los gustos, que no se estu-
dian bastante, y que pueden ser fuente provechosa de utilidad y benéfico
esparcimiento. "Los gustos no llenan la vida: pero sí, los momentos de so-
"laz; con ellos descansamos del trabajo, nos iniciamos en el trabajo de los
"otros, y kbren nuestro espíritu y nuestros ojos á las bellezas naturales, á
"la belleza, al arte, al mérito de las obras de industria." Cultivarlos después
de conocidos, es obra del padre: y tanto pueden ser intelectuales, como fí-
sicos y materiales.
Después de referir como despertaba en el niño, el gusto por la ocupa-
REVISTA DE CUBA. 1 43
<rion material de carpintero, por el ejercicio corporal de la pesca, por la
bistoria natural, estudiando las costumbres de los pájaros y disecándolos,
x*esume Legouvé su teoría en estas frases: ^'Dos clases de maestros forman
'^nuestro espíritu: el profesor que nos enseña un arte, una ciencia, una pro-
**fesion; y los iniciadores que abren nuestro corazón á alguna noble y pura
'^pasión. Jamás olvidamos á aquel que nos enseñó las bellezas de la música
^'y el encanto de las flores. Estos gustos que son algunas veces placer,
^'pueden llegar á ser consuelo."
Hasta aquí hemos agrupado todos los capítulos que pudiéramos llamar
de educación práctica moderna. Ahora estudiemos aquellos que son de
discusión y doctrina. En el Diario están escritos como diálogos estre el
padre, la madre ó un tercero sobre un acto cualquiera adaptable: es el mo-
do de presentar el pro y el contra para deducir la doctrina,, que así puede
juzgarse con más acierto. El sistema de los ñlósofos de la antil^edad, y el
que mejor revela el estudio en el autor.
La cuestión de los castigos corporales en la educación puede decirse
que es en su germen la cuestión eterna de la humanidad; las luchas entre la
íiierza y la inteligen cia: Forcé prime droit. que todavía está por decidir', y
quizás jamás se resuelva en el círculo vastísimo de las nacionalidades.
£d la práctica de la educación está ya juzgada. Los castigos corporales
han desaparecido por completo en la ley, y en el hecho casi del todo. Tra-
ta Legouvé el asunto en un diálogo animadísimo, entre el padre y la 91a-
dre con motivo de cierta ligera falta que quiso aquel corregir por la fuer-
za, en que se presentan con verdadera pasión, una y otra doctrina, conclu-
yendo por resumif toda la teoría en estas palabras elocuentes: ^'Nó! Si que-
'^reis ser dignos de educar criaturas humanas, no maltratéis el cuerpo para
^'dominar el alma; sino conquistad el alma para dominar el cuer-
**pOv Es preciso levantar los espíritus antes que humillarlos; buscad castir
^*|^ moral para mejorar con el castigo mismo. Ante todo acordaos que el
**primer principio del siglo XIX es: honra en todo hombre el espíritu, y
**para que aprenda á respetarse, respétalo primero."
Hablan de nuevo el padre y la madre^ en el momento que comienzan los
^^tudios serios, de la intervención del padre en los estudios. Ella quiere al
X^adre profesor, este sostiene que no es esa su misión. Seria un maestro inter-
icmitente y por añcion. El padre debe limitarse á escoger el profesor, á vigi-
Isur el estudio, á auxiliar, á completar el maestro: nunca á reemplazarlo.
Y cuando llega la hora del colegio y de la universidad, después de he-
^la la elección, estudiar y ayudar. El distinguido académico examina las
^rentajas y los inconvenientes de la educación secundaria en casa, en esta-
blecimiento esclesiástico, en colegio como interno ó externo libre, y al fin
se decide por esta última forma. De esta manera, nunca falta el calor de
la familia al joven que se forma.
¿La ternura y la autoridad son qpmpatibles en la familia moderna? En el
144 REVISTA DB CUBA,
capítulo noveno resuelve Ernesto Legouvé esta cuestión de verdadera y
grande importancia, en las relaciones de la familia. El diálogo es entre el
padre que escribe, y un amigo cuyo hijo ha faltado á su madre. En la reac-
ción dd sentimiento, quiere el amigo borrar la historia y traer de nuevo á
la familia los principios de autoridad absoluta, de profundo respeta que se
veían en tiempos pasados. El cuadro comparativo entre una y otra familia
es perfecto, resaltando los inconvenientes de ayer.
^^Ciertamente, contesta á su amigo el padre, ser padre era más fibnl
'^tes que hoy: gobernar su familia detras de nubes como los Dioses^ del
''Olimpo, no salir sino en momentos dados, con el aparato de la omnipo-
'^tendía y la majestad, con la frente severa que hace temblar, no intervenir
''sino en los desplaces como el dios máquina, tal era el papel de padre
'^absoluto, más cómodo, más fócil que el duro oficio de padre moderno.
"Ho3rl||taos padres constitucionales, pero sin ministros responsables. Si
"como estoy convencido, la santidad de un destino se mide por la entidad
"de los deberes qu^ impone, y de las virtudes que exige; si Dios ama para
"el hombre, y el hombre debe amar por sí mismo las sendas estrechas y di-
"fídles que son las que llevan á lo alto, ¿cómo pretender que la paternidad
"moderna sea inferior á la antigua? Aquella suponia la virtud en el padre:
"esta la impone, y por lo mismo la Cacilita. Creedme, amigo mió, agrega
"cuando el padre haya adelantado en su diñdl aprendizaje de padre, cuando
^'^ lugar de ser venerado por solo su título, lo sea por su virtud; cuando
"haya conquistado á fuerza de ser conocido, el respeto que no inspiraba á
"menudo, sino á fuerza de ser desconocido, entonce su autoridad será
"inquebrantable, como basada en la verdad, y no en la* ficción: no tendrá
"que temer del tiempo ni de sus tristes revelaciones.''
"Es la temum en la familia, concluye el padre, como la libertad en el
. ''Estado. Nada pueden sin la autoridad. La ternura bien entendida y or-
"denada, robustece la autoridad moralizándola. No se puede amar verda-
^'deramente á los hijos, sin conservar la parte de poder necesaria al desen-
*'volvimiento de ese mismo afecto."
La urbanidad aristocrática, la |||>anidad democrática, es un capítulo en
que se presentan por el padre, un amigo y el marqués de Luxeil, hrente á
frente las formas sociales y modernas, y las de la sociedad que ha pasada.
El marqués celebra las maneras de otro tiempo, la cultura del trato so-
cial, su delicadeza. Los interlocutores sostienen que la urbanidad de hoy
oculta menos malicia, es más franca, tiene principio más sólido, como es la
igualdad. El noble era político y atento por sí mismo: hoy lo somos por
respeto á los demás.
La doctrina que se deduce es que, "si nuestra política es más pura en
"su principio, la antigua es más graciosa en su forma, más caballeresca en
"su expresión. Para hacer un hombre perfectamente educado se necesitan
"dos cosas, los principios modernos: Ufi maneras ám otra sociedad."
REVISTA DE CUBA. I4J
Un Rey Learññ aldea, llama Legosvé la triste historia queea su penul-
tisno capítulo refiere de un padre débil, amante* de su hijo el tío Boyer^
q^^ cediendo á las instancias de la nuera, le cedió en vida todos sus bienes
^R cambio de un renta vitalicia, y concluyó por verse abandonado tie sus
ImijoSy suprimida la renta, y desesperado, pedir á la muerte el término de su
c3olor.
Como el trágico inglés escribió el drama de ese nombre para levantar un
l^>edestal á la ideal ñgura de Cordelia, Legouvé ha escrito ese capitulo pa-
ra pintar las consecuencias de la debilidad de un padre, y de la ingratitud
<ic un hijo
Las reflexiones que cierran la obra, sobre la ingratitud ñlial, son especia-
1 es para el campesino de Francia, al cual no han llegado, según el autor,
l.as nuevas costumbres que deben completar los nuevos principios. Coa
^Uas deben estenderse como remedio al mal, la asociación y la r||[||liony que
«siejoran é ilustran. £n las clases bajas, son los hijos los que deben educar-
le; en las clases ricas son los padres. No nos cansaremos de repetirlo, di-
, en la sociedad actual, son los padres los que primero deben educarse:
e ellos ha de partir el progreso.
No os hagáis nunca, aconseja Legouvé á los padres, por v uestra propia vo-
"untad más pobres que vuestros hijos: para que cuan i o la muerte los haga
ueños de la fortuna no puedan poseerla sin acordarse de los que la com-
n con ellos. '^Su dolor será un culto, y asi revivirá en las familias un
'sentimiento más puro que el reconocimiento, más delicado que la temu-
; porque su nombre expresa lo que se debe á su padre, y lo que se debe
ios: la piedad filial,
n el notable trabajo que acabamos de estudiar, dominan tres idea^ ca-
es, que ñja su autor.
a superioridad del principio de afección: el amor en la, familia. *
1 advenimiento de la doctrina de la individualidad,
a doble educación del padre por el hijo, y del hijo por el padre,
como hecho superior á todos, el desenvolvimiento cada dias más gran-
de la vida común entre padres é hijo^
n la segunda parte de la obra, Lajtminiud^ que será objeto de otro tra-
o, siempre bajo los mismos principios estudia Legouvé puntos tan de-
»i.c:<sfcd s como La f¿ religiosa^ La herencia física y moral, Elanwry Las deudas,
"V en ellas como en la que es objeto *de este artículo, aplica el autor
c^ Tnismo método: señalar el mal, detnostrar el bien, buscar b mejor; método
cjixe es excelente máxima para la vida y para el estuiio.
' J E. B.
í9
MEDICINA LEGAL
INFOEMX MEDICO LBGAL PRESENTADO AL JUZGADO DE BELÉN SOBRE LA CAPACIDAD
MENTAL DE D. A. E.
Sr. Alcaide Mayar de Beleni
Los que suscriben D. Pablo Valencia y García y D. Felipe FrancMco
Rodríguez y Rodríguez, Dres. en Medicina comisionados .por V. S. enla
mis bastante forma ''para proceder á examinar detenidamente á D. A. E.
para calcar el estado de su capacidad nuntal, á consecuencia de los autos
promovidos por D" V. A, y E. que solicita se declare incapacitado aí D. A.;**
después de haber aceptado el desempeño de la comisión conferida por ese
Juzgado,* después de haber examinado detenidamente en repetidas ocasiones
y en diversas circunstancias al sujeto en cuestión, bajo el punto de vista del
asunto que se debate, vienen hoy á deponer ante V. S. el resultado de sus
investigaciones. — Más para proceder con método, espondrán antes de en-
trar en materia el plan que se propicien seguir porque solo de este modo po-
drán exclarecerse los hechos é interpretarse en su genuina significación.— •
Así, nos ocuparemos: i? — De la parte samafica.^2^. De los antecedenies ó As^
los datos etiologUos. — 3? Be los fenómenos pisquicos ó intekctucUes y morales.
Y 4? y último. — Del estcuio de capacidad mental de E..
Trazado el plan que nos proponemos seguir ocupémonos:
I.
De la parte somática. — D. A. E.. es un hombre de 72 años, de ea^
tatura pequeña, de constitución más bien fuerte que débil. Su cabeza es di*^
OWUta^ mal conformada; su pelo castaño canoso, corto, atezado y grueso»
REVISTA DE CUBA, 147
^trantsaido mucho sobre la frente, que es muy angosta, llena de surcos en
<]ístintos sentidos, los que le dan uva apariencia anfractuosa. Sus cejas son
amebas, pobladas, y descansan sobre dos repliegues de la piel que engrosán-
^iose por la parte inferior de los arcos superciliares, y más hacia su porción
:tem&j caen como dos velos sobre los párpados superiores invadiendo casi
parte media de la cavidad orbitaria, que alberga unos ojos pequeñíslmoi
^ escasos de espresion. Las sienes son deprimidas y contrastan con lo pro-
^niiiente de los pómulos que son muy pronunciados. Su nariz es pequeña,
^bata y mal conformada. Las arrugas también se presentaban en los áo-
jgulos estemos de los ojo?, así como sobre los carrillos, el labio superior, él
üoferior y la porción correspondiente ?1 mentón 6 barba. La boca et
grande y entreabierta; y e^ semblante, !é|Os de presentar una forma óvoi-
<iea en su perímetro, puede decirse que es poligonal, por que en la físono-
XDÍa de £.. predomina la línea recta lo mismo que le dá un sello dÉéstupidez.
£1 ángulo facial mide muy poca estension. Si á esto se agrega el color
terroso de su piel, su sequedad, su aspecto escamoso, su poca vascularidad;
la cortedad del cuello, que descansa sobre un tronco que no guarda pro-
porción con la magnitud de la cabeza; las deformidades que presenta és-
te, por la corvadura y desviación hacia á la derecha de la región dorso-
lumbar del raquis; !a acentuación del sistema huesoso, que es marcadísima;
los vicios de las extremidades superiores, que cuando se abandonan á si
mismas se presentan oblicuas de arriba abajo, de fuera adentro y de detrás
adelante, permaneciendo notantes y en semiflexion; y si á todo se agrega lo
abigarrado de las extremidades inferiores, se tendrá un croquis aunque im-
perfecto del aspecto físico de £.., — que camina encorbado, con dificultad y
claudicando. ^
Sí de este examen superficial pasamos á otro más detenido de los siste-
mas órganos y aparatos, veremos: que el sistema huesoso es acentuado, co-
mo ya dijimos, y que el esqueleto presenta deformidades, siendo las más
notables las que se deben á la cfmsolidacion de*algunos discos vertelmde^y
las nudosidades de los dedos. Que el muscular está desenvuelto mediana-
mente, apesar del poco ejercicio que hace el individuo examinado, presen-
tando el deltoides derecho la particularidad de manifesrar contracciones
Blüfibrilares, ya espontáneamente, ya en virtud de un estímulo, de un modo
semejante al que se observa en los epilépticos y en los que sufren de corea,
ó de lo que pintorescamente se ha llamado delirio muscular. £1 sistema
drculatorio ofrece: — un lijero ruido de soplo en los dos tiempos; una desi-
gualdad en el ritmo de las radiales, pues mientras la derecha ofrece 84
pulsaciones por minuto, en la izquierda se eleva esté número hasta 88 la-
tidos; además, los vasos venosos superficiales están muy desarrollados y
distendidos, á causa de su poca elasticidad. — £1 sistema linfático glandu-
lar no presenta nada de notable.— £1 piloso solamente una exajeracion en
determinados puntos, como el pabellón auricular, las ventanas nasales, lo
148 REVISTA DE CUBA.
que es frecuente en los individuos de alguna edad. El sistema nervioso,
está poco desenvuelto, si se atiende al escaso desarrollo que presenta la ca-
YÍdad craniana, y las manifestaciones de su funcionalidad están en armo-
nía con su estado orgánico. También deben consignarse los otros carác-
wt8f ya mencionados, al describir la cabeza. Si de los sistemas pasamos á
los aparatos veremos que el respiratorio no ofrece novedad. — Que en el di-
gestivo los dientes están gastados en su mayor parte, hasta la cavidad al-
Tcolar, como sucede en algunas especies animales; que la lengua está como
resquebrada, teniendo un aspecto semejante al de las circunvoluciones cere
bxales, y que este aparato no presta á U observad-ion ninguna otra particu-
laridad digna de mencionarse, á no ser a regularidad con que íunciona,
pues E.. no tiene apetitos depravados, digiere con facilidad, y le gusta
todo, según sus mismas palabras. Las fiincio íes uro — poyeticas se de-
sempeñan perfectamente; y 4os órganos d^ 1 1 generación están enervados
por completo, consumidos, porque no hay instintos genésicos, porque cor-
ren parejas con la edad, aunque ésta no traiga siempre consigo la extincioa
de las facultades de reproducción, ni el agotamiento de los deseos sexua-
les.— Los órganos de los sentidos funcionan regularmente á no ser el del
oido, que es algo perezoso en sus percepciones; así como el aparato de la
fonación que se produce de una manera embarazosa, — porque á E . le
es muy diñcil expresarse, como veremos en el curso de esta observación.
Con lo expuesto hasta aquí traterémos:
n.
J}¿ los antecedentes ó de hs datos etioIógUos, — E.. es natural de Heri-
fiaela, en Navarra, pueblo situado á las faldas de la Sierra Andia: habita*
ba en el lugar más elevado, y era pastor. — Los poblanos de aquella locali-
dad, seg^n su propia manifestación, son fuertes, mas de estatura pequeña.
No recuerda haber observado enfermedades habituales en ellos, mas sí que
había muchas mujeres que sufrían del bocio ó paperas, como á un enluto
de legua de su residencia, donde hay muchos nogales, y junto al río Abár-
zuza donde iban á lavar. Refiere que sus padres han muerto, más ignooi^
las enfermedades que sufrieron y de lo que murieron. — Dice no haber ex-
perimentado ninguna dolencia en su niñez á no ser el sarampión y varías
caídas; que solo tuvo un hermano el que sucumbió antes de nacer él, igao>
rando la causa de su muerte. Que sus padres no tenian vicios, ni eran pa-
ríentes ni mal conformados. Manifestó que contrajo matrimonio cuando el
convenio de Vergara, [1840J que entonces cambió de posición, que aban-
donó la vida de pastor y que desde aquella época hasta la fecha no se ocu.
pa de nada, viviendo al lado del Sr. C, al que debe muchas atenciones.
Indicó así mismo que este respetable Sr. quería instruirlo pero que el nú po-
REVISTA DE CUBA. 1 49
^ia instruirse. Que su esposa se ahogó en el rio Sarria álos dos años de ca-
sada y que no dejó sucesión, aunque el hizo diligencia pjjura ello.
Habiendo tratado ya de los antecedentes, ocupémonos:
III.
"De los fenómenos psíquicos, ó intelectuales y morales, — En este grupo
«comprenderemos no sólo los fenómenos psíquicos propiamente dichos, siuo
'Cambien todas aquellas manifestaciones que intervengan más ó menos direc-
tamente en la solución del problema que nos proponemos dilucidar, porque
restando estas íntimamente entrelazadas con aquellos, no es propio sepa-
rarlos y sí muy oportuno presentarlas paralelamente. Hecha esta pequeña
salvedad, entremos de lleno en la cuestión que debe ocuparnos por ahora.
£1 semblante de E.. no es espresivo, es completamente mudo. £1
indiferentismo caracteriza sus actos. Para moverse necesita uoa impul-
sión agena á su voluotad. Es un hombre que según sus propias manifes-
taciones, hace 32 años que no se ocupa absolutamente de nada. Solo sale
de paseo §lgunas ocasiones yendo otras á misa. — Sus actitudes son perma-
nentes; las que le hemos visto afectar con más frecuencia, al estar sentado
¿s descansar ambos codos sobre los muslos, aplicando las manos á las me-
^as, ó también con el tronco inclinado introducir'ambas manos entre los
Muslos. En estas posiciones es como ha contestado casi siempre á nuestros
^terrogatorios. Es desaliñado en el vestir. La ropa se le sale del cuerpo »
y recordamos ^que un dia que lo hicimos desnudar para hacer el exá-
'Uen directo del ámbito esterior, al vestirse después de haberse puesto la
'^vita lo vimos permanecer con las faldas déla camisa de fuera, cuando ya
^^ consideraba perfectamente ataviado, y así salió para la sala, sin darse
^\ienta de ello, habiéndole costado mucho trabajo al vestirse encontrar la le-
'V^ta, pues no se acordaba donde la habia puesto. — El radio délos afectos es
^^^>rtisimo en £.; el amor de la patria no lo atrae y cautiva, y le es lo
^^ismo estar aquí que allá. No muestra ningún sentimiento al recordará
^liis padres y esposa. No ama á sus deu dos, ni quiere tener descendencia;
le tiene apego al dinero, no se ocupa de sus int ereses; poseedor de un
^^«ipital, igaora hasta donde llega, así como el valor de las fincas que po-
^^^e. £1 único cariño que tiene es al Sr. C. y á sus hijas. Sus contesta..
^^xones siempre son lentas y difíciles y casi siempre que habla se sonrip de
modo semejante á los que sufren de un reblandecimiento crónico del
ro, teniendo dias en que emite el pensamiento con más dificultad que
^n otros y en los que solo produce despropósitos.
Para cerrar este cuadro trasladaremos aquí el resultado de algunos in-
terrogatorios hechos á £.. — Preguntado el dia 3 de Setiembre si nos
Habia echado de menos, respondió: Nó; — ¿para qué? — ¿Qué dia es hoy?-—
150 REVISTA DE CUBA.
Yo que sé. — ¿No es dia de misa? — Ah, sí. — ¿Para qiíé va V. á misa? — ^Pa-
ra encomendar á todos los hechores. — ¿Qué representa la misa?— Nada.
— ^¿Estaria V. todo el dia en la Iglesia? — Unas veces sí, otras no.-*¿Qaé
reza V? — El padre nuestro, el credo, y así. — (Reñríó la primer oración
bien, más no la 2*) — ¿Cuantos médicos vienen á verlo á V? — Cinco. — ¿To-
dos juntos? — No, — [Era positivo.] — Se le mandó á contar, y lo hizo hasta
el número 23, equivocándose antes una vez. — Se le advirtió, más no pudo
continuar. — Interrogado que si tuviese 16$ «y uno más, cuánto tendría,
contestó que eso lo sabría otro.~24 más uno ¿cuánto será?— >Uno más.—*
¿Si se tienen dos talegas, una con 600$ y otra con 500 cuál tiene más?—
La de 500. — Dos más dos cuantos son? — Eso es muy largo.— Si sale V-
con 4$ y gasta 2 ¿con cuántos volverá V. á su casa? — Con uno. — Si le dan
á V, 14 rs. y un doblón, qué toma V. — El doblón. — ^Tiene V. bienes, co-
mo casas, fincas de campo, dinero? — Dinero guardado no hay, casas ma-
chas.— ^¿Cuántas casas? — Como no las he visto, no sé. — ¿Cuánto valdrá la
que tiene V. en la calle de los Oficios? — No sé; buscaría quien lo dijenu—
Si la ñiera V. á alquilar estaría bien en 3 onzas? — La alquilarla por'4. —
¿Cuánto valen esos zapatos de baqueta que lleva? — No sé. — ^¿Silos fuese á
comprar estarían bien en io$? — Ni caros ni baratos. — ^Y la levita de géne-
ro qué lleva puesta en 25$ seria barata? — Poco cara, pero qué remedio,—
¿Gasta V. algo al mes? — Nada. — ¿Sabe V. si es ríco ó pobre? — No tengo
nada, todo se lo cejen los cutipiches, — ¿Sabe V. leer y escribir? — No.
En otro dia el interrogatorío hié como sigue:
¿Cuando estuvimos aquí? — No sé cuando. —¿Cuántos días hace?— No
sé: me parece que 2 (hacia 5 dias). — Por la mañana ó por la tarde? — Por
la noche [era por la mañana] y recuerdo que cerraron las puertas. — [Re-
cordó también otros particulares.] — ¿Cuándo se casó? — Cuando el Conve-
nio de Vergara (lo mismo manifestó anteriormente). — Qué edad tiene V?
— Sesenta años (otra vez manifestó que iba con el siglo). — ¿Recuerda con
quien entró en el cuarto para ser examinado? — No recuerdo. — ¿Desea vol-
ver ásu tierra? — Nó, porque tendría que volver por el frío que me taladra-
ría los huesos. — Qué le gusta, le alegra ó le contenta? — Por todas partes an-
do— nadie me dice nada y para qué? — -Qué alimento le gusta más?— Todo
me gusta igual, hasta demonios. — ¿A cuál de las tres personas con quien
vive quiere más? — A todos iguales. — ¿Tiene afecciones en España? — No
— Tiene paríentes? Un hermano tenia y murió. — ¿Desearía V. tener un hijo
ó hija, una esposa ó una persona así allegada que lo quisiera y cuidara? —
Nó, estoy mejor solo. — ¿Recuerda V. algo de lo preguntado en la última se-
sión?— No sé nada. — ¿Cuántos meses tiene el año? — No sé. — ^¿Cómo se
llaman? — No sabe por cual se príncipia. Nombrarónsele los prímeros y si-
guió denominando algunos hasta llegar á Agosto en que se detuvo. —
¿Cuántos dias tiene el mes?— No sé. — ¿Cuántas semanas tiene el mes?—
Lo ignoro. — ^¿Cuántos dias tiene una semana?— No sé. — Como se llaman
REVISTA DE CUBA. 15I
los días de la semana? — Enero, marzo, etc. (advertido que se trata-
ba de días y nó de meses, y expresándole los primeros, lunes, martes)
ágttió diciendo jueves, enero, abril etc. — No sé, no sé. — Un individuo que
ha vivido un siglo, cuántos años ha vivido? — Creo que 12. — ^Qué dia es
hoy?— Domingo — [lo era] — ¿En qué se diferencia de los demás dias? —
No se trabaja hasta el sábado. — ¿En qué más se distingue? — (Por indica-
ción de los familiares presentes,) (el Sr. C. y su señorít^i hija), dijo —
Se va & misa hasta mañana que es lunes. — ¿Cuantas horas tiene el dia?—
Creo que siete, — No, hombre! es la mitad de 24 — [Interrumpió el interroga-
torio el Sr. C,.J — Cuántas horas son? — Siete horas. — No , hombre, es
''íí^w.^No sé. — En que se divide la hora? — No sé. — En ese dia se suspen-
^ el interrogatorio porque visiblemente molestaba al Sr. E..,— que
presentaba fenómenos de cansancio intelectual , como los ofrecia siempre
qoe se le cuestionaba por algún tiempo, debiendo hacer notar también que
P^^ dar las contestaciones que hemos apuntado tenia que esforzarse mu-
^9 haciéndolo con demasiada lentitud.
Ré aqui Sr. Alcalde Mayor, los datos que hemos podido reunir para con
^03 resolver la cuestión propuesta por V. S. ó lo que es lo mismo para
^oJiftccr el estado de capacidad mental de D. A. E. — ^Y el problema no es sen-
^o en verdad| porque á la perspicacia del Juzgado no puede ocultarse ni
por un mom ento, que todas las cuestiones que se refieren á la patologia
dental siempre se encuentran erizadas de dificultades, más ó menos insu-
perables, bien porque las observaciones no se hacen por todo el tiempo
necesario, ni en las circunstaneias qne se requieren; bien porque muchos
^iktecedentes no es posible recojerlos, ó no se recojen; bien porque los es-
PWtus pasan con más ó menos lijereza por los fenómenos, y satisfechos con
Una observación somera, fugaz, se elevan á concepciones que participan
^c este mismo carácter, lo que no puede enjendrar más que el error; bien
porque aunque siempre los íenómenos son los mismos, idénticos, inmuta-
hlesy no tienen siempre la misma significación para todas las inteligencias,
porque cada uno los interpreta según el grado de instrucción que posee so-
bre lo observado, y la altura á que puede remontarse; ó bien porque no
"^í^o valor á los hechos más expresivos, se fija uno en aquellos que care-
^^6tt de toda significación; y últimamente, bien por que muchas ocasiones,
^^^^o lo expresan todos los alienistas, es muy difícil deslindar donde co-
''^^^'^^a la locura y donde acaba la razón, lo mismo que donde termina la
**lucl y donde comienza la enfermedad. Procurando evitar todos estos es-
^*^os, que hemos señalado por lo mismo, para no incurrir en ellos, será
^«estro objeto:
IV.
^^^^tíficar el estado de capacidad menicU de D, Á, E„ — Si fijamos
^^*^tra atención en este sentido y consideramos los hechos que se han
152 REVISTA DE CUBA,
consignado en otro lugar de este informe, ó lo que es lo mismo, si estudia-
mos la parte somática y la psíquica, así como también los datos etiológi-
eos, veremos entre los unos y los otros un encadenamiento lógico, un enla-
ce, una trabazón, un eslabonamiento obligado que conduce necesariamente
á reconocerlos como la expresión de un estado intelectual que tiene ima fi-
sonomía propia, una filiación especial, que corresponde siempre á mane-
ras de ser idénticas del espíritu. Así sucede en la generalfdad, en la mayo-
ría-de los casos: á un desarrollo ñsico, completo, cabal, acabado, correspon-
de indefectiblemente la integridad de los fenómenos intelectuales; y si se
buscan en las condiciones de origen antecedentes que no estén en armonía
con el estado que acaba de bosquejarse, con rareza, y solo en determinados
casos, escepcionalmente, se encontrarán símbolos contradictorios. Por el
contrarío, cuando las fases de la evolución orgánica se detienen por cualquier
motivo, cuando el desarrollo del ser se mantiene en ciertos límites ó si-
gue una jnarcha tortuosa, da lugar á aberraciones orgánicas, á vicios de
conformación que separan á los individuos del tipo de la normalidad, te-
niendo estos vicios una repercusión sobre el encéfalo, y por consiguiente
sobre sus manifestaciones, que están representadas por los fenómetios de la
inteligencia. Si se requieren antecedentes en tales casos, en el origen se
encontrarán razones que expliquen los desvios de la normalidad, hallán-
dose muchas veces estas en los antecedentes, así como en las condiciones
telúricas y climatéricas, que ejercen un influjo manifiesto en las degenera
ciones de la especie humana.
Si al través de las consideraciones que preceden estudiamos la cuestión
que está sobre el tapete llegaremos á conclusiones legítimas acerca del esta-
do de la capacidad mental de E..,
Del examen de sus antecedentes resultan los hechos importantes que va-
mos á mencionar. £. es natural de un pueblo de Navarra distante del li-
toral, montañoso, y cerca del mismo habia muchas mujeres que su-
frian del bocio; todos sus habitantes á pesar de ser fuertes tenian una estatu-
ra muy pequeña. Vivia el sujeto que examinamos en la parte montañosa
siendo pastor. Sus padres eran de buenas costumbres, bien conformados y
nó parientes; ignora las enfermedades que sufrieron, así como las de un her-
mano que tuvo antes de nacer él. Solo ha padecido el sarampión de niño y
£.. ha experimentado también varias caídas, en la misma época. Contrajo
estado en 1840, en que cambió de posición bruscamente. Abandonó los
ganados y desde entonces no hace absolutamente nada. — Vive al lado de
una persona bastante perspicaz, pero á pesar de esto no ha podido instruir-
se, porque es incapaz de ello, según su propia manifestación, y porque es
muy rudo, según la expresión del Sr. C. y de su Srta. Hija, quien nos mani-
festó que costaba mucho trabajo enseñarle las cosas á E. y que las olvidaba
con mucha facilidad, como habia sucedido con la doctrina cristiana que
aprendió para contraer matrimonio. Además de lo mencionado no tuvo
REVISTA DE CUBA. 1 53
^icscendencia, lo que es un hecho bastante significativo cuando se tiata d«
degradaciones de la especie humana, pues según Morel los seres degene-
no se reproducen.
Por lo que hace á la parte somática hemos visto que la cabeza es pequeña,
conformadaí que el p«lo es corto, atezado y que se encima mucho so-
la frente, que está llena de rugosidades, como toda la cara; que la boca
grande y entreabierta y la nariz mal conformada, siendo el semblante
estúpido, nada expresivo; que la estatura es pequeña; que el tronco presenta
^cios de conformación, lo mismo que las estremidades superiores é inferio-
res, lo que hace que Ja marcha sea difícil; que el aparato digestivo pre-
senta el sello de una gran actividad funcional; que el sistema nervioso es-
"^ poco desarrollado, notándose en el muscular contracciones fabrilares es-
pontáneas y provocadas, no observándose la misma fuerza de presión en
una mano que otra. A esto debemos agregar las aptitudes que afecta £.
que son dignos de señalarse, — porque son muy expresivas.
Por lo que respecta á los fenómenos psiquicos se ha observado que el
círculo de los afectos en E. es muy estrecho, que no tiene determinaciones
propias y que obedece ciegamente á los que le rodean, estando casi siem-
pre aislado. Su memoria es escasa y muchas veces infiel, aunque la tiene
partículimnente de los hechos pasados, siendo de notar que nunca consigna
las fechas. Su inteligencia es casi virgen, pues está desprovista del conoci-
miento de las ideas más vulgares, — de las nociones más someras, de aque-
llas que los seres más rudos adquieren por el simple trato con otras perso-
nas. Esa inteligencia limitada, exigua, como tal, no ha sido susceptible de
-desarrollo ni se ha despertado en 32 años de estancia al lado de una perso-
ga flustrada; siempre ha estado aletargada y no ha progresado ni por la imi-
tación, negándose á recibir toda luz, porque el peso de cualquier idea al
^brumaria. No le propongáis muchas cuestiones por que no las resolverá;
•<ii la concepción de ninguna idea abstracta porque al momento caerá reñ-
ida de cansancio. No pretendáis que se eleve á ninguna generalización por-
<^ue sería en vano. No le habléis del número ni déla cantidad, porque la su-
¡ iréis en un abismo. No le pregimteis siquiera cuanto suiñan dos y dos
>r que *'eso es muy largo," ni cuánto es 16 más uno, por que "eso lo sa-
otro,'* Y sin embargo B . .raciocina, E . .juzga, compara y recuerda; pe-
dentro de im círculo de hiero, en una esfera de acción limitadísima, en la
^3rbita en que solo se mueven ciertos seres degenerados. — E., distinguirá por
iplo, el triángulo del cuadrado y este del círculo, más solo en presencia
estas figuras geométricas dirá que la una no es igual á la otra; pero aquí
leiminará su juicio y el mecanismo de su comparación, pues nunca dirá que
diferencian por el número de sus lados, ni por otras particularidades.
Por lo que antecede se ve con claridad que E . .no puede colocarse en el
S^po de los hombres que gozan del pleno ejercicio de sus facultades inte-
lectuales y morales, porque no han alcanzado un completo desarrollo; por-
20
■M
154 REVISTA DE CUBA.
m
que se han detenido en una de las fases de su evolución; porque existen en
un estado imperfecto; porque en sus manifestaciones se trasluce su exigui-
dad, su modo de ser rudimentario, su pobreza, en una palabra; pobreza
que unas veces se debe á la falta de instrucción, al defecto de educación, y
otras á la jenialidad de la misma inteligencia, que es insuficiente, é incapax
de desarrollo y de progreso. — Estas maneras de ser del espíritu pueden
afectarla dos clases de individuos: la i^ se encontrará en los hombres rústi-
cos, en aquellos que no han tenido ningún género de instrucción ni de edn-
cadon, pero que conserven aptitudes para recibir con provecho su influjo
saludab)e.-^£n la 2^ estarán un conjunto de seres degradados en su cons-
titución orgánica, en su inteligencia y en sus facultades morales y afectivas.
Ahora, bien, en cuál de los grupos que anteceden colocaremos á £. .?—
£n el i? 6 en el 2?T— Si procediésemos con ligereza, si no depurásemos los
hechos, si no los interpretásemos en su verdadera significación, lo colocaiia-
mos en el primer grupo desde luego; porque parece natural que el que pien-
sa, que el que raciocina, que el que juzga, que el que compara, que el que
recuerda, aunque en límites muy estrechos, sino debe colocarse al lado del
que disfiíita de la plenitud de todas las facultades, junto al hombre acabado
en este sentido, por lo menos debe ponerse al lado de aquel que está en el
extremo opuesto de esta perfección, pero siempre dentro de la normalidad,
— al lado, en una palabra, del hombre rústico. Más no sucede así en el ca-
so presente pues asemejar á £. .aun hombre rustico seria incurrir en la más
grosera de las vulgaridades, — porque la ciencia nunca puede ni debe con-
fundir al hombre rústico, cuya inteligencia existe en un estado latente y stt-
ceptible de perfección, con el que tenga esta misma facultad en tm estado m*
dimentario, incapaz de mayor desarrollo, refractaria á todo progresos-
estéril en el sentido de la perfección. — Sacad al hombre rústico de su esfera,
insinuadlo en el roce social, educadlo; dadle el pan de la ilustración, en-
señadlo; y veréis hasta donde llega su maleabilidad; al cabo de algún tiem-
po lo habréis transfigurado por completo, y si lo dejais de ver, al encontrar-
lo de nuevo en vuestro camino, será para vosotros un desconocido. — Haced
todo esto cdn ciertos seres degradados de la especie humana, redoblad to-
dos los esfuerzos posibles, imajinad todos los medios que sean capaces de
concebirse para conseguir el fin anterior, y todo será en vano, porque se es-
trellará en las dificultades que engendra lo imposible. — Tal sucede en los
idiotas, en los que, según la fi-asa expresiva y gráfica de Esquirol, existe una
obliteración completa de las facultades intelectuales. Estos seres desgracia-
dos no viven, ni siquiera por un instante, la vida de la inteligencia, no tie-
nen ni una reverberación de la misma; ima densa bruma parece que envuel-
ve su espíritu, y en su degradación, en los últimos eslabones de la cadena
humana únicamente vegetan! — Pero no sucede así en otras degradaciones: la
obliteración de las facultades intelectuales no es cabal, por multitud de
motivos el desarrollo del encéfalo se detiene en una de las fases de su evo-
REVISTA DE OUBA. 1 55
lucioiiy así como el de otros órganos, aparatos y sistemas, lo que crea mi es-
piado que no puede confundirse con la idiocia, que tiene ima existencia pro-
pia 7 una fisonomía particular. — En este estado junto á las imperfecciones
fbícas corren parejas declinaciones sensibles y apredables en el ór-
<len intelectual y en el orden moral/ La esfera de los instintos predomina
acentuándose de una manera expresiva las funciones de nutrición. £1 ra-
clio de los efectos se acorta. Las voliciones están como concentradas, casi
«8tingaidas,y el pensamiento y la razón, lejos de irradiar un vivo resplandor
proyectan únicamente una débil penumbra. — De en medio de esa nebulosi-
dad se destaca una inteligencia escasa, mezquina; una inteligencia que carece
de las propiedades que la caracterizan, porque no es libre ni modifícable, si-
no en ciertos límites de los cuales es imposible traspasar. Cuando se pasa á
la ligera por sobre estos caracteres, no es estraño que haya quien conside-
re á los individuos que los presentan fuera del dominio de la palología
mental, en el grupo délos sanos de espíritu, como suele decirse, ó cuando me-
nos entre los rudos, que no son ni imbéciles ni casi imbéciles como se dice vi-
ciosamente. Mas se equivocan deplorablemente y se engañan á sí mismos
los que asi piensan; y es porque olvidan tomar en consideración un elemen-
to que no puede ni debe descuidarse nunca, en las cuestiones de patología
mental, y mucho menos Qp el estudio de las locuras por depresión, en las
originarías ó en las hereditarias de otros alienistas. Este elemento consis-
te en las manifestaciones de la inteligencia bajo el punto de vista de su per-
fectibilidad, porque esta no será idéntica en el idiota que en el imbécil, ni
lo mismo en el sordo-mudo que en el cretino y en el albino, todos seres
degenerados, pues que se distinguen perfectamente entre sí,— no solo por el
carácter enunciado, sino también por otros que le son peculiares. — Olvi-
dando, este elemento de diagnóstico es que se confunde el hombre rudo con
el imbécil; porque viendo que ambos piensan, raciocinan y juzgan,
comparan, recuerdan y deducen á su manera porque distinguen el triángulo
dd cuadrado, y á este del círculo, se asimilan completamente sin elevarse al
hacerlo á concepciones profundas, y sin considerar que ni por un momento
puede identificarse la inteligencia del imbécil con la del hombre rústico, por
que delante de la del primero habrá siempre una barrera insuperable, y
porque la del segundo, sin obstáculo de ningún género^ recorrerá con lozanía
todos los grados de perfectibilidad posibles. Ahora bien: ¿Sucede esto en E?
— N6, seguramente. — En él no hay la obliteración completa de las faculta-
des intelectuales como en el idiota, hay manifestaciones de inteligencia,
pero escatimadas, hasta un punto determinado, y el E. .de hoy es el mismo
E. de ahora 32 años; y bajo el punto de vista moral é intelectual, es el mis-
mo que pastoreaba los ganados antes de ésta época por entre las breñas de
*u país natal; y lo que es más sensible, E.-será lo mismo siempre.
No ha progresado absolutamente nada; ni por la imitación, ni por el
cultivo; porque ya hemos dicho que le costaba mucho trabajo aprender las
V
156 REVISTA DE CUBA,
cosas y que las olvidaba con facilidad, siendo incapaz de instruirse, seg^ü
sus propias manifestaciones. Y nosotros pensamos con él en este sentido, por
que estamos seguros de que si viviese una eternidad £ . .y hubiese quien du-
rante todo este tiempo se propusiese instruirlo, rendido de cansancio aban-
donaría la empresa por que todos sus esfuerzos serían inútiles para hacer
abanzar ni un ápice su inteligencia porqne es imposible perfeccionar la de
los imbéciles, que no puede llegar más allá de su esfera de acción.
De las consideraciones que acaban de establecerse se deduce con natuia-
lidad que consideramos á £. .como un imbécil, porque su inteligencia^ déte*
nida en su desarrollo, es incapaz de progreso. — Mas no es esta la única ra-
zón que inclina nuestro ánimo á producimos en tal sentido, sino también
porque los otros antecedentes recojidos converjen hacia el mismo ponto,
como lo haremos ver estudiando los datos de valor que se han mendonado
hasta aquí. — En prímer lugar señalaremos que £. .es patural de tm pueblo
de Navarra, elevado, distante del litoral, y que está reconocido que tanto
en la alta como en la baja Navarra abundan los idiotas, los cretinos y los
imbéciles, así como otras clases de seres degenerados; que estos también
abundan donde se sufre del bocio de una manera endémica, por el paren-
tesco que parece ligar á esta afección con las otras, pues como hemos vis-
to E. .ha manifestado que como á un cuarto de legua de su pueblo habia
muchas mujeres que sufrían de esta enfermedad. Además es un carácter
muycomun entre los imbéciles la pequenez de la estattura, que £. .presenta, •
así como sus paisanos de Heriñuela. Es verdad que sus padres no eran pa-
ríentes ni contrahechos. Es verdad que él solo ha sufrido el sarampión y
varías caidas en su niñez; pero también es positivo que los golpes en la ca-
beza en esta edad pueden detener el desarrollo del encéfalo y traer consigo
la imbecibilidad. — Sería de desear esclarecer otros antecedentes de familia
importante de conocer, porque sabido es que ciertas impresiones morales
vivas como el terror, durante la gestación, son suficientes por sí solas para
contener el desarrollo del feto; y dar lugar ya á la idiocia, ya ala imbedbilí-
dad; más nos ha sido imposible recoger estos datos curíosos.
Los conmemorativos que acabamos de señalar llevan al espirítu hacia la
admisión de la imbecilia en E. .; y el estudio de su parte somática asegura
más nuestro juicio en este modo de ver. — La pequenez de su cabeza, su
mala configuración y lo atezado del pelo; el mutismo de su fisonomía; él
contraste de la elevación de los pómulos con la depresión de las sienes; el
carácter de la boca y su expresión de sonrísa á cada contestación; las per-
versiones del sistema muscular; el desgaste de los dientes, la regularidad y
exageración de sus funciones digestivas; los vicios de conformación de-
tronco y de los miembros; sus actitudes y su modo de andar, y el hecho de
no haberse reproducido, lo pnieban suficientemente, porque todos son cal
ráctéres que se observan en los imbéciles, y tanto, que cualquier profano en
la ciencia por la simple inspección de E. lo consideraría como tal.
REVISTA DE CUBA. 157
Con estos caracteres están en armonía también los fenómenos afectivos,
orales é intelectuales. — Nosotros hemos visto hasta donde se estiende la
de los afectos en £. .; no ama á sus parientes; no quiere una deseen-
encia; — ^*'Solo se encuentra mejor." — Obedece ciegamente á cualquier
pulso; no tiene determinaciones propias; y como un poste se pasa las ho-
enteras afectando actitudes determinadas. Su inteligencia es escasa; sug
j uicios dudosos; muchas veces erróneos; siempre que juzga lo hace de una
smanera indecisa, vaga é indeterminada. — Carece de las nociones más co-
smunes de la vida vulgar; no ha cambiado en 32 años, ni es susceptible de
^>erfeccion.
Si lanzamos una mirada rápida sobre todo lo que se lleva mencionado,
^veremos que hay un encadenamiento indisoluble entre el estado de la inte-
Vgenda de E., su parte somática y los datos etiológicos, y que todo se agru-
pa al rededor de la imbecilidad.
De suerte que:
Considerando que aunque E . . piensa, juzga, raciocina, recuerda y compa-
xa, lo hace de un modo limitadísimo, hasta un punto del cual no puede pa-
sarse, porque su inteligencia es incapaz de progreso, porque no ha avanza-
do en 32 años de roce continuo con una persona perspicaz é ilustrada; ca-
racteres que son comunes á la inteligencia de los imbéciles y no á la de los
hombres rudos;
Considerando: que su cabeza es pequeña y mal conformada; que su sem-
blante es el característico de los imbéciles; que los vicios de conformación
de su cuerpo se observan en los mismos, así como el predominio de las fun-
dones digestivas, denunciado orgánicamente por el desgaste de los dientes y
por lo prominente de los pómulos; — que igualmente en ellos se observan ac-
titudes determinadas y el aislamiento en que casi siempre se encuentra E.,
siendo también desaliñados en el vestir, é incapaces de reproducirse como
lo es éste;
Considerando por último: que lejos de faltar analogía entre los fenóme-
nos que preceden y los datos etiológicos hay correlaciones muy marcadas
entre los mismos, y tanto que naturalmente se subordinan los unos á los
otros;
Concluimos al evacuar lo consultado por V. S. acerca del estado de la
^*pacidad mental de D. A. E. .: que es un -individuo que no goza del pleno
^^rcicio de sus facultades intelectuales y morales, porque es un ser degene-
'^^o, que dejando muy atrás al hombre rústico, con quien no puede con-
^'^^iirse, porque es incapaz de progreso, no debe colocacse en otro grupo
°*^s que en el de los imbéciles, porque afecta todos sus caracteres.
^aj es la conclusión que sometemos á la ilustrada consideración de V. S.,
^^<^r respondiendo así á la confianza que se ha dignado depositar en nosotros.
^ios guarde á V. S. muchos años. — Habana 17 de Noviembre de 1872.
DR. FELIPE rodríguez.
LA LINGÜISTICA MODERNA.
INTRODUCTION A L* ETUDE DE lA SCIENCE Dü LANGAGE, PAR DOMENICO PE9SZI, TRADÜIT
DE L* ITALIEN PAR V,» NOÜRRISON, I VOI.. IN-18 DE 237 PAGINAS. PARÍS. SANDOZ ET
FISCHBACHER.
II.
HISTORIA DB LA CIENCIA DEL LENGUAJE.
{Conclusión,)
En agosto de 1783 llegó William yones á la India, fundando al siguiente
año la tan celebrada ^'Sociedad Asiática de Calcuta" para el estudio de la
historia, antigüedad, artes, ciencias y, literatura de Asia, cuyo órgano fué éí
periódido Asiaiic Researches, El mismo W. Jones, Wilkins, Colebrookey Wil-
son y otros, todos ingleses, publicaron gramáticas, diccionarios, textos y tra-
ducciones sánscritas entre ellas la Bhagavad Gitá, episodio de la inmensa
epopeya el Mahábáhrata, publicada por Wilkins en 1785, primera traduc-
ción diritia de'una obra india, y en 1789 la traducción latinttpor W. Jones
de Sacúntala drama de Kalidasa^ que tan delicados versos inspiró á
Goethe ^ y del que acaba de dará luz una traducción del sánscrito al cas-
tellano, también directa, el distinguido lingüista García Ayuso (Madrid 1875
— in-i8.)
En un discurso leido por el repetido William Jones ante la sociedad
asiática de Calcuta en 1786 (Asiátic Researches T. I. P. 422 Londoa) se
encuentran las siguientes palabras: "La lengua sánscrita, cualquiera que
**sea su antigüedad, es de una estructura maravillosa; más perfecta que la
''lengua griega, más abundante que la lengua latina, de una cultura más
''refinada que ambas, tiene con ellas, sin embargo, tan estrecho parentesco^
REVISTA DE CUBA. 159
''tanto por las raices verbales, como por las formas gramaticales, que no es
' 'posible atribuir dicho parentesco al azar. Ningún filólogo después de ha-
^•"ber examinado estos tres idiomas, podrá dejar de reconocer que se derivan
* *de alguna lengua común que quizás ya no existe. Motivos de la misma
^'clase, aunque menos evidentes quizás, obligan á suponer que el gótico y
***€! celta, aunque mezclados con algunos idiomas enteramente diferentes^
^ * han tenido el mismo origen que el sánscrito, Y^wóxtvíáo añadirse á la misma
'**feinilia el persa antigua." Y era tan evidente para Paul de Saint Bartholo-
«née el parentesco del latin y el sánscrito, que según él: ''Indos veteres lati-
^*iie díceres locutusfuisse; Latinos índice*' (i); bien que muchos teólogos, fi-
lósofos y filólogos acogieron con desconfianza tales novedades, al extremo de
Jiegar el célebre Dugald Stewart la antigüedad y literatura sánscritas, que
consideraba como imposturas de ios brahamanes, forjadas según el mode-
lo de la griega y latina: bien que otros como Monboddo, aunque aceptaron
el descubrimiento, pretendieron encontrar en el Egipto los orígenes de di-
cha lengua.
Hasta 1803 ^o comenzó á extenderse en Francia el conocimiento del
sánscrito (del cual solo podian enorgullecerse los ingleses), gracias á la
guerra que siguió á la ruptura de la paz de Amiens, y que retuvo prisionero
en Paris al oficial inglés Alejandro Hamilton, que versado en el sánscrito ,
inició en su estudio á los sabios firanceses, Langlés, Fauril, Chezy, que
^ué más tarde el primer catedrático de sánscrito en Europa, y al alemán
Pederico Schlegel, hermano de Augusto Guillermo y distinguido indianis.
ta más tarde. £1 primer trabajo serio de comparación en que se procuró
4lemostrar la conexión de esta lengua con el griego,' latin, germánico,
¿tfmenio, persa, eslavo y celta, se debe al propio Federico, quien la expuso
en su üamosa obra üeber die Sprache und Weisheitder Indier, ySobre la len-
¿¡uényla sabiduría de los Indios] Hcidelberg 1808, traducido al firancés por
B(£a2ure, Essai sur la langue et laphilosophie des Indiens i vi. Paris 1837. La-
<lrauige, obra en la cual si bien cayó en el error de considerarlas como deri-
va.<^ del sánscrito, fué el primero que aplicó el método y aun el término
''gramática comparada" (vergleichendegrammatik) denominando asi mis-
indogermánítas al grupo de lenguas nuevamente clasificadas. Veinte años
^ues de la publicación de dicha obra, uno de los mayores pensadorts
siglo, comparaba la revelación del arte y las ciencias indias al descu-
l>rituicnto de un nuevo mundo (Hégel, Obras completas, XVI p. 316 Berlin
ro no bastaba el simple descubrimiento del parentesco que enlazaba
ú tan, al parecer, distintas lenguas; necesitábase por medio de una
(1) Disertatio de latini sermonis origine et cams orientalibas linguis conmemore,
1802.
1 6o REVISTA DE CUBA,
gramática histórico-comparada de las mismas, demostrar cómo, salidas de
uDa lengua común, se habian modiñcado de tal manera en el tiempo y en
el espacio; con arreglo á qué leyes se habian verificado las modifícadones
que habian impreso su forma, su carácter j su personalidad propia, á cada
una de ellas. El hombre á quien la ciencia debe este servicio y que escri-
bió la primera gramática comparada de Jas lenguas indogermánicas fué Fran-
cisco Bopp. ^
Franz Bopp nació en Maguncia el i^Me setiembre de 179I; y falleció
en Berlin en 13 de octubre de 1867. Hizo sus primeros estudios en Ascha-
fíenburgo, bajo le dirección del sabio Carlos Windlschmann, admirador de
Herder, y afiliado á la escuela simbólica de los hermanos Schlegel, Creozer
y Goerres que pretendian explicar por dichos medios las mythologias y
cultos antiguos. Desde temprano manifestó Bopp gran afición por los es-
tudios lingüísticos, pero fas tendencias serias de su genio le hicieron conser-
\q|r su independencia respecto á las opiniones de su maestro. Asf después
de haber aprendido las lenguas clásicas y las principales lenguas modernas
se dedicó al estudio de los idiomas orientales.
A los 21 años de edad ^1812) vino á Paris átraidopor iasnquezas de su
gran Biblioteca y por la fama de Silvestre de Sacy, Chézy, Quatremére, Abel
Remusat^ permaneciendo en ella cuatro años hasta 18 16 empeñado en el
estudio del sánscrito, el persa, el árabe y el hebreo. £1 fruto de sus estadios
los consignó en 18 16 en su obra Del sistema de conjugación de la lengua sans'
crila comparado con el de las lenguas gri^gOy latina, persa y germánica. Francfort
del Mein; primer paso hacia una gramática comparada de dichas lenguas
con un prólogo de Windischmann, fecha 17 de mayo, por cuya publicación
obtuvo la valiosísima pensión del rey de Baviera que le permitió contínnar
sus estudios en Londres (1817 1821). En esta ciudad conoció á A^^lldns y
Colebrook é inició en la lengua sánscrita á Guillermo de Humboldt, emba-
jador entonces de Prusia en dicha corte y fundador más tarde de la fiiosofia
del lenguaje, basada en las nuevas investigaciones. En 1820 publicó en
lengua inglesa en los Anales dé Literatura su trabajo Analyiical comparison
ofihe sanskrii greek and latín langittfffmí^\2SAon de su primera obra y co-
mo bosquejo de su gran Gramática comparada. Vuelto á Alemania, él go-
bierno bávaro lo propuso como profesor á la universidad de Wurtemburgo
pero sin éxito pues esta institución se negó á la creación de una cátedra so-
bre materia que no apreciaba mucho, por lo que se dirigió Bopp á Goettinga
(182 i) donde permaneció un invierno con Ottfiried Müller. En 1822, gracias
á su antiguo discípulo Guillermo de Humboldt fué nombrado catedrático
de lenguas orientales en la universidad de Berlin, donde pasó el resto de
su vida, publicando todas sus demás obras en dicha ciudad.
De 1827 á 1833 dio á luz varias disertaciones, acerca desús estudios pre-
dilectos; la ''Explicación detallada del sistema de la lengua sánscrita," en
1827, Za Gramática critica linguete sanscritc^^ que ha alcanzado tres cdi<
REVISTA DE CUBA. l6l
cnoneáfalemanasy el Glossarium sanskritícuniy en 1830, y varías memorias de
1^3' ^ 33 que demuestran que Bopp coadyuvó al descubrimiento de la len-
.^ua zénda por Eugenio Buruonf.
En este último año [1836] apareció finalmente, después de más de veinte
.años de preparación, el trabajo que habia de inmortalizar su nombre: la
Oramáiica comparada del sánscrito j zendoy griego, latin, liihuanioj gótico y aiíf -
^«a/r cu]ra publicación, en forma de entregas, no llegó á terminarse sino
otros veinte años después, en 18 ji. Esta obra maestra de la ligúística mo-
derna, preparación indispensable, dice Renán, para todos los que se dedi-
quen á esta clase de estudios, no se recomienda tan solo por el número in-
finito de hechos reunidos y estudiados en ellas, mediante un análisis emi-
nentemente científico, sino también por la virtud sorpendente que posee de
hacer penetrar al que la medita en el conocimiento del verdadero método,
y prepararlo de este modo para la investigación ligúística. Tan notable
publicación fué traducida al inglés por Eastiwck, bajo los auspicios de Wilson ,
apareciendo en tres tomos de 1845 á 1852, que han alcanzado tres
ediciones, y solo ha venido á serlo últimamente al fi^noés, por Mr. Michel
Bréal, catedrático de gramática comparada en el Colegio de Francia, bajo
el título de ''Grammaire comparée des langues indo-éuropéenes, compre-
nantle8anscrit,lezend etc." París 1866-1872, chez Hachette, en cinco gran-
des tomos, cuatro de texto y uno de índices, precedidos aquellos de nota-
bles introducciones del traductor.
En el largo intervalo de dicha publicación [1839-1854] dio á luz el
eminente filólogo diversas disertaciones comprensivas de algunos idiomas,
de la propia familia no incluidos en la Gramática, y publicó el Glossa
lium sanscrOum, in quo omntes rculiceset vocahula usitaiissima expücanturet
fumvoca^uUsgraeciSylcUiniSjgermaniciSy lithuanicisy slavonicis, celticis compa-
nuiiur^ 1840-47. De 1857 á 1861, apareció la segunda edición de la
Gramática comparada, en la cual introdujo el armenio y el eslavo, mejo
dándola con los importantes trabajos de lingüística que habían aparecido
en los años anteríores, y de la cual se tradajó la edición firanceea mencio.
nada, apareciendo la tercera y últim^^m 1870 después de la muerte de Bopp.
Por último, en 16 de mayo de 1866 celebraron sus discípulos, y con ellos
ftocia la Alemania sabia, el 50° aniversarío de la publicación del Conjuga-
tié^nssysieihy creándose igualmente una fundacioUiBopp \Bopp Stiftung] con
objeto de fomentar el estudio de la nueva ciencia, á que concurríeron sabios
de todos los paises.
Otro gran modelo de método científico es la Gramática alemana, Deut-
scAe Grammatik de Jacobo Grímm, que apareció enGoettingade 1819 a
'^•37, y que, con la Gramática comparada de Bopp, han abierto la via á
tantos y notables trabajos análogoi.
yákob Luis Grimm^ fundador de la filolofía germánica, nadó en Hanau
[Hease,] el 4 de enero de 1785, falleciendo en Berlín el 20 de setiembre de
2J
102 REVISTA DE CUBA.
1863. Recibió su primera educación en el colegio de Cassel y en 1802, & la
edad de 17 años, comenzó sus estudios de derecho en Marburgo bajo la
dirección de Savigny, quien, prendado de su gran capacidad, lo acogió co-
mo auxiliar literario en un viaje que en 1805 hiciera á París. Tres años des-
pués, fué nombrado bíbliotecarrio del castillo de Wilhdmshoehe, y aaditoi
de Estado por el rey ferónimo, posición que le permitió dedicarse á sabíai
investigaciones, acerca del pasado de la lengua y de la poesía germinicas,
estudios que prefería en mucho á la juii^>rudencia. En 1814 y 1816 vol-
vió nuevamente á París, pero esta vez encargado de recobrar los tesoros
literarios de Alemania llevados á Francia, á consecuencia de las conquistas
anteriores, permaneciendo de 1818 á 1830 de bibliotecario en Cassel, has-
ta que una injusticia que con él cometieran, le obligó á aceptar una cite
dra de literatura en la universidad de GoetUnga. Permaneció eu elU siete
años hasta la famosa protesta de los siete, profesores todos de la misma oni-
versidad, entre ellos su hermano Guillermo y Gervinus, que fueron desti
taidos por haber protestado contra la renovación de la constitución. Tras
ladándose á Berlin, vivió en ella hasta su muerte, consagrado exduáva
mente á sus mvestigaciones favoritas.
Sus escritos se recomiendan por la inmensa erudición que en ellos moes
tra, su espíritu fílosóñco y su profundo amor hacia la Alemania, cuya leo
gua y carácter histórico eran para él un objeto de culto, influyendo nota
blemente en la vida pública de su patria. Sus primeras publicaciones soi
de 181 3, y entre las más notables de estas obras, deben citarse además de 1
mencionada, las A ntigiítrdadts íM ¿/¿rec^o grrmJrticiff Gcettinga 1828, qo
abrieron nurvas vias á los descubrimientos históricos y arqueológicos, sefiaL
en ellas la fwsia^dti d¿rechoy laMsthologia aumana Gcettinga 1835, la segond
edición, 1S43-44,) La historia de la lengua alemana^ i^7y 7 ^^ unión de s
inseparable hermano Guillermo, el trabajo inmenso y sin rival en leogni
alguna, el gran Diccionario de ¡a len^;ua alemana, cuya primera entrega apa
recio en 1853. y que continuó solo, desde 1S59 después de la muerte de si
hermano. Desgraciadamente, ao lliq;aron á publicarse sino^coatro tonios,
bien previendo Grimm la diñcultad de dar cima á tan vasta empresa, habi
tomado sus precauciones para que no se perdiesen los inmensos mateiialt
acopiados, y puilieran aprovecharse por manos hábiles cuales las de Hfld
brand y Weigand que te han continuado.
l>;.niuis esta el citar la popular colección de Ótenlos de los kenmáMi
GfifHfH, ton cara á los niños como *á los sabios, recogidas oralmente e
düatados viajes p>>r to-.la Alemania y que se han salvado del olvido inta
santes tradiciones i ola: ivas i los primeras edades de la raza germánica.
L',x5 profundos trábalos de Bopp y de Jacobo Grimm habian hecho r
sallar muy dUtiiicos elementos del lenguaje: B^/^p habia introducido en h
estudios lingüísticos el análisis cientinco déla .cV.vá.*«;. esdedr^de lasletn
y silabas que. añadidas i los temos en los nombresy en los verbos, comtitiiyv
REVISTA DE CUBA. 1 63
la cieclinacion y la conjugación gramaticales respectivamente; debiéndosele
por tanto principalmente el estudio de las formad gramaticales ó Morfología]
P^^'o Grimm descomponiendo las palabras, y los sonidos, elementos los más
siQaples del lenguaje, estudió las leyes de latrasforniacion de los sonidos y debiendo .
sele propiamente la teoría délos sonidos ó Fonética 6 Fonología-, teoría que apU-
<^ ¿casi todos los demás lenguas áryas ó indo europeas el mayor de los eti-
n^ologistas de la nueva escuela, Augusto Federico Fotí en sus Investiga-
^*<^nes etimológicas, Eiytnolo^sche Fbrschungen^Yjtmgo 1833-36 obra que
enteramente adaptándola á los descubrimientos posteriores, ya
ya ajenos, en la segunda edición de tan monumental trabajo
<1 »-» c apareció de 1859 á 1873 ®^ Lemgo Detmold casi bajo el propio título.
INo menos eminentes que los tres filólogos antes citados y tan laborioso
é "i. «cansable como ellos, se nos presenta Augusto Schleicher^ autor del céle-
l>«'^ Compendio de la gramática comparada de las lenguas indo^germánicas
\ ^— ^ ompcndiuní der vergleichenden Grammatikder indo-gerraanischen Spra-
^^^^n| que ha alcanzado tres ediciones en Weimar, en 186 1, 66 y 70 y cu -
T^ parte relativa al sánscrito, al griego antiguo y al itálico primitivo, ha si-
^o traducida al italiano por el autor de la obra que extractamos.
nacido Scheicher en 19 de febrero de 1861 en Meiningen, falleció re-
^^ontemente en 6 de diciembre de 1868. Después de completar sus prime -
ros estudios en Coburgo, se de<licó, pero sin vocación alguna, al estudio de
*^ teología en Leipzig y en Tubingue, que abandonó por la filosofía hege-
liajia y la lenguas orientales, bajo la dirección del gran semitizante Ewald.
^*i ^onn, gracias á Lassen, el gran indianista; y al latinista Ritschl, (i) y
* <juien confesaba deber el método científico claro y vigoroso, característico
^^\ Compendium, acabó de decidirse por la Lingüística, prefiriendo de esta
los estudios de Gramática comparada.
Sus más notables obras son Las investigaciofies lingüísticas^ {Sprachvcrglei-
Uniersuchungen^) cuyo primer tomo apareció en 1843, Y ^ segundo^
1 850, bajo el título de Die Sprache Europas in systematischer Uebersicht
^^ducido al francés por H. Bwerbeck [a] el primero de los cuales produ
JO nuevos y útiles resultados con relación á determinados problemas rela-
^^os á la historia de los sonidos, clasificando el segundo las diferentes len-
Suas de Europa con arreglo á su parentesco íntimo, y explicándolas por
^a-tos históricos y nota bibliográficas. Además, la T\oria de leu formas delesla-
'^o litúrgico [Formenlehre der Kirchen-Slavischen Sprache] 1852, que le va-
Wó la. protección de la Academia de Ciencias de Viena, lo cual le permitió
tt4 estudiar á la Lithuania prusiana y aprender de boca del pueblo, la len-
gua lithuania, tan vecina de la eslava, aprovechándose al propio tiempo de
[zl Véase en el número del 15 de enero ds 1877 áe La Revista Contemporánea de
Hadrid, pág. 147, algunos apuntes biográficos sobre Ritschl, fallecido en 1 1 de Noviem -
l»t ele 1876.
r^l Les I^angues deP Europe Moderne, un volumen, París 1852, chez Ladrange.
104 REVISTA DE CUBA.
las leyendas, dialectos y proverbios populares. £1 fruto de sus trabajos fue
ron la Littauische Grammatik^ l^^S^J y ^^ Littauische Lesebuch^ 1S57, ]
en 1860 publicó su notable trabajo sobre La lengua alemana^ [Stuttgart]
])recedido de una profunda introducion y seguida de algunos apéndices. Fi
nalmente, en 1869 publicó la Ghresiomaihia indo—germánica^ ayudado po
otros tres filólogos, no apareciendo sino después de su muerte su Fanolagu
y Morfologia de la lengua potaba. [San Petersburgo 1871.]
En 1846 se había hecho recibir en la liniversidad de Boun como priva
doceni [i] en la ciencia comparada de las lenguas, pero las agitaciones po
líticas de 1848 lo llevaron á Francia y á los paises eslavos, ya como corres
ponsal de periódicos políticos, ya para fines puramente científicos. Nom
brado en 1850 profesor de filología clásica en la universidad de Praga ;
más tarde de sánscrito y lingüística comparada, se vio perseguido y calum
niado, ya por el liberalismo de sus opiniones políticas, ya por las cóle
ras que entre los sabios bohemios despertó su crítica independiente d<
ciertas obras del pais, cuya lengua hablaba admirablemente, pues era ex
traordinaría su aptitud para el aprendizaje teórico y práctico de lo
idiomas.
Su Compendiuniy escríto bajo un plan completamente distinto al de I
gramática de Bopp, contiene la lengua madre del grupo indo-europeo, qu
algunos han propuesto llamar áryaca^ el indio antiguo, ó sánscrito, el antígu*
eraniano ó zendo, el gríego antiguo, el antiguo itálico (entre cuyos derivado
se cuenta la lengua latina,) el celta antiguo, el antiguo eslavo, el lituanio ;
el antiguo alemán. Además de ser la síntesis de los numerosísimos trabajos re
lativos á la gramática comparada de dichas lenguas y la exposición crític
de los resultados obtenidos, es notable dicho trabajo por sus notas 7 la
sagaces concepciones del autor y por haber introducido en ella la lengu
madre de dicho grupo que Schleicher ha tentado reconstruir mediante k
sonidos y formas gramaticales comunes á dichas ocho lengtuis\ la 'severida
de su método iguala á la de la forma de exposición.
Innumerable es el número de sabios que, ya siguiendo las trazas de los ar
tenores, ya separándose de ellos, han recorrido el camino abierto por le
mismos; citaremos tan solo á Kuhn^ Benfey^ 3^^g^ Curtius, Max MüUer^ Fu
entre los primeros y Scherer, Westphaly A. Ludwig éntrelos segiftidos, e
Alemania; en Francia, el mayor representante de los nuevos estudios h;
sido Eugenio Bumouf, y entre los contemporáneos, Michel Bréal, Baadr
Hovelacque, etc., y otros muchos en Inglaterra, y Estados Unidos entre elle
Whitney, que se ha conquistado un nombre europeo, en Italia, AscoK e
Milán, Flechia en Turin, Lignana en Roma y Garcia Ayuso en E^pañs
[1I Profesor libre en las Universidades que profesan cursos retribuidos por los esti
diantes, á diferencia de los titularesy que lo son por el Estado, y cuya institución prodoc
la mayor emulación entre una y otra dase de catedráticos. A efia se atribdje en gran pw
te el florecimiento de los estudios serios en Alemania y la vitalidad de su vida universitarii
REVISTA DE CUBA. 1 65
Como autoreS; de gramáticas, sánscritas, deben citarse ^^/ü:r, Bonfey, yülio
Oppert^ el citado Max Mülkry Zassen; de diccionarios de la propia lengua-
Boethlingk y Roth, Goldstücker y Benfey; de ediciones críticas y traduccio .
nes sánscritas, la escuela de Augusto Guillermo Schlegel^ quien publicó de
1820 á 1830 La BibUoteca indica y cuyo mayor discípulo fué el eminente
Lassen, muerto recientemente, autor de la Indische Alterthwnskunde [Anti-
güedades índicas, Bonn 1847-^2.] Weber autor de los Estudios Índicos^
Berlin 1849 y últimamente Rosen, que con la publicación del Rig-Vida
en 1838, inauguró ima nueva época en la historia de las indagaciones rela-
tivas á las lenguas y mythos índicos y demás pueblos átyas ó indoeuropeos,
y otros muchos que harian interminable y fastidiosa la presente enumera-
ción.
Después del descubrimiento del sánscrito, el acontecimiento lingüístico
de mayor importancia que registra la ciencia, es la interpretación de los
jeroglíficos egipcios por Champollion, á principios del presente siglo, que
desafiaban de siglos atrás á la crítica, y que habían dado lugar á las extra-
ñezas de Pierius y de Kircher, á los errores de Warburton, Gordon, Pinche
y otros, y á las tentativas más prudentes de Desguignes, de Sacy, Akerblad,
Joung. £1 mismo Champollien, ha descrito, con la simplicidad del genio, la
historia.de su descubrimiento en el Précis du systenu hiéroglyphique des anciens
Egj^ptiens^ París 1822 [i]. Sus trabajos, que Lepsius, eminente egyptólogo
alemán, declaraba en carta á Rosellioi, ''obra fundamental de la filología
egipcia," iueron continuados en Alemania por Brugsch y el propio Lepsius,
el vizconde Rouge, muerto poco há, Mariette y Maspero^ profesor en
^Francia, pero han encontrado contradictores en Spohn^ Seyffarth y IJhle-
^Tum. Aunque no muy versados en el conocimiento de los jeroglíficos, debe-
rnos citar á los alemanes Schwartz y Burnsen^ el autor de Dios en la historia^
-y los trabajos del italiano A. Peyron sobre la lengua copta.
£1 conocimiento de las demás familias lingüísticas ha realizado igualmen-
te grandes progresos, pero no en tanto grado, cual en la familia árya 6 indo
europea, debido en gran parte á no haberse aplicado igualmente á los mis-
mos, el propio método comparado, principalmente en lo que respecta á la
gran rama de las lenguas indias dé ambas Américas. Pero la celebración
^el primer Congreso internacional de filólogos americanistas y celebrado en
Kaucy, en el pasado año de 1875, ^^7^ segunda sesión tendrá efecto del
10 al 13 de setiembre del presente año en Luxemburgo, ha iniciado una
nueva era para esta clase de estudios, que separándose délas hipótesis ar-
Mlrarias y teorías preconcebidas que la han estacionado, entrarán en la via
iecundade las investigaciones comparadas.
Recordemos sin embargo, entre los cultivadores de la lengua china
(isinólogos á Klaprothj Abel Remusai^ Guillermo deHumboldtj Schottj Endlicher^
\i'\ Véanse también sa Crammain é^timner^ Paria 1836 y el Ditctionnairc is^tien^
1S49-44.
1 66 REVISTA DE CUBA.
SUbold^ Stanislas Jit/ien; entre los americanistas GuiUermo y Alejandro de
Humboldt su hermano, Ludwig^ que ha clasificado los idiomas americanos
en 370 lenguas madres y 524 dialectos, Buschmann^ notable por sus traba-
jos sobre la lengua de los Aztecas, Scherzer, Martius. Entre los que han
ayudado á la dilucidación del vascuence ó euskaro^ que permanece sin da
sificar, deben mencionarse Guillermo de Humboldt^ Mahny y recientemente
el principe BonaparU^ y yuUan Vinsan\ y aplicádose afl estudio de las len-
guas úgricas ó uralo-altaicasy Castren, Klapifúth^ Schotty primero que estable-
ció de un modo científico este tronco lingüístico, y distinguido además
por sus trabajos rnmanrln" relativos á dichas lenguas, BoUer, Bdthlhtgkj
el Gmde GabelenfáfllfaxJlíulleryCXiy3,hiip6tesi^ familia de lenguas
luranianasy que estudiaremos á su tiempo, ha encontrado tan fuertes oposi-
tores en Poli y Renán, £1 nuevo método comparado se ha aplicado con
éxito por Caldwellj á las lenguas dravidias 6 dravidianas^ familia glótica del
Indostan meridional, de las cuales ha publicado una Gramática (Londres
1856.) Bleek ha publicado un trabajo de la misma clase sobre las lenguas
del sur de África, habiendo dado á luz asinftmo trabajos sobre idiomas de
África, los alemanes Barth^ Federico Muller, eminente lingüista, autor del
tomo de Filología de la expedición de la Novara, [Viena 1867] y Steinthal.
Últimamente los idiomas de Occeanía han sido estudiados sobre todo por
Guillermo de 'ELumboldt^ Bushfnann^ el americanista, Gabelenijs, Federico MO^
ller, y por Max Müllery Bastian las lenguas de la Indo-€hina.
Al lado de estos trabajos puramente gramaticales ó históricos deben ci-
tarse las producciones sobre la Füosofia del lenguaje^ ciencia nueva de la
cual puede apellidarse fundador al tantas veces mencionado Guillermo
de Humboldij separada por un abismo de las groseras elucubraciones del
siglo 18 y principios del presente, tan extendidas aún por desgracia. Sus
principios en esta materia deben estudiarse principalmente en la introduc-
ción á su gran trabajo sobre la lengua kawiy de la isla de Java (tres tomos
Berlin 1836) intitulado ^'Dela diversidad en la constitución de las lenguas y
de su influencia en el desarrollo de la humanidad," del cual se ha publicado un
extenso análisis por el malogrado Alfredo Tonnellé, como apéndice á su
traducción del ''Origen de las formas gramaticales" del propio Humboldt,
Paris 1859.
Entre los que siguieron sus trazas deben citarse entre todos á Heyse^ (i)
d Sleini/tal^ [2] y á Renann. (3) Las especulaciones del primero sobre el
gran problema del génesis del lenguaje llevaron á resultados tales que con-
cilian, modificándolas, las dos hipótesis rivales del origen divino y del orf-
(i) Sistema de la ciencia del lenguaje etc. System der Sprachwissensckft,
(2) Del origen del lengiuye^ Berlin 1855. Der Ursprung der Sprache y otras varías
obras del mismo género.
(3^ DeP origine du lan^age, París, quinta edición, 1S75 7 ^^ muchos pasajes de . su
Hiit. comparle des langties sémiüqtus^ 1863.
REVISTA DB CUBA. 1 67
humano. Las investigaciones ñsiológicas relativas al origen de los so-
laidos humanos, comenzados por Kempelen á fines del pasado siglo, y con-
tinuados por Brücke, el célebre Helmholizy Rodolfo de Raumer el más nóta-
tele de entre todos, han aprovechado sobre manera á la Lingüística y he-
ver la identidad de los resultados entre la Fonética fisiológica y la Fo-
linguística.
-■^
HOJAS DE UN LIBRO DE VIAJE,
AL MONT-CENIS.
Coloso de los Alpes! No te asombre
La grandeza solemne de esta hora:
"Paso" — ^te pide para bien del hombre
Esta altiva y audaz locomotora.
Sierpe enroscada á tu robusto tronco
Por los hercúleos miembros se desliza
Y sube y sube hasta que al fin jadeante. . .
La victoria del genio inmortalizal
C. N. R.
• •
EL CONDE KOSTIA.
Un gran placer esperaba á Gilberto al despertarse; se levantó al salir d
sol) y en cuanto se hubo vestido, corrió á la ventana para examinar- el pai-
saje.
La rotonda que se le había asignado para alojamiento, formaba por sf
sola el piso superior de una torrecilla que flanqueaba uno de los ángulos
del castillo. Dicha torrecilla y una gran torre cuadrada situada en la ex-
tremidad de la misma fachada, daban al norte, y de este lado estaba la ro*
ca cortada' á pico, formando un precipicio de trescientos pies de un aspecto
muy imponente. Cuando Gilberto se asomó, su mirada se sumergió en él
abismo, en el que flotaba un vapor azuloso que el sol naciente traspasaba
con sus flechas de oro; aquel espectáculo lo trasportó. Tener un precipi-
cio bajo su ventana, era una novedad que le causó una alegría infinita.
Aquel precipicio era su dominio, su propiedad; sus ojos se posesionaban de
éL No se cansaba de contemplar aquellas rocas encarpadas como mura-
llas, y cuyas paredes estaban cortadas por bandas traversales de malexas y
zarzales achapanados. Largo tiempo hacia que no habia experimentado
una sensación tan viva, viéndose obligado á convenir en que si su corazón
era viejo, sus sentidos estaban todavía jóvenes. El hecho es que en aquel
momento Gilberto, el ñlósofo grave, era feliz como un niño, y al oir el
murmullo soldknne del Rin, á que se unian los graznidos de un cuervo, y
los gritos estridentes de los martinetes que rasaban con su ala inquieta las
buhardas de la torredUa, se persuadió de que el rio elevaba su voz para
saludarlo, que los pacatos le daban una alborada y que la naturaleza entera
celebraba una fiesta de que era el héroe.
Apenas si pudo arrancarse de su querida ventana para aliuorzari y esta-
REVISTA DE CUBA. 1 69
de nuevo en contemplación, cuando Mr. Leminof entró ea su cuarto.
o le oyó venir, y fué necesario que el conde tosiera tres veces para hacer-
volver la cabeza. Al apercibir al enemigo, se estremeció; pero se repu-
sin esfuerzo. Sin embargo, aquel estremecimiento nervioso que no ha-
i podido reprimir, hizo sonreir al conde, y esta sonrisa lo entristeció.
>mprendia que Mr. Leminof adaptaría su conducta respecto á él, con
reglo á la idea que de él mismo se formara en aquella primera entrevista,
se prometió estar en guardia.
£1 conde Kostia era un hombre de mediana edad, bien formado, de gran
ia, anchos hombros, aspecto noble, frente altanera y «vera, una nariz de
jaro de presa, la cabeza levantada y lijeramente echada hacia atrás,
)s grandes gribes muy separados, que lanzaban miradas perspicaces é in-
írtas á la vez, cara expresiva, de un corte regular, y en la cual Gilberto
> encontró que criticar, sino las cejas demasiado espesas y pómulos bastan -
salientes; pero lo que no le agradó fué que Mr. Leminof permaneció en
i, rogándole que se sentara, y como Gilberto hacia algunos melindres^ los
:emimpió el conde con un geittimperioso, acompañado de un frunci-
ento de cejas .*
"Señor conde, se dijo mentalmente Gilberto, ¡no saldréis de aquí sin sen-
-^Estimado señor, dijo el conde midiendo el cuarto con sus pasos y los
180S cruzados sobre el pecho, tenéis un amigo muy caluroso en el doc-
' Lerins; hace un caso inñnito de vuestro mérito; aún ha tenido la galán -
ía de darme á entender que soy completamente indigno de poseer en
casa tal tesoro de cordura y erudición. Así, me ha recomendado ex-
¡sámente que tenga con vos las mayores consideraciones; 'me ha hecho
nprenderque respondía de vos al universo, y que el universo me oblíga-
á rendirle cuenta. Sois muy feliz, caballero, con tener tan buenos amí-
í; es una bendición particular del cielo."
Gilberto no contestó nada; se mordía los labios y miraba hacia sus pies.
Mr. Lerins, prosiguió el conde, me dice también que sois tímido y altivo
mismo tiempo, y meVsuplic^ que os halague mucho. Pretende que sois
paz de sufrir mucho sin mostrarlo; ese es un talento que no abunda mu-
o. Lo que me entristece es que mi exceleute amigo Mr. Lerins, parece
le rae considera como un duende y sentiria mucho, caballero, infundiros
iedo, Y volviéndose á medias hacia Gilberto:
Veamos, miradme bien; ¿tengo acaso garras en la punta de los dedos?
El pobre Gilberto maldecia />/ peí/o á Mr. Lerins y su indiscreto celo. ^
— **¡Oh!, señor conde, respondió con su tono de voz túÉg claro y el aire
Í8 tranquilo, no desconño nunca de las garras del prójimo; solamente
lando por casualidad llegó á sentirlas, grito con fiMXá y me deñendo.
El sonido de la voz de Gilberto y la expresión de su rostro sorprendie-
*n á Mr. Leminof, quien á su vez, no se estremeció [nunca le sucedía] pe-
22
170 REVISTA DE CUBA.
ro se asombró. Lo miró un instante en silencio y luego repuso con tono
más sarcastico.
— ''No es esto todo, Mr. Lerins ¡ah! ¡qué admirable amigo tenéis! se dig-
na informarme además que sois, caballero, lo que llaman hoy una bella
alma. ¿Qué es una bella alma? ¿No sé Y al hablar así parecía que
buscaba sucesivamente alguna mosca por el techo ó un alfiler en el suelo.
"¿Qué queréis? Tengo ideas muy atrasadas en todas' materias, y no com-
prendo nada del vocabulario de mi siglo. Sé muy bien lo que es un her-
moso caballo, una mujer bella; ¡pero una bella alma! ¿Podríais explicar-
me caballero, lo qije es una bella alma?
Gilberto no contestó; estaba ocupado en dirígir al cielo la oración del
filósofo: "¡Dios miol guárdame de mis amigos; que yo me encargaré de
mis enemigos."
— Mis preguntas os parecen quizás indiscretas, prosiguió Mr. Leminof;
culpad á Mr. Leríns; su última carta me ha causado vivas inquietudes.
Os anunciaba como un ser excepcional; es natural que procure informar-
me. Detesto los misterios, las sorpresas. He oido hablar de un príncipi-
11o de Abysinia que para atestiguar su gratitud al misionero que lo habia
convertido, le envió de regalo una gran caja de madera olorosa. Cuando
el misionero abrió la caja, encontró en ella un bonito crocodilo dblNilo,
enteramente vivo.
¡Calculad su placer! es una de esas aventuras que enseñan á ser pruden-
te. Asf cuando nuestro excelente amigo Mr. Lerins me envia de regalo
una bella alma, es natural que abra con precaución, y que antes de insta-
lar en mi casa esa bella alma, procure saber lo que hay dentro.
¡Una bella alma! agregó con tono menos irónico, pero más seco; á fuerza
de pensar en ello, adivino que es un alma apasionada por las chucherías en
cuestiones de sentimiento. En ese caso, caballero, permitid que os dé un
consejo: Mad. Leminof tenia un gusto pronunciado por todo lo chinesco, y
habia llenado de ello el salón. Desgraciadamente, soy algo brusco en mis
movimientos, y más de una vez me sucedió que eché por tierra veladores
cargados de porcelanas y otras fruslerías; ¡juzgad de su contento! Querido
señor mió, sed prudente, encerrad cuidadosamente los chinescos en vues-
tros armarios y guardad las llaves.
— Os doy las gracias por el consejo, contestó Gilberto con dulzura; pero
lamento ver que os hayan dado una idea falsísima de mí. Me permitís,
caballero, pintarme á vos tal como soy?
• — No veo en ello inconveniente, dijo.
— No soy una bella alma, repaso Gilberto; soy simplemente un alma
buena, ó si preferís, un honrado muchacho que toma las cosas como vie-
nen y los hombres tales como son; que no se ofende por nada, nada preten-^
de, y á quien importa un ardite lo que los demás puedan pensar de él. No
niego que, en mi primera juventud, no baya pasado como cualcjuiera otrQ
REVISTA DE CUBA. ^ 171
z>T lo que un hombre de ingenio^ llamaba el hechizo de las necedades-, pero
a eso pasó. He encontrado en el destino unmagister moroso, algo brutal,
ue me ha enseñado el arte de vivir á fuerza de golpes de martinete. Así
I que habia en mí de romanesco se ha refugiado en mi cerebro, y mi co-
Lzon se ha convertido en el más razonable de todos los corazones. Si
Kviera la dicha de ser rico y artista á la vez, tomaría la vida como un jue-
o; pero no siendo ni una ni otra cosa, la trato como un negocio. Creed-
le, caballero, la vida no es para mí sino un negocio como otro cualquiera,
I mejor dicho, algo más complicado que otro, y me guardo de reprocharle
[ue no sea un idylio, ó una ópera. Sólo que como ^ bueno descansaj-
Agunas vecis, cuando quiero reposar de mi gran tarea, que es vivir, cierro
a tienda, y me voy al teatro Llevo aquí, aña4ió tocándose la frente, un
bonito teatro de títeres. El escenario no es muy vasto, pero mis títeres
;.oii muy graciosos: conocen muy bien su oñcio y representan con igual ta-
ranto la comedia y la tragedia. Me basta solo una palabra y al instante,
Balen de sus cajas, se visten, se pintan, se encienden las luces, se levanta el
zelon, comienza la representación y soy el más feliz de los hombres!
Mr. Leminof ya no recorria el cuarto; se mantenia inmóvil en el afeizar
la ventana y miraba al valle.
Os obligaré á sentaros, señor conde, decia en voz baja Gilberto.
— Picáis mi curiosidad, replicó al ñn Mr. Leminof después de un insta n-
de silencio; ¿no me dejareis ver algún día vuestros títeres?
— Imposible, contestó; mis Polichinelas, mis Arlequines y mis Colombi-
nas, son tan tímidas que no consentirían jamas en afrontar el fuego de
vuestras miradas. Apesar de no tener garras en la punta de los dedos, me
parecéis poco complaciente con las fantasías de los demás, y con solo apro.
ximaros, mis pobres muñecas podian cortarse: ¡de sobra saben que su no
es de vuestro agrado su repertorio!'*
Mr. Leminof siguió paseando y al cruzar por delante de Gilberto le lan-
zó una mirada altanera y cariñosa á un tiempo: así como un gran dogo
mira á un perro de aguas, que, no temiendo nada se aproxima familiarmen-
te á su majestad dentuda y pretende jugar con ella; grane sordamente, pe-
ro sin deseos de incomodarse. Hay no se qué en el ojo del último, que
obliga á menndo al primero á tomar á las buenas sus confianzas.
¡Ola!, caballero, dijo el conde, según confesáis, sois un completo egois-
ta, la cuestión para vos es vivir, y vivir para sí!
— Casi, casi, contestó Gilberto; solo que evitaba pronunciar dicha pala-
bra, es algo dura No es que haya nacido egoísta, prosiguió; pero )ie
llegado á serlo. Si tuviera todavía mi corazón de veinte años, habria traí-
do aquí ideas muy romanescas. Vais á reíros mucho, caballero: figuraos
que hace diez años hubiese llegado á vuestro castillo con la intención muy
decidida de amaros mucho y hacerme amar de vos.
— En tanto que hoy ....
k-
172 REVISTA DE CUBA.
— ¡Dios miol, hoy conozco algo el mundo, y me digo que no puede tra-
tarse entre nosotros sino de un negocio y que los buenos negocios son los
que benefician á ambas partes.
— ¡Os hacéis el terrible! exclamó el conde con aire burlón, ¡destmis des-
piadadamente todas mis ilusiones, atentáis á la poesía de mí alma! En mi
candidez, me imaginaba que íbamos á enamoramos apasionadamente el
uno del otro. Proyectaba hacer de mi secretario mi amigo íntimo; d caro
confidente de todos mis pensamientos; pero en el instante en que me pre-
paro á abrirle mis brazos, viene el ingrato á decirme con tqno sosegado**
'^Caballero aquí no se trata sino de un negocio; yo soy el mercader, y vos
el comprador, os vendo griego y me lo pagáis de contado." ¡Pestd caba-
llero, ¡vuestra bella alma^pti se precia de poética ! — ^Tomo acta de vues-
tras palabras! no se trata entre ambos sino de un negocio. Seré, pues, sí
queréis el explotador, vos el explotado, y no os quejareis si os trato á lo
Turco ó á lo Moro.
— Dispensad respondió Gilberto, vuestro interés bien entendido os esjje
cuidarme; si me dais mucho que hacer, no me lamentaré por d tiempo, ni
por el trabajo; pero cuidareis de no abrumarme. Así, no soy exigente; to-
do lo que pido es que me concedáis diariamente algunas horas de odo y
de soledad para mirar en paz mis títeres.
Mr. Leminof se detuvo de repente y se plantó frente á Gilberto, con las
manos apoyadas en las caderas.
<<¡0s sentareis, os sentareis, señor conde! murmuraba Gilberto entre dien-
tes.
— Dado ese supuesto, dijo Mr. Leminoí mirándole con fijeza, sois
egoísta contemplativo. Espero, al menos, caballero, que tendréis las vir-
tudes de vuestro estad<>; quiero decir, que ocupado como estáis - de vos*
mismo, estáis exento de toda curiosidad indiscreta. £1 egoísmo no vale 1g^
que pesa, sino cuando va acompañado de una indiferenda desdeñosa han»
IOS asuntos de los demás. Escuchadme bien: no vivo aquí absolutamenter
solo; deseo sin embargo, que solamente conmigo mantengáis relaciones
constantes. Las dos personas que habitan esta casa conmigo no sa-
ben griego, ni una, ni otra; no tienen, pues, por que interesaros. Recor-
dad que tengo el defecto de ser celoso como un tigre; pretendo, por lo tan-
to j que seáis mió por completo. Y en cuanto á vuestros títeres, si volvéis
en vos, me encontrareis siempre dispuesto á admirarlos; pero no los ense-
ñéis á nadie; ¿me oís?, ¡á nadie!
Kl conde Kostia pronunció estas últimas palabras con un acento tan
enérgico, que Gilberto se sorprendió. Estaba á punto de pedir explica.
ciones; pero la mirada severa y casi amenazadora del conde se lo impidió.
— Vuestras recomendaciones, caballero, contestó, son superfluas. Para
i omplctar mi retrato, os diré que no soy expansivo y que soy poco afable
(le carácter. A decir verdad, la soledad es mi demento; tiene para mi dul-
REVISTA DE CUBA. 1 73
2uras inefables. ¿Queréis probarlo? Encerradme bajo llave en este cuar-
to, y siempre que me hagáis llegar todos los días algún alimento por una
gatera, dentro de un año volvereis á encontrarme sentado en esa mesa»
fresco, alegre y saludable. . . .A menos, sin embargo, que apesar mió, no
semine soxÚKmtñtt el mal de cielo. En ese caso, podría el día menos
jpensado huir por las ventanas; pero el daño no seria grande. Diríais al
encontrar la jaula vacía: ^'le han salido aks á este muchacho; {buen prove-
cho le hagan!"
— No lo entiendo así, exclamó el conde. Señor secretarío, me agradáis
^n extremo, y por temor á algún accidente, pondré rejas á esta ventuia.''
^ al decir esto, atrajo á sí un sillón y se sentó trente & Gilberto, quien
d^ buena gana hubiera aplaudido tan hermoso 4{l||nilace; d resto de su
coc^versacion se redujo á Byzancio y á sa* liistoña. El conde expuso á
Grilberto el plan de sus trabajos y le indicó que clase de investigaciones es-
peraba de él. La conversación se prolongó dtuante varías horas, y ape-
nsLS volvió Mr. Leminof á su gabinete, tomó la pluma y escríbió á Mr. Le-
rls^s la siguiente carta:
''Querido doctor, recibid mi agradecimiento por el precioso sujeto que
me habéis enviado; aun cuando lo hubiera hecho fabricar expresamente,
no habria sido más de mi gusto. Es cabalmente el útil que necesitaba;
pero permitidme deciros que sí ese joven me agrada, es por lo poco que se
asemeja al retrato que os habiais dignado hacerme de él. Me anunciabais
un Héroe de Berquin, y me preparaba á devolvéroslo, porque hubiera sido
i mis ojos un vicio redhibitorío. Querido doctor, los jóvenes del diason
más complicados de lo que pensai^ el candor no es patrimonio suyo; son
muy fuertes en aritmética, y el más ingenuo es por lo menos un Chino en
maxitillas. Lo que me encanta en vuestro candido amigp^ es que se de-
mueslra á sí mismo, como el domador á su elefante. Se ha prestado á ex.
plic£u-me con los mayores tletalles ese pequeño mecanismo que uamais su
bella alma; me ha mostrado su resorte principal» su movimiento, encage,
^^jas y sonidos. La principal ventaja de este reloj es que está al pelo y
scña.Ia siempre la hora que se desea. Al mismo tiempo me parece este jó-
^^^ xnuy felizmente dotado; es un erudito consumado, que tiene un senti-
<^o exacto y un espíritu critico; á la verdad, no podia encontrar nada me-
^^^' -^dios mi querido doctor, contad con mi reconocimiento y ponedme
a los j>iég de Mme. Lerins, si no ha olvidado á su indigno servidor .
KosTiA Petrovich Lkminof."
174 • REVISTA DE CUBA.
IV.
Quince dios después, escribía Gilberto á sus amigos una carta concebida.fli
en estos términos: "Señora, no he encontrado aquí ni fiestas, ni cabalga —
tas, ni galas, ni bellezas tongusas. ¿Qué haríamos, decidme, con esas belle —
zas tongusas? O por mejor decir, ¿qué harían ellas con nosotros? Vivimos^
en los bosques, nuestro castillo es im castillo viejo, muy viejo; de noche, á^
la luz de la luna, parece un fantasma. Lo que más me gusta de él, son su^
largos corredores sombríos por los que el viento se pasea, pero os ase- •-
guro que no he encontrado en ellos vestidos blancos, ni sombreros de pena-^i
chos. Solo la otra o^oclpl un murciélago que habia penetrado por un crista-^
roto me barríó el rosbíu conMI alas, y estuvo á pique de apagarme la hu^
es la única aventura que he tenido hasta ahora Y en cuanto á voSyCa^
ballero, sabed que no me he dejado ganar por las seducciones de mi tiraiifi^
pues no se ha tomado el trabajo de seducirme. Sabed además que no
fastidio, estoy contento, gozo de esa tranquilidad de espíritu que
una situación bien definida y en regla, y por lo demás, muy soportable,
no tengo que empujar mi xiáa, por delante de mi, mostrándole el camin.
marcha por sí sola* y la sigo como Martin á su asno. Y luego que no na
f;ütan los placeres, y, sino, escuchad.
**Nuestro castillo es una larga hüerm de casas agrietadas, de las
ocupMunos la xinfca habitable. Estoy alojado solo en una torrecilla qae'<
mina una \*ista magnífica, tengo un gran precipicio debajo de mi
y puedo decir **mi torrecilla, mi precipido.** ¡Pobres parisienses, no cc^ -mi
praddert^is nunca todo lo que se encierra en estas dos palabras, imi/nr my
Ch^. ¿Qué es un precipicio? exduna Mme. Lerins Es una gran ^zi
vtdad: si ¡Dios mió! Sí. señora, es una gran cavidad, pero pensad que e
ta mañana la ca\ndad era de un oral turqm\ r que esta tarde á la pu^sst
del sol era .... del color de vuestras capuchinas. .\brí mi ventanas. ;
husmeé el aire, poní respirar el o!6r de ese admirable precipicio, porque h<
descubier:o v^ue de noche lo»5 precipicios huelen. ¿Cómo diré? Es vai 'pcr
fume de rocas toistados por el sol, al cuil se mezda un aroma sutD de y^=rb2
seca, lo v^ue torma una merd» exquisita Me hallaba, pues, en mi
\'en:ana. cuando a mi derecha, á «dienta posos por debajo de mi, vi simt-
¿r tros una rarra de roias^^s leus oueraos v la cabera de una caln Nancea.
IVNks saber que del I-ivio del Rír.. ni: yrecipicío ó mi abismo, como px"^-
drois Uan>arie, es:á banqueado rcr utjí ooiina de cesj^ por cuya pendfe^*'
:;í ss?r.\rr.:ea un sendero. Pcsr el harLi irerado a::^eiIjL amazona de Wa-^^"
cas yara?^ y de bueca irora huHese >ub:io ruLS^ ¿P'^í"'^ cócio? Se hallaba al pp^ ^*
de u:=a foctEÜsiib^e oosnira de r>.vas. cue desalo il mis hibQ cameDoqQe '^^*
escale, la jv^re cabsa s^í ^íesclaba oí v«ne ceceE>ia por aqad obst^^
culo r2!es;^e^a>¿o. desmechada se rc$o a ccnriear el rosal, después
;
■ REVISTA DE CUBA. 1 75
f miró balando y yo la miraba sonriendo, y por momentos volvíamos ambos
la cabeza para contemplar el rio, salpicado de trecho en trecho por gran-
des placas de oro y púrpura De buena fé, señora, ¿no me envidiáis
mi ventana, y no trocariais por mi cabra blanca todas las mercaderas de
las cuatro estaciones, que veis pasar por la calle Jacob?
"Y ahora, os ruego, recorred conmigo nuestra hermosa mansión. La
fiera roca cuya plataforma ocupamos, y que merece su nombre de núió de
hdiire [Geierfels,] termina hacia el norte por lo que os he dicho, al oeste por
^in barranco que la separa de otros montecillos más elevados y capricho-
samente tajados, cuya cadena sigue el curso del rio. Esta línea de alturas
no es continua; está cortada por gargantas estrechas que desembocan en
^ valle y que dejan llegar hasta nosotros los últjpaos fuegos del sol. La
otra taj-de la puesta era roja, y una de su^ig[|rga]j|Íki parecia vomitar 11a-
®*s; hubiérase dicho la boca de una fragua. Al oeste, el Geierfels domi-
na corx sus vertientes y su terrado al Rin, del que no lo separa sino el ca-
^^^^o Teal, y uno de travesia. Al sur comunica por senderos rápidos con
^3- "v-^sta meseta de la cual constituye en cierto modo el piso superior, y
^^ ^stá cubierta por un bosque de hayas surcado por aguas corrientes.
^^^ ^e este lado es accesible nuestra mansión, pero no es posible llegar á
'3. erx coche, aún una jaca llegaria difícilmente hasta nosotros, y todas nues-
7^^ I^Tovisiones son traidas á hombros ó en mulos Montañas, rocas
PiOcij torrecillas suspendidas de un precipicio, grandes bosques sombríos,
P^^os senderos, arroyos que caen en cascadas, ¿no constituye todo eso,
^^^^s, una residencia muy salvaje y romántica? Pero en la ribera de-
^^^- del Rin que se estiende bajo nuestras miradas ya es otra cosa. Re-
^ ^^^utaos un paisaje de una dulzura infinita, una gran llanura cultivada
^ ^ se eleva por movimientos insensibles hasta el pié de una lejana cade-
^« montañas, cuya grupa ondulosa dibuja en el cielo sus aéreos den-
, ^^^Hes. Seguramente, señora, las dos riberas del Rin no estáiutonsagra-
^^^ ^ la misma divinidad. Al rededor del Geierfels, en el misterioso hor-
. ^ ^e los bosques, reina aquella primitiva y temible diosa de la natura-
!^^*» cuyos sirvientes, feroces como ella, enrojecian con si^angre el musgo
■*^I5 rocas, en tanto que al rededor suyo delirantes saORrdotistas con el
^ ^^llo al viento, parecian imitar en sus danzas frenéticas la carrera
^^^^i^rdenada de los astros inciertos a^ en su marcha y los desconciertos
'^^ antiguo caos. Allá abajo, por el contrario, en la llanura, todo reconoce
iperio de Céres la rubia, de Céres coronada de espigas, divinidad titu-
;3r bienhechora que se complace en los vapores de la tierra entreabierta
el corte de la reja, por el chirrido del arado, por los prolongados mu-
Os de los rebaños y los cantos del segador que ata su dorada gavilla —
Frente por frente del castillo, más allá del Rin, una villa de casas lim-
^^^^-^, cuidadosamente blanqueadas con cal, y rodeadas de jardines, se
ílega en abanico alrededor de una ensenada circular. A la- dere-
a
176 REVISTA DE CUBA,
cha de esta gran aldea, una iglesia rústica hace relucir al sol la flecha de
su campanario cubierto de zinc; á la izquierda grandes molinos de casca
dejan voltear descuidadamente sus ruedas, extendiéndose tras los molinos
la iglesia y la villa, el fértil campo que procuraba pintaros poco ha, y
que no podría celebrar lo bastante, ¡Oh! ¡Qué paisaje tan encantador?
Esta tarde, estaba ocupado en devorarlo con la vista, cuando vino á dis-
traerme la cabra blanca, seguida apoca distancia por una cabrerita que me
figuro que es muy bonita; pero olvidé á ambas, viendo desfilar ante mi,
en sentido contrarío, un vapor que remolcaba lentamente ima flotilla de
barcas cubiertas con sus toldos y escoltadas por sus botecillos, y una vasta
almadía de la selva Negra, equipada por cincuenta ó sesenta bateleros, que,
irnos por delante, otros por detras, dirígian su marcha á fiíerza de remos;
después, separándose ais nújEidas de las blancuzcas aguas del rio, se
han paseado sucesivamente por las suaves ondulaciones de la ribera, por las
sinuosidades de un arroyo que buscaba forttma en una pradera entre óps
cortinas de sauces y de álamos, por la sombra proyectada por los árboles,
alargada por la noche, yque dormían apaciblemente en e! seno de la cam-
piña. Aquí, un verdoso prado, en el que pacian tres cameros rojos
guardados por una pastorcilla sentada en una gran piedra, en tanto que su
vaca negra manchada de blanco, se empinaba contra el declive de un fo-
so, mordisqueando las ramas chuponas de un seto; á lo largo del prado,
un extremo del camino real por el cual marchaba un molinero encarama-
do sobre un gran caballo gris; más lejos, una choza por cuyo techo se es-
capaba una columna delgada de humo azuloso que subia ondeando hada
el cielo A alguna distancia de mí, un ave de presa con sus inmensas
alas extendidas se cernía lentamente sobre el valle; sus alas parecían in-
móviles, y suspendido en el aire, trazaba grandes curvas regulares y con-
céntrícas. Aparentemente, estaba sumergido, como yo, en una meditativa
contempMMon de la que no podia arrancarse, y cuando amenudo ensaya-
ba romper el hechizo que lo tenia encadenado, y agitando sus grandes alas
volaba hacia el cielo, el misteríoso encanto tríunfaba bien pronto de sus
esfuerzos, bajaba «uevamente y volvia á sus vueltas, aprísionado, al parecer,
en un círculo má^co, y fascinado á pesar suyo, por las divinas gracias de
aquellas encantadas ríberas.
"Pero lo que rae agrada más que to^k), es que por su situación, el Gen —
fels es una especie de foco acústico al que llegan sin cesar todos los rui- -
dos del valle. Hoy al mediodía el sordo murmullo del río, la respiracioac
jadeante del remolcador, la vibración de una campana en una iglesia leja ««
na, el canto de una aldeana que lavaba su ropa en una fuente, el balido d»^
un camero, el tic tac de los molinos, el eco de las campanillas de una laoc:
ga fila de muías halando una barca con sirgas, los clamores retumbantes»
de los bateleros estivando barriles en una urca todos esos ruidos diver.^
sos llegaban hasta mi vibrando con -una claridad sorprendente,
REVI3TA DE CUBA. I 77
ci momento en que mezclándolas de repente una bocanada de aire, no oís
sitity una música vaga que parecía bajar del cielo; pero momentos después.
íocJas aquellas voces estremecidas, se elevan nuevamente de aquel torbellino
"^ confusa armonía, y de nuevo cada una, sonora y distinta, contaba á mi
Corazón estasiado algún episodio de la vida del hombre y de la naturale-
za . — , Y luego, cuando llega la noche, señora, á aquellos ruidos del dia
^u criden otros más secretos, más penetrantes, más melancólicos. ¿Os agra-
da, señora, el grito del mochuelo? Ante todo es necesario que me digáis
^' ^o liabeis oido alguna vez. Es un grito. . . .no, no es un grito, es una
^^^^JSL dulce, ahogada; es un pesar monótono y resignado que se descubre á
'^ ^ "^ixia y á las estrellas. Una de esas tristes aves habita á dos pasos de
'^^^ ^n el huceco de un árbol, y cuando llega la noche se complace en ento-
^^^T xan dúo con el viento que suspira. El Rín se encarga de acompañarlos,
y ^i-«. voz grave, sonora, forma un bajo continuo que alternativamente au -
"*^^^^'ta y disminuye La otra noche no hubo concierto, ni el viento, ni
^^ inr^ ochuelo estaban en voz. Solo el Rin murmuraba por lo bajo; pero
'^^^ jpreparaba una sorpresa; me ha probado que sabe á veces producir ar-
u>^i-»3CiJa por sí solo. Hacia media noche, se destacó de la ribera una bar-
^li^^-ü^ que llevaba á la proa una linterna y atravesó el rio á sotavento; yo
<3istintamenteó creía oir la agitación de la onde sobre el flanco del barco,
^rvor de la olla [ij que se formaba por detrás, el ruido sordo del remo
^'unciergirse en la corriente, y, más suave aún cuando salia de ella, el llan-
^-<íorable del agua que dejaba caer gota á gota Esta música formaba
contraste con lo que le habia oido la víspera á la misma" hora.
^labia levantado norte durante la noche, y estaba furioso hacia h'son-
^^> llenaba l^s aires de fúnebres ladridos con unarabia indescriptible. Las
^^*^ta-s rechinaban, las tejas daban unas contra otras, las vigas de los techa-
^^ temblaban en sus muescas, las paredes se estremecian sobr^us cimien-
^s. Xl>e vez en cuando se precipitaba una ráfaga sobre mi ventana con ahu-
^^^>s salvages, y desde mi cama creia percibir al través de la vidriera, los
PJ/^^ ensangrentados de una bandada de liambrientos lobos. En los cortos
^^^J~^^alos en que se calmaba aquel grau ruido del exteiíor, murmullos ex-
^^ri<:>s salian del interior del castillo; el maderamen dejaba oir lúgubres
^*^^Jic3os; no habia rotura en los tabiques-, ni hendidura en el cielo raso de
^^'^cie no saliera un suspiro ó gemidos roncos. A veces reinaba el silencio,
f ^^ oia tan solo en la extremidad de los corredores como un lijero cuchi-
^^^ tje fantasmas, que challaban en la sombra rozando las paredes; luego
^ Repente tomaban vuelo, el piso temblaba b jo su pisadas irregulares,
^»^i^n tumultuosamente la escalera que conduce á mi coarto, dejándose
sobre el umbral de mi puerta lanzando lamentaciones indecibles.
1. * ^ Remolino de agua producido por el movimiento de un buque.
23
i
178 REVISTA DE CUBA.
Bosta de jaula, diréis quizás, habladnos algo de su dueño. Este terri
ble de hombre, sabedlo, me es mucho menos antipático de lo que ceei
En primer lugar, no estamos juntos desde por la mañana hasta por la noch(
desde el dia después de mi llegada, me entregó una larga lista de pasaje
difíciles y alterados para interpretarlos y restituirlos; trabajo de gran alient
al cual consagro todo el mediodía. Ha hecho trasportar á mi cuarto algí
nos de sus más hermosos in-folio y vivo dentro de ellos como una rata en s
queso de Holanda. Paso, es verdad, las mañanas en su gabinete, en el cui
celebramos doctas conferencias, capaces de ediñcar ala Academia de inscríp
ciones; pero lo quemas me agrada es que desde que cae la noche pued
disponer de mi como mejor me parece. Aún hemos convenido en que Ó2
das las siete, podría encerrarme bajo llave en mi habitación, y que baj
pretexto alguno vendría á molestarme ningún mortal. Es un - privilegie
que Mr. Leminof me ha concedido con la mayor complacencia y juzgad :
le estaré ó no reconocido Ño es decir esto que sea una persona am2
b]e,i.i que lo parezca; pero es hombre de sentido é ingenio. Me ha con
prendido al momento, y sabe servirse de mí: soy como un caballo que co
noce al hábil ginete que lo monta.
Le reprocháis, doctor, su absoluto desencanto pero no se es vcrdí
deramente Ruso sino de esta manera. ¿Qué es la Rusia? El eslabo
entre la Europa y el Asia. Nos creemos muy cosmopolitas porque á fiíen
de ingenio, llegamos á creer que Dante, Goethe y Shakespeare no careci<
ron enteramente de sentido común. ¡Buena burla por cierto! En Rusi
se hablan más de treinta lenguas, y se adoran todos los dioses de la tiern
en Rusia hay Alemanes, Griegos, Lapones, Sch u vacos,. Samoyedos, Kami
chadales, Schukotches .... Un verdadero ruso debe tener^tantas alma
cuantos gobiernos hay en su impefio, debe descifrar de memoria un ci
razón mandchurio, ó tcheremisso; debe honrar la Panagia sin ponerse hl
con el Dalai-Lama; debe ser capaz de aclimatarse por do quier, de natuc
lizarse en todas partes, de comprenderlo todo sin apasionarse por nada. .
** Nosotros los Rusos, me decia antier Mr. Leminof, estamos llamados
*undar la unidad del género humano.
— ¿Y cómo os compondréis para ello?
— El medio es muy sencillo; nos hemos convertido en misioneros
Mr. Scríbe, y aspiramos á esparcirlo por el Asia.
— Y en cambio, le dije, no traeréis al Dalai-Lama á £uropa?
— Nada de eso me replicó, á cada pueblo su catecismo. La religío
divide á los hombres, el vandeville los reúne."
"Me engaña: los rusos no están condenados sin apelación al desencante
absoluto; su cosmopolitismo puede convertirse en un espírítu de simpatís
universal. He conocido tiempo ha en París á un ruso de Moscón que en
un hombre admirable: unia á una inteligencia fríamente lúcida un cora
fon tierno y fogoso lo conocía todo y no despreciaba nada; no se formab;
REVISTA DE CUBA. I 79
ilusión alguna it crea de los hombres, y estaba pronto á sacrificarse por
S unia á la ilimitada tolerancia de un filósofo la ardiente caiidad de un
Habia empleado su vida en ver las cosas tales como son, y persis-
II creer que Dios es el secreto de todo. Preguntándole un dia que
isxon atribuia á la Rusia, me contestó con esta definición: * 'pacificarlo
, comprendiéndolo todo " sea ó no una utopía, esto es preferible
Á. ^^ctender á Mr. Scribe entre los Mandchurios No os gustan los rusos,
qü^irido doctor; los habéis denigrado á menudo en mi presencia y os de-
J2L130. hablar; hoy que vivo en Rusia, me creo obligado á contestaros. Los
ll3.mais Kalmucos, pero eso es escaparse por la tangente; los rusos son oc-
^^ tiéntales con pómulos é imagina ion oriental. Que os causen miedo, lo
^<^í^nprendo, pero no es un motivo para injuriarlos; la Rusia tiene la vista
persf>icaz y el oido fino, sus miradas llegan hasta Pekin, y emplea c mbos
oicJos en escuchar todo lo que se dice en Europa. ¡Oh! ¡estad seguro de
Que no pierde una palabraí Por su parte tiene muchas cosas que decirnos;
solo que para comenzar, espera el dia en que su voz puede entenderse des-
^^ Constantinopla hasta Lisboa. Todo ello es motivo de inquietud, pero
^o impide que el pueblo ruso deje de ser un gran pueblo. Los Eslavos son
Qe todas las razas de la tierra, la más maleable y flexible, es una arcilla
plástica capaz de recibir todos los moldes y de revestir todas las formas,
^^i, poseen naturalmente el talento de la imitación y el don de las mona-
^as; pero que esta flexibilidad de espíritu se alie á un 'carácter elevado, y
tan feliz concurrencia producirá efectos maravillosos. El alma de un es-
lavo, que tiene alma, tiene más extensión que otra, sin ser menos profunda
y dá á sus virtudes una amplitud que nosotros no damos sino á nuestros vi-
cios.
** Después de esta declaración de principios, vais á creer que adoro á mi
tirano; ¡agregad si queréis, que adoro también á su señor hijo! A propósi-
to, creo haber encontrado en la carretera á tan amable jóyen el dia de mi
negada, y desde entonces no he tenido el jgusto de volver á verle; he comi-
do en mi cuarto, pues el comedor, según me han dicho, está entregado á los
albañiles, pero ya han concluido las reparaciones, y en lo adelante come-
remos en familia. ¡Ay! ¡amigos míos! ¡con vosotros es con quienes quisiera
comer mañana! ¿cuando beberé de nuevo de aquel perfumado café? "
VÍCTOR CHERBULIEZ.
1 8o REVISTA DE CUBA.
LA MUERTE DEL AÑO.
Envuelto en sutiles y blancos cendales
Que á trechos colora brillante arrebol,
ta frente de fuego, sin lustre, marchita,
Recuesta cansado, muñéndose el Sol.
Sudario de nubes le da el horizonte,
Y mórbido lecho le tiende la mar
Las sombras sacuden su oscuro ropaje,
Y el hombre se apresta por todos á orar.
La tarde desplega sus alas de armiño,
Celages colgando del éter doquier;
Y estrella luciente del cielo prendida.
Su luz tembladora copiienza á verter.
Natura su marcha detiene un instante,
Del mundo los ejes haciendo temblar;
Y espléndido manto bordado de estrellas
' La noche en sus hombros acude á colgar.
Las aguas, las aves, murmuran buscando
Sus lechos de piedra, su casto nidal;
Destellos del iris, encages de plumas
Y líquidos tules de blanco cristal.
Y crecen las sombras y tristes estrechan
Al orbe en los pliegues de negro crespón;
Y leda en los bosques el aura murmura
Con notas sencillas de blando rumor.
Y allá en el espacio, circuido de mundos
Que pasan y vuelven, girando á sus pies,
Al Tiempo inflexible, los años y edades
Con letras de siglos trazando se vé.
Y débil la gasa del éter rompiendo
Una hora en los aires de pronto sonó,
Cual suena en el pecho la nota postrera
De aquel que á la vida da el último adiós.
Y gritos, blasfemias, sollozos y cantos, -
El hambre, la rabia, la muerte, el placer.
Del año que expira- se agrupan en tpyno,
Y al caos se lanzan rodando con él.
En tanto mis hijos, mi esposa, se aduermen
Én lechos que alegre forjóles mi amor.
Y yo de rodillas, temblando, por todos
Feliz año nuevo le pido al Señor.
FERNANDO URZAIS.
REVISTA MUSICAL
Muy claramente ha manifestado en su prospecto L/i Revista de Cuba,
propósito, tan ambicioso acaso y tan arduo como es sincero, de conse-
que en sus páginas pueda encontrarse el resumen de los adelantos del
y el exponente de su cultura; y para llevarlo á cabo, debia ella necesa-
^^iamente destinar un lugar distinguido á las -Bellas Artes, al par de la Lite-
y de las Ciencias. Pero es evidente que para realizar sus buenos
íos, La Revista tenia que mantenerse dentro de las condiciones que le
impone su índole especial, que no le consiente consagrarse á difundir la
'piimera enseñanza ni explicar las nociones elementales, si no es indirec-
tamente ó como de paso; porque tienen las publicaciones de su clase por
misión especial, la de dar cuenta razonada del movuniento científico y lite-
rario, la de divulgar, resumir ó apreciar las nuevas producciones, por me-
dio del análisis ó de la crítica.
Definir de esta manera el objeto de La Revista, equivale á manifestar
las dificultades que para cumplirlo tendria ella que vencer, en lo que atañe
i las Bellas Artes. La razón es evidente, porque donde apenas hay pro-
ducción, ha de ser casi imposible la crítica.
¿Qué es entre nosotros la Arquitectura? JVbn raggionam di lar No hay
más que ver, y reirse.
La Escultura, arte verdaderamente mitológica en Cuba, no ha pasado aún
de la primera infandj^lo que pudiéramos llamar ib edad del yeso.
La Pintura cuenta con algunos inteligentes aficionados y más de un dis-
tinguido profesor; y de vez en cuando se oye dedr algo de un cuadro nota-
ble ó de un paisaje excelente; pero no hay campo fecundo para la crítica
donde faltan museos, galerías particulares, y exposiciones públicas y perió-
dicas.
Quiere decir que á reserva de aprovechar las ocasiones que se presenten
í82 REVISTA DE CUBA,
para manifestar el estado de esas artes en el pais, por ahora tendrá La Re-
vista que retringirse á la bella región de la música, al menos si ha de con-
traer el empeño de hacerlo regular y periódicamente, consagrándole una
setcion especial en sus páginas.
Creemos que no será necesario justificar esta preferencia, porque es la
música el arte que ha sido cultivado en Cuba con más afición, y más felices
disposiciones. Ella cuenta aquí sus discípulos por millares; tiene y siem-
pre ha tenido excelentes profesores; y á pesar de la escasez de estímulo y
de la falta de elementos y condiciones favorables, no solo ha producido
ejecutantes y artistas de primer orden, sino que ha podido enorgullecerse
con la gloria que han dado al país algunos genios renombrados en Europa,
y entre los cuales pudiéramos citar el nombre de alguno, cuyas inspiradas
composiciones, hijas de un profundo estudio del arte, de una imaginación
poética y una exquisita sensibilidad, y más conocidas allá que aquí, han si-
do ya admiradas y aplaudidas por los críticos más autorizados del viej
mundo.
Por estas circunstancias se halla la generalidad del público de algún
manera preparado para la crítica musical, ya se refiera esta á las obras ori —
nales que vean la luz en la Habana ó se ejecuten en nuestros teatros don —
de hoy contamos con dos compañías de ópera; ó ya se limiten, cuando es —
tas nos falten, á las que más llamen la atención en las capitales de Europa^
y he aquí explicado el motivo que nos ha inducido á fundar una seccioifl
exclusivamente consagrada á la música con el título de Revista Musical, E
propósito de no confiar esta sección sino á personas que por sus conoci-
mientos y aptitudes pudieran encargarse de ella con toda la autoridad que
solo puede obtener la competencia notoria é indisputable, y otras causas
independientes de nuestra voluntad, nos han obligado á aplazar para el nú-
mero subsecuente la primera de nuestras Revistas Musicales.
Teniamos ya, sin embargo, destinado un lugar en el número presente á
la crónica musical, y habiéndonos esta faltado, forzoso era llenar el hueco.
Muy oportuna y feliz nos ha parecido, pues, la ocurrencia de un distinguido
amigo, gran autoridad en todo cuanto al divino arte se refiere, y que ha te-
nido la humorada de remitimos para su inserción el siguiente escrito, que
es im prólogo compuesto por el célebre maestro y crítico Berlioz, para una
obra que hizo bastante ruido en el mundo artístico y literario de París.
LOS GROTESCOS DE LA MÚSICA.
£1 arte musical es sin disputa entre todas las artes, el que hace nacer las
pasiones más extrañas, las pretensiones más absurdas y aun diríamos, la^
monomanias más marcadas. Entre los enfermos encerrados en las casas
de salud, los que se creen Nepiuno ó yUpitcr^ con facilidad son declarados
monomaniacos; pero hay otro^ muchos que gozan de completa libertad.
REVISTA DE CUBA. 1 83
cu >ro>s padres ó parientes jamás han recurrido en su provecho, á la ciencia
freno>lóg¡ca, y cuya locura es, sin embargo, evidente. La música les ha
^ra.S't^Drnado el cerebro.
I^^c3s abstendremos de hablar, sobre ese particular, de los literatos que es-
cnl3^xi ya en verso, ya en prosa sobre cuestiones de teoría musical, sin que
^^ ^^ la tengan el conocimiento más elemental, empleando palabras, cuyo
^^*^'t£<do les es desconocido; que friamente se apasionan de antiguos maes.
^^^^s <3e quienes jamás han oido una sola nota; que les atribuyen gratuita-
"^^'^"te ¡deas melódicas y expresiones, que jamás tuvieron, porque ni la
^n^lc^^jiia ni la expresión figuraban en la época en que vivieron; que admiran en
S^^t^c^ y con la misma efusión del corazón, dos composiciones firmadas con
^ ^^"ci.ismo nombre, de las cuales la una es hermosa en sus efectos, mientras
^^ otra es completamente absurda; que dicen y escriben despropósitos
^stvi j^endos que ningún mtisico puede leer sin reirse.
I^^ro es cosa convenida; cada uno tiene el derecho de hablar y escribir
s^^x-^ música; es un arte vnlgar, y al alcance de todo el mundo. Esta es la
^^^^ consagrada. Sin embargo, entre nosotros los músicos, esa_/>'aí^ pu-
di^»"^ ser muy bien el eco solo de MUd^ preocupación.
Si acaso los incompetentes se dignan concedernos, que la música es á la
vez xan arte y una ciencia,, si para poseerla á fondo son necesarios largos y
c^^iTn.p)licados estudios, si para sentir las emociones que produce, como para
aüa-Xizar y juzgar con acierto, es preciso tener el espíritu cultivado y ejer.
^^t,sLir el sentido del oido; si para formar un juicio exacto sobre el valor de
las <z>bras musicales es menester, además, poseer una memoria bien abaste-
^^^^ y establecer buenas comparaciones, y en fin^ saber muchas cosas, que
^^^^^'s-^riamenie han de ignorarse cuando no se han aprendido^ es evidente, que
IOS ^^ue se arrogan el derecho de divagar en materia de música sin conocer-
^^j 3^ que sin embargo se guardarian muy bien de dar su opinión sobre ar-
quit^ctura, estatuaria ó cualquier otro arte que les fuese desconocido, no
^^^ :«nás que unos monomaniacos. Se creen músicos lo mismo que los indi-
'^'^"•-^^os á que antes me he referido, se figuran ser yúpiier ó Nepiuno, ¡No
"^^^ la menor diferencia!
^---^ '^ando Balzac escribió su Gambara é Intentó hacer el análisis técnico
del I^loises de Rossini, cuando Gustavo Planche osó imprimir su extraña y
^*^lt^ tratada crítica de la Sinfonía Heroica de Beethoven, los dos estaban
loc^::::^^ Solamente, que la locura de Balzac interesa á la vez que inspira
cX>^^^^cr%^ pasión al artista, porque el autor admiraba sin comprender ni poder sen-
tid'» ^c^omo el verdadero músico, y se creia entusiasmado, mientras que por
t\ ^^ontrario la de Planche era irritante y nécia^ puesto que él sin compren-
sin saber y sin sentir, denigraba á Beethoven, y pretendía ensenarle có-
clebia hacer ima sinfonía.
'^diéramos citar otra multitud de escritores que para desgracia del ar-
hP ^ tormento de los artistas, tienen la manía de publicar sus ideas sobre la
184 REVISTA DE CUBA.
música^ tomando costantemente como el mono de la fábula, el . Pirco j
un hombre, — Héctor Berlioz.
Leido lo que precede, y convencidos de que la cosa no ti'ae maUc
dado que, respecto á la Revista de Cuba^ cuyos redactores se confiesan p
fanos en la materia y se guardarían mucho de juzgar á Rossíni ó enmenc
la plana á Béethoven, no cabia sospechar ni un ápice de intención epigran
tica, no hemos necesitada aguzar mucho el ingenio para comprender (]
nuestro inteligente amigo ha querido solamente indicamos el más tenü
escollo que podia hallar en su camino la Revista Musical,
Agradecemos la intención, pero el peligro que nos señala sabremos e
tarlo muy fácilmente de esta manera: encargando la Revista Musical^ nó á
literato aficionado á la música, sino á un músxo que sepa escribir.
Sabemos que para analizar y juzgar las obras artísticas no es bastai
poseer datos históricos y biográficos, ilustrada afición y gusto cultívac
La crítica elevada y sería requiere conocimientos especiales, el estudio •
los principios, el dominio práctico de los instrumentos, de la materia, 1
los procedimientos técnicos, y esas dotes esencialísimas de sensibilidad
imaginación, q^ue solo pueden ostentar las organizaciones privilegiadas.
Las Bellas Artes obran por medio de creaciones materiales, y dirígiénd
se á la vista y eloidosus impresiones tienen qu& ser sensuales en su oríge
y de aquí este aforísmo vulgar: ''tengo ojos para ver, oido para escuchi
corazón para sentir: ¿qué más se necesita?'* Porque el vulgo ignora q
es necesario saber oir, y saber sentir, educar el oido y el sentimiento.
Y es lastimoso que se hayan hecho cómplices del. vulgo en esta mane
de apreciar su propia competencia para la crítica algunos insignes escril
res y literatos; los mismos que rechazarían indignados la presunción é
músico ó del pintor que fuere osado á juzgar la obra literaria de Goethe
de Shakspeare por la impresión que hubiere esperimentado al leerla. — Q
esto es lo que hicieron Balzac y Planche; eso lo que hizo una escritora
renombre universal (Mrs. Harriet Beecher) cuando se puso á denigrar
Madonna Sixiina\ y eso mismo lo que ha hecho otro célebre novelista cuj
do dijo que "las vírgenes de Rafael no tienen alma ni vidaV
La Revista no incurrirá d sabiendas en semejantes adefesios. Nuest
ilustrado consejero puede estar seguro de que haremos lo posible para \
ocupar un puesto entre los grotescos. Nuestra crítica musical no será cj«
cida por uno de esos revisteros que por haber frecuentado óperas y ce
ciertos y tener un oido en estado de éxperímentar sensaciones más ó n
nos agradables y conocer los rudimentos del arte, se creen competent
para hacer el juicio de obras y de artistas.
Antes de hacer nuestra elección para el cargo, hemos recapitulado tod
las aptitudes y condiciones indispensables para su buen desempeño. «—£
mos tenido presente que la música es un atte dificilísimo, y, aún prese
diendo de su lugar como comprendida en la Estética, una denda conqi
REVISTA DE CUBA. 1 85
^^<Isk^ y profunda. — Así se ha comprendido desde los tiempos de Pitágoras
y -^l^ton; así lo creyó D. Alfonso el Sabio cuando al restablecerla Univer-
^"•^-ci de Salamanca fundada por su abuelo, instituyó entre los demás estu-
"*^^^ los. del arte y la Ciencia musical; y así lo entendió también la docta
~*^*r»iania al elevar la música en sus Universidades á la categoría de una
xaltad, con sus grados preparatorios hasta el del Doctorado, que tan po-
alcanzan. Como Ciencia requiere pues estudios especiales; como arte,
illas aptitudes ingénitas que dependen solo del organismo, que con nin-
esfuerzo pueden adquirirse si la naturaleza no ha querido otorgarlas
'^ociosamente. Sin ese organismo privilegiado, sin esas especiales aptitu-
^s, sin ese genio artístico indispensable, po solamente es imposible llegar
^a eminencia en el arte, sino que tampoco es posible comprender bien y
T^reciar con justicia las obras de otros más afortunados que han consegui-
io aquella eminencia; y así se comprende que un Juan Jacobo Rousseau,
isico entusiasta y adornado de muy extensos conocimientos, careció de
^ os dotes necesarias para ser acatado como crítico de primer orden.
Esas dotes rarísimas de saber^ experiencia y especial organización se en -
^uentran reunidas en un amigo nuestro cuyas composiciones musicales
lan sido altamente "apreciadas en Europa, do ide cuenta numerosos admi-
aradores, y en él hab amos puesto los ojos para que nuestra Revista Musical
"íuese magistralmente desempeñada; pero no ha sido posible vencer su
J)ropósito de vivir envuelto í*n una oscuridad voluntaria, y nos resignamos
á respetar su retraimiento, que en parte disculpamos, comprendiendo que
el genio rehusa moverse y comunicarse cuando no encuentra medios ade-
cuados ni espacio conveniente para su vuelo.
No renunciamos, sin embargo, á la esperanza de que más adelante nos
fa.vorezca con sus escritos, pero entretanto, la Revista Musical^ confiada en
m.anos inteligentes, procurará cumplir su misión con esrricta imparcialidad.
sin ese espíritu de bandería á que se hilla harto i.^redispues'^o el público en
n.uestra tierra, y procura-ido (jue en sus juicio i haya benévola simpatía ó
saludable rigor para las personas, pero nunca pasión, sino por el arte.
24
MISCELÁNEA.
Origen, naturaleza y civilización de la grandiosa isla de Cuba,
HASTA EL ULTIMO GRITO INSURRECCIONAL EN 1^6^\ pOT el límO. Sr, D.Mo^
ntul Rodríguez Ferrer, Comisionado que fué á dicha Isla para recoru^erla y es-
tudiarla — A reserva de ocupamos detenidamente de tan notable trabajo,
insertamos á continuación un extracto del juicio emitido por D. Eduardo
Orodea, catedrático por oposición de la Universidad de Valladolid, respec-
to al primero de los capítulos de dicha obra titulado Cosmogonía Cuhana^
que apareció en El Irurac-bat de Bilbao.
''Dedica el Sr. Ferrer el primer capítulo de su obra, único hasta ahora pu-
blicado, al examen del origen hipotético del Archipiélago cubano, estudia
la opinión de M. Sinder y otros escritores, y antes de formular la suya, ha-
ce un inventario de razones tan concienzudo, tan extenso y tan Heno de
fundamentos ñlosófícos, geológicos, orográfícos y naturalistas, que cuando
expresa su modo de pensar no queda duda de que así por la creencia de
grandes hombres como Colon, Muñoz, el P. Clavigero y otros, como por
las irrefragables razones que adornan la geología y la historia natural, su
opinión es la científica y verdadera, y que por consiguiente, las que hoy
son islas en el referido Archipiélago fueron parte en pasados tiempos de
un continente completo.
Dividida esta primera parte de la obra en cortos capítulos, podemos ha-
cer de ellos dos secciones; la exposición de las distintas opiniones que so-
bre el origen de Cuba se han formulado, las razonas que en pro de cada
una se han emitido, la manifestación de la que el autor abriga, constituyen
las materias que la primera sección estudia y analiza. Decidido el señor
Ferrer á creer que el Archipiélago de las Antillas fué uno de los parciales
continentes de que nos habla Humboldt, en la segunda sección de los ca*
pítulos de su obra se ocupa de investigar las causas extraordinarias que
debieron producir el h'accionamiento de esta particular región, convertida
REVISTA DE CUBA. 1 87
en numeroso conjunto de grandes y pequeñas islas. La acción com-
da de los sistemas vulcanísta y neptunista, ó sea del fuego y del agua,
ín concepto del distinguido escritor, la causa de este fenómeno, y aun-
no es posible en un artículo de periódico, dar á conocer uno por uno
I^^2S sólidos argumentos en que apoya su doctrina, diremos sí que estamos
rrM formes con su modo de pensar, pues que palpitando hoy Cuba á im-
Isos de terribles temblores de tierra, que producen repetidos terremotos,
K^^iendo nuestras miradas las cónicas montañas del Tibiciai, del Yunque
I Ihn d€ Matanzas^ y hollando nuestra planta continuos hundimientos
1 terreno, hiy sobrado motivo para ver la acción poderosa del elemento
^''<^Ioá.nico; así como al descubrir los admirables JPdredones nivelados por
^^^^tir-aordinarias corrientes de agua, aunque producidos por espantosas tre-
T^*<3aciones, los bancos marmóreos de San Diego de los Baños y la multi-
^^^cl de canales y de ebirechos que fraccionan y dividen el Archipiélago
<^ut>a.iio, no podemos menos de con. cer la influencia que en la formación
^e o uestra preciosa Antilla tuvieron las causas diluviales. Termina el se*
^^r lí'errer la primera parte de su obra con im erudito trabajo, á que llama
^^^*^^íw¿?;/, en que da á conocer las obras de otros hombres distinguidos
que Sobre Cuba escribieron, añadiendo un apéndice de documentos de los
Rojetos recogidos por él en sus viajes á Ultramar y regalados después aj
M^us^o de Madrid.
T*^l es el principio del libro del Sr. Ferrer. Su estilo es castizo, sobrio
^ ^l^^ante: no usa más palabras que las que debe usar; tiene el encanto de
^^ncillez y los atractivos de una natural y no afectada erudición.
aseamos ver la parte que se ocupa de la civilización cubana, y mien*
llegue ese dia, en que esta obra venga como una luz de verdad en me-
^^-* cié las tinieblas de los errores consentidos, desde el fondo de nuestro
n enviamos la enhorabuena más entrañable á su autor; su libro lo
ce; si no, nuestra pluma no tendria una frase de elogio con que feli-
ce'
1
■^^TADÍsTiCADELAs POBLACIONES Y LENGUAS RUMANAS. — La Rumania, quc
prende los antiguos principados de Moldavia y de Valaquia, est^ habi-
^^^- por pueblos pertenecientes al grupo latino, es decir, que hablan una
v^n^^a derivada de la latina y hermana, por consiguiente, de la francesa,
^^^^ «llana, italiana, portuguesa y proveuzal. Se extienden ademas por el
^^i^tro-Hungría, y por Macedonia y el Epiro. Un distinguido profe-
^^ <3e la Universidad de Bucharest, capital déla Rumania, Mr. Obédénare,
2U^l3a de dar á luz la obra mas completa que se haya publicado sobre su
f^s en estos tiempos [i] y de la que ha publicado un extenso extracto la
fJ^iiia de Aniropologíaj del profesor P. Broca [n? 4 T 5. <=> 1876].
m La Bown(mieeeonámiqueíftogr(fphie, etat éoonámique, anOiropologw, in 8, Aohes B. Leronz.
1 88 REVISTA DE CUBA.
En cuanto al origen de los Rumanos, es indisputable que provienen de
gran número de colonos del imperio romana llevados á la Daciá por Tra
jano, y de cuya fusión con los autóctonos, Dacios y Getas, ha resultado h
nacionalidad rumanas. Su lengua no comprende sino dos dialectos: un día
lecto mácedo-rumano en Macedonia, Thesalia, Thracia, Epiro y Grecia \
otro en la Istria; pero la lengua es común para los 'Rumanos del Danabic
y el Austria. Se discute mucho en la ciencia, en qué proporción se encon
traban las colonias latinas con los Dacios al establecerse aquellos en elp&,]
en segundo lugar, á qué grupos de pueblos pertenecian Dacios y Getas. S
ha acudido á la Lingüística y á la Anthropología para la solución de esto
problemas, pero los datos proporcionados por la primera han servido de po
co, pues es sabido que no existe concordancia perfecta entre las lenguas ;
las razas. Así, á juzgar con arreglo al criterio lingüístico, los rumanos des
cienden únicamente de los colonos latinos sin mezcla alguna con los Ds
cios; según otros, resultarian de la m ezcla de Eslavos con colonos de tod
el imperio romano, y para algunos, (Henri Martin y Lejean) cierto núa»4
ro de tribus galas han contribuido ampliamente á la formación de dícfa
nacionalidad. En cuanto á los mismos Dacios, se ha sostenido sucesivameo/^t
que eran de origen tracio, análogos á los griegos {Pelasgos]; de origen ga-
lo, gótico, eslavay aun iraniano, emparentados por tanto con el pueblo per-
sa. Mr. Obédénare recha¿a las tres últimas opiniones que sostiene son er-
róneas, pues los caracteres anthropológicos de los rumanos son diametral
mente opuestos á los de los Godos, Eslavos y Albaneses, y lf)s elementos d<
la lengua de estos tres pueblos ó son nulos ó insignificantes en la rumana
En cuanto al origen tracio ó galo de la raza, carecemos de datos positivo:
para pronunciarnos en absoluto; así Mr. Obédénare, por su parte, sostien*
que habia probablemente en Dacia, como en otros muchos países dos ra-
zas: una dominante, y otra subyugada, representada quizás la primera po
los gales ó celtas que es sabido que en los siglos tercero y segundo ante
de nuestra era, ocupaban la Dacia y la Moesia; y la segunda por los Thra
cios. Las lenguas hijas del latin dice Ilovaisky, profesor de Moscou, n<
han podido formarse y conservarse, sino en terrenos célticos^ necesitándos*
para ello una mezcla en que pre^lominaran Celtas y Latinos. Los Ruma
nos actuales según él, resultan de una mezcla de varias raxas, pero con pre
dominio de Galos y Rumanos. Uno de los más notables caracteres de lo
Rumanos, como de lodxs las razas bien dotadas, es la asimilación qu«
Cercen en los pueblos con los cuales se encuentran mezclados. Así, lo
griegos de la Rumania, están nimanizados, y en cambio los rumanos de I
Macedonia y del Epiro, aunque envueltos por pueblos griegos, resisten ei
gran parte á su helenizacion, bien que estén deprovistos xie escuelas; y
pesar de los esfuerzos del clero griego, conservan su lenguaje y costura
bres, en número de 600,000 ó 900,000, según los autores. Los serbios
búlgaros de la Turquía y del Austria son los que los rumanos se asimilai
REVISTA DE CUBA. 1 89
^'ácilmeDte, y la lengua, usos y nacionalidad de estos ha remplazado
^*^ ist- Transylvaniay el Banato, á la lengua, usos y nacionalidad serbia,
.0 más rápida aun, la rumanizacion de los búlgaros que se ñjan en
.ania. £n Austria un pequeño número de grupos rumanos, aislados en-
^^ 1 CDshúngaros, han sido magyarizados, pero los demás rumanos deHun
2.000,000, consepran intacta su nacionalidad. Algunos datos démo-
nos completarán esta corta noticia, acerca de un pais cuya lengua é his-
'On.^^. son casi completamente desconocidas, y acerca de los cuales no se ha
^^^Xicado en España, que sepamos, si no el curioso trabajo presentado por
^* ^c^ctor Monlau á la Academia Española, é inserto en el cuarto tomo de
^^ Memorias de esta corporación, bien que no todas sus opiniones sean
^^^Imcnie aceptables. La natalidad "^(yi término medio, da 33,10 por 1,000
citantes, máximun, 2i^\ mínimum, 30,52 y la natalidad ilegítima, 29,30
1,000 nacimientos La relación de los sexos en los nacimientos da
^>>^6o varones por 1,000 hembras, predominio que no puede atribuirse á la
&'an diferencia de edad entre uno y otro esposo. Como sucede general-
mente, no es muy grande la diferencia entre ambos sexos en los nacimien-
tos ilegítimos, así encontramos 1,049 varones bastardos contra 1,000 hem-
bras ilegítimas.
Matfimonios, 7,93 por 1,000 habitantes, 4 nacidos fuera de matrimonio.
Mortalidad^ por término medio, 23,95 defunciones por 1,000 habitantes;
máximum, 26,86, mínimum, 26,14. Muereif 1,234 hombres por 600 muje-
res, excediendo entre los inmigrantes los hombres á las mujeres, lo que ex-
plica la notable diferencia en el número de defunciones de los dos sexos.
Dichas defunciones son más numerosas en marzo y diciembre [2,5 por
1,000 habitantes.) Hay 196 defunciones de o-i año por cada 1,000 na-
cimientos. La densidad de la población es de 41 habitante por kilómetro
cuadrado y la pseudovida media [fórmula de Price] es de 35,45 años. La
emigración es mínima, pero no así la inmigración que es de cerca de 24,000
habitantes por año.
Necrología.— Durante el pasado año han fallecido entre los escritores
consagrados á la Filosofía, Mr, Tissot^ antiguo decano de la Facultad de
Letras de Dijon, muy conocido además por sus publicaciones jurídicas y
principalmente por su traducción de la mayor parte de las obras de Kant, al-
gunas de las cuales han sido vertidas al castellano recientemente; — Herfnann
Fichte hijo del eminente pensador Juan Gotlieb Fichte, y uno de los
directores .de la Zeitschriftfür Philosophie^ la más antigua de las revistas
ñlosófícas alemanas; — y Tomás Laycock^ de Edimburgo, conocido, á más de
sus publicaciones médicas, por haber sido el primero que expuso una teo-
ría de la cerebracion inconsciente.
IQO REVISTA DE CUBA.
La Sociedad de LEGiSLAaON comparax>a de París. — Acaba de apare-
cer el 5? tomo del Anuario (U Legislación exirangera^ colección de las prin-
cipales leyes votadas durante el pasado año en los diferentes paises civili-
dos. Esta publicación, comenzada en 1872 y cuya utilidad para nuestros
letrados indica su solo título, se debe á la Sociedad de Legislación
comparada de París, notable institución, acerca de la cual vamos á dai
algunos pormenores tomados de la Noticia y Estatutos de la misma que
tenemos á la vista.
A principios de 1869, algunas personas, convencidas de la necesidad de
propagar el conocimiento de las leyes extranjeras y de crear en París un
centro cientifioo para los estudios jurídicos, tuvieron la idea de fundar una
Sociedad de Legislación comparcula. Acogida la idea con fervor por un gran
número de miembros del foro, del profesorado de la Facultad y de la ma-
gistratura, pudo celebrar su primera sesión en 16 de Febrero del propic
año, obteniendo 260 adhesiones y nombrando presidente á Eduardo Lahau-
laye^ profesor de legislación comparada en el colegio de Francia. El obje-
to de ía sociedad se definió claramente en los estatutos aprobados jjor la
asamblea general, art, 2? concebido en estos términos: "La Sociedad tie-
ne por objeto el estudio de las leyes de los diferentes países y la indagación
de los medios prácticos para mejorar los diversos ramos de la legislación*'
En el art. 4? se agregó que "la Sociedad no vota sobre ninguna cuestión/
disposición que se juzgó necesaria para mantener á los trabajos de la
misma el carácter de imparcialidad que conviene á los estudios científicos
y no comprometieran su responsabilidad colectiva; pero sin renunciar poi
ello á señalar á la atención de los poderes públicos las faltas que puedaí
existir en las leyes del pais é indicar los perfeccionamientos que sugiere c
examen profundo y comparado de ias legislaciones extranjeras. Así, poi
ejemplo, las cuestiones concernientes á los establecimientos públicos ó pri-
vados consagrados á los alienados, fueron sometidos á un estudio paciente
y á un debate profundo, en el seno de una comisión especial compuesta d<
magistrados y médicos alienistas; deliberaciones de tal importancia que die-
ron lugar á MTí proyecto de ley presentado á la Asamblea nacional por M. M
Desjardins y Jozon y que fué tomado en consideración. De este modo h
Sociedad pone cada año sobre el tapete alguna cuestión importante de de
recho civil, comercial y criminal, público ó administrativo.
La Sociedad celebra sesiones mensuales de Diciembre á Julio de cadi
año, con el objeto de leer y discutir las comunicaciones que se le diríjen so
bre legislación extrangera, trabajos que aparecen más tarde en el Botetít
mensual de la Sociedad, [Librería Cotillón] y que comenzada en 1869, ^^
continuado periódicamente, sin otra interrupción que la de los números d<
187 1, á causa de los acontecimientos de dicho año.
A más del Boletin, la Sociedad ha emprendido desde 1872 la publi<:a
cion de los Anuarios de Legislación extrangera á que antes nos hemos refen
REVISTA DE CUBA. I9I
cuyo primer tomo encierra la traducción del Chdigp penal AUtnan^ últi-
ente promulgado para el Imperio, y la de más de cincuenta leyes in-
gl^^^sas, alemanas, italianas y belgas, promulgadas en 1870 y 187 1. Más
tax"d^se ha ampliado el cuadro de esta publicación, proponiéndose la socie-
d^c3L dividir cada Anuario en dos tomos; consagrado uno, á las traducciones
d^ X^fts leyes extrangeras, con notas sacadas de los trabajos preparatorios y
izionadas con la legislación anterior; y encerrando el otro: i? una no
extensa acerca de la sesión legislativa; 2? análisis de todos los docu-
tos judiciales y parlamentarios publicados durante el año antecedente;
3^ l-ías publicaciones jurídicas y el sumario de los principales artículos pu-
^^i<^^=^dos en Jas revistas de Derecho francesas y extrangeras.
'^ os progresos realizados por la naciente institución han sido -de tal natu-
ra, que en Mayo de 1873 se ha elevado á 530 el número de sus miem-
^'"^^^ de los cuales 372 residian París, 108 en los departamentos y 52 en el
^^^^í^s^njero, — Recorriéndola lista de los mismos, vemos en ella los nombres
^rios ministros, de la mayor parte de los mienabros del Consejo de Es-
y de gran número de catedráticos de las Facultades de Derecho, de
^nstrados y abogados.
Sociedad ha promovido también la creación de una Biblioteca en la
1 se han reunido ya casi todas las leyes extrangeras, habiendo prometido
icar el catálogo de las mismas, y por último, ha comenzado la traduc-
de los Códigos actualmente vigentes en Europa, habiendo salido ya á
1.3, Ley de Enjuiciamiento az//7 ¿2 «í/nVí¿:<7 [Librería Cotillón.]
ha ñjado en 20 francos la cotización anual para cada miembro de los
i cien tes en París, 12 la de los departamentos y 15 francos la de losmiem-
extrangeros, los cuales reciben, por ello, el Boletin mensual déla mis-
Entre estos últimos encontramos tres abogados españoles, dos de Ma-
y uno de Zaragoza.
EscuBRiMiENTOs ARQUEOLÓGICOS. — Acerca de los trabajos empezados
^^ ^I^recia bajo la dirección del doctor Schliemann, encontramos nuevos por-
^^«r^ores en un periódico de Londres.
^In Olimpia se habian continuado de nuevo las exploraciones con mucha
acLi^^ad, dándoseles gran empuje, mediante la aplicación de buen núme-
ro ^ie caballos, carretas y maquinaria Según el plan trazado para los \X2,'
baÍK:>3 (Je este invierno, debian extendérselas escavaciones al oeste del tem-
pl<^ <le Zeus, para encontrar el muro limítrofe del Altis, y continuarlas en
el ^^ido norte del templo, que solo tiene desenterrada una mitad de toda
g.t^ ^cirgura; además, comenzar la excavación del terreno al extremo occi-
^exxtal del ediñcio, y si fuese posible, también en las ruinas de la iglesia
.-^V^antina que se construyó sobre el mismo lugar que antiguamente habia
O<ciipado AHeraony y que según los viajeros que la han descrito, existia
192 REVISTA DE CUBA.
cerca del ángulo noroeste del templo. Las excavaciones dirígídas coa rum-
bo al Altis han sacado á luz muchas inscripciones, pero ninguna obra ar-
tística. Hasta mediados de diciembre no pasaban de tres las esculturas
notables recientemente descubiertas, á saber: un fragmento de vestimenta
que se supone perteneciente al grupo del pedimento de Alkamenes, y dos
trozos de metopa, represe, tando un hermoso torso de hombre, el uno, y el
otro una ñgura completa de Mibérva, idéntica en cuanto á estilo y distri*
bucion del ropaje, á la hespéride de la metopa descubierta en abrí). Las
últimas noticias recibidas en Berlín á fines de diciembre, anuncian descu-
brimientos más valiosos. En las excavaciones del este se ha encontrado
un torso femenino, perteneciente al parecer, como la mayor parte de ios
últimos hallazgos, al grupo del pedimento de Pseonios; y en las del oeste
una cabeza de mujer, muy hermosa y en excelente* estado de conservación,
y que por la situación en que se ha descubierto no deja duda de haber for-
mado parte del grupo del pedimento del oeste. Si es así, tenemos el prí.
mer fragmento bien comprobado de la obra del discípulo más famoso de
Fidias. de Alkamenes; y habrá motivos para esperar que luego aparezcan
otros.
PUBLICACIONES NUEVAS.
Historia de la Isla de Cuba y en especial de la Habatia^ por D. Antonio
José Valdés. Habana: Imprenta y Librería de Andrés Pego, Obispo 34
en 4? 1877.
Tablas obituarias de 1876^ del quinquenio^ por el Dr. D. Ambrosio Gon-
zález del Valle. Cuaderno de 36 fojas. — Habana 1877. Año 7?
Poemitas infantiles, originales unos, imitados otros, por Fernando Ürzais.
— Un cuaderno de 31 páginas. — Habana, imprenta La Antilla. — 1877.
Elementos de Geografía de la Isla de Cuba, por el P. J. M. de la C. Es-
colapio,— 2* edición. — Habana: Editores: M. Alorda. — 1877.
Historia de la literatura romana^ por Ficker, traducida por D. Luis E.
Martin y Lamy. — Los tres cuadernos últimos. — Imprenta de Pego. — 1877.
Síntesis de la Creación^ por D. José G. de Arboseya. — Obra postuma. —
Habana, 1877
La Colonización^ por Rafael María de Labra. — 2 tomos. — Madrid, 1876.
Erratas.
Pág. línea dice debe decir.
98 13 Cardaña. Cardefia.
io'3 22 de la nota Mayo. Méjico.
107 24 (asterisco) Real orden 8 setbr. 1830.
107 18 nota teniendo temiendo.
194 REVISTA DE CUBA,
puntos del globo y han traído su contingente especial, á las diferentes
cionalidades y civilizaciones históricas: estudio importantísimo, para el qcz:
deseando saber las causas de los fenómenos étnicos, no se contenta con
que aparece en la superficie. A esta clase de trabajos pertenece el nota:
libro que voy á dar á conocer á mis lectores. Propónese su autor inve
gar el origen del pueblo Etrusco, que tan gran papel hizo en la civilizac:
de la Italia y tan rápidamente se apagó ante el creciente poder de los L
noo, pero antes de entrar en materia, veamos lo que opinan algunos hi
fiadores notables acerca de este mismo pueblo y así se apreciará raejo
importancia del trabajo de Mr. Taylor.
Niebuhr, á quien puede llamarse, fundador de la historia verdadera
Roma, dice: "que ha examinado todas las inscripciones Etruscas, y ha.
gado á la conclusión de que su lengua es totalmente distinta del Latín,
que solo algunas cosas pueden conjeturarse, por ejemplo, ril avil^ que sj
nifica vixii annos'' — Y más adelante escribe: "Se ha recurrido á las m
arbitrarias interpretaciones para explicar las inscripciones Etruscas; pero o
todos nuestros monumentos etruscos nada sabemos: podemos, si, ase
que la lengua Etrusca no tiene la menor semejanza con el Latin ó el Griego
— "Dionisio manifiesta que los Etruscos se consideraban como un puebl
que no descendía de otra raza, y se llamaban Rasena,^^ — "Según Herodot
visitados los Lydios por el hambre, en tiempo del Rey Attis, emigraron e
gran número á Italia." — "Los Etruscos habitaron en tiempo remoto en 1
Suiza y el Tirol; no queda duda que el notable monumento llamado Mei
denmancr en Al sacia es una obra elrusca, t I como las que se hallan e
Volterra, Cortona y Fiesole." — *^Los etruscos presentan todas las señale^^
de un pueblo inmigrante." Michelet en su Hisioria Romana^ Cap. V. dice.-^—
¿Qué pueblo era ese i)ueblo Etrusco que dejó su huella tan fuertemente
marcada en la sociedad romana? Ellos se decían atítoctoíus , No hay^
pueblo á quien la crítica no haya tratado de referirlos. Se ha preguntados::^ -
sucesivamente á la Etruria, si era griega, fenicia, germana, céltica ó iber
El genio mudo nada ha contestado. — "Sus monumentos más misterioso:
que las necrópolis de Egipto representan en sus bajos relieves hombres de pe
quena estatura, de brazos gruesos, y cabeza gruesa \pingnis iyrrhenuSy oh
sus Heíruscus], — Los cuadros representan ceremonias religiosas." Y en u:
nota en el mismo capítulo leemos. "Se ha dicho que la Etruria era
Kgipto del Occidente."
T. Mommsen, después de convenir con sus predecesores en cuanto h
mos citado (Cap. IX de su Historia de Roma) escribe: ^*hasta ahora no
[)üdido hallarse el lugar que corresponde al etrusco en el cuadro délos idií
nia<!, ni han pod'do tampoco interpretarse los restos de las inscripción
que han llegado hasta nosotros." — La lengua etrusca se aleja de las le
guas ítalo-grecas, tanto como el idioma celta ó el eslavo." — Conservare::^
los Latinos y los Sabelios sus chozas de madera, cuando ya los Etruso
REVISTA DE CUBA. 195
enzaban á construir habitaciones más artísticas y dedicaban un templo
divinidad, y una tumba á los manes de los muertos, á la manera de los
cios destinados paia habitación del hombre."
edicado el autor á ciertos estudios etnológicos sobre las razas no
existentes en Europa, llegó á sospechar en el curso de sus investiga-
es que el credo y los hábitos de los Etruscos, así como los monumen-
oss. cde su civilización, sobre todo los sepulcros, debían pertenecer á la familia
íl ^ 1 ^as naciones Ugricas ó Tátaras. Comparó entonces las tres ó cuatro pa-
^5a.'b>x-ss Etruscas existentes de significación conocida, y con gran placer y
s^^'^F>2'esa al referirlas á los idiomas Ugricos, las halló instantáneamente defi-
'^^^^^s; el problema filológico quedó resuelto, y el libro de que nos ocupamos
aa. cruenta de los diferentes puntos de vista bajo los cuales el autor ha exa-
™*^^sdo el asunto, y de algunas de las conclusiones áque ha llegado. — La
nistoria romana es la historia de una civilización Aria sobre un subsiraium
de cultura etrusca: desde el momento en que puedan descifrarse los milla-
'^^ <3e inscripciones etruscas que nos quedan, en que puedan conocerse los
^^gnias religiosos de este pueblo, comparándolos con el Kalevala ó gran
epopeya Finica ó Filandesa; que pueda en una palabra fijarse el verdade-
ro carácter de la nación etrusca, la primitiva historia de Roma debe re: o-
carse con datos más seguros de los que hasta ahora han servido para escri-
birla.
^^9-renos por los griegos, 7)i5C05 ó Eiruscos por los Romanos se han Ua-
"í^do loa pueblos, que á sí mismos se daban el nombre de Rasena. Todas
^ antiguas tradiciones concuerdan en que fué una raza intrusa deconquis-
^ciores que subyugó los pueblos aborigénes, y Herodoto y otros veinte y
^s si^utores repiten la tradición de ser emigrantes de Lydia. Dionisio de
^^ioamaso es el único escritor que contradice este aserto, y, según nuestro
**^^^i", puede tener razón en cuanto á ser históricamente los Rasena emi-
^^^'^tes de Lydia; pero no en cuanto al hecho etnológico de ser vastagos de
'^^ismo tronco. La semejanza de monumentos, y el predominio en ambos
*^^^t>los de hábitos no- Arios, como calcular la descendencia por el lado
^^*''"~ 10, y la práctica Ugrica de la magia, indican un origen común.
^ dominación etrusca en su mayor auge comprendia desde la Isla de
^^. hasta el Adriático y desde los Alpes hasta el golfo de Salemo: Chia-
^'^^- al Norte, y Capua al Sur eran ciudades etruscas. Seis siglos lucharon
^ ^^^omanos para destruir este imperio, y la invasión de los Galos los
^^ilió poderosamente. La población etrusca estaba situada en las ciuda-
^^ 3r los pueblos subyugados cultivaron los campos; situación parecida á
^^ la actual Turquía.
^^ imposible determinar con precisión las afinidades étnicas, de los abo-
196 REVISTA DE CUBA.
rígenes subyugados por los invasores Rasenas, parece probable que existía
una considerable población Aria, y otra capa inferior Fínica pertenecien-
te al gran reino Hinco. Hay extensos elementos Fínicos en la lengua
etrusca, y aún más en la mitología; á veces la lengua Albariesa nos permite
ilustrar los vocablos etruscos, y es digno de notarse que una parte de los
modernos Albaneses se denominan toscanos. Hay también razones para
creer que los Grisones formaban parte de los Etruscos y Tito Livio dice que
la lengua de Rhojtia era un dialecto Etrusco. Es probable también que
aún se halle en el Cáucaso un fragmento de los Etruscos; en las ver-
tientes meridionales habita una tribu llamada Tuschi que hablan una
lengua de tipo Ugrico, según Schiefner.
Las naciones Arias y Semíticas han sido grandes edificadoras: nos han de-
jado templos, teatros, basílicas, palacios, puentes, caminos, cloacas; pero
nunca se han hecho notables como constructoras de sepulcros: su instinto
los llevó á ocuparse más de ias necesidades y de los domicilios de los vivos,
que de las habitaciones y exigencias de los muertos. Pero en todo el mun-
do desde Argel hasta Kamtschatka, de las Oreadas á Ceilan, hallamos los
conspicuos monumentos de una gran raza antigua constructora de sepul-
cros. Esta raza parece formar el substratum etnológico de todo el globo*
La gran raza Turan ia, la primera en diseminarse desde la cuna del género
humano, tiene lioy sus representantes en los Chinos, los Mongoles, los Tá-
taros, y los Finlandeses. —Todas estas tumbas son desarrollo de un tipo he-
reditario, expresiones de una creencia hereditaria, y sirven para un gran
culto hereditario. — El tipo es la casa: la creencia es la inmortalidad de las
almas, gran contribución de la raza Turania al pensamiento religioso del
mundo: el culto es el Animismo. —Lo animado y lo innanimado todo tiene
su alma; y los espíritus de los hombres continúan en otra vida sirviéndose
de los espíritus de los animales y de las cosas que les sirvieron en esta:
así es que al abrir uno de esos antiguos sepulcros, encontramos que está
modelado según la casa, y aprovisionado de lo que el difunto necesita en la
otra vida. — Estas tumbas son tumbas de familia, los difuntos de una gene-
ración ocupan el mismo cuarto.
De estas razas constructoras de tumbas, tres han llegado á un alto grado
de civilización; una en África — los Egipcios; otra en Asia — los Lydios y
los Lycios: y la tercera en Europa — los Etruscos. — Los dos últimos pueblos
son vastagos de un mismo tronco como lo demuestra el autor: en cuanto á
los Egipcios antiguos, Klaproth ha reunido muchos datos para probar su
procedencia Ugrica, aunque aún no está del todo demostrada.
Todo lo que sabemos de los Etruscos, dice Mr. James Fergusson, se deri-
va de sus tumbas. Centenares de ellas se agrupan á las puertas de cada
ciudad, mientras que no (puedan ni aún vestigios de un templo ó de un pa-
lacio Etrusco. — Estas tumbas son de dos tipos: — i? tumbas tiendas ó tú-
mulos con compartimentos. — 2? tumbas cavernas, ó compartimentos
REVISTA DE CUBA. 1 97
en las rocas: ambas son imitaciones de los dos antiguos tipos de la
ca-sa.^ las últimas forman ciudades con calles y plazas: todas tienen compar-
timentos para los cadáveres de las familias [hasta veinte y siete sarcófagos
se 2x£Ln hallado en un cuarto en Toscanella], y allí se hallan pintados y es-
culpidos ó al natural, los objetos necesarios para la vida: jarros de vino, ar-
mgiSy adornos, espejos, sillas, lechos etc. etc.— Un vestíbulo precede á toda
tiazxxba, lugar de reunión de los vivos para honrar el recuerdo de los muer-
tos ^ XI el lugar donde se suponia que habitaban sus espíritus; verdadero
texx^ pío de los Etruscos, y de todos los pueblos de su misma raza y creencia.
Cxx ^l Egipto y en el Asia Menor encontramos los dos tipos de tumbas con
la. xxm Ás extrícta semejanza á los de los Etruscos. Las tumbas situadas cer-
csL, de Smima, que los Turcos llaman las mil y una colinas no parecerían ex-
tra, rx os si se colocasen al lado de los seiscientos túmulos de Tarquinii.
^a hemos observado la no existencia de ruinas de templos etruscos, y
-s menos signiñcativo el hecho de no tener un sacerdocio propiamente
taJ « Los personajes que desempeñaban entre ellos oñcios sagrados no
maestros del pueblo ni servidores de los dioses, sino medios de co-
icacion con los espíritus de los muertos, distinguidos como los prime-
rultivadores, sino los únicos, de los augurios, teurgia y necromancia. El
misnio carácter se observa entre los pueblos Turanios del Asia Menor, se-
gún expresamente lo observan Plinio, Cicerón y Clemente de Alejandría.
Todos los héroes déla epopeya Finlandesa, el Kalevala, están dotados del
^on (Je necromancia: y el representante actual de esos individuos es el
^^^^^man de Laponia ó de Siberia ó el tfiédico de las tribus Mongoles del
Norte América.
_ La costumbre Lycia ó Lydia, existente en muchos pueblos de raza Tura-
*^*^> y absolutamente desconocida en los de procedencia Aria ó Semítica,
^^ Regular la descendencia y trasmitir su herencia por el lado materno, pre-
^l^cia entre los Etruscos. Poseemos centenares de inscripciones tumulares,
^ *^ evidencia sobre este particular es completa. De la influencia de la
^"^ ilinación Etrusca puede proceder la elevada posición de la esposa en
^-^*^a, tan diferente de la que tenia en Atenas.
■En cuanto al tipo físico del cuerpo, antes hemos hablado de él y es sor-
^^^ Relente su semejanza, particularmente en la prominencia'de los pómulos
^ ^^ oblicuidad de los ojos, con los tipos actuales de los Mongoles, Kal-
"^^^os, etc.
^^ tra afinidad étnica es la posesión de la facultad artística. Las naciones
^^'^-nias tienen pasión por los colores vivos: así se ve en las tumbas y en
^ '^''^sos Etruscos. El color es siempre brillante y nunca inarmónico: ob-
'"^^.se lo mismo en las tumbas Egipcias, Chinas y Japonesas; y en los
^^"xios y vestidos de muchas tribus Siberias y Norte Americanas. Puede
,^K Vararse que el moderno arte Europeo debe mucho á la trasmisión here-
^^^^a del instinto Etrusco por la forma y el color. La antigua Etruria es
f^S «SVIITA DB CUBA»
la inoderpa Toscana: Florencia ñié la cuna del renacimiento instixitivo de
las artes, y todos los grandes coloristas han nacido en la región de la anti-
gua Etruría.
Aquí continúa el autor con un párrafo que titula '^aislamiento Etrus-
co"; capítulo muy interesante en el que trata de demostrar la añnidad entre
los pueblos de raza Turania y el Etrusco por el hecho de su situación aislada
en medio de otros pueblos de razas Arias : capítulo nutrido de observacio-
nes geográficas, históricas y etnológicas del mayor interés y que no es po-
sible condensar en los límites de este trabajo, ya demasiado extenso.
El largo y curioso capítulo dedicado al examen de la Mitología Etnisca,
lleno de importantes noticias así sobre los poderes del mundo inferior ó de
los espíritus, como de los del mundo celestial, esplica los nombres de las
divinidades, ya por su representación en los grabados que se encuentran en
las tumbas, ya por la significación de sus nombres examinados á la luz de
los idiomas Ugricos conocidos : y concluye con ima lista de los nombres
de las divinidades superiores comparados con sus afines de diversos idio-
mas Turanios.
El Capítulo V. trata de los numerales Etruscos: la feliz circunstancia
de haberse descubierto en un sepulcro en Toscanella, en 1848, un par
de dadoS; que en lugar de estar marcados con puntos tenian en cada
cara una palabra con caracteres Etruscos, hizo presumir que estos serian
los nombres de los seis primeros numerales; estas palabras son : machj thuj
huthj ki, zal, sa : que examinados por las etimologias Ugricas significan
respectivamente: uno^ cinco, seis^ dos, ires y cuatro, — Descifra después
los nombres de varios números contenidos en los epitafios, aunque en algu-
nos está dudoso en cuanto á la interpretación. Deduce de estos estudios que
el sistema de numeración Etrusco es una combinación del decimal y del vi-
cesimal.
El Cap? VI está dedicado á la descifracion de los términos escasos que
ocurren en más de tres mil epitafios que poseemos. El Vil á los términos
que denotan parentesco ó afinidad: en el VIII y el IX examina varias
inscripciones bilingüesj el verbo sustantivo, el pronombre, el participio, y
las formas de dedicación de ofrendas ú los antepasados, — El capitulo X
contiene una esplicacion de varios vocablos latinos, que no han podido re-
ferirse á radicales Arios, y que el autor esplica por sus afines Ugricos. Es-
pone después la significación de las palabras Kasena — hombres de la nacion:
Tursena ó Turrena — hombres de la tienda : Arno-canal: Tober-agua de
las colinas. El prefijo veló vol que comienza los nombres de la mayor parte
de las ciudades etruscas, [Velatri, Velsuna,Velitrce &] significa el campamen-
to, el lugar ocupado por las tiendas.
En el epílogo el autor condensa las razones que tiene y ha dado para
asegurar que el Etrusco es una lengua de la raza Turania, y del ramo Ugri-
co ó Altaico de esa raza, y manifiesta que por el cálculo más bajo la sepa-
REVISTA DE CUBA. 1 99
ración de los Etruscos del tronco principal se verificó sobre 3.000 años ha.
Tal es el libro notable que he procurado dar á conocer á mis lectores:
trabajo imperfecto, así por la falta de medios para poder verificar las con-
clusiones del autor, como por la dificultad de condensar una obra de esa
naturaleza, obra casi toda de discusión y de análisis: pero en vista del me
recido atractivo que ejerce hoy esta clase de estudios me doy por satis-
fecho con dirijir la atención de los estudiantes hacia el libro para que lo
examinen y juzguen por sí mismos de su mérito; y aprovechar la doctrina
que en sus páginas se contiene.
JOSÉ MARÍA ZAYAS.
(1) HOJAS DE UN LIBRO DE VIAJE.
AL MONT-CENIS.
Coloso de los Alpes! No te asombre
La grandeza solemne de esta hora,
"Paso" — te pide para bien del hombre
Esta activa y audaz locomotora.
Sierpe enroscada á tu robusto tronco
Por los hercúleos miembros se desliza
Y sube y sube hasta que al fin jadeante
Sobre tu frente misma de gigante
La victoria del genio inmortaliza!
C. N. R.
Modane, octubre 1873.
(l) 8e reproduce por habcrBe insertado en el número anterior con nn veno de menos.
CUBA EN 1798.
Viaje a la Isla de Cura: — Cartas que escribió D. Buenaventura Pascual Ferrer en
1798, publicadas en el Viajero Universal ó Noticia del mundo antiguo y nuez*Oj é im-
presas por primera vez en este pais, con notas históricas, por el Dr. D. Ensebio Valdés
Dominguez.
CARTA PRIMERA
CCCXXVII DEL VIAJERO.
No extrañéis, Señora, que os vuelva á hablar de la Isla de Cuba, ha-
llándome en el día tan distante de ella. La descripción que os hice en el
cuaderno 34 de esta obra fué recogida de varios autores inexactos, y que
nada traen del estado actual de esta isla; pero habiendo ahora tenido la
fortuna de encontrar á un caballero de aquella isla, llamado D. Buenaven
tura Ferrer, me ha comunicado una idea completa de esta importante colo-
nia, que voy a participaros antes de volver á América, para que sirva de
suplemento á mi primera relación.
Embarquéme, pues, con mi amigo el Sr. Ferrer para la Habana, y ante
todas cosas insertaré la relación que me hizo en el discurso del viaje acerca
de su patria, en sus propios términos que son los siguientes.
"El Seno Mejicano es un gran golfo de figura casi circular, y la boca
por donde entran y salen las aguas del Occéano, se forma entre San Agus-
tin de la Florida, y la provincia de Yucatán, en medio de la cual se halla
precisamente la isla de Cuba. Esta es la mayor de todas las Antillas, y fué
descubierta por el Almirante D. Cristóbal Colon, año de 1492 en su pri-
mer viage á Indias, de donde se pasó á la Española. Creyóse á los princi-
pios que era tierra firme, y aun el mismo Almirante murió sin saber que era
isla mas que por el dicho de algunos indios, pero después, el capitán Sebas.
tian de Ocampo la bojeó de orden de Nicolás de Ocampo, Gobernador de
la isla Española, y carenó su bajel en el que hoy es puerto de la Habana.
REVISTA DE CUBA. 201
EstÁ situada la isla de Cuba en el Trópico de Cáncer al Norte de la Equi-
nocrÍ3.1, desde los 20 grados de latitud en que está el Cabo Cruz, hasta los
23*^ y 15 minutos en que se halla la bahia de Matanzas; y desde los 288° y
3 irnir^ utos de longitud, en que está el Cabo de San Antonio, hasta los 30^
y 2 iminutos en que queda la punta de Maisí.
**I-*a conquistó y pacificó el adelantado Diego Velazquez, natural de
Cuóllsr. Su temperamento es benigno, seco y caliente, pero bastante tem-
pl3.cio y sano, por las continuas brisas y Nortes que la refrescan. Tiene de
largo doscientas treinta y cinco leguas, cuarenta y cinco por lo mas ancho
cator-cre por lo mas angosto, y mas de seiscientas de boxeo. La isla estaba
poco poblada á proporción: sus primeros habitantes eran pacíficos, modes-
tos, a.L>orrecianla sodomia y otras impurezas, que eran vicios comunes de
a-lgu n n.s de las Antillas: no conocian la bárbara costumbre de comer carne
huoks^nsk, ni usaban el hurto, pasión dominante de los pueblos sin cultura*
Vivia.n en casas pequeñas que formaban de madera y hoja seca de palma,
jos ciuales llamaban Biijios, f i] Sus pueblos se componian á lo mas de quin-
ce 3- 'Vciinte de estas chozas. El ejercicio de estos indios se reducía á la caza
y l^ r> Cisca, por cuyo motivo solo habia liabitaciones á orillas del mar, y en
\oS I^ a. rajes de caza abundante. Esta se componia principalmente de una
^ye C|wc llaman cotorra, cuya especie abunda prodigiosamente. El modo
^f ^ el XTídiS sencillo, y en corto tiempo se cazaban infinitas. Se ataba una
^QVorra. doméstica á la rama de un árbol y se la obligaba á gritar. A sus
^C-^s a.cudian todas las demás, y se paraban en el árbol á gritar igualmente,
-^l^tó tices el cazador, que se quedaba debaxo, y tenia una varita con un lazo
45O ^a. punta, las enlazaba y de esta suerte se cogian innumerables, las cua-
\¿s eran su principal alimento. Para la pesca formaban grandes Canoas de
ios robustos cedros que produce la isla, y eran de una sola pieza sin quilla
^guna, para cuyo efecto excavaban el madero, y habia alguuas tan grandes
que cabian cincuenta personas. Se alejaban muy poco de la tierra, porque
esto les bastaba i>ara proveerse de todo el pescado que necesitaban. [2J
"La religión de estos isleños consistía en algunas supersticiones forma-
das á la voluntad de sus hechiceros ó embaucadores, que llamaban Behi-
qius. No tenian gobierno, ni leyes. El Almirante D. Cristóbal Colon, cuan-
do descubrió esta isla, se detuvo en ella muy corto tiempo, y pasó á descu-
brir la Española. Después J). Diego Colon, hermano del Almirante, envió
á pacificarla y poblarla al adelantado Diego Velazquez, el cual venció al
Cacique Hatuey, conquistó la provincia de Maisí y se liizo Señor de toda
¡aisla. La primera población que fundó en ella el citad.) Velazquez fue Ba-
racoa, año de 1512. No se conocía ganado alguno caballar, ni juular, á
(i) Véase al fínal el apéndice número i.
{z) Véase al final el apéndice número 2.
26
202 REVISTA DE CUBA,
cuyo propósito se refiere una anécdota graciosa. Envió Diego Velazquez al
Capitán Panfilo de Narvaez con treinta españoles á recorrer la isla. Llega-
ron á un pueblo, y Narvaez era el único que iba montado en una burra.
Se alojó con ella en una casa. Los indios se amotinaron aquella noche, y
asaltaron álos pocos españoles, sin duda por robarlos: estaban divididos en
dos cuadrillas, y de acuerdo habian prefijado una hora para dar el asalto.
Una de estas dos divisiones se adelantó quiza por !a codicia de la presa,
levantóse grande alboroto y confusión entre indios y españoles, aquellos
por acudir á apoderarse de las alhajas europeas, y estos por defender sus
vidas, que las creian perdidas. Panfilo de Narvaez dormia cuando sucedió
este motín, y habiendo dispertado á la gritería, en camisa como estaba,
montó velozmente en su burra, y salió por las calles á cortar el desorden,
Fué tal la impresión que causó en los indios el ver este espectáculo, quí
todos los amotinados huyeron despavoridos abandonando todo lo que. He
vaban, y hasta sus mismas habitaciones, de suerte que dejaron el lugar des
poblado. En esta rebelión no hubo ningún muerto ni herido, y pasado e
primer susto se convirtió en risa.
"En la conquista de esta isla, dicen, que se sacó mucho oro, principal
mente en los lugares llamados Jagua y Trinidad, y que era de mayore:? qui-
lates que el de Cibao de la isla de Santo Domingo. Hay minas de piedra
imán y de cobre, de donde se han sacado todos los cañones del Morro de
la Habana, y se embarcaban para Europa todos los años dos mil quintales
de este metal; en la jurisdicción de la Habana se ha encontrado una miní
de hierro de excelente calidad. El cristal de roca es muy brillante. En e
camino de Bayamo á Cuba se hallan guijarros de varios tamaños tan re
dondos, que pueden servir para balas de canon.
"Tiene la isla ciento cuarenta y ocho rios abundantes de peces: en su
montes riquísimas maderas de ébano, caoba, cedro y guayacan; en los cam
pos muchas aves de caza y canto; el terreno es feracísimo, la tierra siem
pre está verde, y la mayor parte de los árboles en todo el año no se vei
despojados de sus hojas, pues apenas se les caen unas, cuando ya tiener
otras. Los campos son muy saludables, y los enfermos recobran en ello
perfectamente la salud. De muchos granos se cojen al año dos cosechas
de las cuales la una es en el rigor del invierno. Hay baños de aguas terma
les n lilísimas para la salud, siendo el mas famoso el que llaman de Sai
l)i<.';(). Kl número de ingenios ó trapiches que tendrá la isla, será en el dií
<Íc mas (le seiscientos, de los que se embarcan para Europa anualment
mas de dos millones de arrobas de azúcar, sin incluir la que se consume ei
la ciudad, que es una cantidad muy considerable. Ademas tiene cerca d(
mil hatos de ganado mayor, quinientos ochenta corrales para cria de cer
dos, setecientos potreros para ceba de animales, tres mil setecientos sitio
de labor, y seis mil estancias ó huertas.
•*Las producciones que se recogen con abundancia en la isla, son: el ta
REVISTA P» CUSA? apí
íco, la yuca^ de la que se hace el pan de cazabe, ca||$, maiz, añil, algodón
cao. Hay verduras y legumbres sazonadas en todas las estaciones del
- Las frutas son excelentes, y ademas de haber n^uchas de las de Eu"
r hay otras regionales. En toda la isla no hay fiera alguna, ni animales
ríanosos: los caminos están libres de salteadores, de suerte que los viaje'
s x^*san tranquilamente la noche en medio del campo.
* * ^EIl xefe principal de la isla tiene carácter de Capitán General de provin-
i, 3/ es empleo de mucho honor, que siempre se confia á un general acre-
tí^do. Tiene dos grandes gobiernos, que son, el déla Habana y el de Cu-
••= 55.1 primero está siempre unida la Capitanía General. Los Gobiernos se
'•txiividen en varias jurisdicciones subalternas; las que hay desde la Haba-
3. á. Bayamo pertenecen á la Habana; y las restantes al de Cuba. En las
^usas civiles y criminales que conocen los Gobernadores y Alcahles ordi.
arios, se apela de su sentencia ala Audiencia del distrito, á menos que las
^rtes no gozen fuero militar. Esta residía antes en Santo Domingo; y se
'* trasladado por entrega de dicha isla á los franceses, á la villa de Puerto
^í^oipe. El Capitán General extiende su mando como tal á la Luisiana y
'^^t^ila: preside el Tribunal de Apelaciones, y es Juez Protector de la
^^^ta de Correos. El Teniente de Rey de la Plaza de la Habana es el se-
;ar\ cío xefe militar, y opta en vacante del Capitán General el mando de las
irrrkas. Hay también en esta ciudad un Teniente Gobernador y Asesor
tV^tieral, cuyas facultades equivalen á las de un Alcalde Mayor, el que op-
t^ ^1 mando político en vacante del Gobernador.
**Laisla contiene dos Obispados, que son Cuba yla Habana. La Iglesia
Catedral de Cuba fué erigida en Baracoa año de 1518 por disposición de
Adriano VI, y trasladada á la ciudad de Santiago de Cuba, año de 1522:
consta de un Dean, Chantre, un Tesorero, cuatro Canónigos, tres Racio-
neros, y tres Medias Raciones. Este Obispado abrazaba toda la isla, hasta
que se dividió con aprobación de nuestro Santísimo Padre Pió VI. La Ca.
ledral de la Habana fué creada año de 1788: consta de un Dean, un Ar-
ccíiiano, un Maestre Escuela, cuatro Canónigos, dos Raciones y dos Me-
dias Raciones.
'*Para el Gobierno de la Real Hacienda hay un Intendente General de
exército que reside en la Habana, Tribunal mayor de Cuentas, con exten-
sión á todas las islas de Bariovento, Contaduria y Tesorería de exército, y
Administraciones Generales de Rentas y de Correos. Hay Tribunales del
Consulado y de Protomedicato, Administración General de Tabacos, con
una gran fábrica de este género, un Hospicio ó Casa de Beneficencia muy
suntuosa, una casa para niños expósitos llamada la Cuna: Conventos de
San Francisco, Santo* Domingo, San Agustin, Nuestra Señora de la Mer-
ced, de San Juan de Dios, con un gran Hospital muy bien servido, de
Nuestra Señora de Belén, Colegio de Capuchinos, Hospicio de San Isidro
para Religiosos Franciscanos. De Monjas, de Santa Clara, Santa Catalina,
204 REVISTA DE CUBA,
y Santa Teresa: dos Parroquias en la ciudad con dos Anexos, y tó el árirá-
bal una, con diversas iglesias y ermitas.
'•Aunque la ciudad de Santiago fue la primera qne se fundó en la isla, y
rcsidia en ella la Catedral desde que se trasladó de Baracoa , sin embargo,
la capital es la ciudad de San Cristóval de la Habana. Fué fundada por
Diego Velazquez por los años de 1514.
''Aunque la Habana no es Departamento de marina, se considera como
tal, y el Comandante General, que regularmente es lo menos xefe de Ks-
cuadra, es Inspector de su tropa y del Arsenal. Existe en esta ciudad la
que antiguamente se llamaba Armada de Barlovento desde el año de 1748
quG se trasladó de Veracruz. Hay también en el puerto muchos baxeles de
Rey para lo que pueda ocurrir. La armadilla, que no servia antes sino para
resguardar los mares de piratas, se ha hecho después formidable por sus
fuerzas. Además, los buques de guerra de que se compone, conducen de
Veracruz los caudales de S. M. y llevan los situados á Puertorico, la Guay-
ra, Cumaná y I.uisiana. También existe un Ministro principal de marina, y
una Contaduría con competente número de Oficiales para la cuenta y ra-
zón de este ramo."
Esta relación, y las demás que me hizo, de que os daré noticia, podrán
daros una idea del estado actual de esta colonia española. No me olvido
nunca de que os he prometido daros una razón exacta de todos los países
por donde viajo, deteniéndome en observar sus usos y costumbres. Por es-
ta causa os referiré sencillamente todos los acaecimientos de nuestro viaje,
mis observaciones hechas en la Habana, y en lo restante de la Isla.
Después de algunos dias de navegación avistamos una mañana tierra, y
(le allí á pocas horas con el auxilio del anteojo, pudimos divisar el castillc
del Morro. Este fuerte, á lo ([ue me pareció desde donde lo veia, está fun
dado en un soberbio peñón bastante escarpado, de suerte que es inaccesi-
ble. La obra es de bastante consistencia, y bien dirigida, y en un ángulc
tiene una torre 6 atalaya que domina todo el horizonte. **Esta fortaleza, m<
dijo el Sr. Ferrer, que tiene la advocación de los Tres Reyes, fué dispuesta
de orden de Felipe II, por el célebre ingeniero Juan Bautista Antonelli, 3
se concluyó el año de 1584 Está tenida por obra de primer orden, aunqut
su extensión es corta. Tiene doce cañones del mayor calibre llamados lo
doce Apóstoles, situados á la lumbre del agua, y capaces de la mas terri
ble defensa. El foso cjue la rodea está abierto á pico en la piedra viva. Si
situación es horizontal con el castillo de San Salvador de la Punta, forman
dose entre los dos la entrada del puerto. En la guerra del año 1762 man
daba el Castillo del Morro el Capitán de navio D. Luis de Vela seo, é
cual á poco tiempo del sitio de la Habana por los ingleses, baxó enfermo *
la ciudad. En su ausencia minaron los enemigos la fortaleza y se introduxe
ron en ella, de suerte que después de restablecido Velasco, que volvió a
Morro, dieron los ingleses el asalto, y se apoderaron de él, apesar de la re*
REVISTA DE CUBA. 205
síiS renda que hizo la corta gnarnicion que tenia. En esta acción, que fué la
}u^ ciecidió de la suerte de la Habana, perecieron el dicho Comandante
f^lsLSCOy SU segundo el Marqués González, y otros muchos individuos. El
:?c^ recito inglés mandado por el Almirante Albermale, tomó posesión del
^orro, y como los demás castillos no podían oponerle resistencia por estar
íiíil guarnecidos, fué preciso que se rindiese la plaza. La capitulación se hi-
o ^1 12 de Agoto de 1 762; después de sesenta y siete dias de bloqueo, y se
es^i tuy ó á la dominación de nuestro Católico Monarca el dia 6 de Julio
leí ^3 por la paz de Versalles. Al Gobernador D. Juan de Prado se le hizo
íjo de guerra y fué depuesto del empleo.
L vista de ISi ciudad por la parte del mar es de una perspectiva encan-
xa. Situada en una espaciosa llanura, se descubre la cadena de castillos
1^*^ la rodean. Las casas, aunque por la mayor parte baxas, y el granarra-
ba.1 que está separado de la ciudad por el campo que llaman de Marte,
^^'■^c^e un contraste muy halagüeño. La campiña verde en todas las esta-
ca ^^'^ es dei año, las in^nensas arboledas en donde sobresalen las palmas y
cocales, la añaden una belleza muy superior. [3] Como el viento era favo-
"^^^^^ entramos en la bahia, y dimos fondo en ella con toda felicidad. La en-
del puerto tendrá de ancho poco menos de una milla. El Sr. Ferrer me
["uró que los navios de gnerra tenían que entrar y salir precisamente por
un. o anal bastante angosto, á causa de no haber suficiente fondo en lo de-
°^^s déla boca, y que en ella había una laja y un baxo que estaban señalados
con unas vanderolas. Por lo que hace al puerto es bastante bueno, y capaz
^^il baxeles según su extensión. Es una gran ensenada de más de una le-
<Je Norte á Sur, y de éste hace un recodo al Oeste, que vuelve hacia el
^í^te, dexando como un istmo de media legua entre la már;;en del Sur y la
osta septentrional. El fondo es por lo regular de ocho brazas, aun en el
^^'^o muelle, en donde atracan los navios de mayor porte. Sin embargo de
^^ buen fondo, se nota en él que se vá llenando de lodo, á causa de los
B^aocies aguaceros, pues como la ciudad desagua en la bahía, y aquella no
t^ba. empedrada, las aguas arrastran la tierra y polvo: este daño se ha re-
^^ia.do con unas máquinas llamadas pontones, las cuales están extrayen-
^ontínuamente el lodo, dejando limpio el puerto. En el dia no hay nece-
^^ que trabajen tanto estas máquinas, pues la ciudad está casi toda em-
P ^^^da y enlosada: y aun se necesitarían mucho menos, si fuese posible
^*e otro curso al desagüe de la población. La larga cadena de montañas
^^^ i"odea el puerto, lo defiende mucho, pero no basta á libertarlo de los
vvo\eiitos huracanes que le acometen, y han expuesto varias veces muchas
embarcaciones. Entre los temporales que han hecho época en esta ciudad,
S^ cuentan, el de Santa Teresa acaecido el 14 de Octubre de 1768, cuya
(3) Véase al ñnal el apéndice uúmero 3.
lOd REVISTA OS CUSA,
violencia fué tal, que arrancaba los árboles más robustos; el de Todos San-
tos, y el de San Juan de Dios, diaS de Marzo de 1784. Este último anun-
ciado por unas señales muy espantosas, acaeció á la hora de medio dia; obs-
curecióse el sol de suerte que apenas se podia ver; y se levantó un violento
remolino acompañado de espantosos bramidos del mar, y algunos truenos
sordos. Las consecuencias de estos anuncios fueron menos terribles de lo
que se temia. Sin embargo, la piedra que cayó después, causó el mayor es-
panto en los ánimos de los habitantes déla Habana, que jamás habían visto
semejante fenómeno. Terminóse últimamente con un aguacero fuerte.
Para concluir con todo lo que pertenece á la bahía, es preciso hacer
mención de dos cayos pequeños que tiene á distancia poco mas de media
legua de la entrada del puerto, en frente casi de un paraje que llaman Gua-
sabacoa. Omito deciros los nombres que les dan por la decencia. Tam-
bién hay abundancia de pescados carnívoros llamados tiburones.
La ciudad tiene fuertes muros con buenos baluartes y fosos, así por la
parte del mar como de la tierra. Su circunferencia será de dos millas sin in-
cluir los arrabales. Como mi amigo habia enviado su criado en el bote de
Rentas para dar parte á su familia, luego que llegamos al muelle de la Con-
taduría entramos en una silla volante, que le tenian preparada. Estas sillas
que son conducidas por una muía ó caballo, que lleva encima un negro,
abundan mucho en este pueblo. Se cuenta en la Habana mas de tres mil, ca-
si todas ricamente pintadas y vestidas con mucho aseo y lujo. Apenas habrá
particular de medianas conveniencias que no tenga uno ó dos de estos mue-
bles, y ademas en las plazuelas hay una copia de ellas que se alquilan, tanto
para transitar por la ciudad como para el campo. El temperamento calido
del pais las hace precisas, y la abundancia les da un precio cómodo.
En general las casas déla Habana son todas baxas, aunque hay muchas
de un alto, y muy pocas dedos. Sin embargo, son espaciosas, claras, asea-
das, y de cal y canto. Su arquitectura es sencilla, y pintadas por defuera.
Las calles son rectas, tiradas á cordel, y divididas en manzanas que forman
un cuadro perfecto. Solo rae disgustaron dos cosas: la primera, el ser los
balcones y ventanas de madera, pues el enorme bulto que hacen, afea la
arquitectura: la otra es, las ventanas baxas, que salen fuera de la ¿^ared mas
de media vara, y quitan la hermosura á la rectitud de la calle. La ilumina-
ción de la Ciudad, aunque de velas de sebo, es muy regular."
REVISTA DE CUBA. 207
APÉNDICE.
(l) EL IDIOMA PRIMITIVO.
¿Cuál fué el idioma primitivo de los cubanos? El idioma de los aboríge-
nes que se nombraban ciboneyes. ¿Era acaso especial de Cuba y Santo
Domingo, ó se extendia á otras islas y parte del contftiente americano?
Si hojeando libros y revolviendo bibliotecas, pudiéramos tener un exacto
conocimiento del lenguaje ciboney, ¿Qué habríamos adelantado? Algo,
ciertamente: conservar las reliquias de un idioma con que vemos mezclar
el nuestro. Apenas hay valle, rio, sabana, que no lleve un nombre indiano,
¿Qué significa para nosotros? Los campos mismos están cubiertos de al-
deas y caseríos, ¿y quienes los habitan? Descendientes de conquistadores,
hijos de europeos introducidos en el país: ¿y porqué le WzmBxaos guagiros^
Esta palabra no es del repertorio de nuestra lengua, tampoco pertenece á
las europeas. ¿Acaso se llamaron así los habitantes del campo de Cuba?
No, Ciboneyes eran sus pobladores, y la etimología de la \}2\2¡bx2i gaxólin
(hombrea quien se llama usted) es harto violenta, si puede admitirse el su-
puesto de que perteneciese á la lengua de los Ciboneyes. Parece que es-
tábamos condenados á no llegar al conocimiento de estas cosas por la con-
íunsion de las dos razas española é indiana que hoy forman una sola; pero
todavia creemos que pueden agotarse los esfuerzos, todavia concebimos
que hay medio de ilustrar algo esas épocas que se pierden en la noche de
los tiempos.
Basta examinar el mapa para convencerse de que las islas del archipiéla-
go de las Antillas fueion en los primitivos tiempos parte del continente
americano. Desde el tiempo de la conquista se notó por los historiadores
que había rasgos de fraternidad, de familias entre las islas y el continente:
hablando de la religión de las Indias, dice el célebre historiador Torque-
mada: "Las gentes de la isla española y Cuba y la de San Juan de Puer-
to Rico y Jamaica y todos los Lucayos, y comunmente en todas las demás
que €stdn (piasi en renglera^ desde cerca de la Tierra Firme (que se dice la
Florida) hasta la punta de Paria, que es en Tierra Firme, comenzando del
poniente al oriente, bien por más de 500 leguas de mar, las gentes de la
tierra "firme por aquella ribera de Paria" y todo lo que de allí abajo, has-
ta Veraqua, quasi todo era una manera de religión.*' Esta indicación nos
hace concebir la esperanza de que pueda fijarse la etimología de algunos
nombres indígenas, y guiados por este deseo ilustrarse la historia antigua.
Los trabajos del Sr. Codazzi vienen al apoyo de estos asertos, pues
leemos en su obra digna de todo eloi^io, multitud de nombres que no
nos son conocidos y que rectifican y dan nuevo crédito á lo que pudiera
deducirse de lo expuesto por Torquemada. Puede creerse en vista de es-
to, que los lugares indicados por el antiguo historiador y el moderno geó-
grafo, pertenecieron á unas mismas gentes, por más que diversas costum-
bres y aún dialectos, dividan la gran familia en muchas tribus. Reprodu-
ciremos los nombres á que nos referimos, pero antes queremos hablar de
la etimología de la palabra guajiro. La sílaba gua que entra en la compo-
sición, nos hace creer que tenga parentesco con el idioma caribe, y no de-
be confundirse la nación caribe del continente, con la que ha hecho cele-
208 REVISTA DE CUBA.
bre con sus atrocidades á las islas pequeñas del archipiélago délas Aotilla
Encontramos en el continente una tribu numerosa de indios llamados gui
jiroSj existe una península que lleva el nombre de la Guajira, Es pu(
evidente que de ese punto hubimos el nombre. Los habitantes del camp
aún se molestan en el dia de que se les llame guajiros, ¿pero qué tienen d
común con los indios del continente hombres descendientes de Europa
¿Se llamaron así los cubanos alguna vez? Creemos que si supiésemos <
significado de la palabra, fácilmente resolveríamos la cuestión. Pero
acudimos á analogías, desde luego podemos decir que los indios llamaro
guajiros á nuestros campesinos, por reconocer que eran semejantes á esc
seres que sostenían un activo comercio con todas las islas, y que aún en la &i
tualidad se les reputa por uno de los más inteligentes é industriosos nati
rales Todos nuestros juicios son comparativos, cuando tenemos tdrminc
que comparar, y los aborigénes que vieron una raza demás poder moral
inteligencia, no pudieron dejar de hacer comparaciones con objetos que h
eran conocidos. De esto mismo puede creerse que nace la odiosidad ce
que nuestros campesinos repugnan el nombre. Nuestros padres no quería
verse comparar con los indios brai^os.
Desde las épocas inmediatas á la conquista tenemos conocimiento d
que los indios forasteros se introducían en Cuba: sea un ejemplo la invc
sion de los Macuriges, de que hablamos en nuestro artículo sobre la "Gec
grana antigua de Cuba." Sabemos por otra parte, que la raza caribe, he
mosa y hábil, fué el origen de las tribus que poblaron las islas menores
que influyeron en gran parte del resto. Ya digimos la distinción que det
tenerse presente. Lo cierto es que en el continente se encuentran he
nombres de territorios, rios, árboles y animales, idénticos á los indígenas,
que estudiado el idioma que se habla por los indios, adquiriríamos las n<
ciones que indicamos. La proximidad de la península de la Guajira á \i
grandes Antillas, y la circunstancia de la identidad de nombres, confirma
nuestros asertos.
La palabra ioa (rana) de la lengua ciboney, se encuentra en la orill
enfrente del continente, la isla de las Toas: aquí tenemos ei rio Toa. La p;
labra botuto^ la trompa sagrada de los indios del continente es nuestro J
iuto, adulterada con la introducción de una f que tal vez no fué nunca let
del alfabeto ciboney. La terminación bacoa^ tan común entre nosotro
Guanabacoa^ Giiasabacoa, se encuentra precisamente en la provincia de 1
Guajira, Chichibacoa, Cunianacoa; léese además el rio Manatíes, el rio Gui
yabita^ estrecho Yabiia, rios Carigua, Vara, Morrocoy, Guara y Guarne
Entre los árboles, la palma j'^r^w^z, icaco, cuji,magucy\jif:;ua, ceiba, guásim
mamey, y agruma, jobo, guama, majagua, lairenes, ( Yerenes) caimito y guan
batía.
Muchos más nombres pudieran encontrarse en el útil trabajo del señ<
Codazzi. Cuando leemos esto, no podemos dejar de concebir esperanz
de adelantar más nuestros estudios.
Deslindando el parentesco de los primeros habitantes de Cuba con 1;
naciones del continente, nuestra historia antigua ser.i ilustrada con noci<
nes curiosas y tan útiles cuanto pueden serlo los trabajos de esta natur
leza.
En otro artículo hablaremos de lo que nos queda del lenguaje cibone
pero esto no pende solo de nosotros, y no sabemos la época en que cur
piamos la oferta. — A. B.
v
REVISTA DE CUBA. 2O9
^:2) PUEBLOS Y COSTUMBRES FAMILIARES DE LOS ANTIGUOS
NATURALES DE LA ISLA DE CUBA.
uiando en 1492 los españoles, condncidos por el intrépido piloto D. Cris-
~ Colon, descubrieron esta Isla, la hallaron cubierta de infinitas pobla-
os; bien que pequeñas, pues ordinariamente se componian de cinco á
casas y las mayores de 200 á 300. (i)
<srdad es, que estas eran muy espaciosas, pues no alterándose jamás la
<de las familias, se alojaban en cada una de ellas 100, 200 y hasta 400
ñas. Fray Bartolomé de í.as Ca«;as, testigo ocular de la conquisa,
■e haber visto 500 personas en un bohío del pueblo de Caonao, (2). No
"ues, de extrañar que Camagüey, población de solo 50 casas tuviese
<le 5,000 vecinos. "Esto es una cosa muy notable, dice Torquemada,
y cierto argumento de la bondad natural, mansedumbre y humanidad
stas occidentales naciones, y esto corre por todas aquellas Islas en co-
;, y se viera en ellas que en una casa de paja que comunmente tenia
'mieco 30 ó 40 pies [aunque redonda] y que no tenia retretes ni aparta-
pudiesen vivir 10 y 15 vecinos toda la vida, sin tener ruido, ni hacerse
^ntre sí ni los maridos con las mujeres, ni las mujeres con los hijos, ni
no con vecino, sino que viviesen tantos juntos como si no fuesen más
Tmo; parece que admira y es argumento de su mansa y pacífica condi-
n, y es cosa manifiesta que si tuvieran reyertas y bregas entre sí, no vi-
n en paz, unidad .y conformidad, no se pudieran sustentar unos con
ni sufrirse, y por consiguiente se dividieran y apartaran los unos de
tros, haciendo casas distintas en que cada uno hiciera su morada. Y
prueba de esto basta saber [y más haberlo visto por experiencia] lo
"pasa entre nosotros los españoles^ y otras muchas naciones del mundo,
"^le los padreé no pueden sufrir á los hijos, ni los hijos á los padres, (ma-
ente si se casan,) que luego cada uno quiere dedicar jurisdicción y pa-
'f gallo eh su muladar, y cantar á solas donde nadie lo perturbe.'* (3)
oaio la principal ocupación de estos isleños era la pesca resultaba que
ii^ostas estaban más pobladas que el interior. Colon en su primer viaje
^mira á cada paso, de la multitud de pueblos que descubría, particu-
ente en su tránsito de Nuevitas á punta de Maisí. (4)
o cuidaban los indígenas de ordenar su casas en calles trazadas con si-
ríi como sucedía en Anahuac [Méjico] y otras provincias del continen-
ino que las tenían apartadas aunque á corta distancia unas de otras,
ando conucos [huertos] cercados de estacas; y solo atendían á que los
Íes [casas de los caciques, comunmente mayores que las demás] estu-
e'i en el lugar principal, como que delante había de estar el baicí^ gran
\ cuadrilonga, llana y siempre muy limpia, destinada al juego de
s I pelotas), al cual tenían estremada afición. Si el pueblo era muy gran-
:enia otros bateyes menores, y á veces uno rnayor que todos futra de
lado, para partidas n merosas, como cuando se retaban una ^ niás po-
f *V\^ ^^ ) Navarrete. Colección de viajes, tomo i? página 31 y 50. C:i<as, Historia genc-
-?í las Indias, tomo tercero; libro tercero capítulo 23.
:) Casas, Ídem capítulo 31. Herrera, década primera página 259, donde asegura
este pueblo, situado emónces á unas cuatro leguas del Camagüey [hoy Puerto Prínci-
contenia una población de 2,000 vecinos: siendo de advertir que los primitivos hiíto-
ores de América usan comunmente de la palabra vecino como sinónimo de familia.
31 Torquemada, Monarquía Indiana, libro tercero, capítulo tercero.
■4] Navarrete, tomo i? página 163. Torquemada, libro tercero y siguientes.
27
2IO REVISTA DE CUBA.
blaciones: lo cual sucedía con frecuencia (i). Servíales también el baiei pa-
ra sus areiios [bailes] en los cuales, dice Casas, sobresalían los haitianos.
Bohios era el nombre que generalmente daban á las casas, que mejor di-
riamos chozas'y pero distinguían con la voz Canei á las que constniian en la
forma de cono. Estas eran las más comunes, no solo en esta Isla y las cir-
cunvecinas sino en casi toda la América, como de más fácil y barata cons-
trucción, y propias para resistir los huracanes ó vientos impetuosos que con
frecuencia azotan estas Islas. (2)
El modo de fabricarlas era el siguiente; trazaban un círculo; clavaban en
él unos palos largos, como á distancia de media vara unos de otros, y des-
pués los ataban reunidos por la parte superior, que era la más delgada. Pa-
ra darles mayor solidez solían colocar verticalmente un grueso hprcon en el
centro, atando á él dichos palos.
En esta disposición les cruzaban unos cujes ó varas más delgadas, prefi-
riendo para este uso \z.yaya por su dureza y flexibilidad. ''Otras, dice Tor-
quemada, (3) hacían de caña de carrizos y con las mismas labores tan cu-
riosamente tejidos que parecían pintados.'' Cobijábanlas en seguida con
pencas de palmas ó de cualquiera de las especies de guafio, particularmen-
te del de cafiay colocándolas unas sobre otras á manera de teja plana, que-
dando sumamente frescas y odoríferas. ''Esta manera de cubrir las casas,
dice Oviedo, es de la misma manera y semejanza de cubrir las casas de los
villajes y aldeas de Flandes, y si lo uno es mejor y más bien puesto que lo
otro, creo que la ventaja la tiene el cubrir de las Indias, p^>rqae la paja ó
yerba es mejor que la de Flandes." (4)
Para todas las ligaduras se servían de bejucos j nombre que daban á todas
las plantas sarmentosas: de majaf;ua^ ys. en tiras, ya hecha cabuya [cordel;]
át Jeniquén ó bien de ariques [que son tiras de yagua mojadas al efecto.] So-
lian pintar estas tiras de negro, rojo ú otro color para formar unos lazos ó
flores con que adornaban el interior.
Todos los caneyes estaban coronados de un especie de garita ó chimenea
para que saliese el humo y entrase la luz, á manera, decía García, de las
tiendas de campaña de los tártaros. (5)
Los otros bohíos eran construidos de los mismos materiales, pero tenían
diferentes formas, pues unos eran elípticos (6) y otros cuadrilougos, con
paredes de aij'e, entrelazados y cubiertos de guano. Los de esta última for-
ma eran habitados generalmente por los;/¿7;V(r7;i¿'i [nobles,] (7) y estaban di-
[i J Navarrete, tomo 1 9 página 42. Torquemada, libro quinto, capítulo tercero. Char
levoix, Ilistoire de V lie espagnole de Saint Domingiie, tomo i? página 40.
[2] Navarrete, tomo I?, página 48 [obras de Casas.] Oviedo, Relación sumaria dé-
las Indias, capftnlo 26.
[3J Mon. md. libro 3? capitulo tercero. Navarrete, tomo i? j^ágina 42.
[4] Relación sumaria, capítulo 26. Navarrete, tomo i? página 41,
[ 5] Navarrete, tomo i? página 32 (nota de Casas.) Garda, origen de los indios, pá-
gi.ia 196.
[6] Todas !as casas de las haciendas de crianza de Puerto Príncipe y la de algunos
de sus pueblos como Cubitas [a] y otros, conservan esta ñgura elíptica ó cónica.
I 7 j La forma de gobierno establecida en esta Isla era monárquica, denominándose
Cacique al soberano; quien aunque tenia derecho de vida y muerte sobre sus vasallos, ja-
más abusaba de su poder. Le daban el tratamiento de Matuseri, que cquivalia á nuestra
Alteza ó Majestad. Naitanos, llamaban á los nobles ó personas de cargo público, y tenian
el tratamiento de baliarí que correspondia á nuestra excelcncb ó señoría: al común de las
gentes llamaban guaxó, lo que equivalía á nuestro usted. Ciboneyes era el nombre gene-
ral de los naturales de esta isla.
[a] Bachiller. Recuerdos de mis viajes á Puerto Principe en la "Siempreviva."
REVISTA DE CUBA. 211
vid icios en el interior por medio de un tabique de encujado, formando dos
sa.Isi^. En una de estas estaba la barbacoa^ que era una especie de alto sin
pu^irtsa. y con un piso tosco, destinado á guardar granos y frutos
'Acodas las casas, según observó Colon, tenian dos entradas, y además
col^-stoiizos que servian de salas de recibo.
S^i-t>ian los indígenas construir también sus casas sobre horcones en los
lug^a^r^s pantanosos y sobre el agua, como lo observaron los conquistadores
^'^ ^1 ^ ipueblo de Sabana, hoy San Juan de los Remedios, bien que según
d^-'v^ij ero, los españoles aprendieron de los mejicanos el modo de fabricar
sot>T-^ pilotaje en los terrenos de poca solidez, (i)
.<da nos dicen los historiadores sobre si los naturales hacian uso de las
para puertas y aún para paredes v techos, de tablas de palm« ni aún
oe - ^ r-B-M barradlo. se¿;un en el día se practica; pero es indudable que de ellos
^^^^^ ^ li origen este uso.
:3 cibontycs acostumbraban también habitar en las cuevas; y voy á
ofr^cr:^r algunas de las muchas noticias que áfuerza de constantes i:»vestiga-
^**^^^^^5 he podido reunir. En la hacienda Bañes, jurisdicción de Holgum,
exist:<^ una cueva notable principalmente por ofrecer en uno de sus dilata-
y^s ^«alones *^varios peñascos (^ue solo la mano del hombre, ayurlada de su
^J^^^^^^tria, pudiera haberlos labrados de manera que sirvieran para sus usos
^^*y^ esticos, tales como ?tiesas, asientos^ etCy y sobre lodo un fogón en que
^stá.r^ asentadas seis cazuelas do finísimo barro y de regular tamaño. En la
pa.rt^s exterior de esta, y al rededor de su borde se ven grabadas varias fi-
gura, s que indican haber sido trabajadas por los indios, y representan matas
^^ F^l^tano, algunos arbustos, chozas con el techo de hojas, indias arrojan-
do finchas en ademan de atravesar animales parecidos á las jutías, y yerbas
regíi.cias por la circunferencia de los árboles." Tal es la relación suscrita
^^'* ^1 ilustrado señor teniente gobernador de la jurisdicción de Holguin.
^gvan noticias suministradas también oficial y recientemente por el capitán
^^* t>artido de la Gran tierra de Maya, ó sea Maisí, existe en este una cue-
^'^ ^"*^ wy espaciosa donde se encuentran osarios y multitud de calaveras y
uosos humanos de tamaño gigantesco, y la cual está denotando haber si-
T^ ^^ orada de los indígenas. Añade asimismo que en la hacienda Pueblo
^*^^» Se encuentran vestijios que comprueban la existencia de un pueblo
^^'^"^^roso, notándose todavia los cimientos de una muralla de más de 300
^ '^^^tios encontrados, son de una magnitud respetable. Tenemos noticias
j^i ^^•"c^s osarios encontrados en la jurisdicción de Puerto Príncipe. Sensi-
^jj ^^ cjue estos últimos monumentos de la raza indígena no sean recono-
fjj„ ^ i:>or arqueólogos entendidos. Tal vez su resultado conduciría á for-
^. - ^ írx concepto diferente del que tenemos de los antiguos naturales de las
(jjgg ^^^^r* lo que toca al adorno interior de los bohíos^ era de esperar correspon-
dí.^ ^^^ á sus costumbres sencillas y frugales. El principal de los muebles
^ ^ a especie de red cuyas extremidades se componian de muchos corde-
(^^^ » Navarrctc tomo i? página 77. Charlevoix, tomo i9 página 52. Casas libro ler-
^«^ ^^^^XMtiüo 21. Herrera, decada primera, libro noveno capítulo 16. Clavijero, Histo-
^ ^Nléjico, artículo •* Arquitectura doméstica."
212 REVISTA DE CUBA.
les llamados y/V^?^, que ataban á las soleras de las casas. Servíales de lecho
y le designaban con el nombre de hamacas^ que han adoptado todas las
lenguas europeas, (i) Se conserva esta costumbre particularmente en el
intefior de la Isla y en casi toda la América.
Adornaban el techo con cobos y otros caracoles preciosos: con sióas, pie-
dras muy extrañas y bonitas. Según Las Casas, Herrera y otros historia-
dores, los naturales, en vez de sentarse, acostumbraban á ponerse en cu-
clillas: sin embargo, Fernando Colon, refiriendo el primer viaje del Almi-
rante su padre, dice que en Camagüey los indios hicieron sentar á los envia-
dos por este, en unos asientos hechos de un^. sola pieza muy extraña de for-
ma, semejante á un animal que tiene brazos y piernas cortas y la cola un
poco levantada para apoyarse, la cual no es menos larga que el asiento pa-
ra estar con más conveniencia, con una cabeza en la fachada, y los ojos y
orejas de oro. A estos asientos, añade, llaman los mdios Duche^ (2)
El menaje de cocina tampoco era ostentoso. Unas vasijas de barro colo-
rado que hacian con particular perfección, les servia de olla para cocer el ^
ajiaco^ su favorito alimento. Componíase este úq juiía, coríes^ guamimguina- —
reSy manatíes^ gusanos ó higuanas, y yucas^ plátanos, ajes ó ñames, guagüi
f malanga] aguacate y un poco de aji^ que le daba el nombre. \.z.%jibueras-^^
jicaras] cucharas y demás utensilios, los hacian del fruto de la güira ó d
cocos (3)
^ |En ninguna casa faltaba el huren^ que era un horno hendido en vez d
abovedado, sobre el cual y sus moldes echaban \z.catibiay [que es el resídu
de la yuca rayada con los guayos (4) y esprimida en el cibcuan ó saco d
estera] para hace: el casaeí, hoy casabe. (5) Hacian también mucho u.sod(
los Jibes y cedazoí , para pasar la catibía y la harina de maíz de que hacian s
composiciones fxvoritas. Otros de los utensilios de que no carecian eran I
cataures y jabas (jue les servian de cestas, y aún solian emplearlos para co
servar los restos de sus antepasados ó fundadores déla casa, (6) pues par.
ticipaban de esta costumbre común á otras naciones, como los egipcios
peruanos. Colon refiere haberlo visto en dos casas que visitó cerca de B
^ racoa." Y junto al rio que denominó de Alares [hoy Caonao Grande] di*
" que los marineros vieron en otra casa estatuas en figura de mujer y much
cabezas en manera caratona [máscaras] muy labradas no sé si lo tien
por hermosura ó adoran en ellas." (7) Observó también que lasm ujer
trabajaban más que los hombres, siendo su principal ocupación hilar alg<
Li'l Navarrete, tomo iV página 31, 45 y 48.
(2) Navarrete, tomo i? página 17. Fernando Colon, vida del almirante su pa.
dre, capítulo 27. D. Pedro del Trado y Pardo en su libro genealógico de las familims de
Bayamo, escrito el año 1775, llamó dujoá uno de estos asientos, que existia en poder de
doña Concepaon G ierra, y había pertenecido al capitán del Bayamo.
[3] Casas, capítulo 21 y 24. Charlevoix, página 59 tomo i? dice Yracas en vez de
ajiaco*
[4J En el pueblo del Caney donde aún en el dia se conserva la raza prímitÍTa, se tra,
bajan estos guayos con una perfección que le ha dado renombre. Consiste el guayo en
nna tabla cuadrilonga como dedos pies de largo, en cuya superñcie se clavan una multi.
tud de puntillas añladas de piedra de asperón ú otra durísima, con la caü se raya la yuca
etcétera.
f5] En la jurisdicción de Puerto Príncipe.
(6) Oviedo; Relación sumaria, capítulo (juinto.
[7] Navarrete, tomo i? página 12. Casas, capítulo 22. Charlevoix, presenta una
lámina con uno de estos ídolos en figura de mujer, encontrado en una escavacion en Hai-
?í, ó Santo Domingo.
REVISTA DE CUBA. 213
don, tger redes para pescar y para hacer Jiamacas y lienzos para cnbrir sus
íionestidades, las que pasaban de doce años de edad.
Para el alumbrado se servían de hachones de árboles odoríferos como el
Ji^uí y la cuaba. El modo de obtener lumbre era como el de los antiguos
pastores de Eoropa, por la frotación de maderas secas. Servíanse igual-
mente de cocuyos^ insectos luminososque colocaban en /?^í/^/í7j [güiros] hue-
^^^^ y agujereadas. Acostumbraban además los naturales tener fuego ó can-
ae/adas por las noches "no por frió, dice Casas, sino por frescas, pues no
^^^en camas como nosotros."
.Gustaban mucho tener animales domésticos, como perros mudos, gua-
uinaresy cori lcuriel?]y////V7í, flamencos^ yaguasas, guacamayas^ cateyes y
todo jutíaK, bien para divertirse con ellos, bien para cebarlos y comér-
r lo demás luego que concluian sus faenas agrícolas, de cuyo cultivo
miran Colon, Las Casas, y otros, se volvian á sus bohíos para embor-
'"^'^^^s.rse con chicha [licor que hacian de maíz] ó bien con el tabcuo, que era
"'^ instrumento en forma de Y, el cual colocado en las ventanas déla nariz,
Tbian con él el humo de una planta que ponían sobre ascuas, y á la
llamaban cohiba, aunque hoy la conocemos por el nombre del instru-
*^to. Usaban también estas hojas enrolladas ó envueltas [como en el dia
^^costumbra] y era para ellos del mayor aprecio, (i)
José M. de la Torrk.
\Tomculo de un pe9Í6dico de esta capital en \Z^*¡, E, F. 2?.]
(O
PRIMER REGRESO DE FERRER A CUBA EN LA CORBETA DE
GUERRA '^PRÍNCIPE DE ASTURLAs" AÑO DE 180O.
ta-i-
i permanencia en Trinidad fué muy corta, y solo la precisa para solici-
3 ^ barco que rae trasportase á Batabanó: pues el ansia de llegar á mi
Va cuanto antes á donde podia llegar en dos ó tres dias, no me permitió
inar con alguna atención las particularidades del pais. Mucho menos
^^*^^^ po creí detenerme en el puerto de Jagua, donde tuvimos que entrar
^ -^^^-nte el viaje; pero en las pocas horas que allí permanecimos cargó un
X^oral tan recio, que nos imposibilitó seguir á Gayo de piedra en el buque
_ Xjeño en que navegábamos, y nos fué indispensable permanecer en Ja-
^ ¿^- por espacio de 22 dias que duró.
^o habia entonces en aquella comarca ni idea de la colonia Fernandi-
ue se fundó mucho después, ni el menor indicio de que puliera for-
na
ma^
c^^ ^^ se el pueblo de Cienfuegos, que existe en el dia con título de Villa.
trs^
de^
existia el castillo llamado de los Santos Angeles, que defendía la en-
^í^ ^3a de la bahia, con ocho cañones montados y un corto destacamento
ías tropas veteranas de la capital. El comandante de la fortaleza era el
itan D. Francisco de Albear, que para su sostenimiento tenia que traer
^^,^^1] Oviedo, Historia general y natural de las Indias, libro quinto capítulo segundo.
^— Viarievoix, tomo i? página 41. Iñigo, Historia de Puerto Rico publicada por Salazar.
i
2Í4 REVISTA DE CUBA.
las principales provisiones de la ciudad de Trinidad, que distaba diez y
ocho leguas, solo habla abundancia de carnes porque se tomaban de ^las
haciendas contiguas de ganado, sin cuenta ni razón, y algunas viandas que
sembraban las mismas tropas, tanto para no depender directamente de
Trinidad, como para ocupar en algo á la guarnición que nada tenia que
hacer. Para la antedicha provisión del castillo, habia una piragua ó bote
que se hallaba en IVinidad cabalmente cuando principió el mal tiempo, y
por su permanencia allí, fué preciso reducimos á comer sin pan; pero el ob-
sequio y buena maña del comandante Albear, nos hizo sentir muy poco
aquella falta, pues con las carnes de las haciendas, las viandas y las verdu-
ras y provisiones que tenia en su repuesto particular, nos proporcionó una
subsistencia muy abundante y delicada, á mí y á tres pasajeros más que
iban conmigo, por espacio de veinte y dos dias.
"Salimos en fin, de Jagua con toda felicidad ya serenado el tiempo, y
después de andar dos dias, aquí barando y allí fondeando, entre la multi-
tud de cayos que están situados en lo largo de la costa, arribamos al Bata-
banó, que es un surgidero en el sur de la Isla, á trece leguas de la Haba-
bana. Como á media legua del puerto de desembarco está la población
que llaman del Corral, cuya situación no es la más saludable. Se vá á la
capital por tierra, y en carruaje si se proporciona, hallándose en el camino
el pueblo del Quivican, y las ciudades del Bejucal y de Santiago de las Ve-
gas. Mucho antes de llegar al pueblo de Jesús del Monte, que está á una
legua de la Habana, empieza una calle no interrumpida de casas á los dos
lados del camino, encontrándose cuantos géneros y manufacturas así de
necesidad como de lujo puede proporcionar el comercio y la industria.
**Al entrar en la ciudad quedé sorprendido viendo el aumento que habia
tenido la población en solo siete años que habia faltado de ella. Li mayor
parte del recinto de la muralla, de tierra, antes tan descamado y sin defen-
sa se hallaba defendido por fosos, estacadas y muros cubiertos, en tales
términos, que desde el Campo de Marte, apenas se divisaban las puertasi
de la ciudad. Estas obras hechas á todo costo, siendo gobernador el te-
niente general conde de iranta Clara, absorbieron caudales inmensos que se
remitieron de Méjico, para cubrir un muro desprovisto de artilleria. Pare-
ciéronme innecesarios tantos gastos en una plaza rodeadas de cinco fortale-
zas y varias batcrias que la colocan en un centro, cuya defensa solo puede
servir para oponerse á un golpe de mano muy fácil de prevenir, y casi im-
posible de sostener. Parecerían monos extrañas estas obras si abrazasen to-
do el recinto de la parte de tierra: pero dejar intacto como antes todo e'
muro que cae al arsenal, y que puede ser como un tercio de dicho recinto,
es cosa que salta á la vista porque allí parece igual la necesidad de su de-
fensa.
'•Cuando llegue á la Habana en junio de iSoo, era gobernador de ella
y capitán general de la Isla el mariscal de c.impu Marqués de Someruelos.
Habíase propuesto seguir en su mando las huellas de su antecesor D. Luis
de las l\isas, y en poco nuis de un a:'io que llevaba de gobierno, habia tra-
ba] adv> mucho en arreglar la policía, reprimir los desórdenes, protejer las
artes y los oficios y hacer que prosperase la litera: ura.
••Por mas de die.: años no se sabia en ia Habaua lo que eran funciones
teatrales de ninj^una especie. VA citado gobernador D. Luis de las Casas,
que durante su mando dio tanto impulso y cooperación á todos los ramos
do i^Ucia > domas, solo pareció olvidaise de las diversiones dramáticas i
CAUSA sin duda do su pvKaaácionála esoenOf una espaciosa sala de espectá
REVIPTA DE CUBA, 215
átuada en uno de los mejores puntos de la ciudad, permanecía ví-
nica x-^d ose al suelo y sin uso alguno desde el año de 1788, en que la mandó
oeiTi-^x- el gobernador D, José de Espeleta por amenazar ruina. En tal esta-
do 1 ^M^ halló diez años después el Marqués de Someruelos, y penetrado de
t ^czesidad y utilidad de restablecer y fomentar un establecimiento tan
iiad-i^Xnensable en un pueblo culto, manifestó su pensamiento, y admitió pro-
~ :iones para el efecto, que á pesar de su exigencia, no pudieron llegar á
c:arse hasta después de algunos años. Al fin, logró ver concluido un
ífico teatro, donde en los tiempos posteriores se han hecho brillantísi-
Tunciones de verso y canto, que pudieran hacer lucir en los pueblos más
s de la Europa.
a literatura al mismo tiempo, hizo progresos muy notables. Un míse-
pel periódico que con este título se publicaba en la Habana, en una
». ¿e medio pliego, dos veces á la semana, era el único que encontró
^^t>lecido. La sociedad patriótica que manifestaba protegerle y que saca-
^^^^ mitad de su producto, no tenia más trabajo que el de nombrarle un
'■^^^tor que por la otra mitad, se obligaba á suministrar al periódico los
^^^^^^^"ulos necesarios. Yo pensé por lo pronto ser uno de los candidatos á la
Tecií:i.^^cÍQn^ pues aunque no tenia la calidad indispensable de ser individuo
^^ ^ -^t- sociedad, el Sr. Someruelos que me inspiró la idea, levantó este obs-
r^^-*-Xo proponiéndome para ello en junta celebrada, en la que quedé admi-
"^^^^ ^e socio de número de aquella corporación; pero considerando des-
P>J ^ ^ que nai permanencia en la Habana debia ser muy corta y precaria,
P^^-^^ encargarme de una empresa tan formal, resolví no insistir, reduciéndome
, I> ^-^ T)licar en pliegos sueltos un periódico semanal con el título de El Rega-
^^'^^ ^^e la Habafia^ que solo debia durar el tiempo que permaneciese en ella.
*^ I^^riódico de la sociedad, para cuya redacción íué nombrado un socio
^''■^ ^^ liacia gala de poeta, se dedicó casi exclusivamente á este ramo. Todas
^^^-^-^ novedades literarias propagaron la instrucción pública, dieron impul-
^^ ^^ los ingenios y materias a las conversaciones; y el papel de El Regañón
^^^^^^^ promovió este apreciable movimiento y que fué el blanco de la crítica
^ '^^'Ci.ii de la sátira de los demás escritores, continuó dándose á luz con ge-
^^^^^-^^^-l aplauso y formó una especie de época en los fastos literarios del pais.
_ * ^El verano del año 1800 fué sumamente caloroso, y la epidemia del vó-
'^*'^''^<^> negro hizo mayor número de víctimas que en los años anteriores. El
^^^■^"•^-citer de esta enfermedad es singular, no se presenta más que en los tiem-
^^^^ ^e calor, y solo acomete á los recien llegados áesta ciudad, no habien-
\^^ ejemplar de que haya atacado á ningún hijo del pais, ni y los aclimata-
^^^ «a él, por algunos años. Dos navios recien venidos de Veracruz con
^^^^^ales para la Península, y que á causa de la declaración de guerra con-
^ *<^s ingleses permanecia.n en esta bahía, perdió cada uno cerca de la
^'T^^^l de su tripulación solo de aquella enfermedad.
^us estragos cesan con los fuertes calores en los meses de octubre y
>^-*^Txibre, para renacer en mayo ó junio. Triste suerte la de los forasteros
Y^ ^*^íTiarinos, pues aunque lleguen en los meses menos cálidos, no están 1¡-
1 ^ ele este azote, en viniendo el verano. En este año arribó á la Habana
p ^ egreso de su vireinato de Méjico I). Miguel Azanza para seguir á la
"^^^^Osula: y fué muy obsequiado por varios individuos que le debieron
^^^^^ Piones y beneficios durante su gobierno en Nueva España. Uno de
eU*^^. D. Dionisio Alcalá Galiano, comandante del navio San Pedro Alean*
1^^, uno délos dos que vinieron de Veracruz con caudales, le dio una fun-
C\^'ti*^espléndida de baile y cena á bordo de su mismo buque que duró hasta
2l6 REVISTA DE CUBA.
el día, concurriendo lo más brillante y lucido de la población en ambos
sexos, con toda la magnifícencia y lujo de que es capaz un buque de tal
magnitud. Yo tuve el honor de asistir á ella, y de bai'ar y divertirme en
una reunión verdaderamente encantadora. Sin embargo, á pesar de mi ju-
ventud, de la infinidad de bellezas que me rodeaban, y de la atracción má-
gica de tantos agregados, capaces de seducir la imaginación más indife-
rente, no pudo menos de preocuparme la consideración de que me hallaba
encima dq un elemento líquido, sin más separación que un muro de madera,
y de que estaba bailando sobre quinientos quintales de pólvora, en medio
de dos mil luces y de cuatro mil personas descuidadas. Esta idea, por más
que procuraba separarla de mi memoria llegó al fin á dominarme, y mucho
antes de que acabase la fiesta, me marché á mi casa.
"Retardábase demasiado mi viaje para Méjico, por la casi total intercep-
tación de los mares, á causa de la guerra con la Gran Bretaña. Los únicos
buques que se atrevian á salir á todo riesgo para Veracruz, eran unos pai-
lebotes sumamente ligeros y tan pequeños, que casi navegaban con la mitad
de la cubierta debajo del agua. Solo la sagrada hambre del dinero, podia
hacer airostrar un peligro tan inminente, y más habiendo frecuentes ejem-
plares de buques que no se habia vuelto á saber de ellos. Quedaba un re-
curso para hacer este viaje con alguna seguridad, pero este se presentaba
muy pocas ocasiones y con muchas trabas. El almirante inglés que residía
en la isla Providencia, una de las de Bahama, estaba facultado para dar
unas licencias que llamaban Pasavantes^ con las cuales navegaban algunos
buques del comercio español, que salian de la Habana en lastre para car-
gar en Veracruz, y volver á las posesiones inglesas. Al cabo de mil dili-
gencias ocultas se me proporcionó pasaje en un bergantin qne tenia aquel
requisito. A pretexto de la seguridad que ofrecia me llevaron una suma
exorbitante por el flete: tuve que ocultar mis insignias militares en lo más
recóndito del buque, á causa de que se nos apresaría si éramos registrados
por algún buque inglés. Hasta sobre mi equipaje hubo sus dudas, si seria
considerado como una mercancía, y se trató de que dejara en tierra mu-
cha parte de él.
Memorias intimas de Ferrer. Nota de V. D.
En la publicación que aparecía en Madrid en 1838 titulada España Ma-
rítima se decia lo siguiente:
"Era D. Dionisio Alcalá Galiano bajo de cuerpo, si en sus mocedades
delgado, en su edad madura bastante íornido, de complexión recia y ro-
busta, de color blanco y ojos azules, de jesto desapacible y como de hom-
bre distraído. Era de condición muy irascible, aunque pronto en deponer
la ira; rígido en la observancia de la disciplina, activo hasta el punto de
emplear la actividad en menudencias; generoso por demás, fácil en ofen-
derse, aún por frioleras, y algo vano de las prendas que tenia. De su
generosidad baste decir que debiendo favores al virey que fué de Méjico
D. Miguel José de Azanza, su íntimo amigo, le dio cuando dejado el vi-
reynato, iba de vuelta á España, y en desgracia de la corte, un suntuoso
convite á bordo de un navio el Bahama en el puerto de la Habana; convi-
te cuyo costo afirmaban las gentes que ha subido á veinte mil duros, con-
fesando el mismo Galiano, deseoso de hacerle aparecer menor, haber sido
de diez mil, suma crecidísima para un mero particular. Con igual ostenta-
ción se portó en sus viajes á Ñapóles, á la Grecia y Turquia, y en
Barcelona en 1802 entre el lujo de la corte durantes aquellas fiestas, brilla-
ba singularmente la mesa del navio Bahama. Aun en las ciencias compren-
REVISTA DE CUBA. 21 7
día perfectamente lo que sabia, pero era corta su erudición, llegando á co-
nocer por trabajo propio alguna vez lo que era ya sabido por trabajos aje-
nos, no llegados á su noticia. Entendía mediamente el latin, traducía y
hablaba regularmente el francés y un poco el ing'és, y de este poco hacia
grande alarde, y estaba muy ufano por ser en su tiempo la len<»ua inglesa
poquísimo conocida en España. — V. D.
A UNA TÓRTOLA.
A MI AMIÜO ERNESTO EDELMANN.
Oans la vie morale. nnml bien que
(laiiR In vie phi8i(iue .il existe uno as-
piration ot une respiration. — BaUar .
Inocente avecilla.
Que del bosque en la lóbrega espesura.
Cantilena sencilla
Exhalas con ternura,
Mientras el aura en derredor munnura:
¿Por que el dolido acento
Ue tus quejas perturba mi reposo?
¿No lucha el pensamiento
Por alzar victorioso
De lo infinito el velo tenebroso;
Ese velo que oculta
Lo divino en su clara transparencia;
Y en sus pliegues sepulta
De la ^•erdad la esencia,
Con afán escrutada por la ciencia?
¿Por qué la melodía
De tu canto en la noche languidece,
Si el alma se extasía
Al escucharla y crece
Y embargada de gozo se estrernece?
28
2l8 REVISTA DE CUBA.
¿Será de virgen bella,
Perdida entre las brumas del destino,
Amorosa querella
Que anuncia al peregrino
Eterna luz, un más allá divino? .
Si de ternura embriaga
£1 corazón endecha tan sonora,
¿Será de oculta maga
Que sin consuelo llora,
Al ver que en vano la razón explora
Si es débil esperanza.
Del mundo en los abrojos concebida,
Sueño que no se alcanza,
Esa perenne vida
Donde tan solo la virtud se anida?
¿Por qué de la existencia
Marca las horas tu sentido canto?
¿Será de la inocencia
O del amor el llanto,
Lágrima más, donde se llora tanto?
Si dulce compañera,
Bajo tus alas, en pajizo nido,
Responde lastimera
A tu menor gemido,
Cual responde al amor tenue latido,
¿Por qué sufres? ¿Aspiras?
¿Arde en tu seno inextinguible llama?
No, que solo respiras!
En vano te proclama
Natura como el ave que más ama!
Tu musa es el instinto,
Y aunque asordes del bosque silencioso
El arbóreo recinto,
Sin porvenir glorioso,
Disípase tu arrullo cadencioso!
REVISTA DE CUBA. 21$
Mas, no importa. Su acento
Llene siempre los ámbitos del mundo,
Que basta al pensamiento
Su acorde gemebundo
Para volar del cielo á lo profundo!
Mientras á ver no alcance
De la verdad el resplandor divino,
Y en su busca se lance,
Al hombre, del destino
Señala, como brújula, el camino!
¿No ves la procelaria,
De la nave la estela fervorosa,
Siguiendo solitaria?
Pues, de su bien celosa,
Sigue al hombre en su vida borrascosa!
Y el eco enternecido
Repitan, sin cesar, de tus cantares.
En su lento gemido
Los dilatados mares,
Y en su copa los índicos palmares!
Que al fin el peregrino,
Mirando en tí, de la esperanza bella
El luminar divino.
De tu flébil querella
Siglo tras siglo seguirá la huella!
Que si de amor tu arrullo
Cantos dirige á la celeste altura.
Gigantesco murmullo
Conmoverá á Natura,
Virtud, amor, diciendo con ternura!
José Antonio Cortina.
«i
LA ESTÉTICA ALEMANA CONTEMPORÁNEA.
LA ESTÉTICA ALEMANA DESPUÉS DE HEGEL.
Hase dicho de la Estética (jue era una ciencia alemana, lo que sin duda
es exajerado. Lo indudable es (jue en ninguna parte se ha cultivado esta
ciencia en sí, y por sí misma, con tanta continuidad, celo y perseverancia,
como en ese i)ais clásico de la especulación, (^ue ha visto brotar tantas teo-
rías y en el cual se han agitado bajo todas sus faces los más elevados pro-
blemas del ijensamiento humano. Ha llegado á ser una de las ramas más
considerables de la filosofía alemana; desde cpie se la ])roclamó por Baum^
parten ciencia distinta é independiente, ha sido constantemente objeto de
pacientes y profundas investigaciones, y ocujja un lugar importante en todos
los grandes sistemas. Todos los verdaderos pensadores que se han sucedido
desde Kant, han dedicado su atención muy particularmente á esa interesante
parte del saber humano, y tentado resolver los delicados problemas que
encierra. Apesar de haberse disminuido el movimiento de la especulación,
los más distinguidlos espíritus no han cesado de ocuparse de ella, y si alguna
entre las ciencias filoscSficas ha escapado del descrédito en que han caído
los sistemas, ha sido cabalmente la (¡ue tiene por objeto lo bello y el arte,
la que estudia sus principios y leyes, la (¡ue procura comprender las obras
de la imaginación en su origen y su conjunto. Así, ha continuado enseñán-
dose en las Universidades, donde siempre ha tenido cátedras y cursos par-
ticulares; se han escrito y publicado obras serias y del mayor interés fuera
del círculo de la enseñanza, de las íjue unas tratan de puntos particulares,
otras abrazan la ciencia entera, y algimas nos dan á conocer su historia.
REVISTA DE CUBA. 221
t xando el partido que puede sacarse de las soluciones anteriores dadas á
.S3 esos problemas por los espíritus superiores que las han agitado.
carece de interés, ni de utilidad, el dar á conocer esos trabajos entre
'ros, que tanto los hemos abandonado. No poseemos sino muy pocas
^3 serias en las cuales se aborden esos problemas directamente y por sí
IOS, con interés verdaderamente científico y filosófico. Creemos haberlo
)strado ya; (i) solo do paso y accidentalmente se han tratado casi
j)re dichos problemas, y las mas de las veces con un fin extraño a la
:ia misma, moral, social, político ó religioso. Ha llegado el momento^
"•lestro concepto, de estudiarlos seriamente, cual lo merecen, con las cua-
.es propias de nuestro esi)íritu, que no son por cierto de desdeñar en
ajante materia, pues i)ueden contribuir á los adelantos de esta ciencia,
3 á propagar sus resultados, á la vez que son muy propias para corre-
de los defectos, fáciles de reconocer, de los productos más elevados y
-s obras más sabias del pensamiento alemán. Pero la primera condición,
aprender por sí mismo semejante estudio, es ponerse al nivel de la cien-
asta el punto (jue ha alcanzado, sin lo cual, nos exponemos á rehacer,
^'eces peor, lo que ya se ha adelantado, y quedamos atrás en vez de
har hacia adelante, privándonos así de los servicios más preciosos que
ofrece la herencia de los grandes espíritus. ¿Hay otro medio ¡)ara conti-
^ <:on éxito sus esfuerzos en la vía que han recorrido, que colocarse en
^ '"*"^ismo punto en que se han detenido? El talento más original, la inteli-
*^^^*^¡ix más poderosa no pueden sobreponerse á esta condición, siendo aun
"^*^>'or el peligro i)ara la medianía, cuya inferioridad evidenciarian banales
'^^pci ti ejiones ó ensayos sin resultado, añadiendo el ridículo de creerse ori-
feíncxl^ cuando en suma se limita á copiar é imitar á pesar suyo las teorías
'■*^a <> i-<íícientes.
■^ ^^ "iletrados tiempo ha de estas ideas, hemos querido por nuestra parte y
.^^*^~i nuestros medios, contribuir á prestar este servicio á nuestros compa-
, ^^*^s^, darles á conocer algunos de los trabajos más importantes (jue posee
^. /^^ * <=^mania sobre la Estética y la Filosofia del Arte. Nuestra elección se
_ i^x-imeramente en los escritos de los dos filósofos que, en opinión de los
I . ** ■• ^us más ilustrados, han dado del arte y de la ciencia de que es objeto,
^^^ ü más elevada y verdadera, idea generalmente aceptada hoy. (2)
En un artículo publicado por \a.R¿vuí polUiquc etlittéraite ['S^c Marzo de 1875]
<•: La Estética en la filosofía francesa.
Schcllin^, Ecrits philosophiques. Lecons sur la mcihode des Eludes ¿cadémiqaes;
rs sur lc8 arts du dessin. — Daate sousle rapport philosoohique. &, [a] i vol. in 8.
;cl, Cours d' Esthótique, 2. edition, 2 vol. in 8. Geemer-Biilliére, 1875.
No se limitan á estos los trabajos de Schelling sobre E^tétici, pues en el invierno
t>2 á 1803, profesó un curso sobre Filosofía del Arte, [Pltilosophie dcr Kunsi] que
en Wilrzburgo en 1804 y 1805 7 que permaneció inédito hasta 1859, insertándose
%oiBO qtainto de sos O^t tompUiat^ páginas 353 á 736.— [ Trad,'\
222 REVISTA DE CUBA.
Querríamos continuar hoy esta tarea y primeramente, como preámbulo á
estudios más especiales, nos proponemos echar una ojeada sobre el con-
junto de las obras más dignas de atención que han aparecido en Alemania
después de Hegel sobre esta rama de la filosofía. No podemos en este ar-
tículo, sino señalar el carácter general y la serie de estos trabajos, reserván-
donos en seguida estudiar cada uno en particular de un modo más profundo
y detallado. Nuestro fin hoyante todo es dar á comprender el movimiento que
ha seguido esta ciencia desde la aparición del último gran sistema que ha
influido en ella y dádole una dirección nueva como á todas las formas prin-
cipales del pensamiento humano. Ensayaremos también señalar su situación
actual y las condiciones de su ulterior desarrollo, lo que no es posible, sino
haciendo constar sus últimos resultados c indicando sus nuevas tendencias,
señalando sus necesidades y las lagunas sentidas por los espíritu3 serios más
distinguidos, que se ocupan hoy de esta ciencia y se esfuerzan en perfec-
cionarla.
1.
LA ESCUELA IDEALISTA.
La Esaiela hcgeliana es la primera á quien debemos dirigimos, pues ha
seguido en esta dirección con ardor y no sin éxito, el impulso fecundo que
recibiera. En su seno ó á su lado, bajo una inspiración común, se han ejecutado
las obras más numerosas é im])ortantes. Debemos reconocer, y esto prueba
la vitalidad del sistema, (jue no se ha cultivado servilmente esta ciencia por
los discípulos () continuadores de Hegel. Salvo los escritos destinados á po-
¡)ularizar los resultados generales, y de los cuales hablaremos á su tiempo,
las obnis notables de esta escuela, ya sobre el t:onjunto de la ciencia, ya
acerca de plintos particulares, demuestran en los autores mucha indepen-
dencia y verdadera originalidad. Sin dejar de adoptar el principio y el mé-
todo del maestro, cada uno tiene sus maneras y oi)iniones distintas; ninguno
se ha adherido servilmente a su i)ensamiento, y aun la mayor parte se han
mostrado con él muy severos. Han reconocido lo que habia de imperfecto
ó de defectuoso en esta ])arte de su sistema, señalando las lagunas y los defec-
tos en el conjunto y en los detalles; y algunos han hecho está crítica con un
rigor que pudiera parecer injusto, si no fueran excusa suficiente el amor á la
verdad y el interés científico íjue deben sobreponerse á todo. ¡Cosa que pa-
recerá singular! lo ([ue sobre todo le reprochan, es no haber sido fiel á su
])ropio método, haberlo casi abandonado al tratar esta materia, y no haber
hecho ])roducir á su dialéctica la obra científica y filosófica que era de es-
perar. Así, c¿ida uno se ha puesto de nuevo á trabajar en este sentido, y sin
abandonar el pensamiento fundamental, ha ensayado, ya rehacer todo el
REVISTA DE CUBA. 223
, ya aplicar á cuestiones especiales un método más correcto y ri-
o.
pudiendo seguirlos en este terreno, debemos limitamos á señalar el
ter general de estos escritos.
tes de llegar á los verdaderos discípulos y á los sucesores directos, ocu-
pé i-ifx<z> nos primeramente de un pensador distinguido (.^ue es uno de los prin-
cipia, l^ís representantes de una secta disidente y cuya P^stética se mira por
los i nteligentes como una de las obras capitales de esa ciencia. Curistian
W'-KT s^í5E pertenece á esa clase de filósofos alemanes que, no teniendo la pre-
^^^^si<z>n de fundar por sí mismos una verdadera escuela, tampoco se alistan
^^ Isa. dominante y se mantienen apartados, no aceptando sino con grandes
^^se'-r-^v^as el principio y el método del jefe de la escuela, haciéndole sufrir una
"^^^cli-ficacion que cambia su naturaleza y alcance. Lo que le distingue y
^^*"2^ enteriza es que, sin dejar de admitir el principio hegeliano de la idea y
^^ <^isa.léctica hegeliana, que son una sola cosa en el sistema, restrinje el d\-
caric::,^ ^^ q^^q método y le rehusa el poder de elevarse hasta las verdades
"^^-s levadas de la metafísica, de la ciencia misma y de la rclieñon. Para él
'**- ^"^cistencia de un Dios personal y libre, la Providencia, el alma individual
^^^ liombre, su espiritualidad y su inmortalidad, forman un conjunto que no
l^^^<^le alcanzar la lógica más trascendente; franquean los límites de la diá-
*^^^^ic:^íi y deben considerarse como objeto de un conocimiento supremo, cu-
^^ I>X"ocedimiento más directo es la intuición. Kl sentimiento inmediato ó la
y-* F>ueden revelárnoslas tan sólo, acercándose de este modo á Schelling ó
^ J^-crobí. Funda una especie de misticismo teológico, lo que ha valido á
^^^^ secta de semi-hegelianos el nombre de teósofos, de parte de los hege-
'*^ric>«5 ¡)uros, adversarios declarados de esta tendencia, anti-filosófica á sus
•^^^s y enteramente extraña á la ciencia.
■^— í^ Estética de Weisse no deja de ser por ello una obra notable y reco-
^^^ic:la como tal por los mismos que con más desden rechazan su doctrina
^^^~^i ^3ular. No podemos dar sino una idea muy superficial é incom[)leta de
, 5^^ lo bastante, sin embargo, para indicar su lugar en la serie de estos tra-
J^^^^ , y mostrar en que difiere de la Estética de Hegel, á la vez (¡ue se le
^*>> eja y completa.
í- autor se ha propuesto, ante todo, una obra científica, organizar un
^ ^ ^dero sistema; de ahí el título: "Sistema de la Estética como ciencia.'*
^ '^ ■*- ^ra ello, cree (jue debe emplear en toda su severidad la dialéctica que»
•n confiesa, toma de Hegel, (Prólogo, Vil), pero con las reservas mani-
das anteriormente, declarando que este método no puede alcanzar la
suprema, por lo que su doctrina es, á un tiempo, hija y adversaria
*cr und Gegfierin) de la de Hegel. Pero por sabio y riguroso que pa-
V
se
^^^ System dcr /Esthetik ais Wissenschaft Leipzig, 1850.
224 REVISTA DE CUBA,
rezcaa y quier ser este método, ¿será otra cosa que un formalismo que se
impone á la ciencia sin penetrar en su parte íntima y fecundarla? Como
quiera que sea, el libro resulta de la doble acción de ambos factores, de los
cuales el uno da la forma científica, el otro el fondo, el elemento supremo
y vital. El fondo, en efecto, es lo mejor que encontramos, pues en la obra
abundan las ideas elevadas, profundas y originales. Sus mismos sucesores,
que la han criticado, se han apoderado de ellas y no han podido mejorarlas
sin contar con las mismas. Lo que sobre todo caracteriza á nuestros ojos
este libro y lo distingue del de Hegel, es que todas las grandes cuestiones
de metafísica general, apenas indicadas ó accidentalmente tratadas por He-
gel, sobre la idea de lo bello, lo sublime, lo feo, lo cómico y lo trágico; el
análisis de las facultades y de los sentimientos que son la parte psicológica
de esta ciencia, tales como la imaginación, el genio, el amor á lo bello, &c,
son tratados con extensión, y se abordan directamente en la conveniente
proporción: bajo este aspecto la Estética de Weisse colma una enorme la-
guna dejada por Hegel. En nuestra o|)inion, la forma y el método que le
hacen diferir del de Hegel, y le dan mayor aparato científico, más le han
dañado que servido: una dialéctica estrecha y sutil cjue se adelanta penosa-
mente en tres tiempos sujeta á la ley del rythmo ó de lo ternario: un estilo
abstracto, erizado de fórmulas y entrecortado de metáforas, fatigan inútil-
mente al lector. Le impiden saborear lo cjue ha)- de profundo y verdadera-
mente sustancial en las conce])ciones á menudo tan felices como atrevidas
de este pensador, y abren á veces nuevos horizontes á la ciencia. Hay más,
este método le hace adoptar un ])lan extraño, dejar ])ara el fin cuestiones
que deben tratarse al ])rincii)io, como el amor á lo bello, el genio, el talento
y aun lo bello en la naturaleza. — Pero no podemos detenernos en estas crí-
ticas, que nos a])artan de nuestro objeto; observemos tan sólo que la idea
general que es la parte fundamental del libro, la definición de lo bello, es
en realidad la de Hegel, aunque difiere algo en la fórmula, debido á la ma-
nera como considera el autor lo bello en su relación con lo verdadero. Lo
mismo sucede con su concepción del Arte; el arte y lo bello, son manifesta-
ciones de la id€a\ la idea, la idea de lo bello, es lo bello en tanto que reviste
la apariencia sensible ó la forma y recorre todos los momentos de su desar-
rollo, llegando á ser sucesivamente en oposición consigo misma, lo sublime,
lo cómico, &c. Lo feo mismo es idéntico á lo bello; lo feo es lo bello en su
primer grado, cuando la idea, en su existencia inmediata, no se ha realizado
aun. La negación misma de lo bollo, ó sea lo feo. es necesaria para su de-
sarrollo, conre¡)riones todas que demuestran su semejanza con Hegel, no
deteniéndonos en las diferencias «[ue nos llevarian demasiado lejos. — En
suma, la Estética de Weisse que viene á colocarse al lado de la de Hegel y
que la completa, dista mucho de ella en cnanto á la riqueza de los concep-
tos y de los detalles, particularmente por lo que respecta á la teoría de las
Artes; pero la Estética idealista ha ganado con ella una obra verdadera so-
REVISTA DE CUBA. 225
bre la metafísica de lo bello, que tiene su lugar marcado en los progresos
de esta ciencia.
Abordemos ahora los trabajos de los discípulos 6 de los sucesores (iirec-
tos de Hagel, que habiendo cultivado esta ciencia con arreglo al espíritu y
íil método del maestro, pero con independencia y originalidad, han procu-
rado, ya resolver problemas que aquel habia tratado imperfectamente, ó in-
dicado tan solo, ya construir un sistema mejor y mas completo. Distinga-
mos primeramente dos producciones principales acerca de puntos especia-
íes, sí, pero de gran importancia: i" el libro de Arnaldo Ruge sobre lo Có-
^íccf ^ I ) y la Estética de lo Feo por Carlos Rosenkranz. (2)
L^iio de los puntos más difíciles de la ciencia de lo bello es, sin contra-
«/ccjí^n, la teoría de lo cón^ico, punto tratado ya varias veces por los estéti-
cos «íi-rxiieriores de las diversas escuelas. Federico Schlegel, Juan Pablo Rich-
fór, \zx, liabian estudiado atentamente en sus escritos; pero su teoría habia
aeja.clo mucho que desear por falta de claridad, y por el carácter estrecho ó
excita 5^^ YO ciel principio que habia sugerido la solución. En la filosofía hege-
IiaiiíX, calicho problema se habia presentado y agitado de nuevo, y la Estéti-
ca '^^^ AVeisse contiene sobre este asunto un capítulo importante. En cuanto
á '^^.c^^l sólo lo aborda de i)aso; si habla de él lo hace de un modo muy
\a^^^^ * c:o á propcSsito de otros asuntos, en particular del humour y de la co-
^Cvli ^^^ (primera y tercera parte.) La cuestión estaba, pues, lejos de haberse
jj^^otiXvio y muy distante de una resolución satisfactoria al presentarla de
^O.^Vc> Amoldo Ruge y esforzarse por darle una mejor solución, más cientí-
^C^ sobre todo, a})licando el método (jue debe presidir á todo el sistema de
.^Tv ttiodo más exacto y riguroso. ¿Lo ha logrado á gusto de los partidarios
c\^ du'.ho método? no lo examinaremos, como tampoco juzgaremos el fondo
fl\\smo de su teoría, limitándonos á dar una idea del plan y mérito de la
obra. La Introducción abraza sus tres cuartas partes y lo que puede justifi-
carla es que en un sistema como este y empleando semejante método, no
es posible comprender una de las partes del todo sin las demás. En efecto,
siendo lo cómico uno de los momentos de la idea de lo bello, para deter-
minar su naturaleza, se hace preciso recorrer los momentos anteriores de lo
bello, de lo sublime y de lo feo, lo que equivale á trazar el bosquejo de to-
da la ciencia. El intervalo principal que debe franquearse es lo feo (jue se
encuentra en efecto en lo cómico. Este lo sui)era, lo hace desaparecer, vol-
viendo á lo bello, en el cual aparece el triunfo de la idea. Necesitaríamos
más espacio para mostrar lo que hay de nuevo y original en el sistema he-
geliano; menos ensayaremos, por tanto, hacer ver cu qué y [)or qué difiere
de las antiguas teorías sobre lo cómico, de las cuales la primera y única bien
conocida es la de Aristóteles. Va\ cuanto á la forma del libro y á los deta-
(1) N'eue VbrschuU <kr ."Est/ieiik Das Komi sche. líille, 1837, — [Nueva introducción
general á la Estética y Teoría de lo cómico.]
(2) I^thetik der Híisslicfun. Koínigsberg, 1852
29
226 REVISTA DE CUBA,
lies, aunque redactado en general con laconismo y descubriendo demasiado
el rigor propio de la escuela y de sus fórmulas, ofrece verdadero interés. A
más del mérito que tiene de agitar y profundizar una cuestión diñcil, está
lleno de finas y juiciosas observaciones, dando prueba el autor no sólo de
sagacidad por sus críticas, sino que completa ventajosamente en muchos
puntos los análisis delicados, pero sutiles de Juan Pablo. ¿Se libra él mismo
de üste reproche? Sería exigir demasiado del empleo de tal método de parte
de un espíritu que no es conocido por haber practicado la medida
en sus demás escritos. Pero su tratado no carece de valor filosófico, y lo que
lo prueba es que todos los que lo han criticado después y señalado sus par-
tes débiles, ( Vischer, Lotze, Schasler,) no tan sólo han creido deber discutir
sus teorías, sino que han adoptado en parte su base y sus consecuencias.
Otro problema más general y de no menos interés, es el de ]o/rí?,a\ cual
también habia consagrado Weisse un importante capítulo, y que llega á ser
á su vez objeto de un estudio especial y profundo. Su aparición, bajo su
forma propia, señala en nuestro concepto, en la ciencia de lo bello, uno de
sus progresos efectivos. Sin duda lo feo, en su oposición con lo bello, no ha-
bia dejado de fijar la atención de los estéticos anteriores; resulta aquí como
ron lo verdadero y con lo falso, lo bueno y lo malo, lo justo y lo injusto,
en los cuales la afirmación y la negación se suponen necesariamente y se
siguen. Pero por lo mismo que uno de los dos términos aparece determina-
do por el otro, puede creerse que no requiere un estudio especial, ni una
solución particular. Esto es un error, porque esta misma oposición es un
problema capital y difícil, es una verdadera aniinomía que es necesa-
rio resolver, y que claramente se habia mostrado cuando los románticos.
La estética hegeliana tiene al menos el mérito incontestable de haberlo he-
cho comprender. Aquí, en efecto, el problema cambia de faz y toma nueva
importancia; concíbese que en un sistema que proclama la identidad de los
contrarios, en el cual se suponen é identifican la afirmación y la negación,
lo feo que, en la ciencia de lo bello, forma uno de los términos de esa iden-
tidad, tenga un interés y un sentido de que habia carecido hasta entonces.
No tan solo se plantea el problema bajo su forma abstracta y metafísica, si-
no que reaparece en todos los grados de lo bello y bajo todas las formas de
su desarrollo en la naturaleza, en el arte, en las diversas artes y en sus espe-
cies () modos más variados; entra como elemento en lo sublime y en lo có-
mico vvcc. Por do quier y siempre se acompañan ambos términos, absorvién-
dose el término inferior en el superior, primeramente como estimulante (j/t-
mulus) de la idea, y como la idea misma que oponiéndose á sí misma se.
supera, se transforma y adquiere su verdadera existencia en la forma supe-
rior en que se transfigura. El cómo de esta transfonnacion, debe buscarse y
descubrirse á cada paso, y mostrarlo es el oficio de la dialéctica. La ciencia,
¡)ues, debe consagrar un examen particular á esta idea y á sus formas, y es
REVISTA DE CUBA. 227
lo que ha emprendido uno de los más distinguidos discípulos de Hegel,
Carlos Rosenkrauz^ conocido ya por otras publicaciones importantes qu«
atestiguan su talento y sus notables cualidades como pensador y escritor.
5u libro, La Estanca de lo Feo, es una obra que ofrece vivo interés aun á
los mismos que no adoptan el punto principal de su teoria y rechazan su
fflétodo. Tiene por objeto: i? determinar la naturaleza de lo feo en su ge-
neralidad; 2? Seguirlo en todos sus grados y bajo todas sus formas en la
^tu_ra.leza y en el arte, desde la más elemental hasta la más elevada, y es-
tudío.r su papel en las distintas artes. Con razón, pues, espera el autor haber
colmado una importante laguna, **por no haberse tratado, dice, la ¡dea de lo
l>ell<3 sino de un modo fragmentario y demasiado general para precisarse y
detc^xminarse con los desarrollos convenientes y el encadenamiento de sus
difer-^r^tes formas." (Prólogo IV.) ¿Haj-ealizado su propósito de un modo
cortT paleto é irreprochable? El mismo no pretende haber agotado el asunto y
^^^t;o un trabajo libre de toda objeción. Los hegelianos le reprocharían,
^^ ^u.cia, no haber sido siempre correcto, no haber observado con perfecto
ngox- las reglas de la dialéctica; pero nosotros más bien se lo agradecería-
"^^^ si no hubiera creido que debia seguirla tan minuciosamente hasta en
sus TT>. inores detalles, lo que le hace caer en sutilezas. Pero también debemos
con^v^xiir en que ha prestado un verdadero servicio á la ciencia y mostrado
^^ *^^ manera de tratar su asunto mucha sagacidad, finura é ingenio. Sus
^^*^*i^is son interesantes; sabe ilustrarlos con ejemplos escojidosen general
con ciiscernimiento, aunque tomados con demasiada frecuencia de obras
"^^^^i^i-nas del arte y de la literatura contemporáneas.
-*^*~^±scindamos de multitud de escritos más ó menos estimables publicados
^^ ^^^l^mania sobre lo bello y el arte, en los cuales se reconocen más ó mé-
n055 l^^jj huellas del pensamiento hegeliano, y apresurémonos á llegar á la
^ *"*^ <:apital en la cual no solamente se resumen y aprecian todos los traba-
jos ^.r>teriores, sino que se tratan de nuevo, se agitan y resuelven todas las
^y^^^tiones principales de esta ciencia, con arreglo al método y los princi-
pi^^s ^^ Hegel, por un espíritu original, versado al propio tiempo en todas
^'^X aterías de que trata y dotado de las cualidades filosóficas necesarias
^ ^*^ construir un verdadero sistema.
— ^^ Estética de T/i. Vischer, (i) concluida en 1857, aunque hayan apare-
^espues varias obras sobre la ciencia de lo bello y del arte, es la obra
ímejor representa aun hoy el estado actual de esta ciencia en Alemania.
^^s, sin embargo, una de esas producciones de gran originalidad que
ün una nueva era ó hacen dar un gran paso á la ciencia; no hace sino
inuar también la estética de Hegel. Al momento se descubren en ella el
itu y el método del maestro, sus ideas principales, con maneras indepen-
tes sin embargo, y muchas ideas particulares. El autor se ha propuesto
^siheitkt oier Wissenschaft des Se hóncn, 1^6 — 185 7 — Leipzig. ^Estética ó Cíen-
lo Bello.;
228 REVISTA DE CUBA,
colmar las lagunas que había dejado aquel en su obra y corregir sus faltas,i
profundizar y desarrollar los puntos que aquel se habia limitado á indicar y trata-
do con demasiada lijereza, coordinar todas sus partes para con ellas formar
un sistema regular y completo. Lamentamos no ])oder dar de este gran tra-
bajo sino una idea muy general: su primera parte, la metafísica de lo bello,
trata á fondo todas las cuestiones que Hegel habia, si no omitido, al menos
tocado apenas, sobre lo bello, lo sublime, lo cómico, &c. La segunda, expo-
ne con gran extensión lo que en Hegel también se trata brevísimamente, las
formas de la bello en la naturaleza y sus diversos reinos, y el desarrollo de
la idea de lo bello en la humanidad. La tercera, la filosofía del arte, contie-
ne todo el sistema de las artes, siendo mucho más completa y detallada que
en Hegel, la teoría de cada una en particular, y formando cada una de estas
tres partes un todo completo y un verdadero sistema. Todos los resultados
de la estética moderna se encuentran reasumidos, desenvueltos y explanados
en esta obra; cada parte está tratada con particular cuidado y notable pene-
tración, abundando en ellas las ideas nuevas y originales. Aunque discípulo
de Hegel, el autor conserva en todo su modo de ver propio sobre estas ma-
terias; su crítica es sólida y juiciosa; sus concepciones con frecuencia nuevas
y no carecen de alcance. La historia ocupa también gran espacio en su sis-
tema; el autor trata de nuevo y desarrolla las soluciones dadas por sus pre-
decesores; rectifica y corrijo sus doctrinas, á la vez que se apodera de ellas,
haciendo ver su parte verdadera y procurando fundirla en la suya. Esta vas-
ta composición atestigua, á más de un saber inmenso, una sagacidad rara y
una gran fuerza de pensamiento; ha necesitado además una gran flexibilidad
y habilidad poco comunes para retocar el método de la escuela y llegar á
hacerle producir nuevos resultados. Pero al lado de estos méritos grandes é
indudables, dicha obra presenta defectos (jue han dañado á su éxito é influen-
cia, como el autor mismo lo reconoce, (T. 4? Prólogo.) En primer lugar en-
contramos, la forma de exposición t|ue ha escogido y que dificulta la com-
prensión de la obra, haciendo ñitigosa su lectura. Ha distribuido el asunto,
])ara comodidad de la enseñanza, en párrafos entrecortados i)or comentarios
ó aclaraciones, y desarrollos en los cuales se mezclan á la teoría, la crítica y
la historia de las teorías anteriores. Los párrafos están redactados con arre-
glo á los procedimientos más severos de la dialéctica; observándose en ella
la terminología hegeliana en toda su sequedad y oscuro laconismo; lo cual
disgusta al lector no habituado á este lenguaje y á semejantes fórmulas, que
Hegel habia sabido evitar en su estética, pero ([ue su discípulo afecta y re-
busca. Pretende rechazar á los profanos, lo que logra al extremo de emba-
razar aun á los iniciados, (jue ya, como Max Sdiasler, han llegado á que-
jarse por ello. Quiere ser científico ante todo, concedido; ¿pero no puede la
ciencia expresarse con más claridad? ¿y está condenada á este lenguaje pa-
ra darse á entender? Como quiera que sea, todo el interés de ella se refiere
REVISTA DE CUBA. 229
á los comentarios, por lo que con razón se ha dicho que en ellos se encuen-
tra, el fruto y el jugo de la obra. Pero aun en ellos reina la mayor confusión,
pu.es la teoría, la historia, la erudición y la crítica se encuentran y mezclan
de manera que á menudo ofrecen un conjunto embrollado y difuso en el
CU0.1 trabajo cuesta entenderse. En suma, el estudio de semejante obra es
mxxyr propio, sin duda, para recompensar de sus esfuerzos al que tiene el
va.lor de emprenderla y proseguirla hasta el fin en todas sus partes; pero
ig€ una dosis de paciencia y de perseverancia de que pocos espíritus son
¿xces y que alejará siempre á la generalidad, aun entre los más cultivados
^^Tn patriotas del autor; sería absolutamente imposible traducirlo á nuestra
leng-tia. — En cuanto al fondo, lo repito, es enteramente hegeliano; el autor
se limita á desenvolver las ideas de Hegel sobre los puntos principales mo-
dificándolos y corrigiéndolos. Su definición de lo bello, la del arte, su divi-
sión cíe las artes, &c., están tomadas de Hegel; pero se separa de él en pun-
tos cl<i grandísima importancia, mostrándose realmente independiente. Seña-
laren^ os solamente uno que es significativo y que muestra en qué se prestan
« <^st tilica, como el idealismo hegeliano en general, á la crítica y á los más
'unclixc-los reproches de sus adversarios. Flste punto es lo accidental 6 la ac-
cidon. tiíilidad, (Zufalligkeit) que Hegel habia apartado ó que no ocupa sufi-
cient^^ lugar en su sistema, y cjue el autor se esfuerza por reintegrar en sus
«ertíc^j-^Qg Lo accidental, atiéndase bien, es también lo real, en otras faces
^ ^^^l-ividual, lo personal, y en fin, lo arbitrario, la libertad, si no el capri-
cno, ^^31 la voluntad, todo lo cual es pisoteado, borrado, destruido por la
í ^^*^ ciática que lo absorve y destruye, identificándolo con lo necesario. Nada
^^^c^idental en este sistema; lo contingente desaparece en las leyes inmu-
*^^^ del desarrollo fatal de la idea; la libertad misma es también la nece-
*^^ » una necesidad libre, dícese, ó una libertad necesaria. Vischer pretende
^^Viir a lo accidental su lugar real en el dominio de lo bello y del arte, lo
. ^ronstituye una de las originalidades de la obra, y merecía por ello se-
^^^*^^e.
^ * — íi Estética de Vischer, apesar de todos sus méritos, ha hecho dar un
, "^"o paso á la ciencia de lo bello y á la filosofia del arte? No lo creemos
, '^ Onos, en el conjunto y como sistema, si sobrepasa ó desarrolla en mu-
^ puntos la (le Hegel, como la de Weisse, permanece muy inferior en
*^to á la riqueza de los detalles y de los conceptos. Con razón se ha di-
zque en lo esencial, ésta no ha sido superada. [Max Schaskr, Historia
cKo
^^^ Estética ^ pág^. 1014.)
*-^o.les son las [)rincipales obras que nos ofrece la escuela hegeliana sobre
*^ rama de la filosofia, y antes de verla reaparecer más tarde en el mismo
**^^¿'iio, bajo otra forma y con tendencias nuevas, interroguemos á las demás
^^^^^^las.
CHARLES BENARD.
( Revue pliilosoph ique, )
LA CRITICA EN CUBA A FINES DEL SIGLO XVIIL
CARTAS DEL PBRO. CABALLERO ACERCA DEL *'TEATRO" DEL DR. URRUTIA.
PUBLICADAS EN 1 795.
í^l siguiente escrito del Pbro, Dr. D. José Agustín Caballero, es la primera
de las obras, en su mayor parte inéditas, qug nos ])roponemos publicar en la
Revista, confiando que serán leidas con gusto, ya por los curiosos datos que
ellas ofrecen relativos á la historia literaria de Cuba, ya por el interés que de-
ben naturalmente despertar las de cn\ud ilustre habanero, que, como Cate-
drático de filosofía del Real Seminario de San Carlos, pudo contar entre sus
discípulos á los hombres que más lustre alcanzaron durante el primer tercio
de este siglo en las letras cubanas.
La obra que ahora insertamos y que puede ofrecer una buena muestra de
la sólida instrucción, fino gusto literario y genio festivo del Padre Caballero,
tiene casi otro interés de oportunidad, hoy ([ue los Sres. C^owley y Pego han
emprendido la reproducción del Teatro Histórico de Urrutia; porque cabal-
mente á los primeros cuadernos del Teatro^ publicados en la Imprenta de
D. Esteban Boloña, se refiere el juicio crítico del Presbítero, contenido en
sus dos cartas al Papel Diario de la Habana, probablemente en 1795, pues
aunque aparece sin fecha, se encuentra por su orden colocado en el tomo que
tenemos á la vista, entre otras opúsculos manuscritos de los años 1795 y
1796. Por ellas vemos (]ue el Teatro Histórico woh^a pennanecido del todo
inédito hasta nuestros dias, pues jíor lo menos salieron á luz los cuadernos
que dieron ocasión á la punzante crítica de Caballero; lo cual viene á confir-
mar lo que ya habia indicado 1). Antonio Bachiller y Morales en sils Apun-
ten para la Historia délas Letras y de la Instrucción pública de Iv Isla de Cuba^
cuando dijo en la página 57: "Habíase publicado por el Dr. Urrutia alguna
muestra de sus obras; pero consérvase el Teatro inédito en su mayor parte."
REVISTA DE CUBA. 23 1
A LOS SEÑORES DIARISTAS.
Muy Señores mios: casualmente han llegado á mis manos unos cuader-
nos impresos en la Oficina de I). Esteban Boloña, comprehensivos de la
historia de la Isla de Cuba, y en especial de esta Ciudad, bajo el título.
Teatro Cubano histórico, jtmiiico, militar^ ?>\idi\\ior el Dr. D. Ignacio Urrutia;
obra que segim parece, se ha dado á luz como el primer ornamento de
esta especie, capaz de hacer honor á nuestra patria: así sería sino adolecie-
ra de ciertos defectos, que, en mi juicio, rebajan mucho de su mérito, y
que deben indispensablemente corregirse en un monumento tan público, y
duradero como la historia.
Si Vms. que están dedicados á la instiucccion de este pueblo, me dis-
pensan la honra de publicar en sus Periódicos los reparos (]ue me han o-
currido sobre la dicha obra, ofrezco remitirlos según los vaya esplanando,
lo que haré con la mayor brevedad, modestia y prudencia (jue debo, sin
contraerme nunca á la jiersona <lcl autor, para mí muy venerable, ni ofen-
derle en la menor palabra, lo mismo f[ue si criticase una producion anó-
nima impresa en Maroc, ó en Amsterdan, previa la aprobación Superior.
Mi ánimo (el Cielo lo sabe) no es darme á conocer al Público por medio
de la prensa; estoy muy distante de esto, y en prueba, j)rotesto desde aho-
ra, ocultar siempre mi nombre, y no franquear á ninguno mis manuscritos.
Si Vms. pues se sirven concederme el permiso que solicito, ó tienen á
^ien el negármelo, espero la respuesta por el Periódico aceptando siempre
^sta súplica como hija del deseo iiue me anima de contribuir por mi parte
*1 nuevo establecimiento de Periódicos.
Queda siempre de VV. y B. S. S. M. M.— Un Crítico.
AL EDITOR.
^^^' profanum vulgus, et arceo.
-íVIuy <^r. mió: auní^ue dicen (jue no es bueno comenzar los discursos por
a-c:ion^j<5 de Habiendo, ó estando, yo digo, que, traduciendo cierto Espa-
^ ^^^ Oda i" del Libro 3" de Horacio de la que he tomado las palabras
^^^*^ ^'an de lema, advierte que los cuatro primeros versos parece no tie-
^*^^^ Conexión alguna con el resto de la Oda: temo haga V. el mismo re-
1^^^^ ó advertencia después í^ue haya leido mi carta, y por eso advierto
a.r\tes, (jue en ella propongo censurar una obra, cuya lectura se ha ido es-
t.eT\diendo, no sé si con aceptación, aun entre sujetos, quibtis inclyta borla
twuAUras hondis plenas speciebus adornat\ y como también hay vulgo entre
esta especie de señores, y, voy á esgrimir la i)luma contra sus dictáme-
nes, no deja de venir bien: lexos, lexos de mi, vulgo profatio.
232 REVISTA DE CUBA.
¿V. ha examinado bien el Teatro Histórico^ Juridko, Polilko Militar de
¡a Isla Femandina de Cuba? ¿y qué juicio ha formado V. de su mérito?
¿será ya la Habana mas famosa por este monumento montayano que Ro-
ma por la pluma de Tito Livio? ¿Las demás Islas envidiarán á la Fer-
nandina, que ha merecido esta nueva gloria, como envidió Alejandro á
Aquiles, j)or haber este logrado se cantasen sus proezas al son de la Epo-
peya de Homero? nada de eso, Sr. mió, aun cuando la Habana no fuese
ya como lo es, particij)ante de las ilustraciones del siglo 18, el estado ac-
tual de la literatura Española requiere un pincel tan delicado, como el
de Mery para dibujar el cuadro hermoso de la historia de esta Isla. El
mió no es tami)Oco (lo confieso ingenuamente) cai)az de levantar un
monumento de erudición en el Liceo respetable de Minerva; pero sí de
hacer ver la inperfeccion de la citada obra. Comenzaré desde los dos hue-
vos^ y caigame en hora buena sobre la cabeza todo el peso de la autori-
dad de Horacio.
Los títulos de los libros deben ser tan claros, sencillos y naturales que á
la primera vista entienda cual(|uiera la materia que contienen; es ridicula
pedantería encadenar cuatro ó cinco adjetivos, cada uno con su esdrú-
julo corriente, para comprehender en el solo título todas las materias, aun
las mas menudas que se tratan en el discurso de la obra, y he aquí el
j)rimer vicio del Teatro histórico^ jurídico^ político moral^ cronolójico^ legal:
bastaria haber dicho. Historia de la Isla de Cuba^ y en especial de la Ha-
baña y el mas topo hubiera quedado impuesto, sobre la marcha, del Es-
copo, de la obra, y del obrero. Cuando leí esos títulos rimbombantes de
Teatro histórico &* me acordé de la trisca c[ue hizo cierto escritor de nues-
tra Nación de una obra titulada: anfiteatro de la sabiduria eterna única
verdadera, Christiano-Cabalístico, Divino mágico, físico chimico, uní tri-
no Catholico, fabricado por Henrico Conrash; se parecen bastante, con
la diferencia, que el uno es teatro, y d otro anfiteatro, el uno se fabricó
en tiempo de mis rebisabuelas, y el otro en los últimos dias del siglo
ilustrado.
Veamos la dedicatoria: abraza muchos obietos; sabe á Prólogo; y tiene
mucho de filaucia. El Autor no ha sabido bautizar el justo título de do-
minio con que nuestros Reyes poseen nuestra Isla, y ])or eso lo llama
derecho de ocupación^ que propiamente se entiende de mueble, ó terreno aban-
donado, sin obstar á esto otras ampliaciones que se le acostumbran dar
itu es magister in Israel^ et luec ignoras? El salto (jue da en el el segundo
párrafo desde el descubrimiento de la América hasta el año de 1763, es una
de aquellas transiciones atrevidas, y pindáricas que asustaron, dias ha,
á D. Thomas Iriarte — Para esplicar el reconocimiento que debemos al Sr.
D. Carlos 3? nuestro Padre dos veces (son sus mismas palabras) por ha-
ber restaurado esta Plaza el año citado, dice: "con que caudal podremos
REVISTA DE CUBA. 233
, esta doble paternidad sino es con un perpetuo clamor de su
ocimiento?" Ya se ve que el reconocimiento no es del Rey sino nues-
con que debió decir de nuestro reconocimUnto. Los dos últimos par—
nececitan de comento: el hipérbaton es muy estraño: cuatro veces
* ti.e leido para lograr comprehender lo (|ue c[uisü decir el Historiador
andino.
ue pesado está el prólogo! cuando yo creí hallar en él una noticia
- Are-, pero clara, de la organización de la obra y de los puros manantiales
donde bebió el historiador, me encontré con una carta, mejor dicho,
SL folla de Latin y Español, un revoltillo de Séneca y S. Mateo: de
Juan y Ovidio: del Eclesiástico, y del arte amanJí, de Jeremias, Teren-
>, Horacio, Ausonio, Tito Calpurnio, y Halicarnaso; unos empujando
otros, porque no caben; baste decir: he contado al Prologazo 64,
"tos Latinos y 37 Españoles; ¡como llueven versos, elogios de la abo-
a, disertaciones judiciales, cotejo de Reales Cédulas, consultas de un
o abogado, fuero activo, y pasivo de los Militares, }- anécdotas so-
^ la vida del autor! ni de propósito se hubiera hecho mejor Prólogo ma-
rronico. Hablando de la Historia de la Habana escrita ])or el Rejidor
Telix de Arrate, la desestima en estos ténninos: y la segunda pa-
cz:^ equivocaciones por superficial, y limitada...." está muy buena la
í=i-al ¿qué tiene que ver lo superficial con la equivocación? Tomara el
T que asi fuera; la Historia de Arrate superficial, y gasta casi ocho
^i ^^ ^ fie un tomo en 4? manuscrito describiendo la naturaleza del sue-
de esta Isla! ¡Superficial, y nos emboca siete hojas de la misma marca
"-^«^ clecimos cual fué el asiento primitivo dé la población de la Ha-
^'^.- ¡superficial y se cansa el lector cuando lee la descripción de los
-^te.s Morro, Apóstoles, Pastora, Punta, y Fuerza! ¡superficial y para
-^^rriendar la nobleza de los Españoles fundadores de nuestra Isla es-
^^ tanto que él mismo llega á confesar su misma prolijidad! paréceme
- riiaestro carísimo Doctor no ha leido tal obra: ella si es limitada, co-
^<^ son todas al cabo de treinta, ó cuarenta años de escritas y confie-
^^^í^nbien no lleva el mejor orden. — Haber dicho (jue Arrate no da no-
*^^^ de ¿a Historia ni de los derechos de la Isla: es falso; yo he leido am-
'^ t> articulares, tratados con una menudencia á veces fastidiosa: omite, es
^^^^, muchas noticias históricas sobre el descubrimiento de la Isla; pero
' ^^l)ió hacerlo un autor que solo se propuso escribir la Historia de la
^'^^-na; sobre derecfios habla sin omitir los que estaban establecidos hasta
' *^Oc) de 1756. Advierto al Sr. Doctor, pues lo ha ignorado, que el manus-
^^^ del Illm" Sr. Morel comprehende la Historia profana, y Eclesiástica
Ve Gsta Isla; por eso se titula Historia de la Isla y CafhíulnU de Cuha.
l-'^ división que hace nuestro Autor de toda su pbra es ni|ki, y apesta á
\a «Tías rancia Escolástica, cosa muy impropia de un histonador. **Como
»as operaciones del etendimiento (así dice) son tres, aprehensión, juicio y
30
234 REVISTA DE CUBA.
discurso; la aprehensión es para lo pretérito, (parece que lo presente no se
aprehende) el juicio para lo presente, y el discurso para lo futuro; la prime-
ra parte trata de lo que ha sido la Isla de Cuba, la segunda de lo que es,
y la tercera de lo ■ que será, (otro paréntesis, porque no puedo callar, que
ardo por leer esta tercera parte para verle tirar cálculos, proyectos y bar-
runtos) en la primera, lo histórico, en la segunda, lo jurídico, lo político en
^a tercera. Luego subdivide la parte primera, en Cronológica porque en
ella dará por el orden de los tiempos los hechos civiles y militares con las
Renles resoluciones: he aqui como vuelve á incluir la segunda y tercera
parte en la división de la primera: esta subdivisión la subdivide en partes,
las partes en épocas; las épocas en libros; los libros en capítulos: bien pu-
diera haber seguido dividiendo los capítulos en artículos; estos en párrafos;
los párrafos en renglones; los renglones en vocablos; los vocablos en letras;
¿y las letras? son indivisibles; pero el Autor no ignora que para estos ca-
sos es la división de razón.
He concluido mi carta, señor editor, pero no mi crítica; la semana que
viene diremos algo contraido precisamente á lo que es historia, que yo he
leido á Pizarro, á Solis, algo de Acosta, tengo mi tintura de Herrerra, ho-
jeo de cuando en cuando á Raynal y casi conservo en la memoria á todo
R no digo esto por ostentación, sino para que V. se digne oirme con
algún aprecio: por ahora no descubro quien soy, luego firmaré: entre tan-
to B. S. M. de V
AL EDITOR.
Muy Sr. mió: supuesto el mismo tema y preámbulo de mi carta anterior,
haré ver ahora, que el Teatro Histórico &"? considerado precisamente como
historia, no tiene mérito particular. Bastante siento escribir y convencer una
proposición, que hace poco honor á su paisano aplicado, y deseoso de la
ilustración de su patria; pero amicus JPlaio^ et magis árnica ve-
ritas.
Dos cosas hemos de considerar en una historia para juzgar de su mérito:
la claridad del estilo, y la de los hechos. Por lo primero desmerece mucho
el Teatro histórico: recopilaré todos sus defectos diciendo que tiene un es-
tilo muy Gerundio, por consiguiente, oscuro, áspero, alegórico, y endian-
trado. Aquello de libro eterno. . . engaste. . . y piedra preciosa, no se en-
ticnflo. ¿Puede haber cláusula más oscura que la de la uña del León
del Dragón^ de la India Oriental. . . de la cue^^a del ratón — del anzuelo
y de la carnada? ¿Qué quiere decir que el siglo 15 ganábalos años de su
Senectud mormR Que amaneció la siguiente aurora anunciando mejores
luces á Cubá^pues en su dia del Sr, nacia para élmisnw en la primera pre-
paracion de su Ley Angélica? Transcribiré aquí una cláusula entera, que es
REVISTA DE CUBA. 235
de las mas gerundias del Teatro histórico: para decir nuestro Doctor que
los Reyes Católicos ocurrieron al Pontífice Alejandro 6?, habla así: j' con
^an cristiano objeto ocurrieron al que es en la tierra Principe de ios ^Obispos,
heredero de los Apóstoles^ Abel en la primacía^ Noé en el gobierno, Abrahan
en el jRitriarcado^ Melchisedech en el arden, Araon en la Dignidad, Samuel
en la judicatura, enta potestad Pcdf o, y en la unión Cristo: (aquí divide pár-
rafo, y continúa la alegoría ó algarabia comenzando el párrafo inmedia-
to): ''^Gozaba estas precminetuias con el Pontificado Romano Alejandro 6?'»
¿qué tal? ¿estamos en Campazas ó en la Habana? Hago esta pregunta
porque un cierto Predic.iclor, j)redicador de Campazas, para decir Cultos
consagrados á S. Ignacio de Loyola, trabajó un clausulon parecidísimo al
que acabo de coj^iar; dijo así: **Al Marte mas sagrado de Cantabria
'•al que en las venas del nativo suelo, para morrión, peto, y cota forma en-
"contró, y materia inmarcesible á la Bomba, al Cañón, al Rayo ar-
*"diente. . al ([ue nació soldado al que nació Alejandro de la Gracia,
"al grande Ignacio, digo, de Loyola, reverentes consagran estas cultos. . .*
No creí yo, Sr. Editor, hubiese dos ingenios tan parecidos, ni dos cho-
las tan iguales. Pero aun no escampa todavia, y es menester oírle, cuando
su religiosa piedad le hace introducirse á interpretar la Providencia Divina:
me edifica á la verdad cuando dice, que la "Nación Española érala prevista
"rt^ eterno para que grabando en las columnas de sus Armas el Plus ultra
*'que tanto ilustra nuestro Doctísimo Solórzano, introdujera el í>angelio
•*en el nuevo Mundo, á fin de cjue se cumpliera este decreto infalible sin
* 'violencia del libre albedrio, por cuya razón obtuvo Colon j)ara con ella
*'y á influjo de Amigos el don Divino de la perseverancia." Parece que
no ha dicho nada, y á fé que mas de cuatro historiadores, no entenderán
los Decretos ivifalibtcs de Dios sin ]jerjuic¡o del albedrio, como se deja ver
que los ha entendido nuestro Teólogo historiador. Todavia está mas pia.
(loso y edificativo diciendo: "(jue contaba el viejo Mundo 1490 años de
••nuestra salud y Luz Evangélica, cuando en los infinitos arcanos de la
"Providencia llegó el tiempo de comunicarla al nuevo con sus misericor-
*'dias inefables." 1 ,a entrada del capítulo 4? es mas propia de sermón que
de historia: veámosla: "son de tal calidad los bienes de la tierra, cjue de-
'"seados atormentan, poseídos inquietan, y perdidos lastiman, conforme sin-
'"tió de ellos la dulzura del melifluo S. Bernardo." ¡buen texto para decir,
tjue Colon volvió al reconocimiento de la Isla de Cuba el año de 94!
Advierto de ])aso al Sr. Doctor que no ha traducido bien las palabras lati-
nas de San Bernardo ([ue pone al pié de la llana; porque /¿7j^jxa inquinante
no quiere decis que los bienes /¿;je/V/í7i inquietan^ sino que manchan, ó en-
sucian á nuestra alma. Inquino, as, significa manchar ó afear, no inquie ,
tar, ¡válgame Dios!. En el párrafo 7? de la parte i* de la Historia Crono-
lógica legal, época i*", libro i? capítulo i? (si el autor no hubiera dividi-
do tanto, no hubiera sido tan larga la cita) hay un período, cuya alegoría
236 REVISTA DE CUBA.
animada por la religiosa piedad de nuestro Autor da la última prueba de
(|ue no ha escrito la historia en estilo histórico: no lo omitiré porque él
solo vale mas i|ue todos los coi)iados: refiere, [)ues, que Colon agregó por
capitana á las dos caravelas la Niña y la Pinta, otro pequeño navichuelo
(peijueño navichuelo es lo nii.>mo (|ue navichuelito: bueno vá) llamándole
Santa María, nombre dulcísimo que amilogado en vi purísimo bajel en que
navegó el verbo Divifio desde el cielo á la tierra para el establecimieato de
l'i Ley evangélica, debía en justicia capitanear su tránsito al nuevo mundo.
Haste de estilo que harto nos ha dado que hacer; examinemos los he-
chos.—
Dije ya que lo otro (jue debe considerarse en la historia para juzgar de
su mérito es la calidad de los hechos (jue se refieren. Kstos deben ser con-
textados, é interesantes; interesantes, ])ara no hacer ])esada, y fastidiosa la
lectura con la relación de noticias vacias de curiosidad é instrucción; con-
textados, para no engañar al lector. Hay ciertas menudencias que no de-
ben omitirse en la historia ni mirarse como inútiles, auníjue pecjueñas; por
ejemplo, «jue el perro (|ue vio Colon en esta Isla no ladraba; porque esta
es una noticia muy singular, y asi hizo bien nuestro historiador en no ha-
berla omitido; |)er() ¡haber gastado casi una llana en pintar la fisonomía
de ColonI fué \\\\ trabajo suílertiuo é inútil. ¿Qué utilidad saca el lector
de saber (|ue Colon era de nariz aguileña, ó roma, de ojos garzos, ])ardos
(') negros? Ksias noticias nada interesan a los hechos de la historia, ni á la
moralidad de Los acciones.
Cuando dije <[ue los hechos de la historia deben ser contextados, no tjui-
se decir ([ue solo han de referirse aíjuellos en los que convienen todos ó la
mayor ]}orcion de los historiadores: entonces las historias quedarian redu-
cidas a un contadísimo número de sucesos: cuando el hecho es útil é inte-
resante debe exponerse, aunque no sea contextado, ad virtiendo sí, al Lec-
tor, la variedad con (jue lo refieren los autores, y los motivos de asentir
mas bien á este que á aíjuel. Ningún historiador podrá desempeñar estos
deberes si no entiende de crítica, vo/ (jue. según lo que heleido del Teatro
critico^ es muy extraña y desconocida de nuestro carísimo Doctor: de aquí
ha resultado que estableciendo todos los hechos con una misma confianza,
satisfecho con haber citado al margen á Solórzano, á Rivadeneyra, á Her-
rera cV da lo dudoso como cierto, y no distingue lo cierto de lo dudoso,
y á veces juzgo escribe falsedades. Daré algunas pruebas para que no se
piense ([ue escribo solo por crítica. —
Kn el párrafo 4" de la i" pane iV? dice con gran confianza: todos con-
vienen en que teniendo Colon casa en la Madera, recibid y hospedó en esta á
Alfonso Sánchez quien le dejó por su fallecimiento y en premio de sus serví-
cios los diarios y cartas de esta navegación los que convencieren á Colon
de la existencia de este nuevo mundo. Es falso que todas convengan en tal
suceso; asi lo ha hecho ver un crítico muy grave: se cree (¡ue Gomara ha
REVISTA DE CUBA. 237
sido el primero que dio á luz este cuento en el capítulo 13 de su historia
general de Indias, (r) Todas las circunstancias que lo adornan, carecen de las
pniebas necesarias á hacerlo probable; no se tiene noticia cierta del nom-
bre, ni del destino del bajel que condujo al tal Alfonso Sánchez. . . Unos
pretenden era perteneciente á un puerto de Andalucía, y que iba con des-
tino á las Canarias ó la Madera: otros dicen era Vizcaino y que hacia ruta
á Inglaterra; no falta quienes afirmen (jue era Portugués, que trancaba en
las costas de Guinea — Tampoco consta el año en que hizo este viaje el ci-
tado piloto, ni Andrés Bernaldes, ni Pedro Martin, contemporáneos de Co-
lon, hablan de tal Piloto ni de sus descubrimientos. Herrera lo pasa en si-
lencio y Oviedo lo refiere como un cuento bueno, y a ])ropüsito para di-
vertir al pueblo. (2) Concluiremos que cada autor ha querido despojará Co-
lon, de la gloria de descubridor, para aproj)iársela á algún nacional. — [3)
En el párrafo 9? dice nuestro historiador c[ue á la primera tierra que des-
cubrió Colon llamada entre los indios Guanahani, puso por nombre San
Salvador; y después lajlamó Española. Este es mucho error, porque nun-
ca San Salvador se llamó la Española, Colon llegó á San Salvador el doce
de Octubre de 1492, después descubrió d Sanfa María de ¡a Concepción^ á
I*f.rnando e Isabel^ á Cuba y al cinglar para Hayií llegó el 6 de Diciembre
á un puerto que nombró San Nicolás, á cuya Isla dio el nombre de la
Española, hoy Santo- Domingo: ya se deja ver la poca exactitud de esta
Historia.
Escribe en el caj)ítulo y párrafo 5V que Ojeda trajo en calidad de mer-
cader á Américo Vespucio; y (jue este se atribuyó artificiosamense la glo-
ria de los descubrimientos cjue habia hecho Colon llamando á este nuevo
mundo América. Lo primero se ¡gní)ra todavia después de una larga in-
[1] Aventuróse á navegar en mares y tierras que no sabia, por dicho d» un piloto, y
si íué de su cabeza, como algunos quieren, meresce mucha más loa. [Gomara, Historia
(íeneraldc ¡as India>, i'.' parle, pág. 172 del primer tomo de los liisloriadores primitivos
fie India-, de la Biblioteca de Autores Españoles de Rivadeneyra. — Madrid, 1852.
[N. de la R.j
[2] Movido, pues, Colom con este desseo, como hombre que alcancaba el secreio de
tal arre de navegar [quanto á andar el c»mino,] como doctf) vp.roT en tal sciencia, ^ por
eAar certificado di la cosa por aviso del piloto qué prifnero se dixo que le dio noticia desta
oculti tierra en PortugaL ó en las islas que dixe, [si aque lo/ue asst,'\ [Oviedo, Historia
general y natural de las Indias, 2^ parte, cap. 4P, páíj. 1 18 del primer tomo de la edi-
ción de la Academia de la Historia de Madrid, 1853. [N. de la R.]
<3) Según el Catolicón de Marina de Rydm^y impreso en Hamburgo el año 1753, P^'
gina 131, el célebre andaluz Alonso Sanc*icz de Iluelví pahiicócn 1484 un compendio
del arle de navegar, el cual suministró luces preciosas al inmortal C^lon para sus descu-
hrimi<-nt>s. Ef^ta obra española es muy anterior a cuantas han publica lo sobre e.^lo, ma-
teria franceses, ingleses, holand-ses y demás naciones de Europa. Véanse Hs glorias de
la Marina española traducidas al francés el año 1803 página 173. — [a]
[a] La nota anterior parece haberse agregado años después de la publicación del
presente trabajo, pues se encuentra anexo á él en hoja suelta y con diversa letra y
238 REVISTA DE CUBA,
quisicion, Pizarro en la obra Varones Ilustres del nuevo MundOy dice que
Araérico Vespucio vino de cargador; y en las noticias históricas que ha pu-
blicado el año de 1774 una sociedad de Literatos se lee, que Américo
Vespucio partió de Cádiz el año de 1497, con 4 Bajeles que le dio el Rey
D. Femando: lo segundo es constante; lo tercero es falso. Vespucio nun-
ca llamó á este nuevo Mundo, America^ si tuvo el arrojo de darse por el
primer descubridor de este continente; hizo una relación de su viaje artifi-
ciosa y elegante, adornada de juiciosas observaciones sobre las produccio-
nes naturales, las costumbres y habitadores de estos paises; y como esta
era la primera descripción del Nuevo Mundo que aparecia en el principio,
obra tan propia de satisfacer la pasión de los hombres por lo nuevo, y ma-
ravilloso, se divulgó con rapidez y releyó con admiración. — Poco á poco
fué introduciéndose el uso de llamar estas comarcas con el nombre del que
se suponia haberlas descubierto. Y asi se extendió el nombre de ALmérica
por todas las naciones y perpetuádose un error que usurpa la gloria al
inmortal Colon. — Parece que nuestro escritor ignoraba esta noticia cuando
escribió este pasagc.
Quisiera hacer algunas reconvenciones al Autor sobre los nombres de
Alpha y Omega que dice dio Colon á la que hoy se nomina Punta de
Maysí; pero baste decir c^ue él mismo resiste el asenso á este pasage y no
le encuentra alusión por más f]ue haya ido hasta Patmos á traer el cgo
sum alpha et omega del Apocalipsis. Concluiré con otros dos reparos que
he notado en el Compendio de memorias para la Historia de la Isla Fernan-
dina obra (jue ha comenzado á publicar nuestro historiador sin haber re-
matado la primera.
Entra diciendo (}ue olvidado de los habitantes de las tres partes del viejo
Mundo esta cuarta^ la América^ intentó descubrirla Colon -yerro garra-
fal! ¿Cómo dice que el antiguo mundo había olvidado al nuevo, cuando
él mismo escribió en el párrafo 2? de su Teatro histórico^ tjue el conocimiento
de la existencia de estos paises fue un arcano cerrado al viejo mundo? ¿Pues
qué, lo que se ignora, lo ijue no se conoce, se olvida? El párrafo debió
haber comenzado así: ignorada de los habitadores &"
Al fin del párrafo 14 teje la serie de los SS. Obispos de esta Isla, co-
menzando por D. Francisco Bernardo de Meza, lo que me confirma en
la sospecha de ([ce el autor no ha leido la historia del Sr. Rejidor Arrate,
pues este sujeto convence, mediante una clara discusión, que el primer
Obispo fué D. F. Juan de Umite. Si nuestro escritor ha procedido pre-
vio el conocimiento y balanceo de las razones del citado Arrate, comu-
níquenos lo que sabe de mas y se lo agradeceremos.
Xo se me esconde (jue muchos sufragan por el Teatro histórico decantan-
do, y refundiendo toda su utilidad en la colección que hace de Reales
Cédulas no niego esta utilidad, y por lo tanto digo, que el autor hubiera
desempeñado mejor sus buenos deseos de servir á la Patria, si hubiera
REVISTA DE CUBA. 239
trabajado solamente una compilación de todas las Reales Cédulas; com-
prehensivas de esta Isla: obra que no hubiera salido tan defectuosa, y que
hubiera proporcionado á su autor un asiento después de Portuguéz y Co-
lon; pero decir y sostener que está buena la Historia porque trae todas
las Soberanas Instituciones, ó es proposición digna de castigarse, ó es
confesar que la historia no sirve al mismo tiempo que se llama buena. Sin
embargo, Sr. Editor, yo insto á V. por la impresión de los siguientes plie-
gos; no dejare de ir enflaqueciendo mi bolsa real á real: ¿Cómo es eso
me dirá V. después de haberla censurado tan de cabo á rabo? Por lo mis-
mo que no está buena y vaya un ejemplo: cuentan que Carlos 5? cuando
quena le leyesen algo de las obras de P'leidan ó de Paulo Jove decía:
venga acá mi mentiroso; esto aludia á que el i? le había elogiado con de-
masia y el 2^ le habia imputado muchos defectos, de su suerte que ambos
mentian: aplique V. el cuento, dispense los deslices de mi pluma, sepa
B. S. M. y que soy
Pbro. José Agustín CABALLERO.
DOLORES.
"Some simple and heartfelt lay."
Longfellow-
fi LA SEÑORITy^ ISOLII^A /DAl^ Y HODF|IGÜEZ;
I.
KAJO KL ALMENDRO.
En la risueña falda de Cubitas,
Al blando son que forman con el viento
De las yagrumas los sonantes haces,
Un villorrio derrama sus casitas,
Como parda bandada de torcaces.
El sol enciende las verdosas cimas;
El valle en torno humea;
Y el nocturno murciélago se esconde.
Convocando al trabajo diligente.
El gallo en los bardales aletea,
Y al lejano esquilón fiero responde
«40 REVISTA DE CUBA.
Con su canto estridente.
Por la grietada puerta,
Apenas entreabierta,
Cual pájaro escapado
El chicuelo veloz al campo sale.
El labrador al yugo del arado
El perezoso buey unce con pena,
Y se vuelve á sus tierras labrantías:
Y el ama cuidadosa, á la faena.
Que se torna á empezar todos los dias.
Del pueblo á la salida
Una casa más blanca y más pulida,
Donde el campo y la villa se conciertan,
Duerme cuando las otras se despiertan.
Habitación notada y conocida
En toda la comarca, porque tiene
Rejas en las ventanas,
Y en alguna ademas verdes persianas.
Más un patio cercado, que podemos
Tenerle por jardin, si nos conviene.
Con naranjos en flor á los extremos.
Debajo de un almendro corpulento,
Nueva arca de Noé, donde las aves
De este pequeño mundo hacen asiento,
Yace un antiguo tronco carcomido,
También almendro ayer, verde y florido.
Allí, cuando ya el sol, galán celoso,
Ronda su alcoba, y de atisbar curioso
Por todos los resquicios centellea,
Tras regar sus parrales y sus flores
Va á sentarse Dolores,
La muchacha más linda de la aldea.
La falda henchida del precioso grano,
De comer por su mano
Da á su familia alada,
Que con nombres gozosos la saluda,
Ignoro si de reina, diosa, ó hada:
Pues no sé con que chispas de experiencia
Han sabido, sin átomo de duda,
Que ella es su providencia.
%.
REVISTA DE CUBA. 241
Y allí estaba Dolores,
En el tronco sentada,
Sin el rico maíz de ca(1a dia;
Sin cuidarse de aves, ni de flores.
Y flja la mirada
En donde ni ella misma lo sabia.
Las trenzas de su negra cabellera
No ostentan, como ayer, la fresca rosa,
Y su faz, entre tímida y severa,
Vela sombra llorosa.
Sus pupilas clarísimas y ardientes
Una nube de lágrimas empaña,
Y se escapan del labio comprimido
Sonidos balbucientes.
En vano en sesgo vuelo,
Con sonoroso ruido,
Una tras otra vuelan hasta el suelo
Sus aves favoritas,
Y vienen á picar las hierbecitas.
Que huella descuidada
La niña lastimada.
Alguna, que piando la rodea,
Los pies le picotea.
Un palomo travieso.
Hecho á su dulce boca y á su beso,
Y á otros tiernos favores,
Va y viene con asombro,
Hasta posarse al fin sobre su hombro.
Mas la pobre Dolores
Le toca con la punta de su dedo,
Como «lecir queriéndole: — Hoy no puedo.
De pronto se estremece,
Y su rostro encendido palidece.
Reprimidos temblores
La ondulación revela de su falda;
Baja los ojos, con el llanto rojos,
Y sin volver los ojos
Sabe qie él está allí junto á su espalda.
Y como verle al par quier* y no quien-,
Con súbita presteza
El delantal se envuelve á la cabeza,
Y en sollozos hondísinaos se ahoga:
31
242 REVISTA DE CUBA.
Que no solo el romano cuando muere
Se cubre la cabeza con la toga.
Y Femando entre tanto,
Máa airado que tierno con su llanto,
Se acerca lentamente,
Y cruzados los brazos sobre el pecho
Se detiene á tres pasos solamente.
Y la mira, y la mira,
Con un dolor que él tiene por despecho.
Con un dolor que él siente como ira.
Al influjo febril de aquellos ojos.
Alza los suyos túrbidos y flojos
Dolores desdichada,
Ante Femando trémula y culpada;
Y sus rayos visuales se cruzaron;
Y aunque al punto uno de otro los desviaron.
Uno y otro sintieron
El alma de un gran peso aligerada.
Más cosas se dijeron
De frases de dolor desgarradoras
Con solo esa mirada.
Que en un largo coloquio de dos horas.
Como quien rompe ligador encanto,
£1 joven, con acento en que tremola
Aun la nota del llanto,
Se dijo al fín: — ¿Conque te casas, Lola? —
Y aunque en el corazón haya querido.
Cual un sello de fuego.
Imprimirle la frase acusadora,
£n su labio el reproche se evapora,
Y solo queda el ruego.
Y la inocente, mártir de su pena.
Con una voz, que casi era un gemido,
Solo le contestó: — Padre lo ordena.—
— Y tú ^le amas?, preguntó Femando
Antes de oir la réplica temblando.
— Responde, te lo exijo. —
Mas Lola sin hablar todo lo dijo.
Y el mancebo furioso
De pasión y dolor le repetía;
—Pero ii tu alma es mia,
REVISTA DE CÜfiA. 243
^Qué harás, qué harás en brazos de tu esposo?-^
Y ella, por vez primera en tono firme,
— Cumplir con mis deberes, y morirme.—
Como el que sale de hondo paroxismo,
Y se encuentra á los bordes de un abismo,
Atrás saltó Fernando
Frenético exclamando:
— Tú lo has dich» perjura;
El tálamo será tu sepultura. —
Y con ímpt tu ciego
Salta el vallado, y desparece luego.
Lola, que sintió el alma hecha pedazos.
Quiso decir — Fernando — más no pudo.
Trémula abrió los brazos,
Dio un paso sin firmeza,
Doblegó la cabeza,
Y en opresor desmayo
Antes se deslizó, que cayó al suelo:
Como una garza, al emprender su vuelo
Tocada por el rayo.
Y luego una vecir a.
Que cuanto pasa en el villorrio sabe,
Y cuando no lo sabe, lo adivina;
Ciencia que solo en las comadres cabe;
Andaba entre las otras dando vaya.
A aquella pobre novia
Que no se rie jamás, y se desmaya.
[Cofifimuirá,]
ENRIQUE JOSÉ VARONA.
LA LINGÜISTICA MODERNA.
INTRODUCTION Á V ÉTUDE DK LA SCIENCE DU LANGAGEPARDOMENICO PEZZÍ,
TRADUIT DE L'lTALIEN PAR V. NOURRISSON. I VOL IN l8? DE 237 PÁG. PARÍS.
SANDOZ ET FISCHBACHER.
III.
CLASIFICACIÓN DE LAS LENGUAS HUMANAS.
Para establecer la debida clasificación de las innumerables lenguas huma-
nas, se agrupan las lenguas semejantes, á imitación de los naturalistas, en
familias^ varias familias parientes constituyen un tronco^ las lenguas pertene-
cientes á un mismo tronco suponen la existencia de una lengua vMdre^ de
la cual se derivan las XitngMdcíÁ fundamentales, cjue corresponden á las diversas
familias. Así, las distintas lenguas índicas constituyen la familia índica, los
diversos idiomas itálicos (latin, umbrío, oseo,) la familia itálica. &c. A su
vez las familias índica, eraniana, greco-albanesa, itálica, céltica, eslava,
lithuania y germánica, constituyen el tronco indo-germánico ó árya. A
la familia indo-germánica corresponde una lengua madre indo- germáni-
ca, la áryacay é igualmente, á las diversas lenguas del tronco indo-germá-
nico corresponden lenguas particulares funda f neníales, es decir, que la
familia índica supone la lengua índica fundamental, la familia helénica, la
lengua helénica fundamental, y asi con las demás, (i)
Clasificar las lenguas, por consiguiente, es reunir varias lenguas parientes
en una familia, varias familias en un tronco; en una palabra, coordinarlas de
[I] Schleicber. — La théorie de Darwin. De 1' importance du lang-age pour P histoire
natnrelle de 1' homme, trad. Pommayrol, i vol. Franok, 1868.
REVIPTA DE CUBA. 245
manera que constituyan clases cada vez mayores y unidades más amplias.
Esta operación científica debe hacerse con arreglo á ciertos principios de cla-
sificación, tanto mas numerosos, cuanto más lo sean las i)artes que forman
el edificio, y mayores los miembros que componen el cuer])o del lenguaje.
De ahí la diversidad de clasificaciones que podrían hacerse del lenguaje,
atendiendo á sus varios as])ectos, i)ero que por lo mismo serian incompletas,
por fimdarse en criterios particulares, y no corresponderían ya á las verda-
deras exigencias de la ciencia, ([ue reclama una clasificación de las lenguas
fundada en todos esos as])ectos particulares fundidos en un solo criterio, uno
y múltiple á un tiempo, sintético como el lenguaje, cuyas formas debe orde-
nar científicamente. Expondremos, por consiguiente, las dos que en el esta-
do actual de los conocimientos satisfacen mejor c*sta necesidad del espíritu
científico, la clasificación j)ropuesla por Augusto (jUillkrmo Schlküel, á
principios del presente siglo, y la adoptada recientemente por Steinthal. (2)
Clasificación de Schlegel. — A. (i. Slhlecjkl «js el verdadero autor de la
división de las lenguas en tres grandes clases, atendida su estructura morfo-
lógica, ám])liamente desarrollada j)or Schleicher y Max MiíUer y aceptada
por la mayor parte de los lingüistas contemporáneos ])or la simplicidad y
claritlad que la caracterizan; división que exige algunas ex])licaciones preli-
minares acerca de la constitución de la palabra. (3)
En cada palabra i)ueden distinguirse dos partes: una material ó radical, y
otra formal; la primera expresa la idea, la segunda las determinaciones de
esta idea; la una nos dá la idea de un objeto, la otra representa las deter-
minaciones de este objeto expresado ])or la idea. Los seres y Ism relaciones de
los seres en el mundo exterior, los conceptos y las relaciones de estos concej)-
tos en el mundo intelectual, las raices v las relaciones de las raices en el len-
guaje se corresponden re( íprocamente por ser el último \'\ expresión de la idea,
y esta la imagen del objeto. Un análisis cuidadoso de la palabra distinguirá,
Pues, las raices que expresan conceptos, y por tanto, corresi)onden á los ob-
jetos, de los que no exj)resan sino determinaciones de esos mismos C9ncep-
tos, y por consiguiente, á su vez, corresponden á las relaciones de los objetos
entre sí. A las primeras se las llama raices indicativas ó verbales y á las segun-
das raices atributivas ó pronominales, y como existen entre ellas tres clases
distintas de relaciones, ([ue vamos á determinar, de ahí las tres diversas cla-
ses de lenguas ([ue abraza la clasificación de Schlegel, las tnonosilábicas^ las
aglutinantes y X^H'^flexivas.
I* — Las raices, ya de una como de otra clase, pueden emplearse de tal
modo, íjue cada una de ellas conserve inalterable su forma y su significa-
[2] Charakteristickd'jr hamnsiichlichston Typen des Sprachbaues, Berlín, i86<>.
[3] Max Alüllet.—hQQOTis sur le science du langage, i^ serie, lecc ^^ La Stratifica-
tíon du langaj^e, París, libr. Frauck. Schleichet^ Zur Morphologie der Sprache,
Petersbargo, 1859.
246 KBVISTA Dfi CUBAí
cion. En ese caso no hay diferencia entre la raiz y la palabra, cada palab
es una raiz, cuya significación propia está siempre presente al espíritu d
ijue habla; la unidad de la palabra es esencialmente simple, inorgánica,
menudo no se expresan las relaciones de los diversos conceptos entre sí, y <
caso necesario, lo indica Wposicion de las raices con relación unas á otra
Si representamos una raiz inalterable por R, otra igualmente invariable
con leferencia á la primera por r, tendremos las fórmulas R y -^ + r.
esta clase pertenecen el chinoj las lenguas de la India transgangética 6ina
chinas^ y los idiomas del Ttbei\ las lenguas de esta clase se lUmian rae
cales ó monosilábicas. Algunos ejemplos tomados del chino, el r
presentante mas puro de esta familia, hani comprender mejor su natur
Icza. Dicha lengua no distingue en cuanto á la forma, el sustantivo, el a
jetivo, el verbo, el adverbio y la preposición. Así, la raiz y la palabra fa pu
de significar grandeza, "grande," "ser grande," "agrandar," y "grandeme
te;" dependiendo el significado, de la [)Osicion de la ¡)alabra (raiz) en la fr
se. Como faltan los casos, se suplen por la posición de la ])alabra, detem*
nada por el uso constante de la lengua: así figb ía ni quiere decir: "yo
j)ego" (literalmente, "yo pego á tí,") pero ;// lir n<^() significa "tú pegas á mi
El indo-gennánico ai-mi (griego ei-mi, yo voy,) se expresaría en una lengí
monosilalica, / ó / nía, "ir" 6 "ir yo."
2** — En vez de permanecer independientes, dos ó más raices pueden un
se para formar una palabra de tal modo, que la una conserve intactas,
forma y su valor, en tanto que la otra ú otras se alteran. De ahi nace ui
diferencia importante entre la raiz y la palabra, pues esta última se conip
ne, las mas de las veces, de dos raices: la una expiesa un eoncep/o, ii^tie w
existencia propia, autónoma, un sentido por sí misma, en tanto (jue la ol
no designa sino las iletermimiciones de este concepto, no i)udiendo emplear
independientemente de i>or sí, sino para precisar más el sentido de la ot
raiz, circunscribiéndolo de manera que le hace exi)resar el concepto coni
dera^o en sus relaciones con las deniíís ideas. La una es la sustancia ó m
feria de la palabra, la otra ^\x forma ó elemento formal, y puede añadirse
prificipto^ medio j fin, ó en varios puntos á la vez de la raiz i)rincipaL En
primer caso se llama /r¿;/5yV?, en el segundo infijo, en el tercero sufijo] ton:
dos en general reciben el nombre de afijos. La corrupción fónica no ataa
la raiz principal, smo á la raiz formal c[ue la determina, á diferencia de 1
lenguas monosilábicas, en las cuales el cuerpo de sus raices está libre de
corrupción fonética. A pesar de la corrupción, se distinguen las partes coi
titutivas de la palabra; las formas ác la declinación y de la conjugación, pi
den descomponerse; las raices se muestran como raices, los afijos como <
jos. Rigurosamente hablando la palabra es un compuesto no reducido a
á la unidad, sus dos elementos están reunidos físicamente, ó, como dice
lingüistica, aglutinados; es un mal mosaico que muestra las junturas de
piedras, una síntesis de partes aisladas que recuerdan los trozos que comj
REVISTA DE CUBA. 247
nen xm haz, mas bien que los miembros de un verdadero organismo; forma
te l^mguaje que no revela muy fielmente el pensamiento; la lengua no ha
com."p>letado aun su evolución. Sí representamos por jR una raíz cualquiera,
por ^ un prefijo, por / un infijo, por s un sufijo, obtendremos siete fórmulas,
fr) c|iie corresponden ñ, otras tantas variedades de esta estnictura morfoló-
íícr3,. Las lenguas que poseen esta estnictura se llaman aj^rlutinantes^ siendo
el ti.irco uno desús mas acabados representantes. Por ejemplo, sei^-mek sig-
''ífioa. "amar," añaditíndole in, nos dá el verbo reflexivo sn^-in-mek, "amarse
^ ^f mismo," 6 meior, "cjozar. ser feliz." Añadámosle isc^ tenemos el verbo
recf-|r>T0co sn^sc-weh. "amarse uno ;i otro" v aerre^ando ñ. cada uno de estos
^^í^ "v-erbos la sílaba dir que tiene sic^ificacíon causal, tendremos sei)-dir-mek,
"Hnc:ícr amar;" saf-ifi-dir-mek, "hacer pozar:" seV'isc-dir-mek, "hacer que uno
^'"^^c^ á otro." Cada una délas seis formas precedentes, puede tomar la for-
"^^^ T^asíva, añadiéndole la sílaba ;7, lo que dá otros seis verbos de sisrnifica-
^'^^"^>. diferente, que silenciaremos á nuestros lectores v alpinas de las cuales
^^ "■ "tTL traductible á nuestras lenp^ias. Todavía d esas doce formas puede aña-
""*TT5^ la sílaba me. lo que basta para dar un sentido necjativo á cada una de
'•'^^ <"í oce formas enunciadas, y estas formas nepjatívas, á su vez, pueden ex-
T*J'"^^3 sar la imposibilidad, mediante la adición de la sílaba/». Reducido á este
sií^t^-rna el indo-ejermánico ai-mi {^q^o rf-mf) daría i-ma 6 i-mi,
■Ista clase abraza la mayor parte de las lenj^uas humanas, es decir, todas
c^ue ocupan un lugar intermediario entre las nwnostiáhicas y \2l% flexivas.
iprende dos secciones: las lenguas aglutinantes propiamente dichas y
^** 1 oncenas pol sintéticas. T^as primeras abrazan las lenguas uralo-altáicas, el
^^Tx^-nés, ^c. V además las lenguas dravidianas fen el Tndostan meridional)
^^ "indo-pacíficas, las del Cáucaso y la mayor parte délas lenguas africanas
^^"^^^ <iiadas hasta ahora. T.as segundas, comprenden casi todos los idiomas de
^^'^ impropiamente llamados indios de América, y además en F.uropa, la
^^^ JEí^a 7mscuence ó euskara. Se llaman también incorporantes y ola f rústicas
y^ ^^^tán caracterizadas por la singularidad de encerrar en una sola palabra
I ^*^ aislas partes de la oración; el verbo encierra en sí el objeto próximo 6
^-^^^:íio, y aun la persona á quien se dírije el discurso. Tiende, (más 6 menos,
mías lenguas,) á absorber en sí la frase entera, en tanto que las demás
-'es de la frase no conservan sino el valor de una aposición cuyo valores
^^'^^^inar con mds precisión lo que se contiene en el verbo. (2) Max Müller
248 REVISTA DE CUBA.
pretende explicar este fenómeno suponiendo la existencia, en una época a*
tenor, de fundamentos de palabras más simples que las que conocemos a
íualmente, á las cuales habrían venido á añadirse afijos modificativos, pe
no bastante íntimamente para impedir la adición de otros nuevos.
3® Dos ó más raices pnoden reunirse p^íra formar una palabra modificando
cada una de ellas hasta el punto de perder su propia independencia, y entó
res, no tan solo se altera la raíz formal que expresa Ips relaciones, las detc
minaciones déla raiz principal, sino que también ésta, see^im leyes constante
puede alterarse para expresar las relaciones. T>a corrupción fonética alcanz
pues, á ambas, y se confunden de tal modo en la síntesis de la palabra, qi
el que la pronuncia no tiene conciencia alguna del valor de los elementos qi
la constituyen, pudiendo descubrirlo tan solo el microscopio del lingüisl
La palabra entonces es una como en las lenguas monosilábicas, y co\
ptiesta como en las ao:lutinantes, pero esta unidad es orgánica, es deci
comprende un sistema de partes diferentes en verdad, pero confundidas 1
admirable síntesis, que une y comprende en sí las dos formas precedentes,
en la cual, como en claro cristal, se refleja mejor el pensamiento. Si desigr
mos por ^* una raiz susceptible de alterarse siguiendo las leyes determi»
das, para expresar las relaciones: por s uno 6 vanos sufijos, por p un preP
tendremos las fórmulas R\pR\ R's. que corresponden á las diversas fon-'
que puede adoptar la estructura morfológica propia de esta tercera clases
lenguas llamadas ¿^r^z/V^^, amalgamantes y más comunmente hnztiasdeflex-é
Tomemos por ejemplo la repetida palabra at-miác la raiz /: en ella no tan se
se ha añadido á la raiz ; la raiz determinativa ma, debilitada en w/, y ca
vertida en elemento formal, sino que la mismíi ra^z / se ha modificado p
adición, ai
Schleicher, Max Müller, y otros grandes lingüistas consideran estas tr*
grandes clases de idiomas, la monosilábica, la aglutinante v la flexible, comí
tres períodos de formación por los cuales deben pasar todas las lenguas pr
ra alcanzar las formas más ricas, sintéticas y artísticas. Kl primero puecf
^:vm:ixsQ prriodo de ¡a raiz, el 9,Q^\\x\ácipef{odo de ¡n desinencia^ el tercero /¿
ríodo de la flexión v según ellos, la forma flexible supone en absoluto la foi
ma desinencial v ésta la radical: por tanto, toda lengua llegada al período d
flexión ha pasado sucesivamente por los otros dos. Pocas lenguas humana
atendido su gran número, han alc^anzado este último grado, perteneciendo
ellas únicamente las lenguas áryas ó indo-europeas, las semíticas (hebrec
árabe,) y el egipcio, pues la mayor parte han permanecido en el segundo
varías no han podido pasar del primero.
Para mostrar su aserto ha señalado Max Müller la tendencia que mué
tran ciertas lenguas monosilábicas á, la aglutinación y las de esta clase á 1
flexión. Indica, además, que el examen científico de las dos últimas forma
demuestra que la flexión se deriva de una estructura aglutinante anterio'
así como esta tenia por origen una forma radical antigua. ¿No se demuesti
REVISTA DE CUBA. 249
que los añjos provienen también de raices, antes que se convirtieran
en simples elementos formales? ¿Puede suponerse raiz que carezca de signi-
ñca.oíon propia? ¿y no nos conduce esto á una forma monosilábica?
Esta hipótesis de la marcha evolutiva de la estructura glótica, ha encontra-
do dos terribles adversarios, en el príncipe de los etimologistas, Pott, y en el
gran semitizante francés Ernesto Renán. El primero (i) observa que la
transformación de una lengua inorgánica en una lengua orgánica sería ima
"^^tannórfosis imposible de hecho en la naturaleza; que el monosilabismo de
las raices áryas no prueba de un modo evidente que las lenguas salidas de
este tronco hayan partido realmente de una forma monosilábica, semejante,
por ejemplo, á la del chino, para alcanzar en seguida el estado de flexión;
que rio hay motivo para suponer que semejantes raices monosilábicas se ha-
yan empleado desde el principio en el discurso privadas de elementos for-
?^^^^s, en tanto que basta pensar que estas raices, no pronunciadas, se reve-
aDan. tan solo como lijeras imágenes al espíritu indo-europeo, cuando al ha-
?^^^ '"evestian incesantemente tal ó cual forma. Por su parte, Mr. Renán (2)
^'^^ notar que mientras mas nos remontamos hacia los orígenes de las lenguas,
. ^^ sintéticas aparecen, puesto que van, como el es])íritu humano, de la sínte-
js 3.1 análisis; que si la simplicidad del monosilabismo chino es una señal de in-
^^'í=í-, no es fácil comprender como ha podido llegar á ser órgano de una ci-
.*^^^^c:ion muy desarrollada, y cómo lenguas riquísimas, bajo el punto de
^^^^^- gramatical, han podido ser propias de pueblos mucho menos civiliza-
/*^^ * lue los Chinos; que si las lenguas indo-europeas hubieran sido monosi-
^^^-^"íxs en una época prehistórica, lo serian aun, como las de igual clase del
'^'^^ oriental; que no tan solo no nos revelan en absoluto los diversos siste-
^-^ ele lenguas esa transformación embrionaria de estructura analítica en es-
j^^^^^^ira sintética, sino que además esta hipótesis destruye la unidad misma
**^s grandes troncos glóticos, por ejemplo, el indo-europeo y el semítico;
^ ^ i:>uesto que esta unidad no puede explicarse sino admitiendo que estos
^^ '■'^ Itimos sistemas de lenguas se han desarrollado enteramente antes de la
ación de las lenguas de cada tronco, y puesto que es necesario admitir
•s siglos para la transformación que supone Max Müller, deberíamos
c:ir de ello, que dichos troncos permanecieron por muy largo espacio de
l-'Do indivisibles, lo que estaría en contradicción con lo que sabemos
c:: a déla tendencia reconocida que tenían los pueblos antiguos á divi-
^^^«nthal ha observado con mucha finura que si la lengua madre indo-
- .^^ ^ PoU, Af. MülUr und die Kennteichen der Spraehvenoandtsch ift en el tomo 9? de
^J^^^^'^iceta de la Sociedad alemana oriental, páginas 405-464. — M. Müller y las señales del
^^T^itescode las lengufs.
- ^ J Pott. InTestigaciones etimológicas, 2* edidon, parte 2* pág. 95 . A. Ed. Chaignet,
»^ yUosofla de la Ciencia del Lenguaje, Paris, 1875. Didier, pág. 110 127.
131 Renán, DtV ori^nedu langa^» pág. 10, 103, 117, 151 y 168.
32
250 REVISTA DE CUBA,
europea ha sido realmente monosilábica, no lo ha sido á la manera del chi-
no; si aglutinante, no lo ha sido como el tátaro, y que hubo siempre en di-
cha lengua un germen más rico y de mayor valor, [i] — Adviértase además
que no debe darse á la clasificación de Schlegel un valor absoluto, pues
ninguna lengua es exclusivamente monosilábica, aglutinante ó de flexión:
dicha clasificación se refiere al conjunto de las formas do las lenguas, no á
los fenómenos raros y excepciones aisladas que puedan descubrirse.
Clasificación de Stcinthal, — Como se vé, la anterior se basa en un criterio
especial, ó sea la distinta naturaleza morfológica de las lenguas; la de Stein-
tal, que vamos á exponer, se basa en un criterio más complicado, ó mejOf
dicho, en un conjunto de ellos. (2) Divide todas las lenguas en dos grandes
clases: lenguas privadas de fotma^ [3] y lenguas provistas de forma; y tanto
unas como otras, se dividen en monosilábicas y en declinantes y conjugantes^
subdividiéndose estas últimas á su vez en tres clases con arreglo á su estruc-
tura morfológica.
A. — Lenguas privadas de forma.
r '1X12 \ I- — Lenguas de la India transgan-
1 Lenguas monostlalncas, > ,^ * *
2 Or— Lenguas declinantes y conjugantes.
Que indican Uis determinaciones
del contenido [1] por medio de redU' ^ II. — Lenguas polinesias.
plicanon y de prefijos,
b.—Que indican la determinación del
contenido por medio de elementos \ III. — Lenguas urcUo^ltdiccu.
añadidos después de la raiz;
c.—Que indicantes determinaciones del
contenido por medio de la incorpora- \ I V. — Lenguas americanas,
cion,
B. — Lenguas provistas de forma.
1 Lenguas monosilábicas, )- V. — Chino,
2 a.-^ Lenguas declinantes y conjugantes
por medio de utia débil reunión ^ ^ yi Epiédo
los elementos gramaticales, ) ' &P^^*
b.'-'Pormedio de alteraciones interiores
de la raiz,
c— Por medio de sufijos propios, \ VIII. — Sánscrito,
... \ Yll.— Semítico,
de la raíz, }
fi] Stdnthal, Ziitschrift fnr Valkerpsychologie, tomo 2?, pág. 338-239.
[2] Distinguiremos, dice Steinthal, tres factores en U actividad de lengua hablada: I? el
isoiiido, incorpK>racion del pensamiento; 2? la forma glótica VDXxxiVkinnere Sptac kform es
cievir«. el modo determinado como se ha efectuado esta incorporación; 3? el contenido del
pensar ó intuiciones Anschaungen ó ideas que forman el objeto de la comanicacioii. To-
da obra de arte contiene los propios elementos: esta estatua es de mármol, es una figura
de mujer que lleva una balansa y una espada y representa á la justicia. *'Si la lengoa a
la forma de la idea, la idea es el contenido de la lengua; por consiguiente, la forma glótiea
es doble: forma glótica extema ó sonido, y forma glódca interna, distinta de la forma 16*
eica del contenido considerado en si mismo, así como la forma de las imágenes dL&ere más
ó menos délas formas de la historia que representan. *'
[31 Es dedr, del concepto significativo de una palabra.
REVISTA DE CUBA. 25 1
Las lenguas de las cuatro primeras clases confunden la materia y la for-
ma, porque ya indican la forma, más ó menos generalmente, por medio de
elementos materiales; ya emplean como forma determinaciones materiales.
La quinta clase, considerada en su conjunto, está libre de esta confusión,
pero no dispone sino de elementos materiales y expresa la forma, no fonética-
mente, sino por vía de posición y por medios retóricos. Las tres clases últi-
mas poseen elementos constitutivos materiales y formales unidos entre sí de
muy diversos modos, siendo las únicas que tienen verdadera forma. — Fede-
rico Müller, [7] ha modificado del siguiente modo la segunda parte de la an-
terior clasificación: B, — Lenguas formales, i — Monosilábicas: [chino] 2. —
Declinantes y conjugantes, a) — Mediante la adición del elemento gramati-
cal [prefijo ó sufijo] á la raiz [hamítico;] b) — mediante la transformación de
la raiz en un tema trisilábico, cambio regular de la vocal de este mismo te-
ma, y unión con los elementos gramaticales, [prefijos ó sufijos, [semítico;]
c) — ^mediante la unión de los sufijos con la raiz alterada por refiíerzo ó debi-
litamiento de su vocal [indo-germánico.]
(GonHnuafá,)
L7] DU VocalsUigerung dtt indo-germaoMchen Sprachen txi\9& Actas de la Acode-
fnia de Ciencias de Viena,
APARATO RANDOM
PAR4 L4 ÜJEJOR DEFECACIÓN DEL GU^R^PO POR ELUCIDO SULFUROSO.
La atenta invitación de los redactores de esta Revista á todos los que
piensan y estudian, y el deber que tenemos los que nos ocupamos de la in-
dustria azucarera, germen de vida de nuestro país, de contribuir con nues-
tro óbolo á su sostenimiento y progreso, nos animan á dar á conocer el
aparato arriba mencionado, que acaba de importar Mr. John M. Brooks,
tan ventajosamente conocido entre nosotros por sus trenes de elaborar
azúcar.
La aplicación del azufre en la industria es tan general, que el ilustre
químico Mr. Dumas ha dicho "que si se tuviese un cuadro exacto de las
cantidades de ácido sulfúrico, que anualmente se consumen en diferentes
países y en distintas épocas, se tendría al mismo tiempo la medida exacta
del desarrollo de la industria general, en esos paises y en esas épocas." Y
aunque en lo absoluto, puede no ser de todo punto exacto ese aforismo,
entre nosotros, ([ue tan poco uso hacemos del azufre, tal parece que vienen
á confirmar su exactitud el increible atraso de la única industria de est^=
país, que desperdicia de un 13 a 15 por 100 de la materia sacarina-^
contenida en la caña, según el análisis de Peligot, debido á la defectuosa»,
elaboración del azúcar, y á ese funesto principio conservador ó sistema rutL —
nario, inherente á nuestro pueblo, que siempre nos hace marchar á reta.—
guardia en la via del progreso.
Sin embargo, es tal la necesidad que tenemos de mejorar nuestra elabo —
ración, tan terrible se presenta el porvenir para los mantenedores del pasa —
do, que de algún tiempo á esta parte se vienen observando algunos esñier —
REVISTA DE CUBA. 253
^s por seguir á los que en otros países ttatan cié aprovechar los adelantos
^^ la ciencia; y entre ellos, la aplicación del azufre al guarapo, es uno de
^s llamados á dar tan buen resultado, que no dudamos formará época en
^ Historia de nuestra industria.
De tiempo inmemorial se viene usando el gas sulfuroso para blanquear
Materias animales, como lana, seda, plumas, etc., etc., que descolora sin alte-
'"^las, así como artefactos de paja y espartería: y disuelto en agua, por su
PA>piedad de impedir la fermentación acética, para lavar barriles que han
^G contener licores fermentescibles. Estas propiedadesin dicaban su aplicación
^Jxxgo de la caña, tanto para combatir la levulosa, ese principio que contie-
^^f y que bajo la influencia de un álcali, la cal empleada en su defecación,
Tece el azúcar, como para evitar esa facilidad de agriarse, por efecto de
x:>naterias orgánicas azoadas que también contiene, y de. . -la ignorancia
uestros maestros de azúcar, que emplean la cal sin discernimiento alguno,
na manera empírica, dando lugar áque usada con exceso no se combine
las materias extrañas, como goma, albúmina, etc., con que debe imirse
a defecación, sino con el mismo azúcar, formando un sacarato soluble,
tan perjudicial es en la elaboración, y á cuya formación se opone el
o sulfuroso neutralizando ese exceso de cal.
a aplicación del azufre al guarapo ha presentado en la práctica graves
ultades, ya que mal aplicado bajo la forma de bisulfito de cal, ó de una
iente de gas sulfuroso á través del chorro de guarapo, no se ha destrui-
su marcada afinidad por la humedad del aire, y el azúcar con él elabora-
aunque de bella apariencia, no tarda en hacerse delicuescente; ya porque
onerse en contacto con el oxígeno del aire se transforma en ácido sul"
ico y convierte el azúcar cristalizable (Ci2HiiOii)en glucosa ó azú-
' incristalizable (C 12H12O12 + 2 H O) ya porque por su defectuoso
c:anismo no ha sido completa la absorción del gas por todo el guarapo,
rzosamente ha producido un fruto muy desigual.
En el aparato Random que nos ocupa se han vencido estas dificultades.
Compone de un depósito de madera de forma cilindrica, en cuyo inte-
por una ingeniosa y sencilla disposición de planchas cóncavas y con-
^^>cas, imas agujereadas y otras no, cae el guarapo en forma de lluvia, y
^^spxies de absorber completamente el ácido sulfuroso que le entra por de-
^jo, sale al tanque enfrio; de un cilindro hueco, de hierro fundido como de
^ I^i^s de diámetro, que lleno de coke en dos terceras partes de su capaci.
^^, contiene en su parte superior un recipiente también de hierro fundido
^^ ^^viyo interior en una vasija también de hierro, concéntrica con la anterior,
y ^^^ jiarada de ella por un pequeño espacio, se quema el azufre; y de un ba-
^^^ ^ pequeño recipiente de agua ó cualquier solución alcalina.
viando el aparato funciona, el agua ó líquido alcalino entra len-
^snte en la vasija en que se coloca la hornilla, y al mismo tiempo que
^ ^^KÉ-esca, se desborda uniformemente sobre el coke, que conserva siempre
254 REVISTA DE CUBA,
húmedo, y al través del cual el gas sulfuroso tiene que pasar refirescánc
é impidiendo su transformación en ácido sulfúrico. Un pequeño sifón
el fondo del recipiente, permite la salida del agua, y un tubo colocado
pulgadas más abajo de la parrilla que sujeta el coke, conduce el gaá
depósito de madera, donde tiene lugar su absorción por el guan
cuya operación facilita eficazmente un pequeño tubo de vapor, regularíz
á voluntad, en comunicación con el interior del depósito, en su parte
perior, que al formar una corriente de aire, obliga al gas á subir, pasa
por el guarapo que cae en la forma explicada. Por esta disposición, el
vado completo del ácido sulfuroso naciente, y su absorción por el gu
po resguardado del contacto del aire, ofrece una gran ventaja. Operánc
este trabajo en el vacio, impide la transformación del ácido sulfuroso
ácido sulfúrico, desapareciendo el temor de que se altere el azúcar ori
lizable. La facilidad de arreglar la introducción del aire en la hon
por una abertura en la tapa del cilindro de hierro, asegura la combus
del azufre, por un procedimiento sencillo y fácil de manejar. La api
cion del inyectador de vapor, hace innecesarios los ventiladores 6 cua
quiera otros medios mecánicos, expuestos á descomponerse; y por el p
lugar que ocupa y sencillez de su mecanismo, puede colocarse en cualq
casa de calderas, sin ocasionar molestia alguna, sin necesitar ningim c
rario que se dedique á él exclusivamente, pues una vez encendido el i
fre y lleno el depósito de agua, trabaja solo, y sin producir ningún
olor mientras está en operación.
En cuanto á sus resultados, podemos asegurar que ha correspondid
las promesas del introductor en esta isla, Mr. Brooks, y á las esperar
que el estudio del aparato hizo concebir al que estas líneas escribe, qt
comprendiendo las ventajas de la aplicación del gas sulfuroso al jugo d<
caña, hace años se interesa por su resultado.
Dias pasados tuvimos el gusto de aceptar la amable invitación del se
D. José María Calvez, de pasar unos dias en su lindo ingenio San j
de Caunabaco, donde está en operación el citado aparato. Situada esta fi;
en un valle, con muchas y fértiles aguadas y cañadas, rodeado de loi
montuosas que le sirven de constantes productoras y generosas pro\
doras de valioso mantillo, la vejetacion y lozania de sus campos de cañ2
sorprendente, pues desmontado el terreno hace sesenta años, los cañav<
les pueden competir con los mejores en tierras nuevas acabadas de rotu
Esta exuberante vegetación, como sucede siempre en la de los terre
fértiles ó recien abonados, lleva á las casas de calderas un guarapo n
cargado de sales, goma, materias albuminoideas y azoadas, cuya defecac
es muy difícil, y por lo tanto produce muy mala azúcar, como ha sido sii
pre el fnito de dicho ingenio, y como lo han sido en la presente zafra-
primeros bocoyes que se hicieron antes de estar en operación el apa:
Random. El azúcar mascabado de San José, de un comtm refino muy infk
REVISTA DE CUBA. 255
1-moy casi consumo: sus bocoyes, que tienen un acarreto de tres leguas por
examino pedregoso, que sufren trasbordes al ferrocarril y á los almace-
^^^9 donde son rellenados, sin antes habérseles dado pisón en el ingenio,
'<3ue la abusiva práctica de rebajar 12 por 100 de tara, hace en extremo
iidicial al hacendado el mucho peso de los bocoyes, han tenido por
io medio 60 arrobas 10 libras netas, acusando elsacarímetro 89,80,10
<1'^^ demuestra que no ha obtenido esas ventajas con perjuicio de su valor
polarización.
superioridad es indudablemente el resultado de la más perfecta
■cacion por la aplicación del gas sulfuroso al guarapo; y por lo tanto re-
^^^^^^endamos su estudio á nuestros hacendados, que ya usando tachos al
', ya trenes comunes, no pueden desconocer los inconvenientes de un
xnal defecado, perjuicio inmenso que á nuestro entender desaparece
parte con el uso del gas sulfuroso para la defecación del jugo de la
por medio del aparato Random. El cultivo de la remolacha en los
los Unidos, y el tratado celebrado por su gobierno con el de las islas
i, son golpes mortales para nuestra industria azucarera; tan ame-
hoy por las azarosas circunstancias, que bajo el punto de vista eco-
^o, atraviesa el pais; golpes que tan solo nos es dado prevenir con la
in-trc^^duccion de los sistemas modernos de elaboración, y con el estudio de la
a'gro:nomiay la química en sus aplicaciones á los abonos y á la industria que
^os ocupa. Asidos á estas poderosas palancas podremos luchar contra las
^^"^t^as que disfrutan otros paises productores; sin ellas, dejándonos arras-
^'^^ por la rutina, pronto perderemos de vista el puesto entre los pueblos
^^'^'^l-izados, que, con más anhelo que exactitud, ha asignado á nuestro pais
^^ ^xistrado compañero, cuyo interesante trabajo sobre el precio proporcio-
^^ c3e la caña, han tenido el gusto de apreciar los lectores de esta Revista.
c. c. COPPINGER.
ALEJANDRO DUMAS (HIJO).
-C::*
Hay muchas cosas que decir de Mr. Alejandro Dumas; tantas que me
guardare muy bien de intentar el decirlas todas, pues no conozco hombre
más complexo, ni de quien sea más difícil hablar, si quiere uno hablar de él
equitativamente. Tiene fanáticos que admiran todo lo suyo, tiene detracto-
res que no pueden resistir nada suyo; y quizás la última palabra seria que
merece todo el bien y todo el mal que se ha dicho de él. Gusta é iirita;
atrae y repele, hasta sucede á veces que, leyéndolo ú oyéndolo, se siente
uno simultáneamente cautivado y rebelado. Tiene tanto talento que se in-
clina uno á perdonárselo todo, y hace de vez en cuando tal uso de ese ta^^
lentOy que lamenta uno que lo tenga. ¿Es un bien ó un mal para este sigl^
el contarlo entre sus hijos? Ambas' cosas pueden sostenerse; pero lo cié
es que ha obligado á sus contemporáneos á ocuparse de él, á la Acade
francesa á recibirle, que quizás la posteridad se vea en el caso de leerlo,
que de todos modos, los historiadords que hablen de nuestra época, no t
drán el derecho de despreciarlo.
I.
Como autor dramático merece un largo estudio, pues al teatro ha d<
do Dumas su popularidad, y á él debe también lo más sólido de su rena^
bre. Hijo del novelista y del autor dramático más fecundo de la generac
de ^830, principió por escribir novelas, más no tardó en comprender qU'
no era esa su vocación. El que quiera saber lo que puede ser el génesis di
un hombre de talento, como es posible que viva algún tiempo ignorándose
á si mismo, no tiene más que abrir los volúmenes intitulados: 7>rx hombres
fuertes^ Distan el Rqfo, El doctor ServanSy Aventuras de cuatro muieres y un
REVISTA DE CUBA. 257
papagayo, Sofía PrintempSy y otros, todos medianos hasta el punto de que
no se ha escrito nada más mediano en un género en que tanto se ha abu-
sado de la medianía. Ni la fama del autor ha sido bastante para sacar esos
libros del olvido en que habian caido desde el primer dia, pues, aunque ha
dicho que los escribió para pagar deudas de juventud, su prosa es de
muy humilde categoría. Solo una novela de Dumas salió de esa penumbra,
La dama de las camelias; pero La dama de las camelias^ aún en forma de li-
bro, era más bien un drama que una novela; como se vio tan luego que el
autor tuvo la feliz ocurrencia de trasformarla en obra dr-ímática, puefffcra
que de ella saliera una acción viva, conmovedora, palpitante üo necesi-
tó más que cortarla en escenas, por decirlo así. Por tanto, ya estaba enca-
minado, su primera obra fué una obra de maestro, y cuando despue?, aun-
que raras veces, ha vuelto á la novela, como en El proceso Clemenceau^ ca •
da página del novelista acusa al autor dramático, revelándolo en la con-
centración de la acción, en la rapidez de la narración, en el cuidado de po-
ner en escena los incidentes, de introducir sin cesar el diálogo, de oponer
los caracteres. Y así como el teatro dio á Mr. Dumas la conciencia de su
fuerza, también el teatro le ha enseñado á escribir, pues sin apartarlo de
los extravíos del gusto ni de la declamación, que son defectos que el teatro
no corrige, le ha enseñado á hablar un lenguaje firme, fuerte y brillante,
curándole de la molicie, de la trivialidad, de la indecisión El buen autor
dramático se prohibe severamente las amplificaciones inúi.ltrs; e-^ el teatro
sobretodo lo que abunda, daña, es prec'so sa.er concenti -.r una cxp.^si-
cion manifestar un carácter, resumir un largo debate en algunas frases y
en algunos minutos. El que quiera apreciar los adelantos realizados, que
compare el estilo de El doctor Servans y hasta el de Za dama de las carne-
luis con la lengua tan viril, tan noble, tan brillante de El proceso Clemen-
ceau,
Mr. Dumas, como autor dramático, posee cualidades innegables, y esas
de primer orden. Así lo prueba su éxito, y hasta sus adversarios se ven
obligado á reconocerlo. De entre los escritores de su generación, uno solo
quizás puede comparársele, Mr. Emilio Augier, y Mr. Emilio Augier, á pe-
sar de méritos más múltiples y tal vez de orden superior, no ha tenido en
el teatro Ja constante fortuna de Mr. Dumas, pues, si bien ha con-
seguido brillantes ovaciones, también cuenta ruidosas caidas, al paso
que Mr. Dumas en sus dias menos felices, no ha bajado nu.x^
de un éxito mediano. Tiene las dos cualidades esenciales para la
escena: la vida y la fuerza; pues aunque dudo que sus personajes sean siem-
pre tan verdaderos como algunos han dicho, y él mismo cree, verdaderos
5 falsos, viven, se mueven, obran; existen, por lo menos, á la luz de las can-
dilejas, embargan la atención y fijan el interés. La mano del autor es ma -
no vigorosa, que sabe sujetar magistralmente á su público, excitar sus pa-
siones, cautivar su curiosidad, y hasta dominar pronto al que empieza por
33
258 REVISTA DE CUBA.
desistir. Quizás al dia siguiente renacerán las protestas, ó antes, cuando i
espectador puesto el sombrero y el abrigo, vaya por el boulevard ó pe
las calles rumiando lo que se acaba de representar; pero mientras está e
su luneta casi ni piensa en defenderse.
Mr, Dumas, más quizás que ningún otro de nuestros autores, excepto s
padre, ha recibido aquel don, el verdadero don dramático, el que no i
adquiere ni se aprende, de componer una acción, de indicar seguidamen
Il^^nde chocarán los caracteres que intervienen, de empujar los pers
najes unos contra otros y hacia la crisis esencial, hacia aquella escena capit
que es todo el drama, y que la crítica de otra época llamaba el nudo 1
una intriga. Se puede decir que en este punto ha hecho una revolución <
el teatro francés, ha añadido mucho á lo que era nuestro arte dramáti
cuando empezó á escribir. Comparando sus obras con la de los hombí
que le precedieron, echa uno de ver, por punto general, cuanto más ráp5
es la acción, la ñrmeza y decisión de su andar, como elimina y resue]
los incidentes secundarios, cuan ligero es el movimiento de las escenas, Z
gando á asombrar lo que encierra á veces un solo acto. Nuestros padre
eran gentes de paciencia, que toleraban muchas demoras, como se nota e
algunas obras de ahora cincuenta años, sin ir más lejos, cuando las ve un
representar después de haber asistido uno la víspera á la representado]
de un drama de Mr. Dumas. Naturalmente el anális psicológico de lo
sentimientos, la serenidad y la armoniosa calma de la lengua, pierden la
más veces algo con tan rápido andar; y, sin embargo, esa misma rapide
es una ñierza rara, ya que el espectador de hoy dia, acostumbrado á le
caminos de hierrro, tiene prisa por llegar, en cualquier viaje que en
prende.
Mr. Dumas no tiene solamente el don de la naturaleza, sino que tambie
cuenta con todo los recursos del arte: hábil se manifestó desde el prim
dia, y hoy su habilidad es consumada. Creo que ningún autor dramático 1
conocido su oficio tan bien como él, ni estudiado tanto como triunfa 6 C2
una obra, ni analizado lo que seduce ó irrita á ese ser extraño y nervio
que se llama un público, es un domador tan ejercitado que muchas vea
se complace en excitar la bestia feroz para proporcionarse el áspero orgí
lio de aquietarla y traerla dócil á sus pies. Teme sobre todo su indiferenci
pasiva: la acosa, la desespera, va á ser devorado, pero no temáis, que él ]
miro fijamente los ojos, sus latigazos están contados, y él sabe cual es <
momento en que el ejercicio pararia en trágico. Hay en una muchedumbí
discordes elementos, desde la mujer que va para llorar hasta el parisién:
del boulevard que es reacio á la emoción y que acude para digerir agrs
dablemente la comida, desde el hombre de la clase media, discípulo <
Prudhomme, que pide un lugar comim de noble moral, hasta el escépti<
desencantado y libertino que necesita paradojas brillantes y agudezas qi
REVISTA DE CUBA. 259
rayr^n en indecencias. Todo el mundo tendrá su parte, saldrá contento y
recromendará la obra á sus amigos,
XL.a. difícultad de una obra dramática, particularmente de una una obra en
cíncro actos, consiste en agradar y variar el interés, dando á cada acto su
n)a,t:Í2, su fisonomía, su atractivo propio; no es posible herir á mansalva
el nn i smo pensamiento, como no es posible dar para todo en una misma
orq u ^ta el primer papel al mismo instrumento. Nadie ha sabido mejor
qii^ lZ)umas introducir la variedad sin dañar á la acción, sosegar el espí-
titxx T-ecreándolo, hacer pasar al espectador por una serie de emociones muy
ca'l<=^i^ladas y diversas, enteramente ageno al fin que se propone el autcir.
CI> t ra dificultad, no menos grande, es la de preparar una escena, condu-
cirlíx, anunciarla, poner al espectador en el estado más favorable para reci-
bir su. impresión, la de hacerla esperar; pero sin ser prevista, para que pro-
du.-zer£i todo su efecto, y sin que por eso el efecto deje de impresionar al es-
P^<^t:5a.dor, Y en ese arte sobre todo, el más difícil tal vez, y el más esencial
^^ ^1 teatro, pasa por maestro Mr. Dumas, por ejemplo, mirad las dos es-
cexisx^ de El de^ni monden la escena entre Olivier de Jalin y Suzanne, entre
^^i'v^icr de Jalin y Mr. de Nanjac, y os sorprenderá como las ha preparado,
^^^^^ci.<3> las siente uno venir, el arte con que sabe el autor retardarlas muchas
en el instante en que uno las desea más, lo seguro que está uno, sin
-argo, de que llegarán, y el silencio religioso que reina, apenas se siente
q^^ ¿al fin cada una de ellas ha llegado, y que los personajes van á luchar
^^^^■Tpo á cuerpo en el encuentro decisivo.
CI> tro arte más maravilloso todavía posee Mr. Alejandro Dumas, arte in-
leriox* sin duda, pero casi necesario para el verdadero dramaturgo; á saber,
^ d^ escamotear las dificultades, de hacer aceptar las inverosimilitudes, y
tapa.1- ¡Qg agujeros de la obra, como se dice en el tecnicismo del oficio, Nin-
Sy^ presudigitador ha superado á Mr. Dumas en el arte de birlar una sor-
^JQ-, de dejar en la mano la carta escojida, ó de sacar de un sombrero una
tortilla bien aderezada, quizás porque nadie lo ha necesitado tanto como él.
C-» teatro exagera la realidad para hacerla más sensible, concentra en algu-
^^^ "*^oras el desarrollo de pasiones, que las más veces para nacer y obrar
í^^cesitan meses y años, y, por tanto, casi siempre se ve obligado á emplear
^^*^^s que chocan, no solamente con la verdad real, sino también con la
crosirnilitud; pero el teatro de Mr. Dumas abusa más que otro alguno de
^"^^rosimilitud, pues abunda en personajes forzados, en situaciones im-
^*^"l^s, en desenlaces que se pueden llamar del otro mundo, y, con todo,
^'^^tor sabe hacer aceptar tales personajes, imponer tales situaciones y* to-
^ tíiles desenlaces. Acumulando razones medianas y malas que vencer
•v ^^ ^ poco la resistencia del espectador, agrupando mínimas circunstan-
^ » ^o elegidas á la ventura, que paulatinamente ponen al espíritu en el
^^^^o en que lo necesita, prepara con mucha antelación el golpe que al fin
Yi^ ^^ llegar, vuelve á la carga, insiste. Bien me acuerdo de aquel pobre
26o REVISTA DE CUBA.
Mr. de Fontelle de La princesse Gforges, de aquel pobre agregado de eraba
ada tan indiferente, tan insulso, tan inútil en la obra; al verlo aparecer e
a primera representación, todos los concurrentes habituados á las obras d
Mr. Dumas, dijeron a< instante: "tú no me interesas, aquí no sirves pai
nada; sé quién eres, te llamas el desenlace." Y de hecho el pobre Mr. <!
Fonteile no era otra cosa.
;''odo un estudio, y muy curioso, podría hacerse sobre este punto en 1
«.. jlM-a^ ta^ ™al nacida en su conjunto, que se llama La Extranjera, critia
da en e.^^ta Revista con tanta gracia. Sin averiguar si Mr. Dumas ha produc
do gja^una obra más extraña, más insostenible, es lo cierto que no ha pn
ducido ninguna tan extraordinaria por sus i^ersonajes, de armazón tan m;
trabada, considerada la lentitud de la acción, tan poco nutrida, á no ser c
inverosimilitudes. Pero nunca su arte ha sido más prodigioso, pues solo •
. era capaz de hacerla oir hasta el fin, ya que no lo fuera hacer de tal obi
una obra buena. En ella se ve á un padre servir de testigo contra su yem»
el salón particular de una mujer de la alta sociedad servir de punto de c
ta á todos los testigos de un duelo, entre ellos á los testigos del aman
[virtuoso] de la mujer, á una mujer que, en ese salón, cambia jurament
con el amante (siempre virtuoso,) en el mismo momento en que este va
batirse con el marido, en fin, al marido, provocado y matado por su prop
testigo. Pues bien, Mr. Dumas tiene explicaciones y arreglos para toe
explicaciones malas y arreglos menos que medianos, con que el espectac
que tiene una c'ave en su bolsillo, se ve obligado á contentarse por el nr
mento.
¡Qué bien siente uno desde el primer acto que ha de desaparecer a(L"
pobre duque en el quinto para permitir que se reúnan la mujer y el ama- 1
cada vez más virtuososl Apenas se le ve, se familiariza uno con la idea
que va á morir, coadenado, como está, aún antes de aparecer. Desde
segundo acto, ya sabemos que ni siquiera tiene alma, que aparenta que
ve, pero no vive en realidad; después nos dicen que el mal no triunfa ii."i
ca, y que, cuando parece que triunfa, es porque no mira uno mucho tie
po; de acto en acto, de escena en escena, nos preparamos más y más
que nos lo arrebaten: el toque de llamada renace sin cesar. Lo único qi
sabemos es que Gerardo no lo matará, porque es preciso que Gerard
esencialmente virtuoso pueda casarse con la viuda; en cambio, por él des
confiamos singularmente de aquel terrible yankee del Far West que le
saluda con un squciWo Buenos dias caballero, y que matad un hombre como i
un conejo, Al fin, muere, matado como un conejo, y su muerte no no
conmueve un instante, y ni trágica es esa muerte; nadie se cura de que ha'
un cadáver y sangre derramada, y cuando el comisario exige que se coni
pruebe oficialmente la muerte, respondemos con el doctor Remonin p<
toda oración fúnebre: con mucho gusto.
De seguro que seria muy curioso estudiar en qué consiste el arte co
REVISTA DE CUBA. 26 1
que ^^«r, Alejandro Dumas, obliga al espectador á aceptar los cordones
^ir*na.á-t:icos de que se vale, cordones que suelen ser cables: los jóvenes dra-
matiar^os, que tienen mucho que aprender con Mr. Alejandro D urnas, ha-
•"án rrxxay bien en dedicarse á ese estudio. Uno de sus procedimientos más
habit viales consiste en hacerse en alta voz las objeciones que el espectador
hace pasito, y contestarlas bien ó mal, ó no contestarlas, si le parece. El
desenlace de Las ideas de Mmc. Aubray, es de las que más asombran al pú-
blico: es duro, dice el filósofo de la obra, y se salva el desenlace. El públi-
^^^ SC5 enojaría quizás al ver á un suegro servir de testigo al amante de su
"U^^ oontra su yerno; pues bien, el autor es el primero en manifestar extrá-
ñela., y he ahí el incidente aceptado, poque el espectador deduce natural-
■^^^^i^te que el autor ha tenido buenas razones para usarlo, puesto que vio la
difi exultad y no se arredró. Oh! qué hábil es Mr. Dumas, y qué obras tan
'^^^-'"a.villosas haría si bastara la habilidad para hacer obras buenas!
^N^o tiene solo la habilidad y el don de la acción dramática; posee tam-
J^^^ri su estilo. Ya he dicho cuanto le ha enseñado el teatro; pero eso, no se
^^ l^a enseñado el teatro á todos. El nació con el instinto de la lengua fran-
^^sa., y no le faltaba más que la ocasión de aprenderla: ocasión que como
^* l^an tenido los Scríbe y los Sardou sin aprovecharla mejor que los d'En-
^y y hasta los Dumas padre. A veces confunde el sentimentalismo con
sentimiento, y en ciertos lugares de sus obras, sus lugares favoritos, don-
^*^ clesenvuelve tesis filosóficas, cae en pretensiosos galimatías, cultivando
^* ^^JíuDs y elpathos, pero por lo común su lengua es franca, clara, sencilla
^^^"^ flojedad. No pertenece al número de los que no pueden acabar una fra-
^^ '^i escribir tres palabras sin poner puntos suspensivos, para reemplazar
^^ ^Xxie faltan, su diálogo es enérgico y vigoroso, alcanzando con frecuen-
^^3. 1.^^ verdadera elocuencia y la verdadera pasión. El mismo ha expuesto
guna parte su procedimiento que es el bueno: consiste en escribir pri-
con todo el vigor y la energia posibles con riesgo de llegar hasta la
''^t^lidad, en pleno amasijo, según su expresión, volver después sobre sí,
^^Oc^^r, suavizar con tintes y medias tintes: el trabajo de las repeticiones.
^"^ Ina de ser, en efecto, la verdadera lengua del teatro, y de la energia de
^ P> arnera inspiración, del primer grito de la naturaleza, queda siempre
^^^- :iiota má apropiada que la que ayudarían á encontrar todas las retó-
ebe también una parte de su éxito á su ingenio, y su reputación
^^^^^:a de este punto está formada, y muy bien sentada, para que sea nece-
^^rxc^ probarlo. Lo ha derramado con profusión en todas sus obras, como
"^^"^^bre que tiene las manos llenas de agudezas y no economiza, sabiendo
^^^ las de hoy no dañarán á las de mañana, seguro como está de renovar
Stt X^ revisión: en una palabra, gasta tanto ingenio como gastaba su padre
^^^ro. Por cierto que todas sus agudezas no tienen el mismo valor, las hay
b^^nas, pasables y las medianas no escasean; tiene en su bolsillo oro, plata
i
.ÍO^* REVISTA DE CUBA.
V vv6ic. Su propio nombre ganaría mucho sin duda, si fuera más seveí» ^^
consigo mismo, pero es sabido que las damas opulentas que tienen mucho^czj
<ii«ituantes verdaderos, son las que se permiten mezclarlos con cristales d»
roca.
Ima censura más grave voy á hacerle, la de que atribuye, sin distincioK
el mismo ingenio á todos sus personajes, que hablan el mismo lenguaje, tii
nen la misma manera de decir la frase y do aguzar su punta, y que unos
otros se lanzan las réplicas con igual oportunidad, como buenos jugado:
de pelota, pues ninguno resiste la tentación de formular un axioma ni f
lanzar un epigrama. Tantas agudezas dicen sus doncellas como sus resp»
tables viudas ó sus filósofos caseros, y hasta sus niños de ocho años ó
menos tienen las suyas con gran peligro de su salud.
Quand ils ont tant d*esprit, les enfants vivent peu. (i)
No procedia así Moliere, á quíea tanto ensalza Mr. Dumas, poniém
se con frecuencia á su lado. Moliere se esmeraba mucho, por el contrar
en no hacer hablar á sus actores al azar, y más particularmente en que
hablaran todos como el autor en persona; método que dejaba a La
pranéde. No habría puesto él nunca el francés de Philaminte en boca
Martine ó hecho lanzar por la sincera Eliante los chistes de Celimena.
leau, muy buen juez de las cosas de su época, decia que esa verdadera ob* >«
vacion de los caracteres era precisamente la causa de que Moliere hubi — ^
dado lustre á sus escritos.
El ingenio de Mr. Dumas no es puramente gracia francesa, es el inge
parisiense, es la chispa del boulevard, la que circula ea los cafés y en
journeaux^ el ingenio revestido á la última moda. La gracia francesa tien(
aire particular, y hasta procedimientos propios; Mr. Dumas tiene los sui
que nunca abandona, y que son parte integrante de su sistema dramát '
£n todas sus obras pone un dicho de efecto ingeniosamente cincelado;:^
como los melocotones á quince sueldos del Demí monde ^ la teoria del £Z«^
lo de Las ideas de Mme, Aubray^ La caza del oso de Los Danicheff6 elvib^
de La extranjera. Después de la ¡mracra representación la frase anda
todo París; Xospetitsjour^neaux, en (^ue el autor ha tenido siempre buenos a-
gos, la citan y la recomiendan, muchos van al teatro á una representac
solo por oiría, la frase se pone, en fin, de moda, y al cabo se convierte
imo de esos proverbios destinados á dar talento á los tontos por alg\
semanas, que se repiten á cada paso, y son muy del gusto de París, has
punto de que casi bastan para determmar un triunfo. Otros autores
copiado después la receta de Mr. Dumas, pero todavía él es quien h
mejor ¡mrtido. Sin embargo, bien podria renunciar á esos pequeños re?
habiendo tantos de buena ley y teniendo él tanto y tan buen ingenio.
(I] VivcD poco los niños que tienen tanto ingenio.
REVISTA DE CUBA. 263
do quiere, como lo ha probado. No sé yo, por ejemplo, que desde Etma-
trirrz^rtio de Fígaro se haya visto en ningún teatro una conversación más brí-
llanto ni más deslumbradora que todo el principio del segundo acto de El
p^^r-^ Redigo ^ aquella comedia tan agradable casi toda, que lo seria mucho
más si al terminar no se trocase súbitamente en drama.
líe ahí ciertamente muchas cualidades; y, con todo, sí, con todo, mu-
chos cosas faltan á Mr. Dumas para ser un autor dramático completo,
sí el verdadero autor dramático es el que refleja en su obra la ima-
gen c3e la vida que se agita en derredor suyo; y del conjunto de
sus cabras hace como una epopeya contemporánea. El no ha hecho Co-
meifz^x- humana^ y, sin traer á la memoria los nombres eminentes de un Mo-
liere <5 de un Balzac, tal es su gran inferioridad, si se le compara con otro
autox" dramático, cuyo nombre he pronunciado ya, con Mr. Augier, que ha
escri "to á Mattre Guerin junto al Hijo de Gíboyer, á Madame Caverlet junto al
Y^í-^^^T^^de monsieur Poirter^ á La aventurera junto á Filiherta, La inspiración
de !N^r. Dumas carece además de variedad; para él solo existe Paris, y de
Paris no conoce más que un pequeño rincón; á él más que á otro alguno
delD^moS la singular idea que tienen los extranjeros de la sociedad francesa.
Su lira no tiene más que una cuerda, pues no ha estudiado y representado
m.ás <que ima de las pasiones que agitan el mundo, pasión que además no
ha. pintado sino en ciertas condiciones particulares y especialísimas. Del
mismo defecto adolecen los personajes de Mr. Dumas; todos son tipos que
^ven en cierto ambiente y modelados por la vida de una manera exclusiva.
^ puede decir que es torpe en representar las muchachas, y se debe agre-
gar cjue es tan discreto que lo evita cuanto puede: el dia en que se me en-
sene una muchacha honesta que se parezca á la Elisa de La ctiestion de di-
^^^^y ine comprometo á irlo á decir más allá de Roma: tampoco conozco
nada rnénos delicado que la novelitade La Nichette de la Dama de las carne"
^^^9 Con su simpleza de pasante, novela que el autor ha querido, sin embar-
É^o, í>r^sentamos como el idilio más tierno y más casto. Así mismo, no son
^3^ <ie su cuerda los hombres honrados, jóvenes ó viejos, aquellos que
4Uier^ mostramos como dechado de la humanidad, sus héroes virtuosos, sus
^^j íxdores, sus Gerardo, sus Claudio, sus Daniel, hasta sus Nanjac y sus
^^^iXo Aubray, que carecen terriblemente de vida, como que son mani-
^ ^^ 5r nada más: mejor está entre sus vividores, sus corredores de bastido-
^ c3e cafés, ya sean ociosos amables como Valmoreau de Mme. Au-
^ ^y^ <S Rogerio de Faldé, ya ociosos libertinos como el padre de El hijo fut"
r^^^ Mr. Alfonso ó el duque de Septmonts, el pobre vibrión. La mujer que
^ x-eprescntar en la escena es la mujer de treinta años ó de más de trein-
^^cns muchas veces, que conoce la vida y sus pruebas, cuyos sentidos se
^^^ despertado, que ha sufrido por los hombres y sabe hacerlos sufrir; más
^^^^ionlarmente la intrigante, la cortesana; y, en derredor de ella, la socie-
^^^ Sospechosa de las amigas ó de las rivales, de los acólitos dudosos y am-
264 REVISTA DE CUBA,
biguos, doncellas, criados, lacayos, las Susanas y las Sflvania de Terreí
de: tales son los personajes en que él sobresale, y que mejor se mueveí
su escena.
En este estrecho círculo, en esa reducida sociedad, que no represent
Dios gracias, ni á la gran humanidad ni menos á la más interesante, ni
no ha sabido crear personajes de fisonomía más viva ni más acentu
ninguno ha producido tipos más vigorosos. El Demi monde, á despech
sus audacias y de algunas violencias inútiles de la acción, tiene ya su 1
entre los clásicos y bien pvodrá permanecer ahí, y Monsieur Alphi
á pesar del sabor repugnante del asunto, es una de las comedias más n
bles de la época. Dos de las obras de Mr, Dumas deben ponerse á pj
La dama de las camelias, obra extraña é insana por más de un conce
pero animada desde el principio hasta el fin por un soplo abrasador, c
cual el autor mismo ha querido decir que la inspiró un incidente de si
da, y cuya apasionada llama no se ha vuelto á encender; y La Princesse C
gesj á la cual yo daria de buena gana el primer puesto entre todas las
ducciones del autor, no tanto por el arte admirable de su composición,
la sencillez de la acción y por el interés dramático, como por la con*
cion original y soberbia de aquella princesa Georges, activa y mansa, s
na y violenta, casta y voluptuosa, tan enamorada y á la vez tan hone
tan realmente mujer que descuella entre todas las creaciones de Mr.
mas. Aquel dia filé un gran artista, y no le puedo perdonar que mand
esa bella obra con cierta conversación femenina del segundo acto,
nada aprovecha á la acción, y, en cambio, lastima los oidos de las muj
honradas.
(Continuará.)
CHARLES BIGOT.
EL CONDE KOSTIA.
V.
A
con
dia siguiente era domingo. Este era mra Gilberto un día de libertad.
dia mañana, salió para dar un paseolpoi los bosques; hacia una hora
qia^ erraba, cuando volviendo la cabeza, vio venir detrás de él un pequeño
o de muqhachos que llevaban vestidos extraños. Los drs de más edad
an vestidos con túnicas azules y mantos punzó y las cabezas cubiertas
l-~^onetes de ñeltro rodeados por un círculo de papel dorado que ñgura-
"^ 'J ría aureola. Otro más pequeño llevab» un escapulario color gris con
^'^-t>J os negros pintados y llamas invertidas. I.os cinco últimos estaban
^^sticños de blanco; sus hombros estaban adornados con largas alas color
^^ i'ci^sa y tenian en la mano ramas de boj á manera de palmas.
C^ i Iberto acortó el paso y cuando lo alcanzaron, reconoció en el que es-
^■-^**- engalanado con el sambeniiOj al porquerito maltratado por Mr. Esté-
*^^*^- El muchacho, que sin dejar de caminar, miraba con complacencia
l3S 1 1 ¿inaas y los diablos que esmaltaban su vestido, se adelantó hacia Gil-
oerto^ y gjn esperar sus preguntas, le dijo: "Yo soy Judas Iscariote; hé
*^^* "^ San Pedro, hé aquí á San Juan; los otros son los ángeles. Vamos
toaos 4 la aldea de R para tomar parte en una gran procesión que se
celebra, allí cada cinco años. Si queréis ver una cosa bella, no tenéis más
ci^e Seguimos. Yo cantaré un solo y San Pedro también; los demás canta-
rán ^r^ ^Q^Q »
^^Ho esto, Judas Iscariote, San Pedro, San Juan y los ángeles, se pu-
5ierori ^jj camino y Gilberto se decidió á seguirlos. Las primeras casas del
pueolecillo de R se elevan en la extremidad de la meseta cubierta que
se ^^tiende en medio del Geierfels. Al cabo de media hora, la pequeña
266 REVISTA DE CUBA,
caravana hizo su entrada en la aldea, en medio de un gentío considerable
venido de todos los caseríos inmediatos. Gilberto se encaminó á lo largo
^e la calle mayor adornada con colgaduras y altares, y desembocó en una
plaza plantada de pequeños olmos, uno de cuyos costados formábala
iglesia. Bien pronto las campanas tocaron á vuelo; las puertas de la iglesia
se abrieron y salió la procesión. A la cabeza marchaban sacerdotes, mon- —
ges y legos de ambos sexos, llevando cirios, cruces y estandartes. Detráí
de ellos venia un largo séquito de muchachos que representaban el corteja
de la Pasión. Uno de ellos, muchacho de diez años, hacia el papel deT-
Cristo; tenia la cabeza coronada de espinas, y, llevando sobre sus hombros
una gran cruz de madera, parecia sucumbir bajo su peso. A sus lados il
los dos ladrones, de los cuales uno gesticulaba, mientras que el otro, coi
los ojos bajos, la cabeza inclinada, parecia presa del más profundo arrepeí
timiento. Iban rodeados de guardias armados de lanzas que los amenaz2^&.,2r
ban é insultaban con gestos y voces: en seguida venia una muchachil
cuyo vestido negro estaba atravesado por un puñal en el corazo:
aquella joven Madre de los Dolores^ iba escoltada por los doce Apóstoh
Cerraba el cortejo un largo acompañamiento de ángeles que llevaban un<
ramas de boj en las manos y otros, incensarios que balanceaban
ciosamente en el aire. La procesión dio dos vueltas á la plaza y despi
se detuvo. Callaron las campanas, una orquesta colocada sobre un tablí
dejó oir una música dulce y penetrante, y concluido el preludio, el coro
los ángeles enionó un cántico en cuatro partes que conmovió á Gilbe
hasta el fondo del alma.
Un profundo silencio reinaba en la muchedumbre; los hombres ui
las manos, las mujeres se arrodillaban. Los jóvenes coristas estaban gra
recogidos; por sobre sus cabezas inclinadas flotaban los estandartes en
estaban pintadas las figuras de los santos. Por momentos, una nube d^ ^
cienso pasaba por el aire; una débil brisa hacia estremecerse el follaje si/ ^^ ^
rado de los antiguos olmos, y el cielo, de un azul puro y sin mancha, p;
cia escuchar ávidamente las armonías que se exhalaban de aquellos lab/c
infantiles y esa otra música, más secreta y profunda que se formaba en
fondo de los corazones.
Gilberto el filósofo no era de esa raza de espíritus libres que, al cambiar
la fé por la ciencia, obedece á una fatalidad interior que deplora sin
poder resistirla. Estos esclavos, cuyas cadenas se han roto á pesar suyo^
lamentan su antigua servidumbre; quisieran á toda costa recobrar su pasa-
do candor y esos santos goces con que la religión regaló su infancia. ¿Qué
se han hecho aquellos éxtasis en que los sumergía la vibración de las
campana! convidando á los fieles á la oración, el perfume del incienso flo-
tando en el atrio y la radiación de la custodia en la sombra augusta del
santuario? ¡Ah! han sentido secarse en su corazón, invadido por la luz, las
HEVIPTA DE CVBAt 967
ftit5Tit.es viva?, de la^ emociones piadosas y de los sublimes transportes, y
na ^^ dicen ese sol implacable ijue ha secado la cisterna en que saciaban los
aTcS-OTes de su alma. Se ven condenados á pensar, á raciocinar, á discutir,
á <:rriticar, ;ellos quequerrian sentir, amar, adorar! ¡Oh, desoladora esterili-
(L.^cü de su corazonl ¡y cuan voluntariamente no darían su triste sabiduría
po>ir uíi arranque de amor y de devocionl Estas almas infortunadas son
s^ inacjantes á las abejas que no hubieran recibido del cielo el aguijón sino
c<:> t\ la condición de perder la trompa preciosa con que chupan la esencia
orfoTÍfera de las flores. Frustrados en sus deseos, se pasean con inquieto
vt.mcilo entre los jnrdii.es ilcl ciclo, y conte-T^plan con triste mirada las plan-
tel, ss í:irnadds (jue un derreto fatal acaba de sustraer á su codicia; amenudo,
ei^ í>u delirio, se precipitan sobre una de esas corolas embalsamadas, la ma-
laii con sus alas y la traspasan con su acerado dardo, sio poder aspirar
néctar. No es á aguijonazos como las abejas celestes componen esa miel
divinamente perfumada que derrama sobre todas las heridas del espíritu
rno una dulzura soberana!
^ Gilberto no habia experimentado jamás esos combates y esos desgarra-
1 tintos interiores; la ciencia y la crítica, al penetrar en su alma, no la ha-
Dian turbado ni confundido en nada; sus convicciones se habian transf» r-
^^ado por una especie de metamorfosis lenta, insensible, cuyo apacible
^^rso no habia venido á interrumpir ni precipitar ninguna crisis dolorosa.
^ducado por una madre devota, jamás habia tenido necesidad de abjurar
^u fe; habia agrandado y madurado con él sin inmiscuirse en ello y puede
decirse que habia permanecido fiel á sus primeras creenciíis.
Gilberto raciocinaba mucho y siempre encontraba á Dios en la coíiclu-
sion de sus raciocinios. Estaba formado de tal manera, que habría
podido gustar impunemente los frutos del árbol de la cien cia; la espada
reluoiente del querubín 1:0 se le habia aparecido; su temeridad no ha-
"*3. s5Ído castigada con los dolores del destierro; los jardines floridos
^cl .X-^den le estaban aún abiertos; entraba en él á sus horas y se sentia co-
^^ ^n su casa.
^^ilberto miraba pues con todos sus ojos y escuchaba con todos sus oí-
dos ^los jóvenes coristas. Su aire de inocencia y de ingenuidad, su aspecto
"^o^^^^sto, que denotaba una devoción candida, sus voces frescns y argenti-
^^ » su sencillo acento, que prestaba un carácter infantil á los gozos y do-
^or^ ^ jjjgjj^jjlgs (jg la Pasión, todo esto le causaba una viva alegría mezclada
^^ ^^Tnocion. Los comparaba en su interíor á esos ángeles de los cuadros de
►ens, que no son ni amores, ni artistas, ni abstracciones vivientes, sino
alados que sin comprender su sentido oculto se complacen en las
divinas; aman al Cristo, bien que no puedan comprenderlo; parecen
"Preguntarse por qué no tiene alas como ellos; no penetran el secreto de
humanidad. '^Revolotead, les dice el Cristo sonriendo, revolotead, paja-
268 REVISTA DE CUBA.
rillos del cielo, pues es propio de los ángeles volar; Dios y el hombí
marchan."
Fa\ el momento en que Gilberto estaba más absorto en sus reflexione
una voz que no le era desconocida, murmuró á su oido estas palabras qu
le hicieron estremecer:
*';0s interesáis prodigiosamente, caballero, en esta ridicula comedia!"
Esta interpelación hizo en Gilberto el efecto que produce una discordar
cía en un concierto. Así, concibió un movimiento de violenta irritado;
contra su profano interlocutor; volvió vivamente la cabeza y reconoció
Estéfano, quien acababa de bajar de su caballo, que habia dejado al cu
dado de su criado y se habia abierto paso á través del gentío, sin inquic
tarse por las reclamaciones de toda aquella buena gente, cuyo devoto re
cogimiento turbaba.
Gilberto lo consideró un instante con aire severo, después, volviendo su
miradas hacia la procesión, procuró, pero en vano, olvidar la existencia d
aquel Estéfano á quien no habia vuelto á ver desde la aventura de la fuer
te, y cuya presencia le causaba en este momento un malestar indefinibl<
La mirada llena de reproches que habia lanzado al joven, lejos de intim
darle, no sirvió sino para exitar su humor burlón y, después de estarse a
gunos segundos callado, pronunció en francés el siguiente monólogo, hs
blando bajo, pero con una voz tan clara que Gilberto con gran pesar suyt
no perdia una palabra:
• "Dios miol qué ridículos son sus bambinos! á la verdad que parecen t<
marlo por lo serio! ¡Qué tipos vulgares! qué figuras cuadradas y huesosa
¿Su fisonomía baja y estúpida no choca de un modo extraño con sus alas?.
¿Veis ese mozuelo que tuerce la boca y revuelve los ojos? Tiene un ai;
de compunción verdaderamente edificante; el otro dia lo sorprendiere
robando faginas en la casa del vecino. Este ángel no necesita alas pai
volar ¡Ah! hé aquí otro que pierde las suyas! ¡funesto accidente! í
agacha para rccojerlas y se las pone bajo el brazo como un sombrero, 1
idea es feliz pero, ¡gracias á Dios! sus letanías han concluido. Ahora toe
cantar á San Pedro; el píllete tiene la voz clara, recita correctamente s
lección; ¡trabajo habrá costado metérsela en la cabeza! El maestro de I
aldea le habrá enseñado sin duda á garrotazos á tener alma; es un proced
miento infalible .... Pero te aflijes demasiado, buen Pedro, demasiado i
arrepientes; no has negado á tu maestro sino tres veces, y no vale la peu
que hablemos de ello. Con tres cobardías en la conciencia, todavía se <
algo honrado ¿Sabéis cuál es el único de estos actores que me gusu
Judas. Oh! en cuanto á este papel es de su cuerda y tiene la figura qi
representa; siento un afecto particular por este moceton. Ved como oj<
amorosamente la bolsa de cuero que tiene en la mano! es la señora de si
pensamientos Hé ahí que comienza á cantar, ¿qué vá á decimos?. . .
justo cielo, deplora también su pecado. ¿Conoce acaso el arrepentimieni
REVISTA DE CUBA. 269
Xa innumerable raza de los Judas? Sus traiciones son proezas de que se en-
'^'anecen jOh! por esta vez retiro mi amistad á ese joven traidor; sus
.stcentos melosos me sublevan."
Hacia largo rato que Gilberto paseaba alrededor suyo miradas inquietas,
buscaba una salida para evadirse, pero el gentío era tan compacto que era
imposible abrirse un camino al través de ella. Se vio, pues, obligado á per-
manecer en aquel lugar y sufrir hasta el fin el monólogo importuno de Es-
'^éfano. Afectaba no oir y disimulaba su impaciencia del mejor modo que
podia; pero era tan viva que se revelaba apesar suyo, con gran placer de
üstéfano, que gozaba maliciosamente por el éxito de sus estratagemas.
Telizniente para Gilberto, cuando Judas acabó de cantar, la procesión se
X>uso en marcha para detenerse nuevamente al otro extremo del pueblo, y
^e verificó también un gran movimiento en la concurrencia que formó
^la al pasar. Gilberto aprovechó este desorden para escaparse, y se perdió
<ín el gentío, en el cual los ojos penetrantes de Estéfano no pudieron volver
53. encontrarle.
Se apresuró á salir de la aldea y volvió á tomar el camino del bosque.
** Decididamente, decia, este Estéfano es un impertinente. Hace tres sema-
«las vino á sorprenderme junto á una clara fuente donde soñaba deliciosa-
aoiente y ha hecho huir mis sueños. Hoy me ha aguado con su charla im-
portuna una fiesta que me complacia é interesaba. ¿Qué me reserva para
3o sucesivo? Lo malo es que en lo adelante estaré condenado á verle todos
3os dias; hoy mismo, dentro de algunas horas, volveré á verme con él en
3a mesa de su padre. No siempre engañan los presentimientos; desde que
lo vi, creí reconocer en él un enemigo jurado de mi reposo y bienestar,
pero sabré mantenerlo á distancia. No vayamos á tener quebraderos de
«abeza por una biboca; ¿cjué seria, pues, la filosofía, bí la felicidad de un
ülósofo estuviese á merced de un muchacho malcriado?'*
Dicho esto, sacó de su bolsillo un libro que le acompañaba amenudo en
sus paseos: era un tomo de las obras de Goethe que encerraba el admira-
ble tratado de la Metattwrfosis dr las plantas. Se puso á leer, levantando de
vez en cuando la cabeza para mirar una nube que viajaba en lo vago de los
aires ó un pájaro que revoloteaba de un árbol á otro. Hacia cerca de una
hora que se entregaba á esta «lulce ocupación, cuando oyó detrás de sí
el relincho de un caballo. Volvió la cabeza y vio aparecer á Estéfano, que
llegaba con la brida caida sobre su magnífico alazán y escoltado por su
groom, que le seguia á diez pasos de distancia, montado en un caballo gris.
Gilberto pensó lanzarse por un sendero abierto á su izquierda y ganar la
espesura del soto; pero no quiso dar á Estéfano el placer de imaginarse
que le tenia miedo, y continuó apaciblemente su camino, con la vista fija
en el libro.
Estéfano bien pronto lo alcanzó, y poniendo su caballo al paso:
— ¡Sabéis, caballero, le dijo, que no sois muy cortés! Os separáis brusca-
a 70 REVZ8TA DB CUBA*
mente, sin dignaros siquiera despediros. Vuestras maneras son origínales,
y me parece ignoráis las primeras nociones de sociedad.
— Qué queréis, seBor mió, le respondió Gilberto, habéis sido tan amable,
tan obsequioso, la primera vez que tuve el honor de encontraros, que esto
me ha desalentado. He pensado que por mas que hiciera, siempre seria
vuestro deudor.
— Sois rencoroso, señor secretario, repuso Estéfano. ¡Cómo! ¿no habéis
olvidado aún aquella pequeña aventura?
— No os habéis tomado el trabajo, me parece, de hacérmela olvidar.
— Es verdad, he hecho mal, contestó burlándose; esperad un momento,
voy á apearme del caballo, me pon .Iré de rodillas, ahí, en medio del cami-
no, y os diré con tono lamentable: Caballero, estoy desconsolado, afligido,
desesperado ¿deque? lo ignoro. Caballero, decidme, por favor, ¿de
qué debo pediros perdón? si mal no recuerdo, habíais comenzado por le-
vantar sobre mí vuestro bastón.
— No levanté mi bastón sobre vos, respondió Gilberto furioso de indig-
nación, me contenté con parar el golpe que ibais á darme.
— Mi intención no era golpearos, replicó impetuosamente Estéfano. Y por
otra parte, sabed para en lo adelante que entre nosotros las cosas no son
iguales, y que aún cuando os provocara, seriáis un miserable si levantarais
sobre mi la punta de vuestro dedo!
— Oh! eso sí que es fuerte! exclamó Gilberto estallando en risa. ¿Y por
qué, amiguito?
— Porque porque balbuceó Estéfano, y se calló súbitamente
Una expresión de amarga tristeza pasó por su rostro; su frente se crispój^
s'js ojos tomaron una expresión de fijeza. De igual manera había comen —
zado aquel terrible acceso de desesperación que había espantado tanto
á Gilberto cuando su primer encuentro; felizmente aquella vez la explosioi:^
fué menos violenta. El buen Gilberto pasó prontamente de la colera á la
piedad; pensó que habia en aquel corazón una herida secreta, y más se
persuadió de ello cuando, después de una larga pausa, recobrando Estéfa-
no el uso de la palabra, le dijo con voz entrecortada:
— El otro día estaba enfermo, lo que me sucede amenudo y se debe
considerar á los enfermos.'*
Gilberto nada contestó; temia exasperar con alguna palabra dura aquella
alma tan apasionada y tan poco dueña de sí; pero se decia interiormente
que los dias en que Estéfano se sintiera enfermo, haría bien en guardar
cama.
.-.Caminaron algunos instantes en silencio, hasta que saliendo de su aba-
timiento:
"Habéis hecho mal en dejar tan pronto la fiesta! exclamó Estéfano con
tono desembarazado. Si hubierais permanecido hasta el final, habríais oido
cantar al Cristo y á su madre: habéis perdido un dúo delicioso — *
REVISTA DE CUBA. 27I
— No hablemos de ello, interrumpió Gilberto; no podríamos entender -
sios. Es un género de burlas por el cual siento poco gusto.
— Pedante! murmuró Estéfano volviendo la cabeza; luego añadió ani-
»aándose: precisamente porque respeto la religión, no me gusta verla
<J¡'frazar y parodiar. Que se me aparezca realmente un ángel, estoy presto
^ rendirle homenage; pero rabio cuando veo grandes alas de serañn, ajus-
tadas con hilo blanco en los hombros de perversos palurdos ladrones, men-
tirosos, cobardes, serviles y bribones. Su aspecto gazmoño no me impone;
leo en sus ojos la bajeza de sus inclinaciones y los cánticos que han pasa-
do por sus labios, esparcen por el aire miasmas impuros que me sofocan
En general, continuó con una vehemencia creciente de acento que asustó
á Gilberto, en general, detesto todos los melindres, todas las monerías.
Tengo la desgracia de descubrir todas las máscaras y he descubierto que
todos los hombres las usan, á exepcion de algunos grandes personages que
se sienten bastante fuertes y bastante temibles para dejar ver su rostro al
público. Y estos son tiranos que, látigo en mano, hacen adorar á los demás
su fealdad natural, y en presencia de los cuales la gran mascarada se con-
funde en reverencias é inchnaciones. ¡Hé aquí el mundo!
— Palabras viejas para labios tan jóvenes, respondió tristemente Gilberto.
Sospecho, hijo mió, que repetis una lección aprendida.
— ¿Y quién os ha dicho mi edad? exclamó colérico. ¿En qué lo juzgáis?
¿Son los rostros los relojes que señalan las horas y los minutos de la vi-
da? Pues bien, sí, no tengo sino diez y seis años; pero he vivido más
que vos. No soy un rata de biblioteca, no, no he estudiado el mundo en los
in- folios ¡á Dios gracias! la buena de la Providencia, para favorecer mi ins-
trucción, ha reunido á mi vista muestras de la especie humana que me han
servid'^ para juzgar de lo demás, y mientras más experiencia he adquirido
más me he convencido de que todos los hombres se parecen. Por eso es que
los desprecio á todos, á todos sin excepción.
— Os doy las gracias sinceramente por mí y por vuestro groom! respon-
dió Gilberto sonriéndose.
— No os ocupéis de mi groom, replicó Estéfano derribando de un lati-
gazo los follages que le estorbaban el paso. En primer lugar, no conoce el
francés; además, aun cuando le diga en ruso que le desprecio, no se daria
por ofendido. Bien alojado, bien alimentado, bien vestido, ¿qué le importa
mi desprecio? Y por otra parte, sabed para vuestro gobierno, que mi
groom no es un groom; es mi carcelero. Soy un prisionero con centinela de
vista; estos bosques son un patio por el cual no puedo pasearme sino
dos veces por semana, y este excelente I van es mi guardián. Registrad sus
bolsillos y encontrareis en ellos unas disciplinas "
Gilberto se volvió para examinar al groom, quien correspondió á su mi-
rada escudriñadora con una sonrisa inteligente y jovial. I van representaba
el tipo del siervo ruso en toda su belleza original. Era bajo, algo rechoncho.
*«7
■
272 REVISTA DE CUBA,
pero robusto y vigoroso; tenia una tez fresca y clara, los carrillos llenos
y rosados, los cabellos de un rubio claro, grandes ojos cariñosos, una lar-
ga barba castaña á la cual se mezclaban ya algunos hilos de plata. Era
una de esas ñsonoraías de las (|ue se encuentran amenudo entre la gente
del pueblo en los países eslavos; anunciaba á la vez la energía en la acdon
y la placidez del alma. "C
Cuando Gilberto lo hubo mirado bien:
— Señor mió, le dijo á Estéfano, no creo en las diciplinas de Ivan.
— Ah! ¡cómo os descubrís, ignorantuelos de gabinete! exclamó Estéfano
con un gesto de cólera. Admitis sin reflexión y como el Evangelio to-
dos los monstruosos cuenteciilos que halláis en vuestros libracos, y las co-
sas mas comunes de la vida os parecen prodigios absurdos á que no dais
crédito.
— No os enfadéis; las disciplinas de Ivan no constituyen precisamente
un artículo de fé; se puede no creer en ellas sin merecer por ello ser arro-
jado al fuego. Además de esto, yo estoy pronto á abandonar mi heregía;
pero os confesaré que no hallo nada de insociable ni de arisco en la cara
de este pobre criado En todo caso, es un carcelero que no tiene opri-
midos á sus prisioneros ó que abandona á veces su consigna, pues me pa-
rece que el otro dia corríais á un lado y otro sin él y á la verdad e- uso m
que hacíais de vuestra libertad ....
— El otro dia, interrumpió Estéfano, había hecho una locura; por prime —
ra vez me habia entretenido en burlar la vigilancia de Ivan; lo ensayé, pe —
ro me salió mal y no deseo probar de nuevo. ¿Queréis ver por vos mismcrr»
lo que me ha costado esta gran hazaña?
Y alzando entonces la manga derecha de su blusa de terciopelo negro,
mostró á Gilberto una muñeca fina y de]ic;:da marcada con un círculo rojo
que debia provenir del frotamiento prolongado de un anillo de hierro. Gil-
berto no pudo contener una exclamación de sorpresa y de piedad y se ar-
repintió de sus chanzas.
— Me han tenido durante quince dias con cadenas en un calabozo del
que creí no salir nunca, repuso Estéfano, donde he reflexionado lo sufi-
ciente. Ah! teniais razón cuando hace poco me acusasteis de repetir una
lección aprendida. El bonito brazalete que llevo en el brazo derecho es el
maestro que me enseñó á pensar, y si osara repetir todas las conversacio-
nes que tiene conmigo!
Luego interrumpiéndose:
— Miento, exclamó con voz sombría hundiéndose el birrete sobre los ojos.
La verdad es (]ue he salido del calabozo, manso corno un cordero, suave
como un guante y que seré capaz de hacer mil bajezas por evitarme el hor-
ror de volver de nuevo á él. Soy tan co]>ardc coaio los demás, y cuando
os digo que desprecio á todos los hombres, no creáis que haga excepción en
mi favor.
REVISTA BE CUBA, 273
Y al decir estas palabras, hincó tan violentamente con la espuela el hijar
su caballo, que el fiero alazán, irritado por aquel brusco ataque, coceó y
encabritó. Estéfano lo redujo por el solo poder de su voz altanera y ame-
►ra, luego, excitándolo de nuevo, lo lanzó á toda brida y se dio el
de detenerlo en su carrera, retirándole bruscamente la mano, y ha-
dolo bailar y dar vueltas sobre el mismo punto; 6 impulsándolo al través
¿^X camino, le hacia franquear de un salto impetuoso los barrancos y escar-
p,£a,s5 ciue lo rodeaban. Después de algunos minutos de tan violento ejercicio.
Jo -£:>tiso al paso y se alejó, seguido de su inseparable I van, dejando á Gilberto
ogado á sus reflexiones que no eran de lo mas agradable,
ien que Gilberto hubiera nacido poeta, el destino habia hecho de él un
bre de orden y de disciplina; habia tenido que desterrar de su existen-
CTLSC X o aventurero y lo fantástico; se habia prescrito un orden de vida, lo habia
^rvado siempre con una exactitud casi militar y, á fuerza de trabajo, la
ximbre de ponerlo todo en su lugar y de hacerlo todo á tiempo, habia
U^^^Ldo á ser en él una segunda naturaleza. La regularidad de su vida se
revelaba en su persona: todos sus movimientos eran correctos y precisos; al
ver su paso, su talante, su modo de llevar la cabeza, sus miradas tranquilas
y fi <STas, se habria creído que aquel gran amigo de los títeres era un ayudan-
'te xx-^ayor retirado antes de tiempo. Lo que es cierto es que Gilberto con-
:si<i^ I-aba como el soberano bien la calma inalterable del espíritu; mediante
U.11 ^ jtámen severo ejercido sin cesar sobre sí mismo, habia llegado á dominar
si-i 1^ \imor y sus impresiones, tanto cuanto lo permite la humana debilidad;
^3-t>iéndole estrechado la pobreza, que es una fuente de dependencia á tratar
coi-i muchos hombres cuyo sociedad no le agradaba, habia contraido el hábito
^^ <^l)servar finamente los caracteres, de conservar en todos casos la libre
P^55^sion de sí mismo: así quedó muy asombrado con lo que acababa de su-
^rle. Habia sentido al hablar con Estéfano, una inquietud, un secreto
^star que no recordaba haberexperimentado jamás. El carácter apasio-
0 de aquel joven, lo brusco de sus maneras, á cjue se mezclaba una gra-
1 ibre y salvaje, ciue revelaba el desorden de una alma mal dirigida, la ra-
*^^^^zcon la cual se sucedían sus impresiones, la dulzura natural de su voz,
^as cariñosas melodías entrecortaban ruidosos gritos y acentos rudos y
^^os; sus ojos grises, que en sus accesos de cólera ó de emoción, se vol-
casi negros y brotaban llamas, el contraste que formaban la nobleza
^ ^-^í- distinción de su rostro y de su continente con aquel desprecio arrogante
,^^ . ^iis conveniencias en que parecía complacerse, en fin, no sé qué doloroso
erio impreso en su firente y en su sonrisa, todo esto daba mucho en que
^ar á Gilberto y le turbaba profundamente. La aversión que había sen-
^^^ primeramente hacia Estéfano, se habia cambiado en i)iedad desde que
X^obre joven le enseñó el brazelete rojo que llamaba su **maestro;" pero
\ X^iedad que no vá acompañada de simpatía, es un sentimiento al cual no
m *^^^^ entregamos sino á pesar nuestro. Gilberto se reprochaba el interés
274 REVISTA DE CUBA,
demasiado vivo que se tomaba por aquel joven que no tenia motivo algun(
para estimar; y le desagradaba aún más, que á su piedad se mezclara
temor secreto, secretas aprehensiones. A la verdad, trabajo le costaba creer-
lo, él, tan cuerdo, tan razonable, estaba asediado por penosos presentímien-
tos; le parecia que Estéfano estaba destinado á ejercer una gran inñuencij
en su suerte, á introducir el desorden en su vida.
Se sentó sobre el borde de una zanja, al pié de un gran nogal que exten —
dia por encima del camino sus nndosas ramas y sus hojas nacientes, de
moreno rojizo.
"Caigo en el absurdo, se decía, decididamente tengo la imaginacío]
preocupada; el sol de la primavera me ha encendido la cabeza. Poco íalt;.
para que no tome por lo serio todas las locas pamplinas que me pasan
la mente."
Volvió á abrir su libro, que habia conservado en la mano, y probó á 1<
pero entre la página y sus ojos se interponía obstinadamente la imagen
Estéfano. Creia verle, con su tez pálida, la vista inflamada, su birrete sol
la oreja, sus largos cabellos castaños cayendo en desorden sobre sus hom-
bros. Aquella esfinje lo miraba con una sonrisa á la vez triste y burlesca...^ ^ y
le decia con voz amenazadora: "Adivíname si puedes, te vá en ello la fi
cidad."
De repente oyó de nuevo el trote de un caballo, y Estéfano reapare=.
ante su vista. Al apercibir á Gilberto, detuvo su caballo y exclamó:
"Señor secretrrio, os buscaba."
Y echándose á reir:
"Voy á haceros una declaración muy tierna; sabed que hace mu(
años no se me ha ocurrido la idea de buscar á nadie; pero no he sido
con vos, y como me jacto de tener maneras, quiero obtener mi perdoi
sonjeándoos un poco."
— Es mucha bondad de vuestra parte, le respondió Gilberto, no
meis ese trabajo. La mejor atención que podáis tener conmigo, es ocuj^ ■- ^ ^ros
de mí lo menos posible.
— ¿Y me pagareis en la misma moneda?
— Ah! acordaos que las cosas no son iguales entre nosotros. No soy ^ — ^ ^*^^
un insecto, podéis dejar de verme en tanto que
. ; — Vuestro razonamiento no tiene sentido común, interrumpió EstéC^ ^ '^^'
Mirad ese escarabajo verde que atraviesa el camino; lo veo y él no me
Pero dejad ese tono burlón; no debe uno salir de su carácter. Lo qae
agrada en vos, es el candor de vuestro espíritu que me parece bastante
vertido A propósito, hacedme el favor de decirme que tomo es ese
no abandonáis y que meditáis con tanto ardor. De buena fé, añadió con
tono de monería infantil, ¿qué libro es ese que apretáis sobre vuestro
zon cQn tanta ternura?
no-
REVISTA DE CüB^ 275
hsay¿> Sobré tas Metamorfosis de las Plantas, Con que las plantas tienen
el x^"^^^S^^ ^^ metamorfosearse! ¡Dios mió! que felices son! Bien po-
cíkt. an decimos su secreto."
lOespues, cerrando el volumen y devolviéndoselo á Gilberto:
- * íí ombre feliz! exclamó, vivís entre las plantas de los bosques como en
ístro elemento! ¿No tendríais vos quizás algo de planta? Estoy seguro
; más de una vez habéis suspendido vuestra lectura para decir á las prí-
del jardin y á las anémonas que tapizan esta escarpa: "Soy uno de
vtat^stros hermanos!" ¡Dios mió! cuánto me arrepiento por haber turbado tan
agrsa. dable plática! Pues justamente vuestros ojos tienen algo del color de la
ycíT-l^ia doncella. Esta flor es de mucho mérito: tiene poco perfume, pero ca-
recrcii de es])inas , . . . ■ Ah! comprendo por qué escuchabais hace poco con aire
tan crompungido las psalmodias de aquellos serafines de carnaval. Es tal
vuestra pasión por las plantas, que os parece verlas por todas partes, y com-
para l)ais en vuestro interior aquellos perversos aldeanuelos con bellos lirios
blartoos, emblema de candor y de inocencia . Y yo cruel, que he venido
^ ci^ssvanecer vuestras ilusiones, diciendoos: "Pobre ingenuo, mirad mejor
eso^ ángeles, veréis cjue tienen el diablo en el fondo de los ojos. La huma-
'^^^'Zici no es un jardin de rosas y de azucenas, sino un campo inculto y aban-
^^^í^ sxdo, en que abundan á porfía la ortiga, la belladona y la fria cicuta ..."
^^^ I cómo debéis maldecir mi impertinencia y mi misantropía!"
^Tranquilizaos, caballero, le contestó Gilberto con plácida sonrisa. Exa-
^^^■'«^^is el efecto de vuestras palabras; las he tomado por lo (lue valeq, es de-
^^'"> I)or humoradas de muchacho. No sé qué razones podéis tener para des-
I*'"^^^^iar á vuestros semejantes; pero la intemperancia de vuestro lengnaje
^^^^^""^ ubre vuestra juventud y vuestra inexperiencia. A vuestra edad, es uno
sivo, concluyente, absoluto en sus juicios; se erigen las impresiones en
>^5$t: ^^ TCiTis, se dogmatiza en verso y en prosa, agradan los colores subidos, hay
*^^^^^^^Os matices en el esjHritu y en el tono. En todas épocas, la intolerancia
^=^ X^ropia de novicios; los monges ancianos son más indulgentes, no ven tan
^^ ^X mente al diablo en los ojos del prójimo. ¿Qué digo? saben que el dia-
*^^^^ mismo no es tan negro como dicen. La primera juventud es la estación
^ X as quimeras, esta es una ley de la naturaleza; solo que hay quimeras co-
, ^^ ^e rosa, y otras cjue tiran á negro. Las vuestras son algo sombrías; lo
^ '^"^ to por vos,hijo mió."
^sta pequeña admonición, el tono grave y sosegado con que fué pronun-
lo, irritaron profundamente á Estéfano. Echó la cabeza hacia atrás y
'^ á Gilberto con aire despreciativo, y ya se disponia á volver bridas y
ndonar á aquel insoportable mentor, cuando una ojeada que lanzó al
lino, disipó súbitamente su mal humor. Acababa de apercibir á lo lejos
millermo y sus compañeros, que venian de la fiesta y volvian á su ca-
lo.
* •Llegad pronto, hijos mios, les gritó alzándose sobre los estribos; llegad
e
a
276 REVISTA DE CUBA,
presto, corderos mios, tengo que haceros proposiciones de la mayor im-
. portancia."
Al oírse llamar, los muchachos levantaron la vista, y reconociendo á Esté-
fanp, se detuvieron para consultarse. Las insolencias algo brutales del jóve
Ruso le habian dado mala fama, y los rapaces preferian cambiar de cami-
no, antes qne arrostrar su humor mela'ncólico y su temible látigo.
Los tres apóstoles y los cinco ángeles, después de consultarse entre sí,
disponían prudentemente á batirse en retirada, cuando sacando Estéfano d<
su bolsillo una bolsa grande de cuero, se puso á agitarla al aire, exclaman
do: "Por aquí hay dinero que ganar, llegad, pues, queridos mios; os jun
que quedareis contentos de mí."
La gran bolsa llena que Estépano sacudía con sus dos manos, era un ce
bo bastante seductor para los ocho niños; pero su látigo, que tenia apretac^in^:^^ ^^
bajo su brazo izquierdo, era un espantajo que les aconsejaba la prudenci^^cr -=ia.
Vacilantes entre el terror y la codicia, permanecían inmóviles como el as^^^^ -^no
de Buridan entre sus dos haces de heno, cuando Estéfano tuvo la fr j^_^
ocurrencia de asir su bastoncillo con la mano derecha y lanzarle á la ci
de un árbol, donde quedó suspendido. Este hecho produjo un efecto má,, ^^
co, y los muchaclios, de común acuerdo, se decidieron á aproximarse, b^^^^c^fei)
que con paso lento y vacilante. Guillermo sólo, atendiento á su renco»- ::cr r y
desconfianza, se lanzó en un sendero y desapareció por entre los sotos.
La tropa infantil se detuvo á diez pasos de Estéfano y se formó en gm^
Los más pequeños se escondían á medías detras de los mayores. Todos
ban vueltas entre sus dedos á los extremos flotantes de su cinturon; t(^
enian la cabeza inclinada, los modales torpes y vergonzosos, y no ap
ban sus miradas del polvo de camino, sino para mirar con el rabo del oj — o Ja
gran bolsa de cuero que bailaba entre las manos de Estéfano.
"Vos, San Pedro, les dijo con tono grave, vos, San Juan, y vosotros
co, mis queridos angelotes del cielo, prestadme atento oído. Habéis can t
muy bonitos amticos en honor del buen Dios: os recompensará a-1
día en el otro mundo; pero yo recompenso en seguida los cortos plac^
que me proporcionan. Así, cada uno de vosotros recibirá de mí, al ins
te, un bello thalcrde Prusia, si consiente en hacerme el pequeño serv icio
voy á deciros. Se trata tan solo de besar graciosa y delicadamente la ex
midad de mi zai)ato. Os lo rei)ito, esta pequeña ceremonia produc'^'á á
da uno un bello thaler de Prusia, y, por añadidura, tendréis la satisface
de haberos ejercitado en un oficio que nunca se podrá practicarlo basta:
con este mundo, pues es el medio de conseguirlo todo."
Los siete muchachos miraban á Estéfano con aire sobrecogido y la bo(^ ^I3)ca
abierta; ninguno se movía. Su inmovilidad, y aquellos siete pares de ojos : ^^
jos y redondos clavados en él, lo impacientaron.
"Vamos, cordcritos, les dijo con voz calinosa, no desencajéis así los ojo^^^^
parecen puertas cocheras abiertas de paren par. Es necesario proceder co:^^-^^
REVISTA DE CUBA. 277
aplomo, con gracia. ¡Oh! |Dios mioj Veréis, y ya haréis otros ■muchos en
ruestra vida; todo es empezar Vamos, despachemos. Un thaler vale
treinta y seis silbergros, y un silbergros vale diez pfenings, y por cinco pfe-
lings podéis tener un mazapán, una torta bien caUente ó un muchachuelo
le zumo de regalicia."
Y moviendo cada vez más la gran bolsa de cuero, exclamaba:
"¡Oh! ¡Qué bonito sonido dá! ¡Bonito retintin! ¡Bonitos instrumentos, hijos
nios! ¡Cuan amorosamente acarician el oido! Toda música es discordante
:omparada á esta. ¡Alondras y ruiseñores, cesad vuestros conciertos! Sabe-
nos cantar mejor que vosotros. Hijos mios, soy un ministril que toca en su
áolon vuestro aire favorito. ¡Vamos, comenzad el baile, amores mios!"
Los siete muchachos parecian aún inciertos; estaban rojos poi la emo-
ñon y se consultaban con la mirada. Al fin el más joven, bonito rubio, se
lecidió:
"El señor tiene //;/ cabrio de niás, dijo á sus compañeros, lo que signifi-
:aba en buen francés: el señor es un poco envanecido, la cabeza se le va>
liene el timbre cascado, y, añadió riéndose, en todo caso, esto no es sino
una tontería, y boy podemos ganar un thaler."
Y hablando así, se aproximó á Estéfano con paso resuelto y íe dio un
jran beso en el zapato. El hielo se rompió; todos sus compañeros siguieron
;u ejemplo, unos con aire grave y acompasado, los otros riendo de dientes
ifuera. Estéfano triunfaba y aplaudia.
"¡Bravo, queridos amigos, exclamaba, hé aquí un asunto prontamente
despachado!"
Y sacó siete thalcrs de la bolsa; después, arrojándolos sobre el camino,
con un gesto de (lesprec!o:
"Vaya, pues, señores apóstoles y serafines, exclamó con vna voz atrona-
dora, recoged pronto ese dinero y retiraos más que de prisa. ¡Vil ralea, id á
contar á vuestras madres mediante qué gloriosa aventura habéis atrapado
esta fortuna inesperada!"
Y en tanto que los muchachos escapaban, volviéndose Estéfano hacia
Gilberto:
"¡Pues bien, señor yerba doncella! ¿Qué decís á esto, le preguntó cruzán-
dose de brazos.
Gilberto habia contemplado aquella escena con una tristeza mezclada de
disgusto. Hubiera dado mucho porque uno de los muchachos se resistiera al
insolente capricho de Estéfano; pero no habiendo quedado satisfecho, no
pensó sino en disimular su enfado.
"¿Qué prueba eso? respondió secamente.
Me parece que eso prueba muchas cosas, y entre otras la siguiente: que
ciertos enternecimientos son muy ridículos, y que ciertos mentores conoci-
dos mios que se entremeten á dar lecciones á los demás "
No pudo concluir, pues en aquel momento, un guijarro lanzado con ma-
278 REVISTA DE CUBA,
no vigorosa silbó en sus oidos é hizo rodar su birrete por el polvo. Se extre-
meció, lanzó un grito de cólera ,y dando un gran espolazo á su caballo lo
lanzó á galope á través del monte. Gilberto recogió el birrete y se lo entre-
gó á Ivan, el cual le dijo en mal alemán:
„Es necesario perdonarle; el pobre muchacho está enfermo."
Y partió apresurado en persecución do su joven amo.
Gilberto corrió tras ellos. Cuando los hubo alcanzado, Estéfano se habia
apeado del caballo, y estaba en pié, con los puños cerrados, delante de un
muchacho que, muy sofocado por haber corrido, se habia dejado caer de
cansancio al pié de un árbol; Gilberto reconoció á Guillermo. Al huir habia
hecho varios girones en su sambenito, los que consideraba con triste mirada,
sin responder sino por monosílabos, á todas las amenazas de Estéfano.
Estás á mi disposición, le dijo al fin el joven; te lo dispenso si me pi-
des perdón de rodillas.
— No lo haré, respondió el muchacho levantándose, no tengo que pediros
perdón; mehabiais golpeado con vuestro látigo y habia jurado vengarme.
Soy muy diestro, he apuntado á vuestro birrete, estaba seguro de no errar.
Esto os ha puesto furioso, estamos, pues, quitos. Ahora, os prometo no tira-
ros más piedras, con la condición de que no me daréis más latigazos.
— Lo que os propone es muy razonable, dijo Gilberto.
— No os pido vuestra opinión, caballero, interrumpió Estéfano con alta-
nería, y volviéndose hacia Ivan, repuso: Ivan, mi querido Ivan, ahora de-
bes obedecerme, bien lo sabes, el bárine ( i ) no me ama, pero no consiente
que los demás me insulten; es un derecho que se reserva. Apéate del caba-
llo y obliga á este pillete á arrodillarse y pedirme perdón.
Ivan sacudió la cabeza.
"Vos le habéis golpeado primero, respondió; ¿porqué os habría de pedir
perdón?"
Estéfano agoto en vano las súplicas y las amenazas; el siervo permaneció
inflexible, y durante este coloquio, aproximándose Gilberto á Guillermo, le
dijo en voz baja:
"Huye pronto, hijo mió; pero recuerda bien tu promesa; si nó, conmigo
es con quien tendrás que entenderte."
Estéfano lo vio alejarse y quiso lanzarse tras él; Gilberto le cerró el paso."
"¡Ivan! exclamó Estéfano torciéndose los brazos, quita á este hombre de
mi camino."
Ivan sacudió de nuevo la cabeza.
"No quiero hacer mal al joven francés, contestó; parece buen hombre y
ama á los niños."
La desesperación trastomó el rostro de Estéfano; sus labios temblaban;
(1 ) Soúor entre los rasos.
REVISTA DE CUBA. 279
miraba sucesivamente con ojos siniestros á Ivan y á Gilberto. Al fin se dijo
así mismo con voz ahogada:
"iDesgraciado de mí! Soy débil como un gusanillo, y no respetan mi de.
bilidad."
Después bajando la cabeza se aproximó á su caballo, lo montó y atrave-
só lentamente el soto. Cuando hubo llegado al camino, mirando fijamente á
Gilberto:
"Señor secretario, le dijo, mi padre cita con frecuencia á aquel diplomá-
tico que decía que se puede comprar á los hombres, y que se trata solamen-
te de fijar el precio.
"Desgraciadamente no soy bastante rico para compraros: valéis mucho más
de im thaler; pero permitidme daros im buen consejo. Al entrar de nuevo en
el castillo, repetid al Conde Kostia ciertas frases que he dejado escapar
hoy delante de vos; os lo agradeceré en extremo. Quizás os nombre su es-
pía con título, y sin hacerse de rogar duplicará vuestros honorarios. El ofi-
cio mas provechoso es encender velas al diablo; haréis en él maravillas tan
bien como otro cualquiera."
Después de lo cual, saludando á Gilberto, se alejó á ti ote largo.
"jEl diablo, el diablo!" "¡no habla sino del diablo!" se dccia Gilberto en-
caminándose hacia el castillo. Y anadia: ¡pobre amigo mió! hete aquí conde-
nado á pasar algunos años de tu vida entre un tirano que es amable á ve-
ces y una víctima que no lo es nunca."
{Gontinuatá,)
vícLOR CHERBULIER.
REVISTA MUSICAL.
S¡ el éxito de las dos grandes Compañías de ópera cuyas tareas líric::^
están á pnnto de terminar en los teatros de Tacón y Payret hubiera
rrespondido medianamente siquiera á la alta reputación con que Uegaront
nuestras playas la mayor parte de sus artistas, indudablemente podriani.
proclamar la tempoada de 1877 como una de las más brillantes en 1
fastos de nuestra historia musical.
En efecto, la competencia de dos grandes teatros, la rivalidad de
compañías líricas incitadas por esa emulación que tanto puede; los esfuer-
zos estraordinarios de dos Empresas decididas á vencerse y la curiosidad y
el entusiasmo de un público que espera ansioso estimulado por tantos in.
centivos; todo, en fin, parecia dispuesto y preparado para el triunfo más
completo, pero por desgracia no ha sido así, y de tantos anuncios pompo-
sos, de tantas y tantas falaces promesas solo han quedado tristes desenga-
ños .y esperanzas burladas.
No ha entrado en nuestro ánimo la idea de formar un juicio crítico de
cada uno de los artistas que en ambos coliseos han trabajado con más ó
menos fortuna, ni mucho menos averiguar qué causas puedan haber influido
en el mal resultado que obtienen cuantas compañías líricas nos visitan de
algunos años á esta parte, y que tanto lamentamos: no: el trabajo es supe'
rior con mucho á nuestras fuerzas, ni tampoco, caso de que nos sintiéramos
dispuestos á acometerlo podríamos hacerlo con toda la extensión necesa.
ría, por no permitirlo los estrechos límites de esta Rtvista-y así que nos
reduciremos por ahora á publicar las li^^eres apreciaciones que hemos hecho
del talento y las facultades de algunos de los artistas de una y otra compa-
ñía que más han llamado la pública atención.
Volpini, Urban, Bertolassi, Abruñedo, Petrowich; hé aquí la afainad^
REVISTA DE CUBA. 28 1
le: estos son los nombres que desde hace dos meses se repiten cons-
úmente con indecible entusiasmo. Quien ensalza el uno, quien deprime
al o^ro, quienes los admiran á todos; ¡cuántas opiniones, cuántos partidos!
ílc y Piccini dividieron en dos opiniones al pueblo francés, y según
las crónicas, hasta la misma política abrió paso d aquella rivalidad
ff^'^éls^^zca, olvidando iodo el mundo los negocios más arduos para ocuparse solo del
ejc^^^:^t^n de Yphigenia y Alcestes.
^^egar á la Sra. Volpini su bella voz, aunque no de gran extensión; ne-
^^-■" su acento dulce, su estilo correcto, modales distinguidos y distinguida
^S''-*»"íit, sería tan erróneo, tan injusto, como «concederle lo que la naturaleza
^^ *^ ^fi^6 y el arte no pudo suplir, esto es, la inspir<uion\ por eso, aunque
^^^■^t^. admirablemente, como que cuando canta espresa cuauto siente, hala-
ga, S£Ltísíace nuestro oido, pero la verdad es que no conmueve. ¿Nos equi-
vocaríamos por ventura si dijéramos que el cauto de la Sra. Volpini es riquí-
sixx^^L /iligrana^ y nada más?
el primer acto de Traviata se halla sin duda á la altura de su reputa-
^ en el segundo cuando principian los infortunios de Vio'eta, cuando
ira públicamente escarnecida y despreciada, y por último, cuando lie-
momento supremo y vé renacer en su Alfredo la extinguida llama de
', cuando lo tiene rendido á sus pies y arrepentido de su pasado error,
í^-^- jentónces desaparece de la escena la mujer desgraciada, olvidamos sus
*oovira.s, sus desvarios, sus penas, sus aflicciones, su triste fin, para ver á
>^s de todo solamente la simpática figura de Elisa. — En Sonámbula^
y RigolettOy tiene indudablemente más ancho campo su talento; pero
desgracia ha sido malísimamente acompañada y no ha podido huma-
ente la distinguida artista salir airosa de tan difícil situación.
^¿sia Urban es todo lo contrarío: voz fresca y poderosa: timbre pastoso
J '■-«'Sta extensión; canta dejándose arrastrar de su propia inspiración. No
^ta, y como es fogosa, dramática, apasionada, tierria, grandiosa,
^'^-Krx los sentimientos que interpreta, conmueve, fascina, electriza al audi-
que la aplaude estrepitosamente.
más severa censura no encontraría un defecto que tildar en el estilo
Sra. Volpini, Quizás no suceda esto con el de la Sra. Urban^ pero,
*^ii se atrevería á señalarlo? ¿quién osaría limitar su inmenso genio?
^c3en ni podrán nunca los maestros más severos contener los arranques
* ^ - i "Tiies de semejante mujer? ¿No diría esta con I azon, como cierta cele-
^^.d del arte: "¿Si hay un maestro que lo prohibe, hay una Urban que lo
^^^^"^^ ite.?"
representaciones de Favorita^ Poliuto^ Tro^>adory Norma han sido
tantos triunfos de la grande artista. Años, muchos años han de pasar
que la Habana olvide la noble figura, el semblante espresivo, el canto
y delicioso de Alizia Urban,
Sr. Ahruñedots el bravo militar á quien ya sea la edad, ya las fatigas
L
2S2 REVISTA DE CUBA.
de la noble carrera, ya un grave accidenie sobrevenido en campaña, han
deiado inutilizado para siempre. Su noinbrc, sus hazañas, su prestigio, su
nodcr, quedarán siempre vivos, palpitantes entre los <iue le conocieron; mas,
¿30 sería loca pretensión obligarle á dar asaltos, hacer marchas forzadas,
5tfmr las inclemencias del tiempo y aquellas penalidades que solo pueden
soportar naturalezas vigorosas?
Abruñedo, dirán los que le oyeron en sus buenos tiempos, fué un orna-
mento del bello caivto italiano: dicen que su potente y vigorosa voz tenia
un timbre encantador; que en el uso de la media voz era una maravilla, y
por fin, que su canto era un encanto; todo puede ser: por nuestra parte de-
bemos confesar que el artista ha tenido momentos de verdadera inspira-
ción; dígalo sino la Romanza Spirto gentil de la Favorita y el Aria final de
Lucia, ¿Puede darse nada más hermoso, más perfeeto, más acabado? Sin
embargo, esto no basta; el artista que hace frente á empresas semejantes
debe estar libre y espedito, con sus fuerzas en toda su integridad, y sus fa-
cultades en todo su progreso. Nada podemos hacer con el recuerdo de
nuestras grandezas pasadas, si en el presente todo lo que nos queda es mi-
seria:.
Estos Fabio ¡ay dolor! que ves ahora
Campos de soledad, mustio collado,
Fueron un tiempo, Itálica famosa.
Poco nos detendremos en los Sres. Bertolassi y Petrowich,
Tanto se ha ponderado el mérito del primero, tanto ha llegado á apasio-
nar á la generalidad con muy raras escepciones, que el efecto natural de
tanta exageración ha venido á redundar en contra del reputado barítono.
Su mérito es indudable; es un verdadero artista: ¿quién pudiera negarlo ha-
biéndolo oido en Hemani^ en Rigoletto y en Fausto; pero aun en sus mo-
mentos más felices no es posible dejar de advertir que es más actor que
cantante, y que su voz, aunque hermosa, no tiene toda la fuerza y volu-
men apetecibles.
En cuanto al Sr. Petrowich, no quisiéramos aventurar un fallo que pu-
diera tacharse de demasiado absoluto, como sucede siempre con los artis-
tas jóvenes y favorecidos con grandes facultades naturales; por lo tanto, al
uzgar de su mérito hemos de hacerlo con muchas salvedades, porque
nuestro juicio nunca será sino relativo, y en vista de las circunstancias que
han rodeado al artista. Tenor joven y sin pretensiones, es incuestionable
que (:(;ii su presencia y buena disposición ha prestado inolvidables servi-
cios en uno y otro teatro. Apesar de su voz desigual que algunas veces no
sabemos hasta donde pretende llevar á su auditorio, debe tenerse en cuen-
ta que mas «le una vez ha logrado evitar á entrambas compañías una desas-
trosa derrota. No sabemos qué progresos ó variaciones podrá experimentar
todavía su extensa voz, pues joven aun, no es poco lo que puede alcanzar.
REVIPTA DE CUBA* 283
«ro entre tanto, mucho es el cultivo y el cuidado que aun requieren sus
naturales, que soq notables.
Hecho este somero juicio d^los artistas principales, ¿nos detendremos
ora en una minuciosa enumeración de las óperas que se han cantado en
s dos Coliseos? Parécenos más prudente omitir esta parte de nuestra ta-
^a Grato es recordar grandes ovaciones, triunfos merecidos, y gozar por
^^gunda vez con la memoria de esos momentos harto breves y fugaces por
«sgracia, en que arrebatados por la inspiración del cantante nos elevamos
á las puras regiones del arte; pero ¿no es preferible un discreto silencio, si
hicimos de ser cronistas de uija larga serie át fiascos y decepciones, y no
p>ocas catástrofes, interrumpida solamente por alguna que otra victoria,
c^cisi siempre incompleta?
Y ya que hemos sido bastante francos en la censura y parcos de elogios,
seríamos injustos si no se los diéramos á la que los ha merecido cumplida-
te; nos referimos á la excelente y numerosa orquesta de Pavret, y á
s coros de su compañía, quizá los mejores que hayan salido al escenario
X.1 esta ciudad.
Respecto al repertorio de esta última Compañía debemos indicar que ha
<3o muy limitado, lo que depende, indudablemente, del poco tino en la
1 eccion del personal. En prueba de ello podríamos recordar un solo he-
todavía no hemos oído yos Puritanos^ aunque esta eia una de las ópe-
i ofrecidas. ¿Porqué no se ha cantado? La razón es evidente. Esa ópera
Jrecía á la Sra. Volpini excelente ocasión para desplegar S'.'S dotes natura-
s-s, pe I o ¿qué tenor puede ponerse á su lado en semejante partitura? Bue-
o es tener presente qne el repertorio de las compañías deb> acomodarse
^cesariamente al repertorio particular de catla uno de los principales artis-
que la componen, y esta condición esencial de éxito es cabalmente lo
-we menos se ha tenido en cuenta en la formación de la empresa Julián.
ara la representación de determinadaí óperas sería muy difícil conieguir
Kia acertada combinación, tan necesaria al buen resultado; porque en la
Ltada compañía, aunque dotada con elementos suñcientes para formar tres
^mos la anomalía de que todas tres reunida i no componen en realidad
■Qa compañía completa, un conjunto de paites bien dispuestas para armo-
nizar y combinarse.
No cerraremos esta Revista úxi cumplir con un deber de justicia, señalan-
los méritos que ha centraido el Sr. Payret y que deben reconocer cuan-
s se interesan poi los adelantos del espeetácido lírico en nuestra capital^
ucho pueden esperar los diUttanti de la Habana de la enérgica decisión y
inteligencia del Sr. Payret; y por lo mismo debemos aplaudir sus esfuer-
y agradecer los costosísimos sacrificios que hasta ahoia 1 eva hechoB
rscompensa, pues si el éxito de la compañía lírica con que se ha estre-
ado su teatro no ha correspondido del todo á nuestras esperanzas, bien
284' REVISTA DE CUBA,
sabido es que no ha sido suya la culpa, y que de su parte no ha ¿Biltftdo
buena voluntad y generosa esplendidez.
Contando con un cuantioso capital que le producia muy seguros y pin-
gües rendimientos, Payret concibió el atrevido proyecto de levantar en la
Habana un teatro digno de una capital de primer orden, y de inaugurarlo con
una compañía lírica como las que en otros más dichosos tiempos hacian las
delicias de los añcionados al bel canto\ y para conseguirlo, no vaciló en
arriesgar su bien asegurada fortuna en tan aventurada empresa. Aun más,
para que el suyo pudiese reunir todos los requisitos de un Coliseo de pri-
mer orden, emprendió un viaje á Europa y visitó los teatros principales, es-
tudiando los últimos adelantos de ese ramo de arquitectura para aprove-
charlos en la construcción del que habia de llevar su nombre.
A punto de terminarse la fábrica, el temporal de Octubre derribó gran parte
de las obras concluidas, exigiendo este percance nuevos y considerables gas-
tos, y casi imposibilitando la ap rtura del teatro en el dia prefijado para em-
pezar sus tareas ia compañía lírica. Pero Payret en vez de desanimarse redo-
bla sus esfuerzos; so aumentan los operarios en las fábricas, los trabajos con-
tinúan sin interrupción dia y aoche, y ia temporada se abre el dia señalaxlo.
Este rasgo pinta al hombae. Es digno de aquel mismo Payret que cuando im
desastroso incen<iio cansume su fortuna de muchos años, en el antiguo Lou-
vre de la calle del Consulado, en vez de sumirse en la desesperación como
otros menguados, continúa pocas horas después del fuego el despacho de su
Café, en m<?dio de escombros y tizones todavía humeantes. Esto es en su
género casi tan hermoso como Fray Luis de León continuando en la Cátedra
sus lecciones, interrumpidas por algunos años de prisión, con estas sublimes
palabras: ^"^ Como declattws ayer "
Si un hombre de temple semejante se propone que tengamos en la Haba-
na compañías líricas iguales por lo menos á las de aquellos tiempos inolvida-
bles de Salvi^ la Steffanone^ la Bossio y Marini^ es seguro que las tendremos
Lo que pudo D. Francisco Marti, porqué no ha de poderlo también D. Joa.
í^uin Payret cuando le sobran inteligencia y entusiasmo por el arte?
Si aleccionado por la experiencia de esta primera temporada se decid»
Payret á poner d espectáculo lírico ala altura que deseamos, mucho podr¿
esperarse de su enérgica iniciativa; aunque muy difícil si no imposible nos
parece el propósito de levantarlo de la postración en que yace, lo mism^
aquí que en Europa, por causas diversas que no podemos apuntar ahora,
que detenidamente nos proponemos señalar en otro número de la Revista.
MISCELÁNEA.
ACADEMIA DE CIENCIAS DE LA HaBANA EN LA EXPOSICIÓN DE FILA-
BA I A. — Insertamos á continuación la lista de las publicaciones hechas
dicho Instituto científico desde su fundación, y que la han hecho
ora al premio con que ha sido honrada en la Exposición norte-
ancana.
Anales de la Real Academia de Ciencias médicas, físicas y natura-
^^de la Habana. — Trece volúmenes conteniendo los trabajos de la
Corporación, las actas de sus sesiones y revistas de los progresos hechos
;j)or la ciencia en el extranjero.
Trabajos de la Comisión de Medicina legal é Higiene pública. — Dos
quesos volúmenes y el tercero en via de publicación, que compren-
den los informes y consultas ministrados por dicha comisión de la A-
cademia al Gobierno General de la Isla, á la Real Audiencia y á los
diversos Juzgados en los múltiples é interesantes asuntos que se refie-
ren á ambas ciencias.
Flora cubana^ ó sea la Revisión del Catálogo de Grisebach, corre-
gido y aumentado con gran número de especies nuevas de plantas
pertenecientes á la Isla de Cuba; por el Sr, D, Francisco A, Sauvalle,
Vice-Presidente de la Academia: un volumen.
Ornitología cubana-, contribución al estudio de las aves de la Isla de
Cuba, después de numerosos años de observación; por el Dr, Gund-
lach. Un volumen.
' Mamalogía cubana: contribución al estudio de los mamíferos cuba-
nos, por el Dt. Gundlach\ en vía de publicación.
•=» Ensayo de una historia médico-quirúrgica de la Isla de Puerto Rico
por el Dr. Dumont, — Dos tomos.
286 REVISTA DE CUBA.
7? InvesHgacioms acerca de tas antigüedades de Puerto Rico (Borinqu
por el Dr. Dumont — Un cuaderno.
8? Ihtologíay Terapéutica del aparato lenticular del ojo, por Otto Bcc:
Traducida del alemán por el Dr, Finlay\ obra que ha merecido
mejores elogios de la prensa médica extranjera. En via de publi
9? Reglatnentos de la Rl. Academia y de su Biblioteca: dos cuaderno
Instituto agronómico de fran*cia. — El 6 de Diciembre último,
doce de su mañana, tuvo lugar, bajo la presidencia del Ministro A
grícultura y de Comercio francés, la inauguración del Instituto a
nómico, gran escuela de agricultura, actualmente instalada en ¡os %
cios del Conservatorio de artes y oficios, cuya creación no e^ en i
dad nueva, pues databa de 1848, pero cuyo restablecimiento, ha.
favorablemente acogido; veinte y cuatro discípulos han sufrido cocí
to los exámenes de admisión en el Instituto, y se han apuntado oc hen-
ta y tres oyentes libres.
Sociedad de Geografía de Bruselas. — Acaba de fundarse á fine^^^ ^^
pasado año una Sociedad de esta clase en la capital de Bélgica, ^^^
el objeto de contribuir a los progresos y propagación de las cien -^cias
geográficas y extender en el extranjero nociones exactas sobre di --^^C"0
pais. La Sociedad publicará periódicamente una colección de artíc*' jimios
científicos y datos geográficos internacionales; se ocupará también de ^^^'
mar una biblioteca de las mejores publicaciones extranjeras.
Boletín del Ateneo dé Madrid. — A fines de Febrero del corrí — eo